Para cerrar este año, el más pésimo que recuerdo cinematográficamente hablando desde que empecé a interesarme "en serio" por el cine, veinte años ah, está bien recordar porque la mayoría de productos nos están hundiendo en la miseria cultural.

Se ha aposentado la idea de que todo vale para rasgar muy superficialmente el tejido emocional del espectador. Es una batalla perdida para los más adeptos, puesto que, me da la impresión que 2023 fue y será el último gran año de la historia del cine. De aquí a nada la mayoría de propuestas comerciales estarán dirigidas por inteligencias artificiales...

De mientras, en esta película, como pretexto se usa la parálisis cerebral para explicar una historia. Y la historia no está mal en si, pero es la misma historia contada ya un millar de veces. Comprendo que a algunas personas les pueda tocar la fibra sensible. Al igual que un tanto por ciento demasiado elevado de las producciones actuales, ya no solo a nivel estatal de España, sino a escala internacional, tengan que venderse como productos carentes de alma para que el público decida humanizarse o no.

El problema es que la globalización no funciona para todos de la misma forma, a pesar de que la mayoría de medios intente hacernos creer lo contrario. Y las reivindicaciones sociales, cada vez resultan más falaces. Es como pedirle a un asperger que comprenda a un neurotípico, que cualquiera cambie de cultura, género, credo o color de piel para entender a los demás, que te sumerjas en un acuario sin aletas ni branquias y aprendas a vivir con los peces tu solito. Es un sinsentido que ya se propuso en cantidad de ocasiones en el pasado, pero que se ha convertido en la tendencia de las plataformas, del cine comercial y de las producciones independientes. El resultado es que por cada historia que me pueda llegar a conmover, resultarme creíble o interesante en su propuesta, aproximadamente otras diez caen en la pesadez de reiterar como debemos ser como personas para llevarnos mejor con nuestros semejantes.

Buffalo Kids, rodada en un plató ficticio de los EEUU, demuestra como se puede contar una historia dinámica pero con escaso interés; que siempre habrá quien se sienta identificado con lo que se pretende narrar, cuidado, nunca ha estado de más que el cine nos imparta lecciones. Pero las lecciones biensonantes que no atienden a desentrañar el complejo engranaje de la realidad, que las comprendan las personas que se conforman con clichés aleccionadores de como se debe ser o no ser, no quienes queremos disfrutar de algo más que de un cine barato. No encuentro ningún tipo de justificación en la elección de personajes en esta pachanga animada promocionada por el estado de España.

En esta era tan absurda, el cine de género, muy merecedor de ello de todas formas, y a pesar de haber sido repudiado constantemente por el público general hasta que todos debemos ser freaks, acaba tomando el relevo a los panfletos propagandísticos insolubles.

Pero esto no es suficiente, porque siempre se echaran de menos las buenas producciones de animación, los buenos dramas, los buenos thrillers, los buenos musicales...

La próxima vez que vaya a Cadaqués, buscaré un búfalo para preguntarle que opina sobre el tema.

El cine de animación español ha ofrecido en los últimos años películas muy notables que han sido grandes éxitos de taquilla y de ventas internacionales y son datos objetivos e incuestionables. Buffalo Kids era, por todo ello y por su gran campaña de lanzamiento, una película muy esperada. Ha defraudado por culpa de un guión muy pobre que desaprovecha el talento de los animadores que solo pueden ofrecer una sucesión de escenas que llegan a aburrir a niños y mayores. Las canciones en inglés tampoco ayudan y el doblaje es muy pobre con esas voces de actrices mayores poniendo vocecillas que llegan a molestar.
La prisa por estrenar tampoco ha ayudado y la película final resulta pobre y apresurada.
Habrá que seguir apostando por una industria que ha logrado importantes éxitos en todos los mercados pero sin olvidar el cuento de la gallina de los huevos de oro y el de la lechera y su cántaro roto.