Gentleman Jim
7.6
1,876
Drama. Comedia
Biografía del campeón de boxeo James J. Corbett. Conocido como 'Gentleman Jim', Corbett se convirtió en el primer campeón del mundo de los pesos pesados en 1892, cuando derrotó a John L. Sullivan, tras la entrada en vigor de las llamadas reglas de Queensberry, que exigían la utilización de unos guantes hinchados para proteger los nudillos, un cuadrilátero con unas medidas determinadas y establecían la duración del combate... En Estados ... [+]
23 de octubre de 2009
23 de octubre de 2009
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay tres cualidades que son las que realmente nos acercan a ese objetivo que parece haber sido colocado demasiado lejos de nuestro alcance: la autoestima alta, el optimismo y el tesón. También hay que añadir un cuarto factor, aunque éste depende más bien del azar: la suerte.
James J. Corbett, alias "Gentleman Jim", poseía esas tres cualidades, acompañadas de la buena suerte, que lo condujeron al éxito.
Nacido en San Francisco, en una familia de ascendencia irlandesa, era hijo de un cochero y se había criado entre una caterva de hermanos brutotes y pendencieros. Desde pequeño estaba más que acostumbrado a pelear, pues en su hogar y en su barrio las peleas a puñetazos eran no sólo un medio de desfogue de las afrentas, sino un entretenimiento que atraía a todo el vecindario.
Al mismo tiempo, el pugilismo o boxeo hacía furor entre las masas, y abundaban los combates y apuestas ilegales. A finales de la década de 1880, el marqués de Queensberry introdujo las normas actuales que incluían el uso de guantes acolchados, y la eliminación de los golpes bajos.
Corbett no se conformaba con una vida en el anonimato. Se esforzaba en seguir un camino diferente al del resto de su familia y de su clase social, sus modales eran refinados, se vestía con elegancia y era inmune al fracaso. Para el positivo Jim, no había nada que no pudiese alcanzar si se lo proponía. No le importaba que la alta sociedad de San Francisco (buena parte de la cual había comenzado, al igual que Jim, en los peldaños más bajos del escalafón) se empeñara en cerrarle las puertas. Él sabía que se los metería en el bolsillo haciendo lo que mejor sabía hacer.
Boxear.
"Gentleman Jim", el galante y encantador pimpollo lechuguino, revolucionó el mundo del deporte.
Raoul Walsh, basándose en la autobiografía del boxeador, desgrana un retrato sobre un ego bastante subido, interpretado con solvencia por uno de los grandes sex-symbols de los cuarenta, Errol Flynn. Uno de los actores con mayor aura aventurera del celuloide, que se adapta con comodidad a su personaje.
Los años no han pasado en balde por la película, eso sí; se nota cierto lastre debido a los estragos que el tiempo hace en algunas películas, y ésta resulta un poco afectada. Pero no tanto como para no disfrutarla. No me parece muy creíble ver a un boxeador que tras decenas de asaltos en el ring, casi nunca tenga ni un rasguño ni la nariz rota, y que parezca que en vez de boxear se dedique al cultivo de magnolias, pero bueno... Se deja pasar. Imagino que había que idealizar un poco la imagen del seductor petimetre, y sacarlo en pantalla con la cara hecha unos zorros no cuadraría con dicha imagen. Por otro lado, los combates tampoco me convencen del todo. Me da la impresión de que Errol actúa bien en ellos, pero sus contrincantes lo hacen bastante lamentablemente. Y se supone que hacen de campeones. Pero las exigencias del guión serían así.
James J. Corbett, alias "Gentleman Jim", poseía esas tres cualidades, acompañadas de la buena suerte, que lo condujeron al éxito.
Nacido en San Francisco, en una familia de ascendencia irlandesa, era hijo de un cochero y se había criado entre una caterva de hermanos brutotes y pendencieros. Desde pequeño estaba más que acostumbrado a pelear, pues en su hogar y en su barrio las peleas a puñetazos eran no sólo un medio de desfogue de las afrentas, sino un entretenimiento que atraía a todo el vecindario.
Al mismo tiempo, el pugilismo o boxeo hacía furor entre las masas, y abundaban los combates y apuestas ilegales. A finales de la década de 1880, el marqués de Queensberry introdujo las normas actuales que incluían el uso de guantes acolchados, y la eliminación de los golpes bajos.
Corbett no se conformaba con una vida en el anonimato. Se esforzaba en seguir un camino diferente al del resto de su familia y de su clase social, sus modales eran refinados, se vestía con elegancia y era inmune al fracaso. Para el positivo Jim, no había nada que no pudiese alcanzar si se lo proponía. No le importaba que la alta sociedad de San Francisco (buena parte de la cual había comenzado, al igual que Jim, en los peldaños más bajos del escalafón) se empeñara en cerrarle las puertas. Él sabía que se los metería en el bolsillo haciendo lo que mejor sabía hacer.
Boxear.
"Gentleman Jim", el galante y encantador pimpollo lechuguino, revolucionó el mundo del deporte.
Raoul Walsh, basándose en la autobiografía del boxeador, desgrana un retrato sobre un ego bastante subido, interpretado con solvencia por uno de los grandes sex-symbols de los cuarenta, Errol Flynn. Uno de los actores con mayor aura aventurera del celuloide, que se adapta con comodidad a su personaje.
Los años no han pasado en balde por la película, eso sí; se nota cierto lastre debido a los estragos que el tiempo hace en algunas películas, y ésta resulta un poco afectada. Pero no tanto como para no disfrutarla. No me parece muy creíble ver a un boxeador que tras decenas de asaltos en el ring, casi nunca tenga ni un rasguño ni la nariz rota, y que parezca que en vez de boxear se dedique al cultivo de magnolias, pero bueno... Se deja pasar. Imagino que había que idealizar un poco la imagen del seductor petimetre, y sacarlo en pantalla con la cara hecha unos zorros no cuadraría con dicha imagen. Por otro lado, los combates tampoco me convencen del todo. Me da la impresión de que Errol actúa bien en ellos, pero sus contrincantes lo hacen bastante lamentablemente. Y se supone que hacen de campeones. Pero las exigencias del guión serían así.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La fotografía es un elemento a destacar. Magnífica, nítida y próxima. No se sale de lo convencional, pero aporta acción y energía en las escenas de lucha, como esas instantáneas de los pies danzarines de Errol.
Corbett, hombre de mundo, vanidoso, listo y empecinado en hacerse notar, y deportista duro al que no se le caían los anillos en el cuadrilátero.
Divertida y entretenida versión cinematográfica del ascenso al triunfo de un soñador. Un poquito apolillada, pero potable.
Corbett, hombre de mundo, vanidoso, listo y empecinado en hacerse notar, y deportista duro al que no se le caían los anillos en el cuadrilátero.
Divertida y entretenida versión cinematográfica del ascenso al triunfo de un soñador. Un poquito apolillada, pero potable.
26 de junio de 2020
26 de junio de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
James Corbett es un cajero de banco, perteneciente a una familia humilde de origen irlandés, quien gracias a su descaro y a un talento natural para el boxeo llegará a disputar el campeonato mundial de los pesos pesados frente el campeón John L. Sullivan, una celebridad de la época.
Errol Flynn despliega su carisma en esta comedia de ritmo prodigioso. Raoul Walsh combina magistralmente humor, drama, romance y acción en el relato del ascenso de este peculiar individuo, un tipo presumido y algo sinvergüenza, experto encantador de serpientes, joven que derrocha simpatía, ansioso por alcanzar la gloria.
En manos del director cualquier hecho se torna alegre; por duro que sea lo que cuenta el espectador no puede evitar sonreír: convierte la pobreza en una aventura, las peleas en un juego, el alcoholismo en un chiste recurrente. El mundo es un lugar maravilloso; la vida una suma de momentos felices. Filma con sentido de la épica los combates, perfectamente coreografiados, todos ellos muy distintos entre sí –espectacular el que acontece en los muelles-. Introduce reflexiones acerca de conceptos clásicos como la derrota y el triunfo, el amor y el odio, la rivalidad deportiva.
Cuando, ya hacia el final del metraje, en plena celebración, observamos a través de un espejo la llegada de John L. Sullivan y contemplamos la reacción de Corbett, uno ya sabe que algo grande va a suceder.
James Corbett existió, vivió entre 1866 y 1933, aunque sus rasgos fueran muy diferentes de los de Errol. La película, en cualquier caso, poco tiene que ver con la realidad o con la historia, y mucho con el arte de la ficción; Walsh se sitúa en un espacio habitado de sueños, lleno de voces y risas, refugio creado a partir de instantes únicos donde se concentran una multitud de emociones, en ese territorio que es el cine.
Errol Flynn despliega su carisma en esta comedia de ritmo prodigioso. Raoul Walsh combina magistralmente humor, drama, romance y acción en el relato del ascenso de este peculiar individuo, un tipo presumido y algo sinvergüenza, experto encantador de serpientes, joven que derrocha simpatía, ansioso por alcanzar la gloria.
En manos del director cualquier hecho se torna alegre; por duro que sea lo que cuenta el espectador no puede evitar sonreír: convierte la pobreza en una aventura, las peleas en un juego, el alcoholismo en un chiste recurrente. El mundo es un lugar maravilloso; la vida una suma de momentos felices. Filma con sentido de la épica los combates, perfectamente coreografiados, todos ellos muy distintos entre sí –espectacular el que acontece en los muelles-. Introduce reflexiones acerca de conceptos clásicos como la derrota y el triunfo, el amor y el odio, la rivalidad deportiva.
Cuando, ya hacia el final del metraje, en plena celebración, observamos a través de un espejo la llegada de John L. Sullivan y contemplamos la reacción de Corbett, uno ya sabe que algo grande va a suceder.
James Corbett existió, vivió entre 1866 y 1933, aunque sus rasgos fueran muy diferentes de los de Errol. La película, en cualquier caso, poco tiene que ver con la realidad o con la historia, y mucho con el arte de la ficción; Walsh se sitúa en un espacio habitado de sueños, lleno de voces y risas, refugio creado a partir de instantes únicos donde se concentran una multitud de emociones, en ese territorio que es el cine.
1 de agosto de 2023
1 de agosto de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí, una de las mejores de Raoul Walsh. Y considerando que pienso que Walsh es uno de los GRANDES, así, en mayúsculas, pues no hay mucho más que añadir.
Porque aquí se encuentra todo lo que yo más admiro en su cine. Una limpieza narrativa extraordinaria de un vigor y brío encomiables, pura fuerza, habilidad insultante para pasar de la comedia al drama, de la pura alegría de vivir a la emoción más contenida.
Ver una película de Walsh y, sobre todo, ésta, es como chutarte un estimulante. Te enciende, te pone las pilas, te carga de energía y, además, aprendes.
¿Que qué aprendes con el cine de Walsh?. Pues cualquier cosa que él te quiera relatar.
Porque cualquier narración de Walsh va a estar plagado de una innumerable atención por el detalle. Su lenguaje es rico, lo abarca todo, desde una sólida dirección de intérpretes, describiendo con precisión a los más principales hasta el último de los figurantes, ese que cruza la acera y apenas vemos pero que con sus acciones contribuyen a crear un mosaico rico y completo, como un tapiz primorosamente bordado que con su amplia paleta de colores dibujan un cuadro perfecto.
También prestaba muchísima atención a la ambientación, fotografía y paisaje y a las acciones principales y secundarias. Por eso, en sus películas, siempre tenemos la sensación de que hay mucho que ver y que admirar y de que ocurren muchas cosas porque mientras los protagonistas se encuentran en primer plano dando avance a la narración, por detrás de ellos la película continúa (los hermanos discuten, el botones le reclama, la policía aparece o la madre llora...). Siempre, siempre, está pasando algo.
Y, además, en esta historia, tenemos la gran ocurrencia de plantearla como una comedia.
¿A alguien más que a Walsh se le podría haber ocurrido hacer algo así?.
Esto es un biopic sobre la vida de un boxeador. Fijaros si no hay tema para plantearlo de otro modo.
El hombre que surge de las cloacas, hermanos estibadores, combates clandestinos y lucha por la ascensión social.
Nada, nada. Se puede contar exactamente lo mismo desde el desenfado y la alegría.
Conoceremos (o nos podremos hacer una idea) de la vida de James Corbet, el primer hombre que llegó a ser campeón del mundo de pesos pesados atendiendo a las reglas del marqués de Queensberry, recién instaladas entonces, que unificó y dio estatus de deporte respetable y legal a algo que, hasta entonces, no gozaba de dicho prestigio.
Además, implementó nuevas técnicas con su juego de piernas super rápido, algo que hará que sus contrincantes no le encuentren ni subidos a una silla.
Errol Flynn será el insustituible encargado de dar vida a este "Gentleman Jim" en un papel que le va como anillo al dedo: alegre, sinvergüenza, encantador, descarado, vanidoso..., en uno de sus mejores papeles, aunque tampoco debemos olvidar a todos los que lo acompañan en este relato porque están soberbios. Alexis Smith, encantadora y con mucha importancia en la trama. Jack Carson, su amigo, Alan Hale, el padre borrachín, Ward Bond encarnando a L.Sullivan, imbatible campeón a derrotar y que ofrecerá un momento realmente conmovedor, los hermanos, la madre..., todos.
La descripción de esos lugares, el club Olímpico con su sociedad clasista y remilgada, los muelles y barrios bajos, las peleas y apuestas clandestinas...Un magnífico retrato de aquella sociedad, narrado con un humor y una simpatía desbordante.
En fin, pura alegría de vivir y para ver una y otra vez. Que la disfruten.
Porque aquí se encuentra todo lo que yo más admiro en su cine. Una limpieza narrativa extraordinaria de un vigor y brío encomiables, pura fuerza, habilidad insultante para pasar de la comedia al drama, de la pura alegría de vivir a la emoción más contenida.
Ver una película de Walsh y, sobre todo, ésta, es como chutarte un estimulante. Te enciende, te pone las pilas, te carga de energía y, además, aprendes.
¿Que qué aprendes con el cine de Walsh?. Pues cualquier cosa que él te quiera relatar.
Porque cualquier narración de Walsh va a estar plagado de una innumerable atención por el detalle. Su lenguaje es rico, lo abarca todo, desde una sólida dirección de intérpretes, describiendo con precisión a los más principales hasta el último de los figurantes, ese que cruza la acera y apenas vemos pero que con sus acciones contribuyen a crear un mosaico rico y completo, como un tapiz primorosamente bordado que con su amplia paleta de colores dibujan un cuadro perfecto.
También prestaba muchísima atención a la ambientación, fotografía y paisaje y a las acciones principales y secundarias. Por eso, en sus películas, siempre tenemos la sensación de que hay mucho que ver y que admirar y de que ocurren muchas cosas porque mientras los protagonistas se encuentran en primer plano dando avance a la narración, por detrás de ellos la película continúa (los hermanos discuten, el botones le reclama, la policía aparece o la madre llora...). Siempre, siempre, está pasando algo.
Y, además, en esta historia, tenemos la gran ocurrencia de plantearla como una comedia.
¿A alguien más que a Walsh se le podría haber ocurrido hacer algo así?.
Esto es un biopic sobre la vida de un boxeador. Fijaros si no hay tema para plantearlo de otro modo.
El hombre que surge de las cloacas, hermanos estibadores, combates clandestinos y lucha por la ascensión social.
Nada, nada. Se puede contar exactamente lo mismo desde el desenfado y la alegría.
Conoceremos (o nos podremos hacer una idea) de la vida de James Corbet, el primer hombre que llegó a ser campeón del mundo de pesos pesados atendiendo a las reglas del marqués de Queensberry, recién instaladas entonces, que unificó y dio estatus de deporte respetable y legal a algo que, hasta entonces, no gozaba de dicho prestigio.
Además, implementó nuevas técnicas con su juego de piernas super rápido, algo que hará que sus contrincantes no le encuentren ni subidos a una silla.
Errol Flynn será el insustituible encargado de dar vida a este "Gentleman Jim" en un papel que le va como anillo al dedo: alegre, sinvergüenza, encantador, descarado, vanidoso..., en uno de sus mejores papeles, aunque tampoco debemos olvidar a todos los que lo acompañan en este relato porque están soberbios. Alexis Smith, encantadora y con mucha importancia en la trama. Jack Carson, su amigo, Alan Hale, el padre borrachín, Ward Bond encarnando a L.Sullivan, imbatible campeón a derrotar y que ofrecerá un momento realmente conmovedor, los hermanos, la madre..., todos.
La descripción de esos lugares, el club Olímpico con su sociedad clasista y remilgada, los muelles y barrios bajos, las peleas y apuestas clandestinas...Un magnífico retrato de aquella sociedad, narrado con un humor y una simpatía desbordante.
En fin, pura alegría de vivir y para ver una y otra vez. Que la disfruten.
7 de febrero de 2012
7 de febrero de 2012
8 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si un profesional del boxeo viera esta película probablemente se sonreiría por sus ingenuidades y sus patéticas peleas-ballet con servicio de peluquería entre asalto y asalto. También resulta patética la sonrisa perenne de Flynn, tanto si da como si recibe; pero me encanta, en cambio, su cada vez más sofisticado vestuario y lo bien que le sienta. El mundo del boxeo es un mundo de lechuguinos en esta película; las apuestas se apalabran y, simplemente, se cobran porque el mundo es honrado. Es mucho más bonita la irrefrenable alegría de vivir que la historia misma que se cuenta. Cada pelea, sobre todo las de familia, es un canto a una virilidad rancia que ya no existe en el coeducado mundo socialista. Pero, de verdad, donde está la clave del film es en ese Club Olímpico donde caballeros y aristócratas hacen deporte e ironía a partes iguales, e intentan hundir al paleto siempre con buen humor, pero empleándose a fondo. Un concepto tan deportivo y alegre de la vida se transmite a la chica, bastante inteligente y a cuyo cargo están algunas de las mejores escenas, (como la frase que grita cuando lanzan al aspirante al agua).
La almibarada escena final es honrada y se somete uno a ella sin sonrojo si se olvida uno de la milagrosa transformación del derrotado. Y la cosa fluye con buen ritmo supongo que gracias a ese que los demás críticos ponen tan bien, y del que yo apenas he visto un par de películas, el director Walsh. Se puede ver.
La almibarada escena final es honrada y se somete uno a ella sin sonrojo si se olvida uno de la milagrosa transformación del derrotado. Y la cosa fluye con buen ritmo supongo que gracias a ese que los demás críticos ponen tan bien, y del que yo apenas he visto un par de películas, el director Walsh. Se puede ver.
21 de diciembre de 2015
21 de diciembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenidísima muestra de cine clásico de Raoul Walsh.
El personaje de Errol Flynn destila una arrogancia propia de la época que a pesar del tiempo se apropia de la función con suma naturalidad.
Como sucede en el mejor cine clásico no sólo la narrativa es fluida y sumamente eficaz, sino que además contiene grandes reflexiones, en este caso sobre el éxito y la derrota. En ese aspecto la escena que se produce después del combate por los pesos pesados entre James J. Corbett, Gentleman Jim', y el que parecía imbatible John L. Sullivan es memorable y demuestra la gran versatilidad de actores como Ward Bond.
Fue de las primeras películas de la Warner en ser coloreadas a finales de los años 80.
El personaje de Errol Flynn destila una arrogancia propia de la época que a pesar del tiempo se apropia de la función con suma naturalidad.
Como sucede en el mejor cine clásico no sólo la narrativa es fluida y sumamente eficaz, sino que además contiene grandes reflexiones, en este caso sobre el éxito y la derrota. En ese aspecto la escena que se produce después del combate por los pesos pesados entre James J. Corbett, Gentleman Jim', y el que parecía imbatible John L. Sullivan es memorable y demuestra la gran versatilidad de actores como Ward Bond.
Fue de las primeras películas de la Warner en ser coloreadas a finales de los años 80.
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