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Ángeles con caras sucias

Cine negro. Thriller Un sacerdote presencia impotente cómo los niños marginados de su parroquia sucumben a las malas influencias de un criminal que fue compañero suyo de la infancia. Con el paso del tiempo, los dos hombres siguieron caminos muy diferentes: uno abrazó el sacerdocio y el otro se convirtió en un gángster. (FILMAFFINITY)
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Críticas 36
Críticas ordenadas por utilidad
2 de mayo de 2013
13 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puede que ahora no nos lo creamos pero este James Cagney era un ídolo juvenil, más o menos, de chavales como salen en esta película. Aquí vuele a interpetar a un delincuente, el mafioso Rocky Sullivan. Su alter ego es el Padre Jerry Connelly, por lo que se ve, un antepasado, un tío abuelo o algo así de... Jennifer Connelly (es broma), al que da vida Pat O'Brien. Ante todo, son amigos de la infancia aunque el rumbo que han tomado sus vidas les hace mantener cierta distancia. Cinta clásica sobre la mafia pero con un tono social y romántico, que apunta a la redención y que pretende también deslegitimar el glamuroso mundo del delito, cosa que no sé si consigue (SPOILER).

"Ángeles con caras sucias" parte de una buena idea pero me temo que no del todo aprovechada por Michael Curtiz. Se nos vende que Rocky se ha hecho malo porque su vida se ha torcido. "Me han arrancado el corazón" dice. Pero nada de esto sale. Es más, me parece que siempre ha sido así. A continuación el desarrollo es simple, los personajes esquemáticos y el enfrentamiento entre mafioso y cura se diluye. Mientras tanto Ann Sheridan es mona pero aporta muy poco y la campaña que emprende Jerry es un pelín fantasiosa. Al menos el final es bonito y la película en general tiene un mensaje. Por último, atención al peor partido de baloncesto de la historia del cine.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Reaccionario
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24 de diciembre de 2006
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curtiz nos ofrece su mirada de la sociedad americana del principio del siglo pasado, a través de la vida de dos jóvenes delincuentes, y su progresión por la vida, marcada por el día en que apresan a uno de ellos, alineando su condición social y convirtiéndolo en un peligroso gangster, que dista mucho de la meta de su joven compañero que acaba siendo el sacerdote del barrio y dedica sus esfuerzos a que los jóvenes no sigan el duro y conocido camino de la delincuencia.
James Cagney consigue llevarse la película con un gran papel que culmina con uno de los finales más conmovedores y aleccionadores de la historia del cine.
o0_oscar_0o
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18 de marzo de 2009
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde muy joven, “Rocky” Sullivan, cultiva una sólida amistad con Jerry Connelly, pero, en ausencia de alguien que les muestre un camino cierto a seguir, ambos han elegido el desviado sendero de vagabundear y cometer toda suerte de fechorías... hasta que, cierto día, cuando ambos pretenden robar en un tren, “Rocky” es puesto preso y llevado a la cárcel, donde luego lo visita su leal amigo. En prisión, Sullivan obtiene la ya harto común escuela que habilita para seguir la carrera delincuencial, mientras que, Connelly, libre y esperanzado, ha descubierto a Dios y ha optado por seguir el camino del sacerdocio.

Años después, y como suele ocurrir con aquellos que han tenido lazos muy fuertes, los dos amigos volverán a encontrarse. Ahora, “Rocky” es un temido delincuente con fuerte peso en el mundo del hampa y, Jerry, es un sacerdote comprometido con la dignidad y la rehabilitación de los jóvenes... pero su amistad seguirá intacta y, Jerry, ve a su amigo como la oveja perdida que ha vuelto al redil.

Entre ellos, se iniciará un grato proceso que sacará a flote el lado de luz que aún subsiste en el aparente hombre malo y, quizás, Jerry dé pruebas fehacientes de que, lo que cada hombre necesita es una oportunidad para redimirse. Sólo que la sociedad sigue ahí, punzante, rencorosa, poniendo trampas y toda suerte de obstáculos para que, quien alguna vez torciera su camino no consiga enderezarse. Otros jóvenes se sentirán permeados por esta experiencia y el talentoso director húngaro, Michael Curtiz, nos mostrará su sendero con detalles y situaciones de potente eficacia narrativa y en una forma gratamente aleccionadora.

James Cagney (uno de los más eficaces protagonistas de Cine Negro estadounidense), impone una gran fuerza y personalidad a su personaje de “Rocky”, y nos ofrece un excelente perfil de ese lado humano que suele ocultarse tras la dureza y la marginalidad. Por su parte, Pat O’Brien, recrea con mesura y enorme carisma, al sacerdote, Jerry Connelly, ejemplo de la labor humanitaria y desinteresada que debería desempeñar todo hombre de iglesia.

Con ellos, Ann Sheridan, una bellísima actriz que da vida a Laury, será la vieja amiga que, ahora renueva la amistad y sirve de apoyo al reencuentro de los dos amigos. Junto a ellos, Humphrey Bogart es el abogado corrupto y oportunista que complica la vida al delincuente en trance de buenas intenciones, y pone en jaque el proceso que, con tanto entusiasmo, adelanta el sacerdote.

El guion escrito por, John Wexley y Warren Duff, basados en una historia de Rowland Brown, está bordado con muy humanos y efectivos matices; y el título, <<ÁNGELES CON CARAS SUCIAS>>, alude a la bondad, el amor y el halo de divinidad que poseen todos los hombres... pero que a veces se maquilla o se oculta con una máscara de resentimiento y maldad.

Michael Curtiz, el brillante e inolvidable realizador de, “Captain Blood", "Kid Galahad” y otras grandes obras cinematográficas, vuelve a dar en el clavo y nos entrega un filme lleno de dignidad que amerita más de una reflexión.

Una temática muy útil para las escuelas de hoy.
Luis Guillermo Cardona
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5 de julio de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los años 30 supuso la etapa dorada del cine de gángsteres, pues bien, uno de esos grandes filmes es la sensacional película que hoy nos ocupa “Ángeles con Caras Sucias”. El origen del proyecto se remontaba a 1937, cuando Rowland Brown escribió la historia para ser dirigida por Mervyn LeRoy, como vehículo de lucimiento de un grupo de actores juveniles los “Dead End Kids”, LeRoy abandonó Warner y el proyecto cayó en el olvido hasta que James Cagney, que regresaba al estudio tras su corta aventura con la efímera Zyon Meyers Productions, lo repescó para protagonizarlo, los Warner eligieron a Curtiz, que tenía muy buena relación con Cagney, e inmediatamente se puso al mando del proyecto que culminó con esta joya, una de las mejores películas del cine de gángsteres de todos los tiempos.

Uno de los principales aciertos de la película radica en contar con un guión perfectamente equilibrado entre el cine de género, la crítica social y los contenidos morales, un guión rico en matices, los personajes están dibujados con profundidad y coherencia, sobretodo el del protagonista Rocky, uno de los primeros malos del cine capaces de mudar el negro sombrío e infausto de este tipo de personajes por una escala de grises mucho más humana y matizada. Poco amigo de los virtuosismos, Curtiz aplica la receta de la sencillez al relato, metiéndose ya al público en el bolsillo con la primera escena en la que en un prolongado y largo travelling nos enmarca la vida del barrio (las noticias de los diarios, las calles, los edificios… y los dos protagonistas encaramados en un balcón). Fantástica también la música de Max Steiner, una auténtica delicia para los oídos y una constante fuente de emociones, ofreciéndonos una banda sonora intensa, moderna y magníficamente ensamblada con las imágenes; en la que predominan los momentos poderosos y vibrantes sin dejar de lado otros más intimistas y poéticos.

Terminemos haciendo referencia al apartado interpretativo, en él destaca por encima del resto la brillante labor desarrollada por James Cagney para la composición del gánster Rocky Sullivan, Cagney se pone en la piel del protagonista con absoluta soltura aportándole su habitual energía, pero lo que sin duda tiene más mérito es la naturalidad con la que Jimmy Cagney plasma la dualidad moral y vital del personaje. PatO´Brien compone correctamente su papel como padre Conolly, consiguiendo que sus momentos de arrebato católico no distorsionen el contenido humanístico, por encima de las religiones, que subyace en la cinta. La belleza pelirroja AnnSheridan encarna a Laury Ferguson, sin duda, el personaje peor desarrollado de la cinta, Laury a pesar de introducirse con fuerza en la película pierde enseguida fuelle, por su falta de relevancia en el guión que no por impericia de la Sheridan, afortunadamente la película es tan buena que este pequeño borrón no le resta eficacia. El gran Humphrey Bogart que por entonces se hallaba en esa fase de su carrera previa al estrellato, en la que su talento interpretativo se veía reducido a la composición de malvados de distintos pelajes, cumple sobradamente como actor de carácter, interpretando a un villano un tanto atípico, el abogado corrupto James Frazier, el escurridizo y poco de fiar cerebro de la banda que controla el crimen organizado en la ciudad.
Juan Marey
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18 de octubre de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy buena película que plantea el tema de la delincuencia juvenil
desde diversos puntos de vista; el del propio criminal y el de los
posibles y futuros candidatos al mundo del delito.

Excelentes los papeles protagonistas, con un estupendo James
Gagney, ya muy experimentado de sus papeles anteriores de
gangster, y un convincente y bonachón Pat O'Brien en el papel
de su fiel amigo. Sin embargo, la forzada presencia de Ann
Sheridan en la película se torna a lo largo de ella, inecesaria,
y se la adjudican como novia a Gagney, por que al cura no pueden...

Buen papel el de Bogarth también, como socio traidor recalcitrante.
Si mal no recuerdo, no suelen hacer tampoco buenas migas en otras
películas.

Nada mejor para una película de gangsters que estar rodada en los
años 30.....tiros a mansalva, con un James Gagney siempre cercado
por la policía, y ejerciendo de un mil hombres hasta el final.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vanden Plas
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