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El increíble hombre menguante

Ciencia ficción. Fantástico Scott Carey (Grant Williams) navega con su mujer en una lancha motora y, mientras ella va a buscar una cerveza, se ve envuelto en una extraña nube. Unos meses después, empieza a notar extraños cambios en su cuerpo: poco a poco va perdiendo peso y altura hasta hacerse casi invisible. A partir de entonces, su vida será una pesadilla, una lucha constante por la supervivencia, en la que lo cotidiano (un gato, una araña) representa para él ... [+]
Críticas 103
Críticas ordenadas por utilidad
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9
17 de marzo de 2018
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Le preguntaron en una entrevista a Cabrera infante que en qué momento de una película sabía que era una obra maestra y dijo (citando a Vértigo) algo sorprendente: “ Desde los créditos iniciales, ¿cómo no saber que ante la conjunción de una obstinada habanera y un ojo en espiral estamos ante una obra de arte?.
Pues lo mismo me sucede con un arranque mucho menos suntuoso, más bien minimalista ante esa silueta blanca que mengua en la izquierda de la pantalla a medida que crece una nube blanca y amenazante al fondo y emergen brumosos los créditos que rezan The incredible shrinking man, con el absorbente subrayado de una trompeta quejumbrosa.
Es esta una de las películas importantes (si no la más) de mi adolescencia, cuando en televisión solo había dos canales para sintonizar., y , ahora , rebasados los 40 años, solo puedo decir que esta obra, aparentemente modesta, sigue siendo una de la cintas más relevantes que haya visto.
Y el motivo de tal devoción no son las inolvidables secuencias épicas de supervivencia con un gato y una araña como protagonistas, sino ese giro copérnicano que supone el tramo final, que deviene en reflexión metafísica.
Se trata, simplemente, de un desvío de la mirada de determinantes consecuencias para Scott, el protagonista, e, indefectiblemente, por reflejo, para nosotros, los espectadores.
Scott, a medida que mengua irremisiblemente, se ve obligado, para enfrentarse a los peligros que crecen cada vez más a medida que disminuye su tamaño, a mirar hacia lo alto, y una de las visiones va a resultar crucial para que esta obra se haya convertido ya en un mito: la magnificencia e inefabilidad de un cielo estrellado, que con inefable elocuencia minimizan su instinto de supervivencia (hace unos momentos había rechazado con nausea la comida), y alienta en él, en cambio, un impulso que no se me ocurre sino tildarlo de místico.
De las preocupaciones cotidianas, del drama familiar y de la simple supervivencia se pasa, con asombrosa naturalidad a un plano metafísico, de la épica de la supervivencia a la mística que quiere abrazar el universo entero. Dios y lo infinitesimal, la nada y el todo que cierra el círculo, la refutación del cero, el hambre de inmortalidad que diría Unamuno, el origen y fin de todo, el sentido de la existencia, todas estas cuestiones surgen de forma tan natural y a la vez tan extraordinaria, con una iluminación alucinógena en esa noche (fabulosa fotografía) que no nos queda sino sucumbir ante el subyugante hipnotismo del tapiz que se ofrece a nuestros ojos, y a nuestros oidos con una voz en off perfectamente ensamblada a las imágenes.
Hemos pasado en un abrir y cerrar de ojos del terror a la calma seráfica de un cielo estrellado y nos percatamos de lo insignificante de nuestras vidas, comparado con la esperanza y el misterio intuido en ese final. El cero, para Dios, no existe.
Se puede creer en Dios o no creer en nada, pero lo que me parece muy empobrecedor es ni siquiera dejar cabida a la duda. Hay dos posiciones con las que nunca he comulgado: La del ateismo materialista y la del dogmatismo exacerbado e intransigente. Son dos maneras de fanatismo y a la postre, destructivas.
El Dios/ Primer motor de Aristóteles, el mundo inteligible platónico, el ente de Parménides, el “ens perfectisimus” y cuantos otras ideas de la divinidad nos ha transmitido el pensamiento lógico, no son argumentos irrefutables sencillamente porque con la razón, Dios, el misterio, lo inefable o como lo queramos llamar es inaccesible.
Pertenezco a la capilla de "los escépticos con sentido del misterio" (como se definía a si mismo Salvador Paniker), esto es, aquellos que sin necesidad de adscribirse a ningún credo determinado, siguiendo a Kant, sí tienen a Dios como objetivo principal de cualquier indagación filosófica, y, por tanto, absolutamente permeables a cualquier indagación metafísica. En definitiva , el misterio y sentido de toda existencia es lo único que vale la pena preguntarse.
La vía más plausible para coquetear con el misterio inefable, según mi experiencia, es el arte, a través del símbolo, ya sea visual o sonoro (y claro, el indefectible silencio).
Pero no tiene que ser necesariamente el arte el único vehículo místico. Sin querer parecer cursi, creo que un atardecer, un almendro en flor, la perfección de una tela de araña, o el cielo estrellado de esta cinta son también un trampolín al reino de lo inefable.
La cinta es rica también en ironías. Scott acaricia el gato que estará a punto de devorarlo o contempla, encerrado, a un pájaro libre , y su risa no traduce sino su desesperación.
Pero La gran ironía es que Scott ha tenido que empequeñecer para engrandecerse en un plano existencial. Su vida, sin esta desgracia que a mí se me antoja providencial, no hubiese ido más allá de lo mundano, de la simple satisfacción de los placeres, sin ningún tipo de trascendencia.
Lejos de la distopía de La invasión de los ladrones de cuerpo o del mad doctor de El hombre con rayos x en los ojos, la cinta de Arnold es, en cambio, un drama existencial de aliento metafísico en toda regla que no dudaría en colocarla en un listado de las mejores películas que uno haya visto.
9
6 de octubre de 2009
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Se puede pedir más? Una maravilla. El inicio de la película es muy poco prometedor, con esa excusa vaga pero necesaria que sin embargo coloca a nuestro protagonista desde ahí y hasta el final en el centro de atención a través de sus propias reflexiones y de la acción que se desencadena. Como el mismo título de la película explica, un hombre se va haciendo pequeño, la idea es simple y a partir de esa condena veremos cómo se resuelven los problemas que van apareciendo. El argumento es atractivo, pero es mejor descubrir la forma como se salvan las dificultades que se plantean.

El pobre hombre aumenta la densidad del contenido con sus pensamientos en voz en off y con la salvedad de que es un hecho improbable, todo lo demás responde a una lógica tremenda. Desde su angustia y su irascibilidad hasta su depresión. Hacerlo hoy no tendría más problemas que colocando unos píxeles por aquí y otros por allá, pero hace 50 años, con la artesanía de entonces, se resuelve la cuestión de forma sorprendentemente correcta. La lucha con la araña es de lo mejor que he visto, no me lo esperaba.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y llega la reflexión, inevitable en el final cuando por fin sale al jardín, ya casi tan diminuto como una hormiga, menos quizás, y mira a las estrellas. Que cada uno piense lo que quiera. A nuestro increíble hombre menguante le queda camino, quién sabe, quizás tan pequeño hasta batallar contra bacterias, tomar las moléculas como alimento... ¿Quién sabe? Puede hasta que llegue a ver a los escurridizos quarks y más allá, todo llegará, en cualquier caso, no tiene salvación.
9
2 de octubre de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Destacaría un par de cosas en esta película que hace pensar profundamente. Primero destacaría, como no, los efectos especiales, por ser un aspecto importante que casi parece que no se tiene en cuenta y es que son unos efectos que causan simpatía, son graciosos. Dentro de su laboriosidad hay que reconocer que hacen gracia. El problemón de este sujeto es ya de por sí bastante terrorífico como para que encima lo banal, lo intranscendente, ya sea el gato de la casa o una misma casa de muñecas de la que nadie le sacaría más partido que la de jugar con su hija pequeña y solamente un ratito porque, la verdad, cansaría pero que mucho a una persona mayor…, estas banalidades sean presentadas como auténticas pesadillas que a pesar del miedo y asombro que producen al hombre menguante causan sonrisas en el espectador y lo que es peor, sonrisas sardónicas con atisbos de auténtica crueldad por ver el sufrimiento ajeno, el sufrimiento de un hombre que sin querer está cambiando, está empequeñeciendo.

Lo segundo viene de acuerdo con el comentario del señor Palomo, sobre que además de todo lo expuesto, esta película es una “intensa y original reflexión acerca del sentido de la existencia”. Creo que es una gran verdad. No sé, ni es necesario saberlo, si el autor de la idea quería exponer algo más profundo que simplemente un caso en los límites de la realidad a base de estudiados efectos especiales y sin querer, y he aquí la cuestión, expuso algo más que carne y sangre llegando al alma y a los miedos del ser humano. Hay muchas películas (pienso en Blade Runner) que realizadas para contar una historia de ciencia ficción, sus consecuencias llegan con el tiempo mucho más allá que lo simplemente expuesto porque dejan intrínsecamente un problema existencial de aspecto originario.

El increíble hombre menguante es el hombre cuando llega al momento de su vida que todo le va como en una balsa en aguas tranquilas y, de repente, se le nubla el pensamiento y empieza a pensar en la muerte. Esa muerte que prevé que le llegará porque la vejez está a la vuelta de la esquina y sabe que tendrá que empezar a empequeñecerse y que las camisas se le quedaran grandes y que todo se irá alejando de su proximidad porque todo le parecerá inmenso e inalcanzable. Dependerá de los demás, de su mujer que está a su lado, pero tendrá que vérselas solo; entonces los miedos le invadirán, cada vez estará más solo, oirá a los suyos que le llaman pero el mundo le abandona de forma acelerada, empequeñece de una manera inexorable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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¿Es importante ver la situación con humor, reírse de uno mismo? Porque uno seguirá disminuyendo en el entorno hasta desaparecer. La hierba del jardín será un bosque infranqueable y al llegar hasta ser una ínfima mota de polvo en el espacio, al trasluz, sin peso siquiera y sin poder ver a una mota vecina, ¿tendrá uno pensamiento? ¿Tendrá la capacidad de pensar para por lo menos soñar? Eso es lo que se plantea el hombre menguante cuando el gato y demás realidades han dejado de ser un problema para él.
Seguiremos riéndonos de los demás y cuando peor lo pase mejor... Pero no hace ni puta gracia.
8
8 de marzo de 2012
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leo las críticas ajenas y descubro la sabiduría, el ingenio y la habilidad de mis compañeros de Filmaffinity, así que decido no añadir nada más, salvo un trozo de mi biografía. Vi esta película de bien pequeño, la volví a ver en la juventud ("Mis terrores favoritos") y luego en la madurez. Lo que entonces me pareció cine de aventuras, ciencia ficción y terror, ahora me conmueve vitalmente. A partir de la excusa argumental de un hombre afectado por un proceso de mengua sin fin, la película nos traslada una idea inquietante: nacimos, crecimos y quisimos comernos el mundo, para luego ir tomando conciencia, poco a poco, de las dimensiones del teatro. No nos engañemos, envejecer, morir, disminuyendo progresivamente de tamaño, es el verdadero argumento de la obra, como dejó dicho el poeta. Por eso, cuando ayer la volví a ver, la vi con otros ojos: los de un hombre que mengua y se aproxima al crepúsculo, presto a desaparecer del mundo visible. No ser visto, pero, ¿y ver? ¡Ya veremos lo que pasa!
7
2 de mayo de 2008
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante los años de la guerra fría, además de los típicos films de espías, creció y se desarrolló dentro de cine fantástico un género, o más bien subgénero, de bajo presupuesto (o série B) en el que, normalmente, el hombre era amenzado por un agente exterior (alienígenas, o bichos radioactivos diversos.
Dichos films, además de la modestia en el presupuesto, también compartían una cierta modestia en los argumentos y desarrollos de la historia, aunque de lo que andaban más sobrados era de imaginación. El director Jack Arnold, con este film dió una vuelta de tuerca al género para ofrecernos un film que partía desde un planteamiento diferente

El protagonista del film, Scott Carey (Grant Williams), mientras está veraneando junto a su mujer, es afectado por unas gotas radioactivas. A raíz de esa "lluvia", sufre un cambio molecular que le hace disminuir de tamaño contínuamente.

Todo el film está planteado y estudiado a partir de este hecho. A medida que el protagonista empequeñece, el resto de los objetos de su hogar crecen. Esto lo plantea en diversas fases, por las que vamos asistiendo paulatinamente. Arnold nos ofrece una puesta en escena ejemplar, perfectamente estudiada, y con unos efectos especiales realizados de forma artesanal pero tremendamente efectivos, con los que consigue captar el interés del espectador por la suerte de su protagonista. De hecho esta es la base del film ya que no encontraremos caras conocidas en el reparto, por lo que prestamos más atención al hecho en sí, que no a los personajes.

Por otro lado,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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el director nos hace ver cómo a medida que el protagonista mengua, su hogar y los objetos cotidianos que le rodean, que en principio deberían ser los que deberían proporcionarle seguridad, se van tornando cada vez más amenazantes: una trampa para ratones, un teléfono, unas tijeras, una pequeña fuga de agua, etc. Hasta incluso los animales domésticos (el gato que tienen) o una inocente araña, se convierten en enemigos feroces (todo ello mostrado con una técnica totalmente artesanal y mucha imaginación). Aquí radica la originalidad del film, no son extraterrestres ni personajes extraños sino que es la misma amenaza de lo cotidiano con lo que nos crea un gran desasosiego.

De esta forma, Arnold ofreció un film fantástico, dotado de gran originalidad, que en realidad no se parecía a nada de lo visto hasta entonces, y que de hecho no se parece a nada de lo visto después. Aún así es una verdadera joya del llamado cine fantástico de série B.
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