El diputado
1978 

6.3
2,359
Drama
Roberto Orbea, que había sido militante clandestino de un partido de izquierdas durante el franquismo, es elegido diputado en las elecciones de 1977. En el momento más importante de su carrera, cuando está a punto de ser nombrado Secretario General de su partido, es víctima del chantaje de un grupo de extrema derecha que amenaza con airear su homosexualidad. (FILMAFFINITY)
14 de noviembre de 2024
14 de noviembre de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La democracia cambia, en apariencia, el tablero, pero no sus reglas, con el chantaje alimentándose de los estigmas y la demonización de un colectivo latiendo en el corazón apenas transformado de un país en aras del tránsito democrático apenas materializado, o no tanto como para que la orientación sexual de una figura pública deje de ser el arma arrojadiza de extorsión utilizada por el fascismo precisamente porque la normalización ni está ni se la espera, y es aún un tabú para asumir responsabilidades y cargos para el candidato a la secretaría general del Partido Comunista (José Sacristán).
La suerte quiso que, gracias a ésta, su primera colaboración con Eloy de la Iglesia, en cosa de tres años Jose Sacristán completase una particular y sucesiva trilogía de relatos visibilizadores LGTB hilada a través de un vodevil de enredos -que en absoluto homófobo, al contrario- para Mariano Ozores ('Ellas las prefieren locas'), un melodrama dirigido por Pedro Olea ('Un hombre llamado Flor de Otoño') y este, en principio, thriller político cincelado en trazos intimistas, aunando situaciones de escarceo clandestino a oscuras en salas de cine, baños más sucios que el sobaco de un deshollinador y tapaderas por el que dirán en una relación consentida a ojos de terceros para escurrir el bulto, revirtiendo en una relación sentimental, y sobre todo de amistad, que aporta complicidad y confidencias de almohada en María Luisa San José.
Ángel Pardo vuelve a desplegar para de la Iglesia un quinquismo sugerente, tentando a Sacristán -luego le toma el relevo José Luis Alonso-, y Juan Antonio Bardem actúa brevemente como compañero locuaz del partido interpretándose a sí mismo. Lo cierto es que Sacristán y San José mantienen los mejores diálogos en la filmografía de Iglesia hasta la fecha a pesar de la deriva a tres que recordará a 'Los placeres ocultos', aunque con Sacristán en una posición del triángulo diferente a la que ocupaba Simón Andreu en aquella.
Quiere ser tanto un oscuro cuento de chantajes y corruptelas políticas y policiales como un memorandum de las contradicciones éticas y morales de una democracia todavía balbuceante. Y como cabe presagiar, de la Iglesia aprueba holgadamente en ambos cometidos, adornándolo de pertinentes gotas nouvellevaghianas en el montaje a fin de ponernos al día en lo que concierne a contar de forma comprimida e intercalada en la narración, jugosos pormenores íntimos y segmentos de autojuicio del propio protagonista.
Un retrato crudo y sin paños calientes de la moral de doble rasero, la de andar por casa del españolito medio y la del ecosistema político, ambas propensas a legitimar las puñaladas por la espalda.
Agustin González es aterrador, por cierto. Y sin necesidad de gritar en ningún momento.
La suerte quiso que, gracias a ésta, su primera colaboración con Eloy de la Iglesia, en cosa de tres años Jose Sacristán completase una particular y sucesiva trilogía de relatos visibilizadores LGTB hilada a través de un vodevil de enredos -que en absoluto homófobo, al contrario- para Mariano Ozores ('Ellas las prefieren locas'), un melodrama dirigido por Pedro Olea ('Un hombre llamado Flor de Otoño') y este, en principio, thriller político cincelado en trazos intimistas, aunando situaciones de escarceo clandestino a oscuras en salas de cine, baños más sucios que el sobaco de un deshollinador y tapaderas por el que dirán en una relación consentida a ojos de terceros para escurrir el bulto, revirtiendo en una relación sentimental, y sobre todo de amistad, que aporta complicidad y confidencias de almohada en María Luisa San José.
Ángel Pardo vuelve a desplegar para de la Iglesia un quinquismo sugerente, tentando a Sacristán -luego le toma el relevo José Luis Alonso-, y Juan Antonio Bardem actúa brevemente como compañero locuaz del partido interpretándose a sí mismo. Lo cierto es que Sacristán y San José mantienen los mejores diálogos en la filmografía de Iglesia hasta la fecha a pesar de la deriva a tres que recordará a 'Los placeres ocultos', aunque con Sacristán en una posición del triángulo diferente a la que ocupaba Simón Andreu en aquella.
Quiere ser tanto un oscuro cuento de chantajes y corruptelas políticas y policiales como un memorandum de las contradicciones éticas y morales de una democracia todavía balbuceante. Y como cabe presagiar, de la Iglesia aprueba holgadamente en ambos cometidos, adornándolo de pertinentes gotas nouvellevaghianas en el montaje a fin de ponernos al día en lo que concierne a contar de forma comprimida e intercalada en la narración, jugosos pormenores íntimos y segmentos de autojuicio del propio protagonista.
Un retrato crudo y sin paños calientes de la moral de doble rasero, la de andar por casa del españolito medio y la del ecosistema político, ambas propensas a legitimar las puñaladas por la espalda.
Agustin González es aterrador, por cierto. Y sin necesidad de gritar en ningún momento.
22 de mayo de 2021
22 de mayo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Diputado es un film que recoge los elementos habituales de su director Eloy de la Iglesia.
El universo del director está poblado de personajes que transpiran una libertad radical. El contexto político del postfranquismo, otorgan un increíble valor sociológico a los films de De la Iglesia, donde se retratan los claroscuros de una supuesta transición democrática, donde las cloacas del Estado castigaban a todo aquel que se rebelaba contra el Régimen.
Sexualmente y políticamente, los films del director son valientes y poseen una inteligente lucidez al retratar la transición estafa que perseguía a comunistas y homosexuales. Con un estilo tosco pero honesto, el Diputado, como mucho de sus otros films de la época es un film de gran interés más allá de sus valores cinematográficos.
El universo del director está poblado de personajes que transpiran una libertad radical. El contexto político del postfranquismo, otorgan un increíble valor sociológico a los films de De la Iglesia, donde se retratan los claroscuros de una supuesta transición democrática, donde las cloacas del Estado castigaban a todo aquel que se rebelaba contra el Régimen.
Sexualmente y políticamente, los films del director son valientes y poseen una inteligente lucidez al retratar la transición estafa que perseguía a comunistas y homosexuales. Con un estilo tosco pero honesto, el Diputado, como mucho de sus otros films de la época es un film de gran interés más allá de sus valores cinematográficos.
19 de febrero de 2022
19 de febrero de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al ver la película, tenía la impresión de que el posicionamiento comunista del personaje de Sacristán se debe en gran parte a que le permitía disfrutar de sus impulsos sexuales con libertad. Ser político le reportaba una cómoda coartada en muchos aspectos: tener solvencia económica asegurada, la de sentirse integrado en un colectivo, lo cual da sentido a la existencia; al dirigir pensamientos y energías a un objetivo determinado, así como encontrarse en una posición favorable, la de líder y referente, desde la que poder aplicar e inclucar a los demás los ideales que para él eran convenientes.
Debo decir que exactamente así es como concibo la política en general, idealistas como tal en ese mundo hay pocos y si alguno llega demasiado alto, es fagocitado/apartado/adiestrado/corrompido en poco tiempo por la corrupción que reside en la mayoría. Y Sacristán no me parece muy honesto por lo que digo arriba...
Debo decir que exactamente así es como concibo la política en general, idealistas como tal en ese mundo hay pocos y si alguno llega demasiado alto, es fagocitado/apartado/adiestrado/corrompido en poco tiempo por la corrupción que reside en la mayoría. Y Sacristán no me parece muy honesto por lo que digo arriba...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
... y la película es condescendiente con los sueños de su autor, queda claro que es una utopía salida de su imaginación y de sus deseos más primarios, con giros muy oportunistas para su postura (a nada que se tengan unas nociones mínimas de la biografía de Eloy, queda más que evidente que aquí Sacristán es una extensión suya), siendo el más clamoroso el de que al chico al que le pagaba para que fuera su pareja resulta que le gustaba desde el principio estar con él y que no lo hacía solo por el dinero. Así es como le gustaría a Eloy que fuera la realidad. O mejor aún, él, hombre adulto, poder inducir a chicos menores de edad que más atractivos le resulten, manipulables e ingenuos, que se prostituyen por necesidad, a ser partícipes de sus fantasías y que terminen por encontrar placentero sentir cuando una polla les taladra el culo. ¡Sería la caña! De esta forma, lo que empezó siendo una compra y acto de explotación, deja de serlo por milagro divino, ya no hay maldad ni hipocresía que tener que blanquear. Un anhelo cumplido, que en el guión es necesario romper de la forma más violenta posible (creo que por la expresa necesidad que tienen los creadores consecuentes de adaptarse lo máximo posible, porque en ella como sabemos nada es tan bonito ni idílico, sino pregúntenle a Manzano) para dar la deseada imagen de víctima santificada a la que no le dejan vivir en paz en su infinita felicidad y armonía. Esto es lo que intenta vender el autor al público.
Poco más que decir, el egoísmo del protagonista queda reflejado cuando a su mujer bebida y puesta de hachís le da por liarse con el amante de este (luego resulta que lo hizo por él, otra felación subliminal a la figura del protagonista, como le comprende y le adora). Poco tarda en meter sus morros también, sin él no puede haber fiesta, es la estrella y en torno a quien gira todo y hay que dejarlo patente.
Agustín González da verdadera grima y miedo, actorazo. María Luisa San José muy atractiva en su treintena. Sacristán vocaliza de forma muy intelegible.
Poco más que decir, el egoísmo del protagonista queda reflejado cuando a su mujer bebida y puesta de hachís le da por liarse con el amante de este (luego resulta que lo hizo por él, otra felación subliminal a la figura del protagonista, como le comprende y le adora). Poco tarda en meter sus morros también, sin él no puede haber fiesta, es la estrella y en torno a quien gira todo y hay que dejarlo patente.
Agustín González da verdadera grima y miedo, actorazo. María Luisa San José muy atractiva en su treintena. Sacristán vocaliza de forma muy intelegible.
9 de septiembre de 2012
9 de septiembre de 2012
7 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llegada la democracia había que hacer una película que tocara los temas de la política, la homosexualidad y el matrimonio, nótese bien que no he dicho la familia, eso sería demasiado. ¿Y quien mejor que Eloy de la Iglesia para arriesgarse en ello? Lo de arriesgarse es un decir, porque, como siempre, Eloy de la Iglesia amaga pero no pega. Todo lo deja en medias tintas, y si sacar en pantalla el sexo de algún joven se considera el no va más, pues eso, no va más. Después, la producción está rodeada de una serie de nombres de personajes que tienen el sello de demócratas, más bien diría yo de socialistas: Victor Manuel, Ana Belén, etc; y si se incluyen planos de las sesiones de las Cortes en las que salen sentados en sus escaños muchos de los que hicieron la democracia, incluido Fraga, pues tenemos unos puntos a favor seguros desde los progretas. Hay una justificación de la defensa de los etarras en tiempos de la dictadura que hoy no se sostiene de ninguna manera, pero era la forma de verlo por entonces. La música de lo más recurrente, Vivaldi. Y la interpretación solo es válida la de José Sacristán y justita. Con todo vale la pena verla, situándose en la perspectiva de aquellos años en que empezamos a vivir la democracia.
29 de marzo de 2022
29 de marzo de 2022
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Una película muy de la época, que no se comprende fuera de este país y de esa época. Una trama clásica, chantajes, extorsiones, política y democracia. Interesante, y muy comprometida.
A medida que pasa el metraje la cinta va virando desde la problemática política hacia el tema de la homosexualidad, que es el motor de la cinta, el tema auténticamente tratado. Las pasiones humanas están bien tratadas, tensiones entre dos polos: la responsabilidad pública y personal, y el vértigo del deseo y de la explosión sexual. La razón y la imposibilidad de desasirse del engaño al que le someten bajo chantaje.
No es una película buena, pero como documento y testimonio es una joya. Técnicamente está muy bien rodada, la copia se ve perfectamente y se oye igualmente bien. Alterna fotogramas de documentales de la época, conformando un cuadro más que interesante.
Magnífico José Sacristán, interesante y sórdido Agustín González.
A medida que pasa el metraje la cinta va virando desde la problemática política hacia el tema de la homosexualidad, que es el motor de la cinta, el tema auténticamente tratado. Las pasiones humanas están bien tratadas, tensiones entre dos polos: la responsabilidad pública y personal, y el vértigo del deseo y de la explosión sexual. La razón y la imposibilidad de desasirse del engaño al que le someten bajo chantaje.
No es una película buena, pero como documento y testimonio es una joya. Técnicamente está muy bien rodada, la copia se ve perfectamente y se oye igualmente bien. Alterna fotogramas de documentales de la época, conformando un cuadro más que interesante.
Magnífico José Sacristán, interesante y sórdido Agustín González.
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