La guerra de los perros. La ciudad y los perros. Una guerra muy perra. Tu madre se ha comido a mi perro. El perro. Yo siempre vuelvo. Los pájaros. Latinajos. Miss Universo. Ensalada de frutas. Inconvenientes.
Qué guapo (a su siempre un tanto mucho marciana ambigua extraña amenazadora manera) y delgado estaba Christopher por entonces, Walken para más señas cuando ya, el tiempo pasa, corre que se las pela, naces y a la tumba, andaba cerca de los treinta.
También Berenger se parece a Ryan O'Neal con el bigotito (ya nadie lo lleva, las buenas costumbres se olvidan para siempre, eso que hemos perdido en directa proporción con el sentido, a menos bigote, mayor espanto, lo uno y lo otro, del cero al infinito, adiós al pelo, poda del cuerpo y del alma, higienismo moral y físico, a contra vello), igualmente, para variar, atractivo.
Está bien, para que nos vamos a engañar o alargar (pa na), pero (paradójicamente o no) mucho mejor en el reposo/silencio de un hombre, el descanso del guerrero, el sueño del héroe, ghost dog, los tres o cuatro samuráis, el interludio solitario de vuelta (de la llamada de la jungla) a la gran ciudad a casa con el curioso niño negro (¿qué -¿maldad?- nos insinúan con eso?) y la mujer en el fin de la noche más oscura del alma y del cuerpo motelero que en ese tramo final tan disparatado estupefaciente, sandunguero grueso, patatero, que, más de lo mismo, insistimos, en el, por supuesto, apretón corolario colofón (fuegos artificiales, las fallas de Valencia en África nada menos), y mucho mejor, también, la preparación (del acto en sí, suele pasar, el proceso es el camino, la meta es lo de menos, ochenta que ocho) que el apechugón arreón o acabose, qué duda cabe, postrero.
Sorprende, para bien, que sea tan minuciosa y hasta detallista realista en asuntos o aspectos que el 99,99% de las películas de este tipo o género se pasan por los cojones del forro, dícese, por ejemplo, de las secuelas físicas de tanta viajada, pasaporte mediante, golpiza, arre, que te pego dale, aquí enumeradas, bien, hasta el delirio médico con todo lujo o del intercambio de dineros, esfuerzos, espías, seguimientos, informaciones y demás utilería sordo bélica en la Europa vieja así por el estilo del Munich de Spielberg o tal vez del Ripley de la querida bruja Highsmith.
Por lo demás, la trama son dos tópicos (líder, tirano, sátrapa, cafre cacique, africano absolutamente corrupto hasta las trancas, sádico cretino -la de Forest Whitaker, El último rey de Escocia-, loco + los intereses creados crematísticos, dame dinero, abyectos, absceso, del primer platino mundo, las minas del rey salomón, en pugna = a querer poner un títere amigo, un pimpollo o testaferro, el guarda de la finca, el capataz nativo) y un colgajo (tipos duros que no conocen a nadie y que pese a todo tienen o tiene sus principios muy grupo salvaje = justicia antipoética en medio de la barbarie más aberrante).
Ya digo, tiene el nervio y la garra y la honestidad necesarias para ser llevadera y entretenida e interesante, tontea con el cine de derribo directamente malo más simpático de la Cannon, ¿dónde estás cuando más se te necesita, Chuck Norris?, pero también en algún sentido se codea con, por citar un caso señero, El cazador de Cimino, cine popular de alta y baja escuela cuna cama, eficaz, bien resuelto, rodado e interpretado (esos ojos de loco paroxístico que pone al cierre nuestro Christopher de todos los santos a punto de rematar la faena, los de un dios cruel y saciado, son maravillosos, un pudin de rica miel lleno de abejas y espinas).
Bueno. Correcto.

Correcta y acertada producción de cine bélico que ofrece todo lo que se espera de ella. Una de Guerra muy perruna con historia desarrollada en Africa con Christopher Walken y Tom Berenger participando en Perros de la guerra. Promete ser una de esas malas molonas a 45 Revoluciones y no engaña a nadie, cumpliendo con su cometido.
Tarda en arrancar, pero consigue desarrollar un argumento medianamente interesante, para luego desatar todo el armamento en un poderoso y desmedido desenlace.

La historia que desarrolla la película basada en la novela de Frederick Forsyth, "Los perros de la guerra", la encuentro demasiada estilizada en el guión cinematográfico, con muchas lagunas en su desenvolvimiento. Pues finaliza la película y no sabe uno los motivos que dieron lugar al golpe, ni su financiación, ni su trama. Así mismo el final de la película no tiene que ver nada con el de la novela, a la hora de sacar las consecuencias políticas de la acción bélica.
En fin que para comprender la película hay que leerse antes la novela.
Buena interpretación, fotografia y puesta en escena.

Coincido con la opinión de Ezequiel: Se han dejado al mitad de la historia en el tintero. No obstante, y a pesar de ello, puede ser interesante.