Os aclaro de antemano, aún a riesgo de las pedradas que esto pueda acarrearme al reconocerlo, que a mí sí me gustó la primera 'Escuadrón Suicida'. Dicho lo cual, supongo que eso no me coloca en un lugar óptimo de objetividad (y sobre todo, exigencia) a la hora de juzgar la secuela, reinicio, replanteamiento o reloquecomosea de (parte de) los mismos personajes repasados -más oportuna e idóneamente- por el prisma de cartoon tromavilista: salvando las distancias entre el habitat mainstream de la andadura cinematográfica de DC y Warner con el target objetivo de público en la productora que amamantó a James Gunn (tanto detrás como delante de la cámara).
Gunn rescata de la primera aventura a los antihéroes que, como él mismo, no habrían desencajado vía cameo o participación secundaria en 'El Vengador Tóxico 4: Ciudadano Toxie' (2000, Lloyd Kaufman). A saber: Harley Quinn y Capitán Boomerang con los desbocadísimos (y uno de ellos más fugaz) Margot Robbie y Jai Courtney. Pese a que ninguno ensombrezca en la cuota de extravagancia a David Dasmaltchian (Polka Dot-Man).
Repiten también Joel Kinnaman y Viola Davis haciendo más o menos lo mismo.
Pero la auténtica y más disfrutable tomatina 'gunniana', allende la acidez que ya se le presupone al juguete, viene con los nuevos fichajes de la nueva y fantabulosa cuadrilla gangsta integrada por -y cito sólo a lo más granado- Idris Elba (Bloodsport), John Cena (Peacemaker) con una palangana de mear en la cabeza, la portuguesa Daniela Melchior (Ratcatcher) o el Rey Tiburón (voz de Sylvester Stallone).
Como los villanos 'antivillanos' -valga la redundancia-, Joaquín Cosío, Peter Capaldi y un remedo de dictador bananero personificado airosamente por Juan Diego Botto.
Para lo bueno y para lo malo, James Gunn es James Gunn. A los fans no les -no nos- defraudará. Aunque tampoco le habría perjudicado, al igual que a su predecesor, prescindir del mismo escollo: la media hora acumulada con el compadreo de sus protagonistas yéndose de copas y otra innecesaria subtrama de desengaños sentimentales para Harley.

El cine, en este caso para muy mal, nunca deja de sorprenderme. Tengo casi 45 años de edad y por primera vez en mi vida me he salido de la sala voluntariamente y sin tener que pensármelo demasiado. Ni el aire acondicionado en una tarde calurosa de agosto me ha retenido ante el putrefacto bodrio que estaba soportando, que lo único que me ha transmitido son toneladas de vergüenza ajena imposible de aguantar.

He de reconocer que la culpa en parte es mía, primero por mi costumbre de no ver trailers (la habría descartado de plano), y segundo, por creer equivocadamente que James Gunn iba a hacer con esta franquicia algo más serio y maduro que con sus “Guardianes de la galaxia” (que, dicho sea de paso, no me gusta pero es menos vergonzosa que esta). Esperaba que superara a la mediocre, aunque levemente pasable primera parte, y en lugar de eso me he encontrado con un festival de payasadas, payasos y chistes horrorosos. Y cuando tiran por ese camino, poco se puede salvar, y poca épica, acción y espectáculo se puede esperar para que lo compensen. Ese fue el fallo de “Thor: ragnarok” y ahora lo es también de este “El escuadrón suicida”. ¿Por qué no le han puesto un “2” como haría cualquiera?

Gunn solo parece interesado en batir el récord de peores chistes y personajes patéticos por minuto. En vez de un film de superhéroes, parece una versión paródica, como si fuera una especie de “Salva el mundo como puedas”, pero sin Leslie Nielsen.

Hasta a los créditos iniciales les parece faltar una música cómica. Pero no pasa nada, que aquí todos tiran de “playlist” chula para quedar de lujo, como si tuviera el más mínimo mérito disimular con buena música que la película es uno de los mayores bodrios del año.

Entre la comadreja, el tiburón, el pensador, el moteado, y alguno más (¿quién ha diseñado el disfraz de “Jabalina”?), o diálogos como el de los penes en la arena de la playa, el film se va “superando“ a sí mismo en chorradas superlativas. Este desfile de lamentables esperpentos, a los que de buena gana activaría personalmente el explosivo en la cabeza, hacen que Jar Jar Binks (“La amenaza fantasma”) tenga la seriedad y profundidad dramática de Vito Corleone.

Y lo siento mucho por Viola Davis y Margot Robbie, dos estupendas actrices. La primera tiene que actuar más seria que un cáncer mientras a su alrededor esto parece un programa de “No te rías que es peor”. La segunda, con sus frases, hace que Harley Quinn pierda el carisma que tenía. Aunque por la promoción de “Aves de presa” (que no la he visto ni pienso verla ya), me da que ya estaba estropeando bastante a su personaje.

Idris Elba está para matarlo, pero me da igual. Aquí el listo ha sido Will Smith. No sé si le tantearían para estar en esta secuela, pero desde luego se ha retirado a tiempo.

En fin, tiene buenas críticas. Será cosa mía que no me hagan gracia sus insoportables chistes. Al que le gusten las películas de superhéroes que cambian épica por comedia estúpida, pues que la disfrute con salud. Si a mitad de metraje se transforma en la nueva “Vengadores” o “El caballero oscuro”, pues mucho peor para mí. Eso que me pierdo.

Pero mi cerebro no ha podido ya más al llegar a a escena de las ratas en Corto Maltese, y me he salido del cine para no morir de vergüenza ajena. ¡Y solo llevaba media hora!

Hasta nunca, James Gunn. ¡Qué desastre!