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Somos campeones

Comedia. Drama Marco, un entrenador profesional de baloncesto, se encuentra un día, en medio de una crisis personal, entrenando a un equipo compuesto por personas con discapacidad intelectual. Lo que comienza como un problema se acaba convirtiendo en una lección de vida. (FILMAFFINITY)
Críticas 221
Críticas ordenadas por utilidad
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6
4 de septiembre de 2018 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante propuesta por parte de Javier Fesser. Sus cualidades son superiores en el apartado moral que el cinematográfico y eso es en parte lo que le ha dado un aura especial a la película.

Visualmente, me duele decirlo, se acerca más al lenguaje televisivo que al cinematográfico; pero el apartado visual, si bien resta, no es el definitivo. La narración es correcta y el "equipo" se convierte en el auténtico alma de la película. Ellos consiguen llevar el peso de la película y lo hacen gracias a la labor de Fesser y gracias a ellos mismos, que lo valen.

Pero su buen rollismo y su cualidad moral no la hace la mejor película del año (ni la mejor película de básquet, que para eso ya está Hoosiers). Disfrutable, altamente recomendable y con dos peros: la altísima espectativa creada por el boca-oreja y sus carencias cinematográficas.
4
11 de septiembre de 2018 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una producción simpática, agradable y entrañable que consigue ofrecer diversas lecturas sobre una sociedad que aparta y evita a las personas peculiares.
Los responsables de la película juegan con las particularidades de cada uno de los personajes que componen el equipo y consiguen ir desvelando cosas de sus motivaciones y gustos, lo que va conectando con el público hasta llevarlo a su desenlace.
No resulta empalagosa y se puede disfrutar de su visionado sin problema, pero una vez vista, no me ha dejado la sensación de ser un producto memorable.
Los responsables de la película han apostado por una trama que no ofrece nada realmente novedoso, pero que si han contado algo necesario, dejando claro que en este mundo aún teniendo ciertas limitaciones para vivir, hay que dejar a un lado los miedos y luchar por lo que nos gusta,
Cine de buenas intenciones que consigue emocionar y dejar buenas sensaciones, acompañado por un aprendizaje de vida.
Jon
7
9 de abril de 2018 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta entrañable película de Javier Fesser nos permite, a través de una convencional historia de superación, la posibilidad de ahondar en la reflexión sobre la enfermedad, la discapacidad y la diversidad entre otros conceptos sobre los cuales la sociedad necesita meditar y aclararse. A nadie le resulta ajeno el tema pues todos venimos de la más absoluta dependencia e incapacidad y nos adentramos lentamente hacia el mismo horizonte de impotencia. La enfermedad va unida a la pérdida de normalidad y, habitualmente a cierta discapacidad y sufrimiento. El término diversidad acoge una perspectiva diferente: la fenomenología de la persona capaz, lo que puede hacer y ser según una idea intuitiva de lo que es una vida acorde con la dignidad del ser humano. La reivindicación de respeto y de espacio de representación social de las personas con discapacidades llama firmemente a la puerta. Unas veces por propia voz, otras por voces delegadas en los familiares que comparten sus sufrimientos y necesidades. La delegación siempre es limitante porque corre el riesgo de hablar de sí misma más que de los representados. Existe complejidad en los razonamientos y argumentación. En algunos casos la lucha social se establece por el reconocimiento de las limitaciones que provoca una enfermedad y que requiere de legislación favorecedora de la integración y en otros, se lucha para salir de la clasificación dentro del ámbito de enfermedad y entrar en el campo de la diversidad humana reivindicando visibilidad y participación. Estas justas reivindicaciones se mueven entre tensiones argumentales. La medicina actual trabaja con la conciliación de ambas dimensiones, enfermedad y diversidad. Durante el primer trimestre de gestación este tema es superfluo para muchas personas pues el pacto legislativo social interpreta al embrión como parte de la madre y ella dispone, al menos sobre el papel, de completa de libertad para seguir o no adelante con su embarazo. El segundo trimestre es más complejo legalmente. La madre ya no dispone totalmente del feto sino que la legalidad le concede el derecho de interrumpir su embarazo si se demuestra enfermedad fetal o riesgo vital materno. Es en este momento en el que los programas de seguimiento del embarazo ponen en marcha medidas de diagnóstico precoz de enfermedades, básicamente detección de aneuploidías y de defectos de formación de órganos y aparatos. Se realiza el triple cribado, la amniocentesis, estudio de cariotipo fetal en sangre materna y ecografía de alta resolución. Todos estos métodos tienen sus limitaciones por lo que siguen naciendo personas con discapacidades que, bien se escapan de la detección del crinado, bien se producen durante el parto, o bien se manifiestan posteriormente. Durante el tercer trimestre el Estado se convierte en garante de los derechos del feto y a las 24 horas de nacimiento tiene consideración de persona jurídica con todos los derechos de un ciudadano. Aquí debe desaparecer, en muchos casos, la consideración de enfermo para entrar en el ámbito de la diversidad de capacidades sociales y de modos de vida y de relación. Martha Nussbaum y Amartya Sen hablan de un umbral para cada capacidad por debajo del cual se considera que los ciudadanos no pueden funcionar de un modo auténticamente humano; la meta social, la solidaridad y reconocimiento social, deberían entenderse en el sentido de lograr que los ciudadanos se sitúen por encima de este umbral de capacidad. La película trasmite esta intención, el entrenador es un tipo social de la ayuda necesaria que se requiere para ser conocido, entendido y respetado. Sin embargo la película no quiere abandonar un tono emotivo y enternecedor evitando entrar en la tragedia personal como el gran film de Jaco Van Dormael, El octavo día.
6
13 de abril de 2018 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde su primera película ("El milagro de P. Tinto", 1998) Javier Fesser (Madrid, 1964) parecía dispuesto a construir un universo propio poblado por unos seres extraños alejados de cualquier estereotipo. Después de buscar entre las páginas de los comediantes más famosos del cómic español ("La gran aventura de Mortadelo y Filemón", 2003, y "Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo", 2014) y de localizar un particular "Camino" (2008) hacia la espiritualidad religiosa cargado de espinas, el director se reencuentra con esos personajes cargados de inocencia, niños enmascarados de adultos, dispuestos a convertirse en "Campeones" de la taquilla.
Fesser acierta al subvertir el cuento de Blancanieves para convertirlo en una divertida fábula de nuestro tiempo, sin traspasar en ningún momento la débil línea que separa el respeto de la mofa, especialmente en un colectivo tan vulnerable a la chacota y expuesto al chiste fácil. Además, haciendo equilibrio narrativo para no pasarse de rosca con el ingrediente de la sensiblería. Como casi todos saben a estas alturas de la película, gracias a una poderosa campaña de promoción, "Campeones" cuenta (nunca mejor dicho) la peripecia de un grupo de personas discapacitadas que participan en un campeonato nacional de baloncesto, y que por esos giros imaginados por el guionista (David Marqués en colaboración con el propio realizador) el primer partido fuera de casa lo juegan contra un equipo de la capital conquense, a donde tienen que desplazarse utilizando transporte público, y donde precisamente empiezan su ascenso hacia la cima.
El papel principal, sobre el que gravita la historia, lo desempeña con su habitual solvencia el actor más de moda de nuestro cine, Javier Gutiérrez, forzado por las circunstancias a hacer de entrenador de este grupo de enanos gigantes, y que como en el cuento clásico son los que verdaderamente acaban salvando a Blancanieves. La sencillez del mensaje es que la bondad de las personas es directamente proporcional a su candidez, y que las personas “normales” también arrostramos taras más o menos visibles, más o menos superables. Y funciona, aunque sea a costa de emplear recursos fáciles para que el espectador empatice con cada uno de los jugadores de tan singular equipo, utilizando al personaje del responsable de la Asociación, interpretando por Juan Margallo, para mostrarnos la cara oculta de cada uno, su trastienda vital.
Igual que sucede con sus films anteriores, por una parte Fesser supera con imaginación alguna de las limitaciones de su cámara, y por otra demuestra su capacidad para extraer lo mejor de un grupo de personas enfrentadas por primera vez sobre una cancha de cine, resultando una película adecuada para disfrutar en ambiente familiar, al hacer virtud de la naturalidad. No en vano, está consiguiendo algo cada vez más complicado, como el llenar las salas de nuestra ciudad con una comedia española que atrapa las sonrisas del público.
6
26 de abril de 2018 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No esperaba mucho de ella y es una película que sin llegar a emocionarme pues tampoco me arrepiento de haber visto.
Tiene momentos de absurdo que son realmente graciosos y muchos momentos “moralizantes” propios de este tipo de películas, pero hechos dignamente y que no llegan a dar vergüenza ajena.
Originalidad, no hay, tiene todos los tópicos habidos y por haber, pero logra salir bastante bien con un guion que en manos de otro director no llegaría ni a telefilme de la tarde .
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