Juegos prohibidos
1952 

7.8
4,029
Drama. Bélico
Junio de 1940. Centenares de franceses, entre los que se encuentran la pequeña Paulette y sus padres, se dirigen en un desesperado éxodo hacia el sur de Francia. Los aviones nazis sobrevuelan el camino y bombardean sin piedad a la multitud. Los padres de Paulette y su perro mueren durante el ataque. Alguien lanza el cadáver del animal al río, pero la niña, incapaz de separarse de él, decide seguirlo, lo que propicia su encuentro con ... [+]
24 de mayo de 2009
24 de mayo de 2009
22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es bien sabido que la realidad, vista a través de los ojos de un niño, experimenta ciertas transformaciones, y que éstas, lejos de sumergirnos en el terreno de la fantasía pura, nos introducen más bien en un espacio alternativo, aunque igualmente verídico; esto es lo que ocurre en esta hermosa y al tiempo terrible película de Clément. Una niña, en la Francia de la segunda guerra mundial queda huérfana y perdida, siendo recogida por una familia sencilla, rural, que contrasta con el orígen urbano de la pequeña. Pronto establece una íntima amistad con el joven de la familia, Michel, y juntos, comparten con nosotros su mirada particular acerca de la realidad circundante, realidad llena de privaciones y de muerte, que sin embargo encaran como si se tratara de un juego, de ahí su afán de superación en la construcción de un cementerio de animales. Este argumento, que podría parecer algo frívolo, no lo es desde la óptica escogida por el director, pues si hay algo a lo que los niños conceden importancia y seriedad, es a los juegos que practican; estos les obligan a escoger, a descubrir, a interpretar, y es natural que sea así, jugando, como los niños descubren el mundo. El problema es que llega un momento en la vida de todo niño en que la realidad adulta desplaza (y en ocasiones destruye) a la infantíl. Ésta será la terrible verdad que descubrirá la pequeña Paulette, y que nosotros, los espectadores, también compartimos, pues todos hubiésemos gritado y llamado desesperadamente junto a ella, al constatar que se nos escapa la infancia.
21 de julio de 2009
21 de julio de 2009
22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces el cine nos ha regalado una muestra tan valiosa que retrate las consecuencias de la guerra de una forma completamente atemporal. Esto lo consigue gracias a la personificación de los horrores de la guerra en los dos niños protagonistas. Con sus inmensas interpretaciones conseguimos sumergirnos en las crueldades que han de soportar aquellas personas que no participan en la guerra, pero que sí sufren en primera persona sus devastadores efectos.
Si a eso le sumamos la inmejorable música para la ocasión de Narciso Yepes, cuya guitarra acompaña en todo momento las escenas más conmovedoras, nos encontramos con una atmósfera sobrecogedora, en un ambiente rural en el que se respira desgracia y miseria.
Todo ello, representado de tal forma que uno no llega a concebir del todo que esos personajes desafortunados a los que contemplamos sean un grupo de actores dirigidos a la perfección por un insuperable René Clément. Y ahí es cuando uno percibe que está ante una absoluta obra maestra del cine, ya que nos concede una visión global y universal de la barbarie de la guerra, cuyo mensaje pacificador y antibelicista es legítimo en todos los rincones del mundo.
Si a eso le sumamos la inmejorable música para la ocasión de Narciso Yepes, cuya guitarra acompaña en todo momento las escenas más conmovedoras, nos encontramos con una atmósfera sobrecogedora, en un ambiente rural en el que se respira desgracia y miseria.
Todo ello, representado de tal forma que uno no llega a concebir del todo que esos personajes desafortunados a los que contemplamos sean un grupo de actores dirigidos a la perfección por un insuperable René Clément. Y ahí es cuando uno percibe que está ante una absoluta obra maestra del cine, ya que nos concede una visión global y universal de la barbarie de la guerra, cuyo mensaje pacificador y antibelicista es legítimo en todos los rincones del mundo.
29 de diciembre de 2005
29 de diciembre de 2005
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película hermosa y tierna como pocas, con una maravillosa Brigitte Fossey e irreprochables todos los demás intérpretes.
La visión que ofrece de la guerra, sin cuestionarla, es sin embargo de las más trágicas. La ambientación es perfecta y una estupenda composición musical de Narciso Yepes completan el cuadro.
Una de mis favoritas, desde que tuve hace poco la ocasión de verla.
La visión que ofrece de la guerra, sin cuestionarla, es sin embargo de las más trágicas. La ambientación es perfecta y una estupenda composición musical de Narciso Yepes completan el cuadro.
Una de mis favoritas, desde que tuve hace poco la ocasión de verla.
30 de junio de 2013
30 de junio de 2013
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos encontramos en 1952 y René Clément conmociona a medio mundo con Juegos prohibidos. La Segunda Guerra Mundial había terminado hacía siete años, pero las heridas de todo un continente continuaban abiertas, pues bien, bajo estas premisas, con un lenguaje poético, en ocasiones humorístico, y descaradamente cruel, René Clement nos introduce en una visión inocente de una época violenta. Se centra en la verdadera víctima de toda atrocidad bélica: el mundo de la infancia, mediante las soberbias interpretaciones de los niños protagonistas (Georges Poujouly y Brigitte Fossey) y los acordes de la guitarra de Narciso Yepes, se adentra en el desconcierto de unos seres que no entienden qué es lo que sucede a su alrededor, que ven que su mundo se desmorona, que se encuentran solos ante una situación que no tiene fin.
Una película absolutamente conmovedora, sin duda uno de los títulos sobre la inocencia de la infancia que más te encogen el ánimo de toda la historia del cine. Una película para siempre, que todos deberíamos ver al menos una vez y que sin duda es una de las cumbres del cine europeo. Una incuestionable obra maestra, una de esas películas que quedan en la memoria para siempre.
Una película absolutamente conmovedora, sin duda uno de los títulos sobre la inocencia de la infancia que más te encogen el ánimo de toda la historia del cine. Una película para siempre, que todos deberíamos ver al menos una vez y que sin duda es una de las cumbres del cine europeo. Una incuestionable obra maestra, una de esas películas que quedan en la memoria para siempre.
30 de octubre de 2010
30 de octubre de 2010
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta bellísima película, René Clément nos habla del juego como actividad imprescindible de supervivencia. En efecto, sólo los mamíferos superiores, para poder hacer frente a la complejidad de su existencia, son capaces de practicar el juego, para elaborar las dificultades y aprender a superarlas. El ser humano es capaz de jugar durante toda la vida y, por eso, de aprender a lo largo de su existencia. Lo que en la infancia es juego (los niños juegan a sería "como si..."), en la edad adulta será arte (el "como si" se convierte en la metáfora, el ingrediente fundamental del arte). El juego es pues como la protometáfora. De ahí que el arte tiene el componente lúdico (metafórico) y aporta conocimiento (no científico sino emocional).
El film nos narra cómo dos niños, Paulette de cinco años y Michel de once, crean su juego para elaborar y tratar de digerir el mundo de muerte que les rodea. Nada hay más complejo para una mente infantil que la muerte y, ante una presencia tan masiva de ella, han de concebir un juego que les permita hacerle frente.
Esos dos seres viven inmersos en la guerra, tanto en su dimensión general (los bombardeos alemanes sobre población civil francesa) cuanto en la doméstica (el enfrentamiento y odio crecientes entre dos familias vecinas).
De modo que esas dos criaturas han de asimilar juntas la sucesión de pérdidas tremendas y dolorosas que la guerra causa a su alrededor en un medio familiar y social que no les entiende ni atiende ni acompaña ante tanto dolor.
Si, como decía Douglas Sirk, la función del cine es "mover" para "con-mover", estamos ante una muestra de cine del más alto nivel.
Las actuaciones de ambos niños son excelentes y enternecedoras. La música, "El Romance Anónimo", interpretada magistralmente por Narciso Yepes pone la guinda a esta indudable obra maestra.
El film nos narra cómo dos niños, Paulette de cinco años y Michel de once, crean su juego para elaborar y tratar de digerir el mundo de muerte que les rodea. Nada hay más complejo para una mente infantil que la muerte y, ante una presencia tan masiva de ella, han de concebir un juego que les permita hacerle frente.
Esos dos seres viven inmersos en la guerra, tanto en su dimensión general (los bombardeos alemanes sobre población civil francesa) cuanto en la doméstica (el enfrentamiento y odio crecientes entre dos familias vecinas).
De modo que esas dos criaturas han de asimilar juntas la sucesión de pérdidas tremendas y dolorosas que la guerra causa a su alrededor en un medio familiar y social que no les entiende ni atiende ni acompaña ante tanto dolor.
Si, como decía Douglas Sirk, la función del cine es "mover" para "con-mover", estamos ante una muestra de cine del más alto nivel.
Las actuaciones de ambos niños son excelentes y enternecedoras. La música, "El Romance Anónimo", interpretada magistralmente por Narciso Yepes pone la guinda a esta indudable obra maestra.
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