X+Y
6.6
1,859
Drama
En un mundo difícil de comprender, Nathan se esfuerza por conectar con los que le rodean -sobre todo con su madre-, pero lo cierto es que sólo encuentra verdadero consuelo en los números. Un día se encuentra con un profesor anárquico y poco convencional, el Sr. Humphreys, cuando Nathan se incorpora al equipo del Reino Unido para competir en las Olimpiadas Internacionales de matemáticas en Taipei. Ambos formarán una inusual y especial amistad. (FILMAFFINITY) [+]
1 de marzo de 2016
1 de marzo de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“X+Y” es un drama juvenil que no ha pasado por muchas pantallas españolas, como tantas otras películas interesantes que se quedan en el tintero porque su factura y planteamiento no pasan los filtros de las taquillas comerciales y sólo se exhiben para una minoría. Por fortuna, tenemos a FA que nos da la oportunidad de bucear y encontrar títulos que prometen, al menos a primera vista.
El filme de Morgan Matthews, director experto en documentales, trata sobre las consecuencias, directas e indirectas, que provoca el autismo en un niño brillante. Incapaz de mantener ninguna relación social duradera, llegando incluso a evitar cualquier contacto físico como un agarrón del brazo o un simple beso, resulta por el contrario un cerebrito para las matemáticas. Pero es que además el chico es tan cuadriculado que sólo percibe el mundo a través de patrones, por muy sutiles que sean, que le producen malestar y ansiedad cuando no se cumplen. Es enemigo acérrimo de las frases hechas y los refraneros.
A diferencia de otros dramas de mayor presupuesto relacionados con enfermedades como “Una mente maravillosa” (2001), o la más reciente “La teoría del todo” (2014), la historia de “X+Y” no sigue los cánones del biopic tradicionales. A pesar de basarse en una historia real, se cuentan las peripecias de Nathan (Asa Butterfield) como si se tratara de cualquier película juvenil, y la narración resulta así fluida pero algo convencional. No deja de ser un poco más de lo mismo, chico conoce a chica, desenlaces predecibles, etc; pero tiene ese aire europeo que si fuera norteamericana sólo podría ser cine independiente.
Matthews nos habla de sentimientos, emociones y matemáticas en una ecuación efectista y con buena base, pero no acaba de encajar del todo bien las piezas y, lo que es peor, la credibilidad de algunas situaciones va perdiéndose por momentos sobre todo hacia la parte final, dando la impresión de que se ha buscado algo esperado por miedo a defraudar al espectador con algo más arriesgado.
Sin duda, lo mejor del filme es la actuación de Asa Butterfield, para mí su mejor interpretación hasta la fecha. Sus compañeros de reparto son, cuanto menos, resultones, destacando entre ellos a Rafe Spall como el tutor antisistema de Nathan.
“X+Y” = Recomendable.
El filme de Morgan Matthews, director experto en documentales, trata sobre las consecuencias, directas e indirectas, que provoca el autismo en un niño brillante. Incapaz de mantener ninguna relación social duradera, llegando incluso a evitar cualquier contacto físico como un agarrón del brazo o un simple beso, resulta por el contrario un cerebrito para las matemáticas. Pero es que además el chico es tan cuadriculado que sólo percibe el mundo a través de patrones, por muy sutiles que sean, que le producen malestar y ansiedad cuando no se cumplen. Es enemigo acérrimo de las frases hechas y los refraneros.
A diferencia de otros dramas de mayor presupuesto relacionados con enfermedades como “Una mente maravillosa” (2001), o la más reciente “La teoría del todo” (2014), la historia de “X+Y” no sigue los cánones del biopic tradicionales. A pesar de basarse en una historia real, se cuentan las peripecias de Nathan (Asa Butterfield) como si se tratara de cualquier película juvenil, y la narración resulta así fluida pero algo convencional. No deja de ser un poco más de lo mismo, chico conoce a chica, desenlaces predecibles, etc; pero tiene ese aire europeo que si fuera norteamericana sólo podría ser cine independiente.
Matthews nos habla de sentimientos, emociones y matemáticas en una ecuación efectista y con buena base, pero no acaba de encajar del todo bien las piezas y, lo que es peor, la credibilidad de algunas situaciones va perdiéndose por momentos sobre todo hacia la parte final, dando la impresión de que se ha buscado algo esperado por miedo a defraudar al espectador con algo más arriesgado.
Sin duda, lo mejor del filme es la actuación de Asa Butterfield, para mí su mejor interpretación hasta la fecha. Sus compañeros de reparto son, cuanto menos, resultones, destacando entre ellos a Rafe Spall como el tutor antisistema de Nathan.
“X+Y” = Recomendable.
26 de agosto de 2015
26 de agosto de 2015
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
No cabe duda que estos ingleses saben hacer muy buen cine.
Hermosa película que nos cuenta muchas emociones, la mayoría contenidas, a través de los ojos de un joven superdotado en matemáticas que tiene que superar la muerte en accidente de su padre, la solitaria viudedad de su madre, la inadaptación con sus compañeros, y el descubrimiento del amor.
Nathan es un joven talento en matemáticas que el destino le lleva a concursar por Reino Unido en la Olimpiada Mundial de Matemáticas que se celebrará en Cambridge. Para eso, debe superar diversos procesos de selección muy exigentes.
La muerte de su padre le hace ser retraído, introvertido, triste, solitario, y no encaja con nadie que se cruza en su camino, salvo un profesor discapacitado de Esclerosis Múltiple y una joven competidora por el equipo de China, que saben captar muy bien su especial "rareza"
Rodada de actores secundarios de primer nivel, el chico protagonista sólo por los últimos 5 minutos de película, se le podría dar un Oscar.
Hermosa película que nos cuenta muchas emociones, la mayoría contenidas, a través de los ojos de un joven superdotado en matemáticas que tiene que superar la muerte en accidente de su padre, la solitaria viudedad de su madre, la inadaptación con sus compañeros, y el descubrimiento del amor.
Nathan es un joven talento en matemáticas que el destino le lleva a concursar por Reino Unido en la Olimpiada Mundial de Matemáticas que se celebrará en Cambridge. Para eso, debe superar diversos procesos de selección muy exigentes.
La muerte de su padre le hace ser retraído, introvertido, triste, solitario, y no encaja con nadie que se cruza en su camino, salvo un profesor discapacitado de Esclerosis Múltiple y una joven competidora por el equipo de China, que saben captar muy bien su especial "rareza"
Rodada de actores secundarios de primer nivel, el chico protagonista sólo por los últimos 5 minutos de película, se le podría dar un Oscar.
30 de diciembre de 2015
30 de diciembre de 2015
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de una película que de una forma sencilla y sin alardes trata de forma inteligente el contraste entre estos dos tipos de inteligencia. Nathan, el protagonista, posee una poderosa inteligencia matemática y sin embargo le cuesta relacionarse con el mundo. No entiende cómo funcionan sus sentimientos y no sabe como expresarse. Al principio de la película sufre un episodio muy difícil de superar al perder a su padre en un accidente de tráfico. Su mente racional no está preparada para entender este duro episodio, puesto que no tienen ningún tipo de lógica. Se ancla dentro de él sin poder expresarlo. Esta película simplemente describe su camino hacia su lado emocional, sin empujones, ni presiones, poco a poco y a fuego lento.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Me gusta el detalle del final de la película, cuando abandona las olimpiadas matemáticas. Su madre no le recrimina no haber terminado las olimpiadas. Entiende que en ese momento su hijo tiene una crisis emocional y simplemente le intenta comprender, sin importar la competición o el ganar que tanto prima en nuestra sociedad.
26 de octubre de 2015
26 de octubre de 2015
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando las emociones, sus sentimientos y vaivenes vencen a todo patrón matemático; cuando dejas de pensar y los sentidos, a la razón ganan; cuando las matemáticas no gustan más que un helado.
Pero “me gustan los patrones”, porque son entendibles, analizables y estables, controlada variación que, una vez fijada, permite el acceso sentido y llano hacia su conocimiento, belleza infinita que se controla una vez accedes a sus entrañas, sinceridad directa y honestidad palpable que no entiende de empatías terrenales, ni de sufrimiento por no poder expresar el dolor que se lleva dentro y que corrompe toda el alma.
Tener muchas cosas que decir pero no saber expresarlas, miedo a la comunicación, pánico al contacto humano, diálogo frustrado desde su origen, desde ese inepto comienzo que se escapa por no poseer normas y reglas de conducta, por no regirse por una lógica deducible que estudiar y memorizar, relato complejo sobre el confuso crecimiento de un chaval con un don especial para las ciencias exactas, para leer todo lo que le rodea a través de la síntesis y unión de números, desechando todo aquello que se resiste o no encaja dentro de tal cálculo.
“A veces tenemos que cambiar para encajar”, desarrollo enigmático, perplejo e inusual de una mente prodigiosa que se observa y siente con todo su aislamiento emocional, escondido y a buen recaudo, en refugio firme y seguro, cuya tirantez se tambalea y deja lugar a esa sensitividad ausente, estancada y olvidada, que se abre paso de forma lenta, extraña pero que surge, con la contundencia y sobriedad de llegar para quedarse.
Morgan Matthews presenta una historia anómala, excepcional, difícil de clasificar respecto tu simpatía por ella, cálida dentro de su enorme distancia, de unos respecto a otros, cuando precisan, con urgencia, romper esos sufridos grados de separación, acceso a un círculo privilegiado, de unos pocos genios, que pagan cara tanta inteligencia y sabiduría, soberbia habilidad de un guión para mostrarte los sinsabores y limitaciones, el costoso mundo social que va asociado a tan notables poderes; ser especial, raro, con talento exclusivo parece llevar emparejado esa protegida soledad, como castillo que aisla de la inestable e inconexa convivencia, y las personales relaciones que de ella se derivan.
“Te pareces un poco a una tortuga, en tu caparazón”, silencioso, observador, por tu aritmético camino donde todo tiene sentido, el resto, ese caos azaroso sin pauta ni criterio, rechazado, anulado al margen de ese cobijo que supone vivir en una isla contigo mismo, sin invitados inoportunos que solicitan inútiles incoherencias como un abrazo, o cogerte de la mano.
Relato espléndido, singular e insólito que retrata de forma sutil, enrevesada y con enorme destreza positiva, la soledad que nos imponemos por miedo a lo desconocido, al riesgo, al rechazo, a perder habiendo amado, a no cometer el error de volver a hacerlo, a deambular de forma catatónica y repetitiva superando, esos días que restan, para la fatigosa suma final.
Un crio, su madre, su profesor y la enorme influencia de su ausente padre, posible abertura que se quebró y dio pie al autismo, mutismo, frialdad e ignorancia de la sensibilidad ajena, dolor expuesto de múltiples maneras pero todas con el mismo mensaje, querer, necesitar, buscar la valentía y renegar de la cobardía y abandono pues la querencia y su estima, a la mínima que te descuides se instala, por sorpresa y sin pedir permiso ni licencia, con repentino toque explosivo se establece y acomoda y, una vez llega, imposible que de nuevo parta.
Veracidad de los personajes por su humanidad interpretativa, por sus sentidas actuaciones, más la solidez de un argumento que presenta la magia del despertar a la afectividad, la dificultad y laberinto de una mente asombrosa y el marcado signo de no proceder según la muestra social estandarizada, de no actuar por generalidades apropiadas, de ser magnífico por esa extraordinaria cualidad de ser único, etapa progresiva de la obsesión, apetencia de esconderse tras cifras y datos a la oportunidad de probar a sonreír, amar y ser besado.
“Como no hablo demasiado, la gente piensa que no tengo nada que decir. No es verdad. Tengo muchas cosas que decir, solo que tengo miedo de hacerlo”, comprender y absorber con perspicacia, intelecto y sin fórmulas, como la vida anímica demanda acceso.
Te vas a enamorar de este chaval, no sabes cómo ni por qué, pero sin remedio es lo que harás, pues serás capaz, por fin, de verle tras sus traumas y bloqueos, de encontrar, gratamente, lo que realmente, en él, vale la pena, esa esperanza de sus posibilidades y la delicia de sus encantos, aquello que le ensalza como imprescindible y necesario; y eso, precisamente, es amar a una persona.
lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
Pero “me gustan los patrones”, porque son entendibles, analizables y estables, controlada variación que, una vez fijada, permite el acceso sentido y llano hacia su conocimiento, belleza infinita que se controla una vez accedes a sus entrañas, sinceridad directa y honestidad palpable que no entiende de empatías terrenales, ni de sufrimiento por no poder expresar el dolor que se lleva dentro y que corrompe toda el alma.
Tener muchas cosas que decir pero no saber expresarlas, miedo a la comunicación, pánico al contacto humano, diálogo frustrado desde su origen, desde ese inepto comienzo que se escapa por no poseer normas y reglas de conducta, por no regirse por una lógica deducible que estudiar y memorizar, relato complejo sobre el confuso crecimiento de un chaval con un don especial para las ciencias exactas, para leer todo lo que le rodea a través de la síntesis y unión de números, desechando todo aquello que se resiste o no encaja dentro de tal cálculo.
“A veces tenemos que cambiar para encajar”, desarrollo enigmático, perplejo e inusual de una mente prodigiosa que se observa y siente con todo su aislamiento emocional, escondido y a buen recaudo, en refugio firme y seguro, cuya tirantez se tambalea y deja lugar a esa sensitividad ausente, estancada y olvidada, que se abre paso de forma lenta, extraña pero que surge, con la contundencia y sobriedad de llegar para quedarse.
Morgan Matthews presenta una historia anómala, excepcional, difícil de clasificar respecto tu simpatía por ella, cálida dentro de su enorme distancia, de unos respecto a otros, cuando precisan, con urgencia, romper esos sufridos grados de separación, acceso a un círculo privilegiado, de unos pocos genios, que pagan cara tanta inteligencia y sabiduría, soberbia habilidad de un guión para mostrarte los sinsabores y limitaciones, el costoso mundo social que va asociado a tan notables poderes; ser especial, raro, con talento exclusivo parece llevar emparejado esa protegida soledad, como castillo que aisla de la inestable e inconexa convivencia, y las personales relaciones que de ella se derivan.
“Te pareces un poco a una tortuga, en tu caparazón”, silencioso, observador, por tu aritmético camino donde todo tiene sentido, el resto, ese caos azaroso sin pauta ni criterio, rechazado, anulado al margen de ese cobijo que supone vivir en una isla contigo mismo, sin invitados inoportunos que solicitan inútiles incoherencias como un abrazo, o cogerte de la mano.
Relato espléndido, singular e insólito que retrata de forma sutil, enrevesada y con enorme destreza positiva, la soledad que nos imponemos por miedo a lo desconocido, al riesgo, al rechazo, a perder habiendo amado, a no cometer el error de volver a hacerlo, a deambular de forma catatónica y repetitiva superando, esos días que restan, para la fatigosa suma final.
Un crio, su madre, su profesor y la enorme influencia de su ausente padre, posible abertura que se quebró y dio pie al autismo, mutismo, frialdad e ignorancia de la sensibilidad ajena, dolor expuesto de múltiples maneras pero todas con el mismo mensaje, querer, necesitar, buscar la valentía y renegar de la cobardía y abandono pues la querencia y su estima, a la mínima que te descuides se instala, por sorpresa y sin pedir permiso ni licencia, con repentino toque explosivo se establece y acomoda y, una vez llega, imposible que de nuevo parta.
Veracidad de los personajes por su humanidad interpretativa, por sus sentidas actuaciones, más la solidez de un argumento que presenta la magia del despertar a la afectividad, la dificultad y laberinto de una mente asombrosa y el marcado signo de no proceder según la muestra social estandarizada, de no actuar por generalidades apropiadas, de ser magnífico por esa extraordinaria cualidad de ser único, etapa progresiva de la obsesión, apetencia de esconderse tras cifras y datos a la oportunidad de probar a sonreír, amar y ser besado.
“Como no hablo demasiado, la gente piensa que no tengo nada que decir. No es verdad. Tengo muchas cosas que decir, solo que tengo miedo de hacerlo”, comprender y absorber con perspicacia, intelecto y sin fórmulas, como la vida anímica demanda acceso.
Te vas a enamorar de este chaval, no sabes cómo ni por qué, pero sin remedio es lo que harás, pues serás capaz, por fin, de verle tras sus traumas y bloqueos, de encontrar, gratamente, lo que realmente, en él, vale la pena, esa esperanza de sus posibilidades y la delicia de sus encantos, aquello que le ensalza como imprescindible y necesario; y eso, precisamente, es amar a una persona.
lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
13 de mayo de 2018
13 de mayo de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cinta en un cierto tono muy melancólico y exprimiendo al máximo el lado humano de las personas, no es una critica, únicamente que abusan del sentimentalismo en muchas partes de ella. Historia ya vista en multitud de ocasiones y con un desenlace que deja muchas preguntas pendientes. En general podemos decir que no estamos ante algo inolvidable pero si ante una historia que tiene ciertas cosas que aportar y poco que perder por verla, no quedará en mi recuerdo pero no considero que haya sido una perdida de tiempo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Muy complicado explicarse por que abandona la olimpiada siendo su sueño desde pequeño no da ninguna explicación a no ser que sea por la chica, lo cual seria una muestra de debilidad tremenda, creo que tenían que haber dado alguna explicación mas que la ultima conversación con la madre.
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