El acorazado Potemkin
Drama. Bélico
Basada en hechos reales ocurridos en 1905. El acorazado Potemkin acaba de regresar de la guerra con Japón y su tripulación está a punto de amotinarse debido al trato brutal y a las malas raciones. Cuando una mañana les sirven carne infestada de gusanos, los marineros acaban rebelándose. se cansan del tratamiento vejatorio e injusto de los oficiales. Con este motín comienza el reguero revolucionario por Odesa y toda Rusia en contra de ... [+]
16 de marzo de 2013
16 de marzo de 2013
33 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una obra maestra del cine de vanguardia soviético, paradigma del cine puño de Eisenstein. Prodigio de montaje y base para el lenguaje cinematográfico posterior. Quizás puede resultar aburrida la primera vez que la ves (a mí me lo pareció) al estar acostumbrado al montaje invisible institucionalizado por Hollywood, provocando que no te identifiques con el drama que la obra plantea y haciendo que la hora y poco que dura se te haga demasiado larga. Aun así contiene imágenes muy poderosas que no dejan indiferente a nadie. De todos modos no sería justo condenar a esta película por no estar acostumbrados a esta forma alternativa de hacer cine. Tampoco lo podemos hacer por el supuesto carácter propagandístico que tanta gente, quizás temerosa de que la película les despierte una pulsión comunista, ha encontrado en ella. A todos ellos les propongo revisar su concepto de propaganda que según la RAE es la ''Acción o efecto de dar a conocer algo con el fin de atraer adeptos o compradores''.
Cabría ahora preguntarse a qué fin atiende la película, ¿de qué es propaganda? A mí más bien me parece que esta obsesión por estigmatizar la película responde a una paranoia general, un prejuicio hacia todo el cine que viene de la URSS: la sombra de la caza de brujas es alargada.
Plantear por tanto El Acorazado Potemkin como un film de propaganda es partir de un planteamiento reaccionario y anticomunista y faltar a una de las obras cumbres del cine mudo pues por ejemplo nunca se habla en los mismos términos cuando se trata de otra de las cintas clave de la época: El nacimiento de una nación de Griffith. Esta película mantiene un discurso xenófobo y enaltece al Ku Kux Klan. A pesar de esto (¿o gracias a ello?) no tuvo problemas de exhibición y fue todo un éxito de crítica y público y consiguió que creciese el sentimiento racista y el KKK engrosara sus filas provocando que desde su proyección aumentaran significativamente los linchamientos públicos de gente negra. Es decir, la película cumplió con su fin ¿no es esto propaganda pura y dura?
¿Por qué entonces El Nacimiento de una nación no está estigmatizada en ese sentido? La respuesta es sencilla: viene de los Estados unidos.
Del mismo modo tampoco se suele hablar de propaganda en los western, que ayudaron a justificar la masacre india o las comedias de los años 30, brillantemente satirizadas por el genio Lubitsch, que en plena Gran Depresión vendieron a toda costa el ideal del sueño americano. Tampoco se habla de propaganda en el cine negro, en la que la mujer sólo podía ser o una sumisa esposa o una femme fatale, quintaesencia del mal por estar sexualmente liberada. Son sólo algunos ejemplos cercanos-en el tiempo-a El Acorazado Potemkin.
La cuestión es que todas las películas llevan consigo un discurso e inherente a él, de una forma más o menos evidente, una ideología y el problema es que sólo son consideradas ''de propaganda'' aquellas que vienen de la URSS o cuyos autores son sospechosos de comunismo. ¿Acaso estamos aún en la Guerra Fría o seguimos creyendo en las conspiraciones judeomasónico-comunistas de las que hablaba Franco?
Como decíamos antes el cine de Eisenstein fue definido por él mismo como ''cine puño'' (en alusión al ''cine ojo'' de Vertov), se refería a un cine que pretendía sacudir las conciencias de los espectadores. Por tanto, como toda película, tiene un objetivo. Pero, visto lo visto, me niego a calificarla de propaganda, y dando un paso más, aun a riesgo de ganarme los votos negativos de toda la parroquia de Filmaffinity, defenderé El Acorazado Potemkin como una película de ''antipropaganda'' o en términos gramcianos de contra hegemonía en tanto que golpea contra el pensamiento hegemónico capitalista difundido por la industria cultural cinematográfica estadounidense.
Y recogiendo el guante que he lanzado antes; frente a los discursos patriarcales, xenófobos y de falseamiento e idealización social que proponía Hollywood ¿qué mensaje lanzó El Acorazado Potemkin?. Parece ser que fue un mensaje peligroso pues la película fue prohibida en diversos países-capitalistas-como Suecia, España, Gran Bretaña o Francia. Este mensaje, al que parece que nos seguimos oponiendo hoy , no era otro que el de la necesidad de apoyo y solidaridad entre compañeros, un llamado a la lucha contra la opresión de los patrones, así como una denuncia contra las condiciones a las que estaban sometidos los trabajadores durante el zarismo. Condiciones probablemente demasiado parecidas a las que sufrían muchos trabajadores en los países donde la película fue prohibida, precisamente quizás, para que los espectadores de la época no tomaran como ejemplo el ''peligroso'' ejercicio de solidaridad y apoyo mutuo del marinero Vakulinchuk y sus compañeros.
Cabría ahora preguntarse a qué fin atiende la película, ¿de qué es propaganda? A mí más bien me parece que esta obsesión por estigmatizar la película responde a una paranoia general, un prejuicio hacia todo el cine que viene de la URSS: la sombra de la caza de brujas es alargada.
Plantear por tanto El Acorazado Potemkin como un film de propaganda es partir de un planteamiento reaccionario y anticomunista y faltar a una de las obras cumbres del cine mudo pues por ejemplo nunca se habla en los mismos términos cuando se trata de otra de las cintas clave de la época: El nacimiento de una nación de Griffith. Esta película mantiene un discurso xenófobo y enaltece al Ku Kux Klan. A pesar de esto (¿o gracias a ello?) no tuvo problemas de exhibición y fue todo un éxito de crítica y público y consiguió que creciese el sentimiento racista y el KKK engrosara sus filas provocando que desde su proyección aumentaran significativamente los linchamientos públicos de gente negra. Es decir, la película cumplió con su fin ¿no es esto propaganda pura y dura?
¿Por qué entonces El Nacimiento de una nación no está estigmatizada en ese sentido? La respuesta es sencilla: viene de los Estados unidos.
Del mismo modo tampoco se suele hablar de propaganda en los western, que ayudaron a justificar la masacre india o las comedias de los años 30, brillantemente satirizadas por el genio Lubitsch, que en plena Gran Depresión vendieron a toda costa el ideal del sueño americano. Tampoco se habla de propaganda en el cine negro, en la que la mujer sólo podía ser o una sumisa esposa o una femme fatale, quintaesencia del mal por estar sexualmente liberada. Son sólo algunos ejemplos cercanos-en el tiempo-a El Acorazado Potemkin.
La cuestión es que todas las películas llevan consigo un discurso e inherente a él, de una forma más o menos evidente, una ideología y el problema es que sólo son consideradas ''de propaganda'' aquellas que vienen de la URSS o cuyos autores son sospechosos de comunismo. ¿Acaso estamos aún en la Guerra Fría o seguimos creyendo en las conspiraciones judeomasónico-comunistas de las que hablaba Franco?
Como decíamos antes el cine de Eisenstein fue definido por él mismo como ''cine puño'' (en alusión al ''cine ojo'' de Vertov), se refería a un cine que pretendía sacudir las conciencias de los espectadores. Por tanto, como toda película, tiene un objetivo. Pero, visto lo visto, me niego a calificarla de propaganda, y dando un paso más, aun a riesgo de ganarme los votos negativos de toda la parroquia de Filmaffinity, defenderé El Acorazado Potemkin como una película de ''antipropaganda'' o en términos gramcianos de contra hegemonía en tanto que golpea contra el pensamiento hegemónico capitalista difundido por la industria cultural cinematográfica estadounidense.
Y recogiendo el guante que he lanzado antes; frente a los discursos patriarcales, xenófobos y de falseamiento e idealización social que proponía Hollywood ¿qué mensaje lanzó El Acorazado Potemkin?. Parece ser que fue un mensaje peligroso pues la película fue prohibida en diversos países-capitalistas-como Suecia, España, Gran Bretaña o Francia. Este mensaje, al que parece que nos seguimos oponiendo hoy , no era otro que el de la necesidad de apoyo y solidaridad entre compañeros, un llamado a la lucha contra la opresión de los patrones, así como una denuncia contra las condiciones a las que estaban sometidos los trabajadores durante el zarismo. Condiciones probablemente demasiado parecidas a las que sufrían muchos trabajadores en los países donde la película fue prohibida, precisamente quizás, para que los espectadores de la época no tomaran como ejemplo el ''peligroso'' ejercicio de solidaridad y apoyo mutuo del marinero Vakulinchuk y sus compañeros.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hoy no hace falta prohibirla, tan sólo llamarla ''propaganda''.
15 de octubre de 2009
15 de octubre de 2009
41 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
A nadie le gusta comer carne podrida.
A nadie le gusta que lo maten de hambre, que lo traten peor que a un perro apaleado, y ver que hasta las ratas viven mejor.
Eso les ocurrió a los marineros del Potemkin. Se hartaron de ser pisoteados por unos oficiales demasiado duros, por un régimen en el que una miseria endémica llevaba cebándose desde tiempos inmemoriales en los ciudadanos de a pie, en los campesinos de la vasta e interminable Rusia, en todos los humildes trabajadores.
Aquellos marineros fueron el punto de partida de una revolución que derrocaría la peste zarista para instaurar la peste comunista. Fuera como fuese, Rusia estaba condenada al hambre y a la pobreza compartida, pero las revoluciones como las que se originaron en 1905 ofrecían algo de ilusión de cambio y de renovación. Aunque no fuese más que para salir de la boca del lobo y meterse en la del diablo.
Eisenstein eligió uno de los episodios clave de la convulsa historia de Rusia, el que fue el detonante de la caída del imperialismo y el alzamiento del comunismo, para filmar una de las películas más atrevidas de su tiempo. Atrevida en muchos rasgos. Se han vertido ríos de tinta acerca de la insólita y excelente labor de edición y montaje, que influiría posteriormente en el cine mundial. Los actores eran amateurs; nada de figuras ni estrellas de la pantalla. Multitudes heterogéneas de gente que abarrotan la escena en múltiples planos que derrochan dinamismo, con el espectador casi tocando la inquietud de la masa que se mueve en pos de un objetivo común e incendiario, que corre como la llama en una mecha. Perspectivas visuales en constante cambio, expresionismo que se sirve de la presencia viva del barco, de las olas del mar, del reflejo del sol y de la luna en las aguas, de la niebla, de los misterios de la luz, del movimiento incesante, elipsis magistrales, efectos de imagen osados, sorprendentes para su tiempo. Regueros de personas como hormigas. Una de las secuencias más recordadas y laureadas de la historia, la de las escaleras de Odessa, con esas bayonetas avanzando inexorablemente y sembrando el pánico. Gritos mudos que, por algún extraño efecto, se oyen estruendosamente en el alma, fervor de muchedumbres que se huele, disparos y cañonazos que retumban en su silencio. ¿Hace falta el sonido? Asombrosamente, no se echa mucho de menos. El realizador letón compensó brillantemente la carencia de sonido con una inundación visual insuperable.
Historia, drama social, espectáculo y genuino cine unidos en una combinación que rompió moldes.
A nadie le gusta que lo maten de hambre, que lo traten peor que a un perro apaleado, y ver que hasta las ratas viven mejor.
Eso les ocurrió a los marineros del Potemkin. Se hartaron de ser pisoteados por unos oficiales demasiado duros, por un régimen en el que una miseria endémica llevaba cebándose desde tiempos inmemoriales en los ciudadanos de a pie, en los campesinos de la vasta e interminable Rusia, en todos los humildes trabajadores.
Aquellos marineros fueron el punto de partida de una revolución que derrocaría la peste zarista para instaurar la peste comunista. Fuera como fuese, Rusia estaba condenada al hambre y a la pobreza compartida, pero las revoluciones como las que se originaron en 1905 ofrecían algo de ilusión de cambio y de renovación. Aunque no fuese más que para salir de la boca del lobo y meterse en la del diablo.
Eisenstein eligió uno de los episodios clave de la convulsa historia de Rusia, el que fue el detonante de la caída del imperialismo y el alzamiento del comunismo, para filmar una de las películas más atrevidas de su tiempo. Atrevida en muchos rasgos. Se han vertido ríos de tinta acerca de la insólita y excelente labor de edición y montaje, que influiría posteriormente en el cine mundial. Los actores eran amateurs; nada de figuras ni estrellas de la pantalla. Multitudes heterogéneas de gente que abarrotan la escena en múltiples planos que derrochan dinamismo, con el espectador casi tocando la inquietud de la masa que se mueve en pos de un objetivo común e incendiario, que corre como la llama en una mecha. Perspectivas visuales en constante cambio, expresionismo que se sirve de la presencia viva del barco, de las olas del mar, del reflejo del sol y de la luna en las aguas, de la niebla, de los misterios de la luz, del movimiento incesante, elipsis magistrales, efectos de imagen osados, sorprendentes para su tiempo. Regueros de personas como hormigas. Una de las secuencias más recordadas y laureadas de la historia, la de las escaleras de Odessa, con esas bayonetas avanzando inexorablemente y sembrando el pánico. Gritos mudos que, por algún extraño efecto, se oyen estruendosamente en el alma, fervor de muchedumbres que se huele, disparos y cañonazos que retumban en su silencio. ¿Hace falta el sonido? Asombrosamente, no se echa mucho de menos. El realizador letón compensó brillantemente la carencia de sonido con una inundación visual insuperable.
Historia, drama social, espectáculo y genuino cine unidos en una combinación que rompió moldes.
26 de diciembre de 2017
26 de diciembre de 2017
19 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra de encargo realizada por Eisenstein, director soviético, uno de los cineastas que contribuyeron a la creación de las bases del lenguaje cinematográfico, principalmente por su uso innovador del proceso de montaje. En 1923 publicó 'El montaje de atracciones', su primer ensayo específico sobre dicha técnica, teoría que sigue vigente hoy en día.
En ella, Eisenstein establece de modo consistente la forma en la cual el espectador tiene que ser sometido a estímulos de acción psicológica y sensorial, con el fin de provocarle un choque emocional. 'El acorazado Potemkin' es la película donde el cineasta alcanza una conexión perfecta entre sus teorías y la materialización de éstas en el cine.
Para ello, Eisenstein innovó empleando tomas de tres segundos para acentuar el dramatismo de la acción –en el cine estadounidense de los años 20, duraban unos cinco segundos de media–. Además, usó un montaje que no tuvo en cuenta factores como la continuidad, el eje de relación o el salto progresivo entre planos.
Llena de desenfoques, claroscuros y sombras, el filme sirvió para conmemorar el vigésimo aniversario de la revuelta social de 1905 de Odesa y para exaltar los ideales de la Revolución de Octubre, pretendiendo así la legitimación ideológica del régimen comunista. Sin lugar a dudas, una de las películas más influyentes en la historia del séptimo arte.
En ella, Eisenstein establece de modo consistente la forma en la cual el espectador tiene que ser sometido a estímulos de acción psicológica y sensorial, con el fin de provocarle un choque emocional. 'El acorazado Potemkin' es la película donde el cineasta alcanza una conexión perfecta entre sus teorías y la materialización de éstas en el cine.
Para ello, Eisenstein innovó empleando tomas de tres segundos para acentuar el dramatismo de la acción –en el cine estadounidense de los años 20, duraban unos cinco segundos de media–. Además, usó un montaje que no tuvo en cuenta factores como la continuidad, el eje de relación o el salto progresivo entre planos.
Llena de desenfoques, claroscuros y sombras, el filme sirvió para conmemorar el vigésimo aniversario de la revuelta social de 1905 de Odesa y para exaltar los ideales de la Revolución de Octubre, pretendiendo así la legitimación ideológica del régimen comunista. Sin lugar a dudas, una de las películas más influyentes en la historia del séptimo arte.
11 de enero de 2014
11 de enero de 2014
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
'El acorazado Potemkin', de 1925, es tan extremadamente moderna que, irónicamente, adolece de males semejantes a los del cine actual.
Eisenstein sienta el primer precedente sobre la capacidad de expresión emocional que se puede obtener del montaje. Entendió que la presentación consecutiva de imágenes precisa una medición, un tiempo de exposición concreto, una coherencia interna; un ritmo. Dos imágenes, tres, cuatro, cinco... todas enlazadas de la forma adecuada consiguen que la inmersión se dispare. Enlazadas con atonía, pueden ocasionar que la atención se diluya.
¿Eisenstein un personaje advenedizo? Puede ser. ¿Apología soviética en 'El acorazado Potemkin'? Sí. Pero, ¡para apología, la que el director hace sobre su hallazgo técnico!
Me explico con un ejemplo. 'Un domingo cualquiera', de Oliver Stone, ejemplo de producción contemporánea, es decir, videoclipera y espídica, posee alrededor de 3500 planos en su montaje final. 'El acorazado Potemkin' rodada casi 80 años antes, alberga unos 1300. Eso sí, dura la mitad. Y está realizada en la época de Murnau, Wiene y Chaplin. Reeditada, insertando en ella diálogos y color, podría pasar por una producción de nuevo cuño. Su montaje, amparado en la virtud de lo nuevo, en ocasiones lo siento sobrecargado.
Cuestión de entusiasmo, quizás de redundancia explicativa; el resultado es tan visionario como saturado. Y la saturación, aturde.
El recreo conceptual no impide que las imágenes que enlaza Eisenstein superen en intensidad, corazón y significado a la mayor parte del último cine. La archifamosa escena que acontece en la escalinata de Odesa es uno de los momentos de mayor potencia visual que yo haya podido disfrutar delante de una pantalla, utilizando únicamente un elemento puramente cinematográfico, como es el orden y duración de los planos.
Eisenstein mueve los fotogramas como un trilero; vemos su realización, y le vemos a él, orgulloso de su logro estético. 'El acorazado Potemkin' es excelente cine; y el autor no se corta en incidir en ello.
Gracias.
Eisenstein sienta el primer precedente sobre la capacidad de expresión emocional que se puede obtener del montaje. Entendió que la presentación consecutiva de imágenes precisa una medición, un tiempo de exposición concreto, una coherencia interna; un ritmo. Dos imágenes, tres, cuatro, cinco... todas enlazadas de la forma adecuada consiguen que la inmersión se dispare. Enlazadas con atonía, pueden ocasionar que la atención se diluya.
¿Eisenstein un personaje advenedizo? Puede ser. ¿Apología soviética en 'El acorazado Potemkin'? Sí. Pero, ¡para apología, la que el director hace sobre su hallazgo técnico!
Me explico con un ejemplo. 'Un domingo cualquiera', de Oliver Stone, ejemplo de producción contemporánea, es decir, videoclipera y espídica, posee alrededor de 3500 planos en su montaje final. 'El acorazado Potemkin' rodada casi 80 años antes, alberga unos 1300. Eso sí, dura la mitad. Y está realizada en la época de Murnau, Wiene y Chaplin. Reeditada, insertando en ella diálogos y color, podría pasar por una producción de nuevo cuño. Su montaje, amparado en la virtud de lo nuevo, en ocasiones lo siento sobrecargado.
Cuestión de entusiasmo, quizás de redundancia explicativa; el resultado es tan visionario como saturado. Y la saturación, aturde.
El recreo conceptual no impide que las imágenes que enlaza Eisenstein superen en intensidad, corazón y significado a la mayor parte del último cine. La archifamosa escena que acontece en la escalinata de Odesa es uno de los momentos de mayor potencia visual que yo haya podido disfrutar delante de una pantalla, utilizando únicamente un elemento puramente cinematográfico, como es el orden y duración de los planos.
Eisenstein mueve los fotogramas como un trilero; vemos su realización, y le vemos a él, orgulloso de su logro estético. 'El acorazado Potemkin' es excelente cine; y el autor no se corta en incidir en ello.
Gracias.
10 de julio de 2007
10 de julio de 2007
55 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1945 se publica un maravilloso libro de filosofía -y algo más- que se titula “El reino de la cantidad y los signos de los tiempos” de René Guenón. En ese libro el maestro Guenon nos dice lo que desgraciadamente se ha confirmado que lo cuantitativo se ha impuesto a lo cualitativo.
Esa es la historia del siglo XX en cuanto a movimientos político-sociales, en especial al comunismo y al fascismo, y a sus manifestaciones artísticas en general. La venerada “El acorazado Potemkin” con sus 1290 planos en total y escenas como la escalinata con 170 planos suponen entrar de lleno en ese paradigma.
Pero es que ya no es un asunto meramente técnico, sino narrativo y lo que es peor ideológico.
En 1922, el mayor asesino en serie de todos los tiempos, Josef Stalin fue nombrado Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de todas las Rusias y comienza el Terror con mayúsculas más impresionante que ha conocido el ser humano.
Cuando se estrena el “Potemkin”, Lenin ya había muerto un año antes y los Gulag están funcionando a pleno rendimiento. La película es una apología del odio, hablar mal de los sacerdotes, del cristianismo, de los judíos, de la nobleza, de los oficiales del ejército... y presentar como seres benefactores y fuerza redentora a los marineros, obreros, campesinos...es de una perversión zoroastriana patética.
Y esto sólo lo podía hacer un personaje sin escrúpulos como Serguéi Eisenstein, que nunca dudó en hacer lo que fuera para estar cerca del poder.
Conozco a muchos letones que se avergüenzan de Eisenstein igual que muchos vascos lo hacen con el creador del Talgo. Y es que Eisenstein no duda en criticar a los judíos cuando el mismo lo era, o tampoco le tiembla la mano en suprimir todo los metros de cinta donde aparece Trotsky en la película “Octubre” porque ya no es políticamente correcto. Es más, no tengo la más mínima duda que si en Estados Unidos le hubieran dado bola –cosa que intentó- hubiera acabado haciendo una película bélica con Errol Flynn bombardeando a japoneses, alemanes o rusos. Que importa la ética cuando se cree uno un genio.
Pero como dice el refrán “Cría cuervos...”, Stalin nunca confió en los pelotas, porque sabía que su apoyo era ficticio y que con una mejor oferta cambiarían de chaqueta rápidamente. El viaje por Norteamérica de Eisenstein acabó con él ya que siempre sería ya sospechoso para el monstruo georgiano.
Lo del mérito del montaje del “Potemkin” siempre me ha parecido una excusa, mejor dicho un eufemismo, de una gran cantidad de críticos y personajes de este mundillo que siendo rojos no se atreven a decirlo públicamente y les pone el mensaje de la película. Ya se sabe eso de que el protagonista sea la masa, el pueblo, es algo que provoca orgasmos a mucha gente. Que el argumento sea el conflicto de clases y que encima las individualidades queden postergadas al grupo ya es como la repanocha.
Esa es la historia del siglo XX en cuanto a movimientos político-sociales, en especial al comunismo y al fascismo, y a sus manifestaciones artísticas en general. La venerada “El acorazado Potemkin” con sus 1290 planos en total y escenas como la escalinata con 170 planos suponen entrar de lleno en ese paradigma.
Pero es que ya no es un asunto meramente técnico, sino narrativo y lo que es peor ideológico.
En 1922, el mayor asesino en serie de todos los tiempos, Josef Stalin fue nombrado Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de todas las Rusias y comienza el Terror con mayúsculas más impresionante que ha conocido el ser humano.
Cuando se estrena el “Potemkin”, Lenin ya había muerto un año antes y los Gulag están funcionando a pleno rendimiento. La película es una apología del odio, hablar mal de los sacerdotes, del cristianismo, de los judíos, de la nobleza, de los oficiales del ejército... y presentar como seres benefactores y fuerza redentora a los marineros, obreros, campesinos...es de una perversión zoroastriana patética.
Y esto sólo lo podía hacer un personaje sin escrúpulos como Serguéi Eisenstein, que nunca dudó en hacer lo que fuera para estar cerca del poder.
Conozco a muchos letones que se avergüenzan de Eisenstein igual que muchos vascos lo hacen con el creador del Talgo. Y es que Eisenstein no duda en criticar a los judíos cuando el mismo lo era, o tampoco le tiembla la mano en suprimir todo los metros de cinta donde aparece Trotsky en la película “Octubre” porque ya no es políticamente correcto. Es más, no tengo la más mínima duda que si en Estados Unidos le hubieran dado bola –cosa que intentó- hubiera acabado haciendo una película bélica con Errol Flynn bombardeando a japoneses, alemanes o rusos. Que importa la ética cuando se cree uno un genio.
Pero como dice el refrán “Cría cuervos...”, Stalin nunca confió en los pelotas, porque sabía que su apoyo era ficticio y que con una mejor oferta cambiarían de chaqueta rápidamente. El viaje por Norteamérica de Eisenstein acabó con él ya que siempre sería ya sospechoso para el monstruo georgiano.
Lo del mérito del montaje del “Potemkin” siempre me ha parecido una excusa, mejor dicho un eufemismo, de una gran cantidad de críticos y personajes de este mundillo que siendo rojos no se atreven a decirlo públicamente y les pone el mensaje de la película. Ya se sabe eso de que el protagonista sea la masa, el pueblo, es algo que provoca orgasmos a mucha gente. Que el argumento sea el conflicto de clases y que encima las individualidades queden postergadas al grupo ya es como la repanocha.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Nunca he entendido como de los dos grandes movimientos totalitarios del siglo pasado, uno tiene tan mala prensa y otro es idolatrado. Hay un ramillete de películas en la Alemania nazi de un valor considerable y nunca oigo a nadie que las reivindique por el montaje, por los planos aéreos o por el Sursun corda.
Además es complicado encontrar una película que siendo tan corta en minutos tenga tantos momentos tan aburridos como esta, y luego no quiero entrar en los hechos históricos que recrea que dejan mucho que desear, algo que por otra parte todo el mundo debería saber pero que yo recuerdo.
Porque si se trata de inventar y descubrir aplaudamos a Samuel Colt que le debemos un juguete estupendo o a Torquemada algunos utensilios parecidos a la máquina de la verdad. Que Eisenstein hoy trabajaría para Coca Cola nadie lo duda y que “El acorazado Potemkin” aún siendo estupenda no deja de ser una película de trinchera y eso para cualquier libre pensador como yo, siempre molesta y mucho.
Nota: 7,3
Además es complicado encontrar una película que siendo tan corta en minutos tenga tantos momentos tan aburridos como esta, y luego no quiero entrar en los hechos históricos que recrea que dejan mucho que desear, algo que por otra parte todo el mundo debería saber pero que yo recuerdo.
Porque si se trata de inventar y descubrir aplaudamos a Samuel Colt que le debemos un juguete estupendo o a Torquemada algunos utensilios parecidos a la máquina de la verdad. Que Eisenstein hoy trabajaría para Coca Cola nadie lo duda y que “El acorazado Potemkin” aún siendo estupenda no deja de ser una película de trinchera y eso para cualquier libre pensador como yo, siempre molesta y mucho.
Nota: 7,3
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