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Al otro lado del viento

Drama La historia de un legendario director llamado J.J. "Jake" Hannaford, que regresa a Hollywood desde los años de semi-exilio en Europa, con planes para completar el trabajo en su propia película, también titulada "Al otro lado del viento" y volver al estrellato... Último largometraje de Orson Welles, terminado en 2018 por un equipo de profesionales siguiendo las anotaciones del realizador. (FILMAFFINITY)
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
19 de noviembre de 2019
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
198/04(05/11/19) Film de arte y ensayo, curioso experimento pretende homenajear a uno de los más grandes directores del Séptimo Arte, George Orson Welles. Filmada, coescrita, coproducida y coeditada por OW, estrenada en 2018 después de más de 40 años en desarrollo, el rodaje comenzó en 1970 en que OW pretendía ser su regreso a Hollywood, y se reanudó de vez en cuando hasta 1976, continuó trabajando intermitentemente en el proyecto hasta la década de 1980, pero se vio envuelto en complicaciones legales, financieras y políticas impidieron ser completado. Utilizó narrativa de película dentro de película que sigue el último día de la vida de un viejo director de cine de Hollywood (John Huston, en lo que puede verse como alter ego wellesiano, tanto que gran mayoría de diálogos con Huston los personajes los hacen sin él delante, es al propio OW al que interpelan) mientras organiza una fiesta de proyección para su último proyecto inacabado. Película filmada en estilo falso documental poco convencional con enfoque de corte rápido con imágenes en color y en blanco y negro. Además del montaje editado de diferentes estilos para la película principal, la película dentro de la película de Hannaford fue fotografiada en estilo diferente, a un ritmo más lento, como un pastiche de Antonioni. Fue concebido como sátira del fallecimiento de Hollywood clásico y de los cineastas de vanguardia de Europa y New Hollywood en la década de 1970. Cuando empezó a filmar, en gran medida financiado por el cuñado del Shah de Irán, no tenía guion. Había previsto completar el rodaje en ocho semanas; le llevó seis años de continuas reescrituras de escenas y cambios de reparto. Posteriormente, la Revolución Islámica, falta de dinero, sucesivas batallas legales y hasta el extravío de los negativos de la película contribuyeron a mantenerla inacabada durante décadas. Los resultados inéditos se llamarían "el Santo Grial del cine". Tras la muerte de OW en 1985, se la llamó la película más famosa que nunca se estrenó, alcanzado estatus de leyenda, se hicieron varios intentos de reconstruirla inacabada cual trabajo arqueológico. En 2014, los derechos fueron adquiridos por Royal Road y el proyecto fue supervisado por Bogdanovich y el productor Frank Marshall. Los productores Frank Marshall y Filip Jan Rymsza recaudaron fondos para unir y completar el trabajo de Welles, clasificando el editor ganador del Oscar Bob Murawski ("The Hurt Locker"), más de 100 horas de material de archivo que se almacenó en un almacén de París, se envolvió y se empaquetó en ocho paletas y se envió a las oficinas de Technicolor en Hollywood. Resultando una mezcolanza episódica de imágenes en b/n, mezcladas con color, tomadas en varios formatos: 35 milímetros, 16 milímetros y Super 8, con el puntaje jazzy de Michel Legrand. La película finalmente tuvo su estreno mundial en el 75 ° Festival Internacional de Cine de Venecia el 31 de agosto de 2018, y fue lanzada el 2 de noviembre de 2018 por Netflix para elogios críticos, acompañada del documental They'll Love Me When I'm Dead (2018).

Labor inclasificable, solo aceptable como oda a un cineasta único, un vanguardista incomprendido en su momento, una película coctel de secuencias dispersas, con cortes desordenados de cuasi de producir epilepsia, no apta a taquicárdicos por su edición entrecortada, donde los planos apenas duran unos segundos, mucho fuera de campo, mucha iluminación extraña, muchísima cámara en mano nerviosa, sumándose un aquelarre de estilos visuales (35 mm y 16 mm, en blanco y negro y color), multitud de personajes, trama complicada de seguir, conversaciones asimétricas en su mod de exponerse, todo muy fragmentario. Al final me queda la idea esbozada de lo que Welles quiso hacer, una sátira crepuscular sobre la grieta entre el viejo Hollywood y el Nuevo, ese tan influenciado por el cine que se hacía en Europa (Antonioni, Truffaut, Godard,…).

Orson Welles era un creador que gustaba sobre todo de iniciar ideas, de arrancar proyectos, pero muchos de ellos no los finalizó, este fue uno de ellos, al parecer solo faltaba editarlo. Welles siempre montaba todas sus películas, por lo que eran suyas al estrenarse, y esta “Al otro lado del viento” no tiene su visto bueno, por lo que decir que es su creación es mentir, es un bosquejo de lo que él quería hacer, todo el material que Welles rodó se puede ver antes de su montaje como el Gato de Schrödinger, y es que sus admiradores pueden imaginarse y tener grandes expectativas, cada uno con una idea diferente, pero al levantar la caja ya solo hay una visión, y esta no es la del mítico director, y es que Welles se sentiría profanado si levantara la cabeza, detestaba que jugaran con sus obras, que las manoseasen de modo comercial, podría verse como un sacrilegio, como esos anuncios que juegan con la imagen de James Dean o Marylin Monroe. Que me quieran decir que esto es lo que hubiera hecho Welles es una aberración, al morir apenas había completado 41 minutos de metraje final, no dejó ninguna instrucción sobre cómo ordenar los 1.000 rollos de celuloide que había llegado a acumular, sabido es que solía completar sus películas en la sala de montaje, y que no se fiaba de nadie, por lo que esto hay que verlo como un experimento en el que se da a conocer una pseudo historia sobre el ocaso de un director, que intenta recaudar fondos para terminar una película, película onírica-silente claramente embebida de sátira sobre el pedante cine de Antonioni.

John Huston confirmó que la película fue fotografiada en un estilo muy poco convencional: "Es a través de estas cámaras que se cuenta la historia. Los cambios de uno a otro (color, blanco y negro, imágenes fijas y en movimiento) dieron lugar a una deslumbrante variedad de efectos". Agregó que la fotografía principal fue altamente improvisada, y que el guión se cumplió de forma flexible. En un momento, Welles le dijo: "John, solo lee las líneas u olvídalas y di lo que quieras. La idea es lo único que importa".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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18 de noviembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película póstuma de Orson Welles adolece de innumerables imperfecciones, lo cual no debería resultar sorprendente, habida cuenta de que ha sido acabada más de tres décadas después de su muerte, lógica y cronológicamente sin el visto bueno del autor. Particularmente llamativo se antoja el encono con que la han saludado algunos de nuestros críticos a sueldo, pareciera que ignaros —a conciencia o no, me cuesta discernir qué será peor— del antedicho, ineludible, matiz.
De vuelta en Hollywood tras su largo exilio europeo, Welles esperaba que “The Other Side of the Wind” sustituyera a “Citizen Kane” (Ciudadano Kane, 1941) en la condición de su obra maestra, probablemente harto de que el rasero con que juzgar su cine continuase siendo una cinta que había rodado a los veintiséis años. Quién sabe lo que habría pasado de haber vivido el tiempo suficiente para rubricarla él mismo. El caso es que, en efecto, y sin dejar de lado los muchos atenuantes derivados de las atípicas circunstancias, este inconexo ajuste de cuentas metacinematográfico queda muy lejos no sólo de “Citizen Kane”, sino de otras maravillas suyas, tales que “The Lady from Shanghai” (La dama de Shanghai, 1947), “Touch of Evil” (Sed de mal, 1958) o “Falstaff - Chimes at Midnight” (Campanadas a medianoche, 1965).
No obstante, el talento de Welles se sobrepone a las zancadillas presupuestarias a que en vida hubo de hacer frente y a la discutible amalgama que de su material ha hecho el equipo contratado por Netflix. La genialidad lo trasciende todo, la incompetencia ajena e incluso la propia muerte. Buena prueba de ello es el ramillete de escenas —eso sí, contempladas de manera aislada, como en puridad nos las legara su director, cegadores fogonazos de feísmo— protagonizadas por John Huston, gigante derrotado, no sé si más hemingwaiano que wellesiano —con perdón de tanta cacofonía— o viceversa, en cualquier caso cuarteada encarnación de un cine y un “dasein” extintos y me temo que irrecuperables.
En cuanto a esa “película dentro de la película”, donde el insípido Bob Random y una turbadora Oja Kodar se dedican a jugar al gato y al ratón y a los médicos alternativamente, estoy de acuerdo con lo afirmado en el interesante documental “They´ll Love Me When I´m Dead” (Me amarán cuando esté muerto, 2018): es tan ardua y denodadamente nefasta que ha de tratarse, por fuerza, de una parodia del cine “atmosférico” de los sesenta, con Bergman y Antonioni a la cabeza, muy del gusto de los “connaisseurs” de entonces y aún de los de hoy.
Carorpar
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2 de diciembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acto seguido, alrededor de las 20:10, llegó el momento de ver la última película de una leyenda del cine que lleva décadas muerto, una película que finalmente se ha finalizado y editado por completo cuarenta años después de que se rodara: la película Al otro lado del viento, proyecto de Orson Welles (que una vez más vuelve a estar en el calendario cinéfilo aunque, paradójicamente, por una nueva película) finalizado gracias al apoyo de Netflix y que se proyectó fuera de concurso en el último Festival de Venecia. Tras años exiliado en Europa, el legendario director Hannaford (John Huston) vuelve a Hollywood. Prepara la finalización de la última película que allí rodó, Al otro lado del viento. Una película ambiciosa que le volverá a colocar en primera plana, pero para llevarla a puerto necesita apoyo. Un apoyo que procurará conseguir en una fiesta privada, en las que se codeará con gente como el exitoso realizador Otterlake (Peter Bogdanovich). Una película rodada hace décadas cuyo montaje ha sido finalmente llevado a cabo con la supervisión de un equipo creativo que ha seguido las directrices de Welles. Aunque él, por razones obvias, no se encuentra detrás de la película que ahora vemos, la esencia de su cine se siente. Al estilo de Fraude, tenemos otro ejercicio de metaficción, un ensayo visual tan fascinante como misterioso. Se compone de grabaciones de la fiesta al estilo de un reportaje, grabaciones del proceso de entrevista y preguntas de los periodistas a Hannaford y los fragmentos de la propia película de Hannaford, encontrando por así decirlo dos películas en una, cine que habla de cine y una que habla sobre como se construye la otra. La película de Hannaford, terror setentero italiano que es todo un pre-giallo, tiene una fuerza visual fascinante y es francamente perturbadora. El estilo de la película, de planos cortos y montaje frenético, atrapa al espectador y no le da respiro, en un producto refrescante en este momento por lo que difiere del estilo visual que se practica hoy en día. Y el guión nos mantiene inquietos en una lucha sagaz de constante requiebro que con ingenio nos sitúa en una lucha de egos carismática y pícara, de diálogo vivo y matizado discurso artístico. Bien es cierto que la película se pierde en sus propios excesos, con instantes crípticos y un desarrollo argumental que se atasca en su tercera parte, previa al desenlace. Con esto y con todo, una película desafiante que se mueve en unos parámetros alejados del resto, y que recomendamos a nuestros lectores que se enfrenten a ella. Lo mejor de la cosecha del ciclo.
Néstor Juez
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19 de septiembre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si atreverme a hacer una crítica sincera sobre esta película a dos niveles: su verdad y brillante capacidad técnica innovadora. Me temo que me van a acribillar, huelo las antorchas.

En 1970 Welles recibió su Óscar honorífico por toda su carrera, en parte por complejo de culpa por parte de la Academia de Hollywood de no haber dado más oportunidades al Genio del cine, en este contexto creyó que podría acabar este proyecto y venderlo pero otra vez no consiguió terminarlo y quedó fragmentado, a veces un poco incoherente aunque muchos vean en esto una virtud extra para el espectador "activo y comprometido".

Al final Netflix consiguió recomponer en una película medianamente coherente esta obra y estrenarla en 2018.

Metacine vanguardista artístico, autobiográfico dirigido para el público culto seguidor de Welles donde John Huston hace de alter ego de Welles. La película se hace demasiado larga y reincide en temas, además aunque es algo autocrítica podría serlo más, más sincera y menos victimista.

Orson Welles fue un director privilegiado que llegó con un contrato extraordinario en la industria de Hollywood que le daba la máxima libertad creativa por la productora RKO que no era de las grandes y estaba dirigida por "criterios artísticos", ,con técnicos de lo mejor, muy abiertos a sus nuevas ideas y muy jóvenes, tras dos películas y un documental que en su momento que no dieron beneficios (con total razón), se rescindió el contrato.

Creo que salvo la Dama de Shanghai y gracias al físico de su esposa y protagonista Rita Hayworth, Welles no consiguió un taquillazo que compensara a sus productores que eran los que invertían su dinero. Sin embargo, a la creación merecida de esta "leyenda negra", también se creo la leyenda de director artístico que no cedía ante productores mediocres artísticamente, que en realidad solo querían recuperar su dinero en beneficios de taquilla.

Pero también sus mentiras con el productor español Emiliano Piedra para conseguir dinero para filmar una película con falsas promesas de rodar otra (hasta que al final se arruinó), los contratos abusivos a actores y técnicos que trabajaban muy en precario para tener en su currículum el honor de haber trabajado con Welles, muchas filmaciones que se quedaron a la mitad de rodaje y por tanto con toda la inversión completamente perdida.

Recibía premios, y los productores (arruinados) se quedaban con los derechos de propiedad que empezaban a dar beneficios diez años después o más tarde, nada de eso se remarca, solo la enorme figura de Welles: el indiscutible Genio. Muchas de sus películas empezaron a dar beneficios muchos años después en reposiciones en televisión y cuando ya había una masa crítica de espectadores cultos y universitarios dispuestos a pagar para ver su cine.

La revolución que WELLES hubiese podido esperar llegó a finales de los años 60 y 70 con el nacimiento del cine independiente, las productoras pequeñas y el nuevo cine, pero eso ya cogió tarde a Welles. Sin embargo, su leyenda se había agigantado hasta tal punto que ya no era posible la más mínima autocrítica real.

Welles nunca quiso adaptarse del todo y "ceder artísticamente" a la necesidad de la industria de Hollywood de dar beneficios en taquilla, así que por lo menos nosotros podemos disfrutar con esta confesión fragmentaria de su trayectoria vital.
Alfonso Marlowe
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8 de noviembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me tome la obligación de ver este filme inconcluso de Welles finalizado por un grupo de cineastas, y en la plataforma de la que ahora forma parte de todo en cuanto industria cinematográfica Netflix.

El filme es una lluvia de ideas satirizando de alguna forma la industria del cine, es lo que intento este gran director y no pudo terminar por las censuras de la época, por ese motivo dejo sus escritos con partes del filme, que a mi manera de ver no esta mal concluido pero pienso que Welles en vida lo hubiera hecho mejor.
Javiji86
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