M, el vampiro de Düsseldorf
8.3
22,338
Thriller. Intriga
Un asesino de niñas tiene atemorizada a toda la ciudad de Berlín. La policía lo busca frenética y desesperadamente, deteniendo a cualquier persona mínimamente sospechosa. Por su parte, los jefes del hampa, furiosos por las redadas que están sufriendo por culpa del asesino, deciden buscarlo ellos mismos. (FILMAFFINITY)
17 de marzo de 2009
17 de marzo de 2009
58 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Había ya dirigido el vienés Fritz Lang algunos de sus filmes fundamentales (Doctor Mabuse, Los Nibelungos, Metrópolis) cuando la impresión que le causó la historia de Peter Kurten le impulsó a realizar su primera obra sonora, “M, el vampiro de Düsseldorf”.
La película la estructuró en tres partes. La primera nos presenta al asesino y sus perversos actos. La segunda es un paradójico conflicto entre las fuerzas del orden (criticadas por su ineficacia) y el hampa (delincuentes de los bajos fondos). Y la tercera refleja la desesperación del asesino y su interpretación moral de los hechos.
Ya desde las primeras escenas tanto el ritmo, como la narración, como el montaje son memorables. La estética incursión del sonido para la época, como la habilidad de Lang encuadrando la excelente fotografía en blanco y negro es para enmarcar. En cuanto a los actores, el actor eslovaco Peter Lorre realiza una inmejorable interpretación del asesino, más de un crítico la ha calificado como una de las mejores y más difíciles interpretaciones de la historia del séptimo arte. Secundarios como el jefe de policía, el líder del hampa, o los vagabundos cumplen con creces su papel. El contexto socio-político que refleja la película es una Alemania pre-nazi, con sus claras deficiencias económicas, vista desde el subjetivismo de las diferentes clases sociales.
Para los que conocíamos de antemano la verdadera y repulsiva historia de Peter Kurten, en la que se basa el director, puede que a algunos nos guste más o menos la libre interpretación de la realidad realizada por Fritz Lang en su película. Pero lo que hay que reconocer es que, fue una precursora sobretodo a nivel de interpretación de un perfil psicológico y moral de un asesino en serie. El director consigue mostrarnos el completo retrato del asesino, no como un ente ajeno a la sociedad, sino como un producto más surgido de ella. Por otro lado esta cinta también es considerada como la pionera fundamental del mejor cine negro en su etapa clásica.
“M, el vampiro de Düsseldorf” estuvo cerca de ser prohibida en Alemania por la sutil crítica de Lang hacia el nazismo apunto de despuntar como poder político. Los nazis se pueden ver claramente identificados en los jefes del hampa por sus formas de vestir, la persecución de sus propios intereses, la sospechosa aplicación de la justicia…
Como curiosidad añadir que, el memorable y escalofriante silbido del asesino fue doblado por el propio Lang, dadas las dificultades del protagonista para realizarlo.
"M"agnífica obra que madura con el paso del tiempo sin perder nunca su esencia.
La película la estructuró en tres partes. La primera nos presenta al asesino y sus perversos actos. La segunda es un paradójico conflicto entre las fuerzas del orden (criticadas por su ineficacia) y el hampa (delincuentes de los bajos fondos). Y la tercera refleja la desesperación del asesino y su interpretación moral de los hechos.
Ya desde las primeras escenas tanto el ritmo, como la narración, como el montaje son memorables. La estética incursión del sonido para la época, como la habilidad de Lang encuadrando la excelente fotografía en blanco y negro es para enmarcar. En cuanto a los actores, el actor eslovaco Peter Lorre realiza una inmejorable interpretación del asesino, más de un crítico la ha calificado como una de las mejores y más difíciles interpretaciones de la historia del séptimo arte. Secundarios como el jefe de policía, el líder del hampa, o los vagabundos cumplen con creces su papel. El contexto socio-político que refleja la película es una Alemania pre-nazi, con sus claras deficiencias económicas, vista desde el subjetivismo de las diferentes clases sociales.
Para los que conocíamos de antemano la verdadera y repulsiva historia de Peter Kurten, en la que se basa el director, puede que a algunos nos guste más o menos la libre interpretación de la realidad realizada por Fritz Lang en su película. Pero lo que hay que reconocer es que, fue una precursora sobretodo a nivel de interpretación de un perfil psicológico y moral de un asesino en serie. El director consigue mostrarnos el completo retrato del asesino, no como un ente ajeno a la sociedad, sino como un producto más surgido de ella. Por otro lado esta cinta también es considerada como la pionera fundamental del mejor cine negro en su etapa clásica.
“M, el vampiro de Düsseldorf” estuvo cerca de ser prohibida en Alemania por la sutil crítica de Lang hacia el nazismo apunto de despuntar como poder político. Los nazis se pueden ver claramente identificados en los jefes del hampa por sus formas de vestir, la persecución de sus propios intereses, la sospechosa aplicación de la justicia…
Como curiosidad añadir que, el memorable y escalofriante silbido del asesino fue doblado por el propio Lang, dadas las dificultades del protagonista para realizarlo.
"M"agnífica obra que madura con el paso del tiempo sin perder nunca su esencia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La grandiosidad de esta película llega a su punto álgido durante el juicio final del asesino, en el que Lang lo presenta como una víctima de una sociedad corrompida, que esta siendo juzgado por delincuentes. Este contraste nos hace reflexionar, dentro del mundillo sórdido del crimen, sobre quiénes son víctimas inocentes, y quiénes en menor o mayor medida culpables de sus actos.
Como ya he dicho antes, Fritz Lang interpretó el caso real del a asesino muy a su manera. Me explicó, la sádica biografía del verdadero asesino, Peter Kurten, no tiene ni punto de comparación con la sutil representación del “psicópata arrepentido” mostrada por Lang.
Hay que tener en cuenta que “M, el vampiro de Düsseldorf” se estrenó meses antes del juicio del verdadero asesino, en plena conmoción colectiva por la sádica ola de crímenes ocurridos recientemente. Por esto, Fritz Lang tuvo libertad absoluta a la hora de interpretar un final alternativo a su gusto.
El auténtico desenlace de la crónica se dio en 1932, Peter Kurten fue condenado a nueve penas de muerte. Estas fueron sus sobrecogedoras últimas palabras antes de su ejecución: “¿Cree usted que cuando me hayan cortado la cabeza, podré oír el sonido de mi sangre brotando del muñón?” Es evidente lo arrepentido que estaba el protagonista de sus hazañas…
Como ya he dicho antes, Fritz Lang interpretó el caso real del a asesino muy a su manera. Me explicó, la sádica biografía del verdadero asesino, Peter Kurten, no tiene ni punto de comparación con la sutil representación del “psicópata arrepentido” mostrada por Lang.
Hay que tener en cuenta que “M, el vampiro de Düsseldorf” se estrenó meses antes del juicio del verdadero asesino, en plena conmoción colectiva por la sádica ola de crímenes ocurridos recientemente. Por esto, Fritz Lang tuvo libertad absoluta a la hora de interpretar un final alternativo a su gusto.
El auténtico desenlace de la crónica se dio en 1932, Peter Kurten fue condenado a nueve penas de muerte. Estas fueron sus sobrecogedoras últimas palabras antes de su ejecución: “¿Cree usted que cuando me hayan cortado la cabeza, podré oír el sonido de mi sangre brotando del muñón?” Es evidente lo arrepentido que estaba el protagonista de sus hazañas…
6 de septiembre de 2009
6 de septiembre de 2009
53 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran clásico de la historia del cine, realizado por Fritz Lang (1890-1976). El guión, de Thea von Harbou y Fritz Lang, se inspira en un artículo periodístico de Egon Jacobson, referido a hechos reales de la vida del criminal Peter Kürten, activo en los años 20 del siglo pasado. Se rueda en Staaken (Spandau, Berlin). Producido por Seymour Nebenzahl para Nero Film AG, se estrena el 11-V-1931 (Berlin).
La acción dramática tiene lugar en Düsseldorf (Alemania) en 1929-30, a lo largo de 8 meses. El film suma crimen, cine negro, policiaco y thriller. Es la primera cinta sonora de Lang, lo que le lleva a abreviar los diálogos y a rodar las imágenes a la manera del cine mudo. La brevedad de los diálogos singulariza a la obra frente a la exagerada extensión del uso de la palabra que caracterizaba a los primeras producciones sonoras. Lang desea evitar las distracciones y el aburrimiento del público. Por otro lado, las técnicas del cine mudo le permiten contar con el potencial de sugerencias, sutilezas e insinuaciones de la narración visual. Con todo, la actitud del realizador se muestra abierta a las innovaciones, tanto temáticas como estilísticas.
El film es una de las primeras obras importantes que tratan un tema propio de cine negro, que analiza el comportamiento de un asesino en serie y que explora el comportamiento de la policía desde una perspectiva moderna: estudio de huellas dactilares y análisis caligráficos, de reciente implantación. Por lo demás, es una obra pionera en el uso de la voz fuera de campo, en situar los asesinatos fuera de pantalla por medio de símbolos inequívocos. Juega con la procedencia de la voz que se oye (narrador o cliente de un bar que lee el periódico en voz alta) e incluso con los puntos de vista: la cámara se mueve por las calles adoptando distintos puntos de vista, alguno tan sorprendente como el de una rata.
Refleja con maestría, economía de medios e imaginación, el terrible ambiente de ansiedad, paranoia, obsesión y desconfianza que se ha apoderado de los ciudadanos. Dibuja una ciudad poseída por la angustia, el descontrol emocional, el miedo y sentimientos demoledores de peligro, inseguridad y vulnerabilidad, que eran los que vivía Alemania en aquellos momentos, poco antes de que Hitler fuera designado canciller de la República de Weimar. Añade referencias al estado de precariedad económica y pobreza del país, mediante escenas breves como la que muestra en el bar, en primer plano, salsas descompuestas, queso podrido, colillas exageradamente apuradas, etc.
Combina con inusual eficacia elementos contrapuestos y contradictorios. Suma en paralelo las sesiones de los gabinetes de crisis de la policía, presididos por un ministro(Stein) y de los jefes del hampa, humor y horror, falsa justicia privada y justicia institucional pública, respeto a la ley y afanes de linchamiento, la existencia de un mundo superior visible y de un mundo subterráneo, etc.
La acción dramática tiene lugar en Düsseldorf (Alemania) en 1929-30, a lo largo de 8 meses. El film suma crimen, cine negro, policiaco y thriller. Es la primera cinta sonora de Lang, lo que le lleva a abreviar los diálogos y a rodar las imágenes a la manera del cine mudo. La brevedad de los diálogos singulariza a la obra frente a la exagerada extensión del uso de la palabra que caracterizaba a los primeras producciones sonoras. Lang desea evitar las distracciones y el aburrimiento del público. Por otro lado, las técnicas del cine mudo le permiten contar con el potencial de sugerencias, sutilezas e insinuaciones de la narración visual. Con todo, la actitud del realizador se muestra abierta a las innovaciones, tanto temáticas como estilísticas.
El film es una de las primeras obras importantes que tratan un tema propio de cine negro, que analiza el comportamiento de un asesino en serie y que explora el comportamiento de la policía desde una perspectiva moderna: estudio de huellas dactilares y análisis caligráficos, de reciente implantación. Por lo demás, es una obra pionera en el uso de la voz fuera de campo, en situar los asesinatos fuera de pantalla por medio de símbolos inequívocos. Juega con la procedencia de la voz que se oye (narrador o cliente de un bar que lee el periódico en voz alta) e incluso con los puntos de vista: la cámara se mueve por las calles adoptando distintos puntos de vista, alguno tan sorprendente como el de una rata.
Refleja con maestría, economía de medios e imaginación, el terrible ambiente de ansiedad, paranoia, obsesión y desconfianza que se ha apoderado de los ciudadanos. Dibuja una ciudad poseída por la angustia, el descontrol emocional, el miedo y sentimientos demoledores de peligro, inseguridad y vulnerabilidad, que eran los que vivía Alemania en aquellos momentos, poco antes de que Hitler fuera designado canciller de la República de Weimar. Añade referencias al estado de precariedad económica y pobreza del país, mediante escenas breves como la que muestra en el bar, en primer plano, salsas descompuestas, queso podrido, colillas exageradamente apuradas, etc.
Combina con inusual eficacia elementos contrapuestos y contradictorios. Suma en paralelo las sesiones de los gabinetes de crisis de la policía, presididos por un ministro(Stein) y de los jefes del hampa, humor y horror, falsa justicia privada y justicia institucional pública, respeto a la ley y afanes de linchamiento, la existencia de un mundo superior visible y de un mundo subterráneo, etc.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
(Los spoilers se han situado hacia el final del presente espacio).
Lang se manifiesta a favor del orden constitucional, el imperio de la ley, la inviolabilidad de la libertad humana, el derecho de todo ser humano a un juicio justo y con garantías, etc. Condena el fanatismo, la búsqueda de víctimas propiciatorias, la ocupación del poder por los violentos e intransigentes, etc. La película, que había contado con un notable éxito de taquilla y crítica, fue prohibida en Alemania en 1934, poco después de la salida de Lang del país y de su separación matrimonial de Thea von Harbou (1933). La interpretación de Peter Lorre, de 26 años, es magistral.
La banda sonora consta de un solo tema, “En la gruta del rey de las mentiras”, de “Peer Gynt”, de Grieg. Convertido en motivo simbólico, lo silba Hans cuando proyecta un nuevo crimen, del que se convierte en anuncio. La condición de secuencia melódica repetitiva ( o leitmotiv) del corte de referencia es otra de las innovaciones del film. Por lo demás, el leitmotiv del film se convierte en un elemento de importancia muy especial en el desarrollo de la acción. La fotografía, de Fritz Arno Wagner (“El testamento del Dr. Mabuse”, 1933), presenta los rostros de los facinerosos como caricaturas deformes, retorcidas y escalofriantes. Construye travellings descriptivos de gran fuerza, realiza tomas largas, ofrece planos cenitales (hueco de la escalera de la Sra. Beckmann) y compone elegantes secuencias de generoso minutaje.
Spoiler
Hans Beckert (Lorre), soltero, solitario, de unos 45 años, aparentemente tranquilo, vive como huésped en la casa particular de Elisabeth Winkler (Valetti). Es un infanticida que aborda y seduce a las víctimas con golosinas y obsequios. Tiene por costumbre llevarlas fuera de la ciudad, donde hace desaparecer sus restos y pertenencias, por lo que la policía carece de pistas. Sospechando que se trata de un psicópata dado de alta en los últimos años, la policía selecciona más de 25.000 fichas de sospechosos, a los que investiga. Incrementa la vigilancia callejera, las redadas y las detenciones. La organización criminal Ring, que domina los bajos fondos de la ciudad, se inquieta porque las redadas frecuentes de la policía y su mayor presencia en la calle perjudican sus negocios. Deciden intervenir por su cuenta en la identificación y detención del asesino. Elaboran un plan de acción que ocupa a sus miembros y a los mendigos de la ciudad.
Bibliografía
- Eckard PABST, “M, el vampiro de Dusseldorf”, ‘El cine de los 30 (Jürgen Müller)’, págs. 68-75, Taschen ed., Colonia (Alemania), 2006.
- Rafael MIRET, “M, el vampiro de Düsseldorf”, ‘Drigido por’, nº 335, junio 2004.
- Roger EBERT, “M, el vampiro de Dusseldorf”, ‘Las grandes películas’, V. 1, págs. 252-255, Robinbook ed., Barcelona 2003.
Lang se manifiesta a favor del orden constitucional, el imperio de la ley, la inviolabilidad de la libertad humana, el derecho de todo ser humano a un juicio justo y con garantías, etc. Condena el fanatismo, la búsqueda de víctimas propiciatorias, la ocupación del poder por los violentos e intransigentes, etc. La película, que había contado con un notable éxito de taquilla y crítica, fue prohibida en Alemania en 1934, poco después de la salida de Lang del país y de su separación matrimonial de Thea von Harbou (1933). La interpretación de Peter Lorre, de 26 años, es magistral.
La banda sonora consta de un solo tema, “En la gruta del rey de las mentiras”, de “Peer Gynt”, de Grieg. Convertido en motivo simbólico, lo silba Hans cuando proyecta un nuevo crimen, del que se convierte en anuncio. La condición de secuencia melódica repetitiva ( o leitmotiv) del corte de referencia es otra de las innovaciones del film. Por lo demás, el leitmotiv del film se convierte en un elemento de importancia muy especial en el desarrollo de la acción. La fotografía, de Fritz Arno Wagner (“El testamento del Dr. Mabuse”, 1933), presenta los rostros de los facinerosos como caricaturas deformes, retorcidas y escalofriantes. Construye travellings descriptivos de gran fuerza, realiza tomas largas, ofrece planos cenitales (hueco de la escalera de la Sra. Beckmann) y compone elegantes secuencias de generoso minutaje.
Spoiler
Hans Beckert (Lorre), soltero, solitario, de unos 45 años, aparentemente tranquilo, vive como huésped en la casa particular de Elisabeth Winkler (Valetti). Es un infanticida que aborda y seduce a las víctimas con golosinas y obsequios. Tiene por costumbre llevarlas fuera de la ciudad, donde hace desaparecer sus restos y pertenencias, por lo que la policía carece de pistas. Sospechando que se trata de un psicópata dado de alta en los últimos años, la policía selecciona más de 25.000 fichas de sospechosos, a los que investiga. Incrementa la vigilancia callejera, las redadas y las detenciones. La organización criminal Ring, que domina los bajos fondos de la ciudad, se inquieta porque las redadas frecuentes de la policía y su mayor presencia en la calle perjudican sus negocios. Deciden intervenir por su cuenta en la identificación y detención del asesino. Elaboran un plan de acción que ocupa a sus miembros y a los mendigos de la ciudad.
Bibliografía
- Eckard PABST, “M, el vampiro de Dusseldorf”, ‘El cine de los 30 (Jürgen Müller)’, págs. 68-75, Taschen ed., Colonia (Alemania), 2006.
- Rafael MIRET, “M, el vampiro de Düsseldorf”, ‘Drigido por’, nº 335, junio 2004.
- Roger EBERT, “M, el vampiro de Dusseldorf”, ‘Las grandes películas’, V. 1, págs. 252-255, Robinbook ed., Barcelona 2003.
17 de mayo de 2005
17 de mayo de 2005
53 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hablar de una película mítica de por sí siempre es difícil. Aquí está el maestro Lang que viene a explicarnos como se filma y se monta una película en el año 31. Y es que probablemente el hecho que más llama la atención a los espectadores que se acercan hoy a esta obra maestra es su total actualidad formal. No sólo se conserva estupendamente sino que parece mentira que sea del año 31. Tanto el ritmo, como la narración, como el montaje de esta película no tienen nada que envidarle a cualquier thriler moderno (moderno en años quiero decir), más bien deberían aprender un poquito. Sus avances en cuanto al sonido son memorables y la habilidad de Lang encuadrando o sacándole todo el jugo posible (junto a Arno-Wagner) de la fotografía en blanco y negro, es para arrodillarse. Especialmente memorables son la gran secuencia de apertura (todo un prodigio de montaje macabro) y la comparación que se establece entre policías y ladrones.
La primera película donde aparece un asesino en serie, y lejos de quedarse en la mera colección morbosa de asesinatos es una profunda reflexión acerca de una sociedad (la alemana) descompuesta por la guerra, la inestabilidad económica , el paro y la delincuencia, que estaba gestando en ese momento lo que el mundo conoció como Nazismo. Sorprendente es la capacidad visionaria de Lang que culminó con la no menos extraordinaria “El testamento del doctor Mabuse”, premonición varios años antes de las fatales consecuencias del Nazismo que le valió a Lang un Billete de “huida de Alemania”.
La primera película donde aparece un asesino en serie, y lejos de quedarse en la mera colección morbosa de asesinatos es una profunda reflexión acerca de una sociedad (la alemana) descompuesta por la guerra, la inestabilidad económica , el paro y la delincuencia, que estaba gestando en ese momento lo que el mundo conoció como Nazismo. Sorprendente es la capacidad visionaria de Lang que culminó con la no menos extraordinaria “El testamento del doctor Mabuse”, premonición varios años antes de las fatales consecuencias del Nazismo que le valió a Lang un Billete de “huida de Alemania”.
10 de noviembre de 2009
10 de noviembre de 2009
63 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por partes:
- El inicio es magistral. Interesante, inquietante. Las escenas se desarrollan con un ritmo ágil y atractivo. Buen arranque.
- El desarrollo es pesadito. Las secuencias se convierten en largísimas parrafadas, escenas de despacho, en ocasiones Lang compone planos horrorosos (ese plano picado de la entrepierna del comisario que está despatarrado en una silla, es la cosa más fea que recuerdo en el cine clásico), una constante y pueril burla a la policía ("arriba las manos", "pero no ve que estoy trepando por una cuerda, si alzo las manos me caigo"). No sé, me resulta más aburrida que otra cosa.
- El final vuelve al nivel del principio. Pero más que nada por lo interesante del debate. Da lástima, indignación... no sé que da, mal rollo, descubrir que hoy en día estamos exactamente igual que hace casi un siglo. La justicia sigue ciega, e injusta.
Mención especial a las espasmódicas interpretaciones, más cercanas a la patochada que a la interpretación. Lorre tiene la suerte (más bien la desgracia) de contar con esa jeta natural, lo que le sienta bien a su personaje, pero nada más. Su interpretación es igual de pantomimesca que las de los demás.
Hay gente para la cual comentar que ha visto una peli alemana del año 31 le hace el culo más pequeño y los ojos más grandes. Si pasas por el trámite de verla, te suben los megachulis a un nivel inusitado, y tienes que decir que es lo más obra maéstrico que has visto en tu vida. M de mentira. La narración es, por momentos, torpe y la película queda, en conjunto, aburrida (en mi sincera opinión... claro está)
- El inicio es magistral. Interesante, inquietante. Las escenas se desarrollan con un ritmo ágil y atractivo. Buen arranque.
- El desarrollo es pesadito. Las secuencias se convierten en largísimas parrafadas, escenas de despacho, en ocasiones Lang compone planos horrorosos (ese plano picado de la entrepierna del comisario que está despatarrado en una silla, es la cosa más fea que recuerdo en el cine clásico), una constante y pueril burla a la policía ("arriba las manos", "pero no ve que estoy trepando por una cuerda, si alzo las manos me caigo"). No sé, me resulta más aburrida que otra cosa.
- El final vuelve al nivel del principio. Pero más que nada por lo interesante del debate. Da lástima, indignación... no sé que da, mal rollo, descubrir que hoy en día estamos exactamente igual que hace casi un siglo. La justicia sigue ciega, e injusta.
Mención especial a las espasmódicas interpretaciones, más cercanas a la patochada que a la interpretación. Lorre tiene la suerte (más bien la desgracia) de contar con esa jeta natural, lo que le sienta bien a su personaje, pero nada más. Su interpretación es igual de pantomimesca que las de los demás.
Hay gente para la cual comentar que ha visto una peli alemana del año 31 le hace el culo más pequeño y los ojos más grandes. Si pasas por el trámite de verla, te suben los megachulis a un nivel inusitado, y tienes que decir que es lo más obra maéstrico que has visto en tu vida. M de mentira. La narración es, por momentos, torpe y la película queda, en conjunto, aburrida (en mi sincera opinión... claro está)
15 de noviembre de 2008
15 de noviembre de 2008
33 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando David Fincher rodó Se7en difícilmente podría imaginar que su película supondría no sólo el rescate de un género que había caído en las catacumbas de la serie z, sino que abriría camino a una serie de thrillers policíacos cada vez más truculentos y anodinos cuya plasmación visual no dejaría de ser un mero ejercicio de imitación y cuya motivación final no sería otra que la puramente recaudatoria. Precisamente el mismo Fincher daría un significativo portazo a lo que había iniciado con Zodiac, una película más interesada en los aspectos propios de la investigación criminal y la influencia psicológica del criminal en la cotidianidad que en mostrar los crímenes propiamente dichos.
El valor de Lang reside en que fue el primero, el gran precursor, no sólo en realizar una película sobre un psicópata, sino en mostrarse interesado en las complejidades de su personalidad y retratarlo, no como un ente ajeno al cuerpo social, sino como un producto más surgido de el.
Ya en su primera secuencia, Lang nos muestra lo que realmente le interesa consiguiendo crear tensión con elementos tan sencillos como el eco de una voz en una escalera vacía o continuas elipsis temporales en forma de reloj de cuco que marca el inevitable destino de la niña raptada. Finalmente concluye con una sucesión de planos cortos donde el simbolismo de un plato vacío, una pelota en un descampado y un globo entre hilos eléctricos son capaces de generar una mayor desazón que una imagen más explícita.
Todo ello sirve como mera introducción al mundo decadente de la Alemania pre-nazi. Un mundo reflejado a través de la paranoia popular ante la invisibilidad del asesino y el fracaso contínuo de la autoridad policial por hallarlo. Aunque ello nos podría remitir hacia un cierto desencanto ante el estado no es menos cierto que no se duda en mostrar los esfuerzos policiales en la identificación y captura del criminal. Así se obvia el discurso clásico narrativo y se pasa a un inteligente uso de la voz en off, mientras se nos muestra visualmente todo el operativo puesto en marcha. Lo interesante es que no se limita a una mera descripción sino que hay insertos que nos remiten a una modernidad que adoptan en la actualidad series como C.S.I.
Tambien se añade una trama paralela que conforma otra de las novedades que rompen el esquema clásico del cine de la época: la búsqueda del asesino por parte de las asociaciones criminales. Algo que evidentemente puede ser sorprendente pero que en absoluto es gratuito, en tanto que establece una relación metafórica con su visión del ascenso del nazismo, ya que los criminales o el sindicato, como ellos mismos se llaman, aparentan poner de relieve el fracaso del estado y como servicio sirven al pueblo en la búsqueda de mayor seguridad, cuando en realidad están sirviendo sus propios intereses delictivos. (sigue en spoiler)
El valor de Lang reside en que fue el primero, el gran precursor, no sólo en realizar una película sobre un psicópata, sino en mostrarse interesado en las complejidades de su personalidad y retratarlo, no como un ente ajeno al cuerpo social, sino como un producto más surgido de el.
Ya en su primera secuencia, Lang nos muestra lo que realmente le interesa consiguiendo crear tensión con elementos tan sencillos como el eco de una voz en una escalera vacía o continuas elipsis temporales en forma de reloj de cuco que marca el inevitable destino de la niña raptada. Finalmente concluye con una sucesión de planos cortos donde el simbolismo de un plato vacío, una pelota en un descampado y un globo entre hilos eléctricos son capaces de generar una mayor desazón que una imagen más explícita.
Todo ello sirve como mera introducción al mundo decadente de la Alemania pre-nazi. Un mundo reflejado a través de la paranoia popular ante la invisibilidad del asesino y el fracaso contínuo de la autoridad policial por hallarlo. Aunque ello nos podría remitir hacia un cierto desencanto ante el estado no es menos cierto que no se duda en mostrar los esfuerzos policiales en la identificación y captura del criminal. Así se obvia el discurso clásico narrativo y se pasa a un inteligente uso de la voz en off, mientras se nos muestra visualmente todo el operativo puesto en marcha. Lo interesante es que no se limita a una mera descripción sino que hay insertos que nos remiten a una modernidad que adoptan en la actualidad series como C.S.I.
Tambien se añade una trama paralela que conforma otra de las novedades que rompen el esquema clásico del cine de la época: la búsqueda del asesino por parte de las asociaciones criminales. Algo que evidentemente puede ser sorprendente pero que en absoluto es gratuito, en tanto que establece una relación metafórica con su visión del ascenso del nazismo, ya que los criminales o el sindicato, como ellos mismos se llaman, aparentan poner de relieve el fracaso del estado y como servicio sirven al pueblo en la búsqueda de mayor seguridad, cuando en realidad están sirviendo sus propios intereses delictivos. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Aspecto este que queda claro, en el montaje paralelo, donde se muestran las intenciones de cada grupo. Por un lado la policía se muestra en un debate participativo, cuyas ideas se antojan insuficientes, cuando no inútiles, pero siempre bajo el amparo de la legalidad. Mientras los criminales se presentan en una reunión clandestina que remite a las primeras reuniones del NSDAP y cuyos miembros aparecen como muñecos sin voz ni voto y cuyas propuestas son ridiculizadas por el único autorizado a trazar un plan, un líder caracterizado con un abrigo de cuero ajustado y un bastón de mando, que recuerda inevitablemente al vestuario y la fusta de madera del Hitler de esa época. Un esquema de funcionamiento y una línea de acción que deja bien claro cual es el auténtico propósito de tal acción, evitar que el despliegue policial interfiera en sus actividades y ya de paso presentarse como genuinos defensores del pueblo.
Intencionadamente se deja hasta este punto al asesino fuera de campo. Esto obedece a la minuciosidad del director por ofrecer una panorámica global, sin dejar que los actos del criminal distraigan al espectador. Además deja espacio libre para que la cámara no deje interpretaciones a la personalidad del psicópata, y que prepara el terreno para que sea el mismo quién nos cuente lo que es, sus motivaciones, en una cuidada escena final.
Es justamente en esta escena donde el director pone los temas sumergidos durante el metraje en primer plano. ¿Es un psicópata un enfermo o un criminal? ¿Necesita un doctor o un verdugo? ¿Tiene el pueblo derecho a actuar por su cuenta cuándo la ley falla? Pero lo más relevante sea que mediante la puesta en escena, Lang se posiciona más allá de un discurso moralista o didáctico. No hay más que observar donde se desarrolla la acción. Un marco oscuro, tenebroso, con preferencia por las líneas curvas y donde la gran masa humana se configura como un triángulo, donde al fondo no son más que sombras, y a medida que la cámara avanza nos va mostrando caras grotescas, hasta llegar al único nítidamente definido, el líder de los criminales ejerciendo de fiscal supremo. Una manera de dar a entender que asistimos a una farsa, más pendiente de dar gloria al acusador y satisfacer el ansia de sangre popular que de ejercer justicia. En contraposición, en el juicio real hallamos una composición de líneas rectas, un tribunal ordenado y una luz de fondo que marca claramente que es el imperio de la ley lo que debe prevalecer.
Más allá de la eterna polémica sobre la ideología de M. Fritz Lang ofrece su visión de la Alemania de la época, y frente a los retos que adivina en el futuro, deja las opciones totalmente abiertas, otorgando al espectador material para la reflexión y huyendo de la vía fácil del dedo acusador moralizante. ¿Película nazi o anti-nazi? ¿Ideológica o social? ¿Pesimista o esperanzada? Precisamente por todas las preguntas que permite desarrollar su visionado el calificativo más oportuno sería inteligente.
Intencionadamente se deja hasta este punto al asesino fuera de campo. Esto obedece a la minuciosidad del director por ofrecer una panorámica global, sin dejar que los actos del criminal distraigan al espectador. Además deja espacio libre para que la cámara no deje interpretaciones a la personalidad del psicópata, y que prepara el terreno para que sea el mismo quién nos cuente lo que es, sus motivaciones, en una cuidada escena final.
Es justamente en esta escena donde el director pone los temas sumergidos durante el metraje en primer plano. ¿Es un psicópata un enfermo o un criminal? ¿Necesita un doctor o un verdugo? ¿Tiene el pueblo derecho a actuar por su cuenta cuándo la ley falla? Pero lo más relevante sea que mediante la puesta en escena, Lang se posiciona más allá de un discurso moralista o didáctico. No hay más que observar donde se desarrolla la acción. Un marco oscuro, tenebroso, con preferencia por las líneas curvas y donde la gran masa humana se configura como un triángulo, donde al fondo no son más que sombras, y a medida que la cámara avanza nos va mostrando caras grotescas, hasta llegar al único nítidamente definido, el líder de los criminales ejerciendo de fiscal supremo. Una manera de dar a entender que asistimos a una farsa, más pendiente de dar gloria al acusador y satisfacer el ansia de sangre popular que de ejercer justicia. En contraposición, en el juicio real hallamos una composición de líneas rectas, un tribunal ordenado y una luz de fondo que marca claramente que es el imperio de la ley lo que debe prevalecer.
Más allá de la eterna polémica sobre la ideología de M. Fritz Lang ofrece su visión de la Alemania de la época, y frente a los retos que adivina en el futuro, deja las opciones totalmente abiertas, otorgando al espectador material para la reflexión y huyendo de la vía fácil del dedo acusador moralizante. ¿Película nazi o anti-nazi? ¿Ideológica o social? ¿Pesimista o esperanzada? Precisamente por todas las preguntas que permite desarrollar su visionado el calificativo más oportuno sería inteligente.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here