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La buena vida

Drama. Comedia Narra cuatro historias urbanas del Santiago de Chile de nuestros días. Año 2008. Teresa, Edmundo, Mario y Patricia son cuatro habitantes de Santiago cuyas vidas se entrecruzan en medio de bocinazos, frenadas y alarmas de autos, pero que difícilmente llegan a tocarse. Sumidos en la vorágine urbana, cada uno de ellos persigue su sueño: Teresa (Aline Kupenheim) una psicóloga que busca salvar vidas, Edmundo (Roberto Farías) un peluquero que ... [+]
Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
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8
22 de octubre de 2014 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vara había quedado muy alta. “Machuca” (2004), sin ser perfecta, dio que hablar en Chile y dio la vuelta al mundo por su poderoso contenido, confirmando el talento del director. Por lo mismo es que “La Buena Vida”, quinto largometraje de Andrés Wood, no podía ser menos. Cuatro historias de vida suceden en la selva de cemento de Santiago. Teresa (Aline Kuppenheim) es una psicóloga, dedicada a tratar trabajadoras sexuales, separada y madre de Paula (Manuela Martelli), de 15 años y embarazada; Edmundo (Roberto Farías), peluquero que vive junto a su insoportable madre, sólo desea vivir en paz y dejar en buenas manos los restos de su fallecido padre; Patricia (Paula Sotelo) vagabundea por las calles intentando sobrevivir por su hijo recién nacido; y Mario (Eduardo Paxeco), llega a la Escuela de Carabineros con la única intención de ser parte de la filarmónica.

Siguiendo la línea de “Amores Perros” y basado en hechos reales, las cuatro vidas se cruzan temporalmente -no así en el argumento en donde sólo se rozan- en una ciudad perdida, llena de rostros e imágenes, atestados de problemas tan reales como insostenibles. Entre el caos del diario vivir y el mundanal ruido, Edmundo día a día viaja en micro a su peluquería con un peso que no logra sobrellevar y un crédito que nadie le quiere otorgar. Teresa hace lo imposible por llevarse bien con su hija y soportar al padre, cesante y miserable, pero que probablemente aún ama. Mario, educado y dueño de un gran talento, termina convirtiéndose en Carabinero sólo por amar la música y a su clarinete. Y Paula, discriminada y portadora de VIH, patea piedras por las calles sin un peso en los bolsillos ni un centavo de esperanza en su corazón. Cuatro realidades de nuestro país, plasmadas con tino, sobriedad e irremediables desenlaces. Heridas que probablemente nunca terminen por cicatrizar.

Al igual que las numerosas cintas nacionales cuyo estreno estaba planeado para estos meses, (“Tony Manero”, “199 Recetas para ser Feliz”) debió ver retrasado su lanzamiento por culpa de la gran cantidad de superproducciones que inundaron la cartelera estas últimas 4 semanas, lo que mermó en cierto grado la promoción que esta cinta podría haber logrado. Pero a pesar de ello, tenemos uno de los trabajos más conmovedores que haya sacado la industria nacional, viniendo a elevar el nivel de las últimas producciones chilenas, y nada menos que con Kuppenheim, Farías y Martelli, que se roban la pantalla. Tres estereotipos que vemos en nuestra población, trabajo, escuelas e, incluso, en los noticiarios. Alfredo Castro llena la pantalla a pesar de su secundario papel y sus escasas apariciones, y la eterna Bélgica Castro está intratable como la madre de Edmundo, su único hijo. Imposible no vernos reflejados.

Injusticia, maltrato, negligencias, abuso, dignidad, piedad, resignación y aceptación son algunos epítetos con que este drama real termina por calarse tan hondo en el dolor que muchas veces nos complace y no logramos (o no queremos) yuxtaponer sobre el fondo, haciéndonos sentir miserables y hasta auto detestables.

Musicalizada por orfeones y sentidas partituras, (incluyendo el tema central a cargo del joven músico nacional independiente Chinoy) y con una fotografía muy particular ya característica en las cintas de Wood, “La Buena Vida” es un retrato a la medida de una realidad desesperanzadora, la misma que vemos en el noticiario de las 10 o en “Mea Culpa”, de la que muchas veces arrancamos y preferimos cruzar por enfrente. El reflejo de nuestra rutinaria y exasperante identidad, acostumbrada a tapar el sol con un dedo, aún incluso, cuando está lloviendo… detrás del vidrio, ventana cerrada y sucia por dentro, tal como el cuadro que cierra la cinta, y entierra el dolor.

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www,elotrocine.cl
7
6 de abril de 2009 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ganadora del último Goya a la mejor peli hispanoamericana, esta obra de Andrés Wood (Historias del fútbol, La fiebre del loco o Machuca), uno de los tres cineastas chilenos más conocidos, junto a Miguel Littin (cuyo hijo firma la fotografía en ésta) y Silvio Caiozzi, es interesante desde el momento en que apuesta por mostrarnos cuatro historias reales (y varias subtramas paralelas) de personas que viven en Santiago como lo podrían hacer en cualquier otra ciudad del mundo. Profundamente urbana, lo que se siente en los bocinazos, el tráfico humano y de máquinas, las prisas, etc, la ciudad es ese ente inanimado que estimula a la par que ahoga los sueños y esperanzas de sus habitantes; los cuatro personajes principales están involuntariamente sometidos a esa vorágine de la gran capital, sus respectivas infelicidades y frustraciones no parecen tan graves cuando se las compara a la global desdicha de cada particular elemento de ese hormiguero. Pero aquí acierta Wood al devolver la individualidad perdida a esas cuatro almas solitarias, a esas pequeñas hormigas que pujan, ceden, renuncian y evolucionan en sus sentimientos, porque la buena vida es algo que muta, que cambia, los sueños trocan en realidades diferentes, que son a su vez nuevos sueños, nuevas luchas, es una mera cuestión de supervivencia. Ojo, hay un personaje al que se le niega esa meta, su ruta está ya decidida por los imponderables, y no queda ninguna esperanza salvo aquella que signifique el fin de su tiempo, el descanso para ella llegará cuando ya no quede nada, cuando se acabe todo...
Me gusta la peli porque induce a la reflexión, aunque carezca de cierta cohesión en sus diferentes tramos narrativos, la cosa fluye sin que se vea más que una rebuscada intersección entre sus elementos, tal vez un recurso buscado por su director (que la escribió junto con Mamoun Hassan adaptando una idea original de Rodrigo Bazaes) para acentuar esa soledad insólita y contradictoria al estar rodeado de millones de personas.
La labor de los actores es más que correcta,especialmente Roberto Farías como Edmundo y Aline Küppenheim como Teresa.
6
16 de marzo de 2010 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuatro Historias bajo un Santiago gris; bien trabajadas y montadas. Sin embargo, no me termina de convencer el descenlace. Salvo para el caso de la muchacha prostituta, el resto de las historias se diluyen y no terminan de encajar en el todo de una película que sugiere más de lo que exhibe.

Actuaciones en ningun caso sobresalientes. Todos cumplen. Si hay que elegir un personaje, ese es el del peluquero interpretado por Roberto Farias, claro prototipo del chileno medio aspiracional.

Nota Final: 6.5 Interesante
6
31 de julio de 2012 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No siempre lo que deseas es lo que más te conviene. No siempre los sueños que más están a tu alcance son los que terminan consiguiendo. Premisa básica y simple para fabricar una película coral, un retrato urbano de la infelicidad hiperrealista, que desprenden su hálito sobre la cara del espectador, con historias conmovedoras, cercanas, a la vuelta de la esquina de nuestras propias vidas. Tres historias diferentes que se entrecruzan en determinados momentos, un modelo de construcción del relato que en su momento fue revolucionario pero que a base de ser utilizado por los guionistas ya empieza a saber a añejo, es la fórmula utilizada por la ‘buena vida’ para acercarnos el drama, sin recurrir a histrionismos desnaturalizados, con humildad, sin pretensiones. Lo que más se hecha en falta sin embargo, es que aunque las historias, de forma individual, funcionan a la perfección, de manera conjunta resultan un tanto desarboladas y pierden eficiencia, es más difícil extraer una conclusión común.

A diferencia de lo que ocurre en otras películas con historias que se entrecruzan (nadie las hiló mejor que Robert Altman en Vidas Cruzadas) los encontronazos entre personajes no son para nada relevantes para la trama general, o hacen cambiar a los personajes, no, aquí hay simplemente un pasar por la calle apenas unas miradas, para que cada uno siga por la vida por su lado y eso le quita vigor al relato, el guión se desinfla en su conjunto aunque a veces notemos mucha compenetración con los personajes.

Pero pese a esto, las piezas del mosaico resultan bellas, afables, simpáticas a veces, dramáticas en otros puntos, hay escenas que marcan (las que ocurren en el cementerio son verdaderamente emotivas) ajenas a un análisis de género ya que las barreras entre la comedia y el drama se difuminan con una gran naturalidad.

Con estos segmentos de vida, el espectador tiene la oportunidad de reflexionar durante su ritmo pausado, de empatizar con el peluquero que vive en casa de su madre y no puede pagarle una tumba a su padre, la del gran clarinetista formado en Alemania que se encuentra demasiados obstáculos para entrar en la filarmónica, o la de la asistenta social que se encuentra con el embarazo de su hija adolescente. Todas llegan al alma con un realismo muy próximo y humano.

La percepción social de una Chile urbanita, más capitalista, pero con profundos problemas de cohesión social, también resulta interesante.

http://palomitasconchoco.wordpress.com
8
18 de agosto de 2011 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por un lado, tenemos el modo en que se cruzan las vidas de tres personas, con poco o nada que ver entre sí, cada una con su propia historia a cuestas.

Es un argumento ya bastante usado, pero aún así sigue fascinándome como la primera vez que vi una película de este tipo.

Por otro lado, la película profundiza en las vidas de cada una de esas tres personas. Personas normales que sólo buscan esa buena vida, ese “algo” que les ayude a mejorarla, o que ellos creen que puede ayudarles. Y muestra también cómo, no siempre, lo conseguido es lo que se esperaba.

El resto en spoiler…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Tenemos, por ejemplo, a ese músico que aspira a entrar en una orquesta y acaba tocando en la banda de música del ejército.

Por otro lado, tenemos a esa psicóloga de sexología que aspira a conseguir que las prostitutas se conciencien en usar el condón, y así evitar enfermedades y embarazos. Y, sin embargo, al final es su hija la que acaba embarazada.

Y por último, tenemos a ese esteticista que aspira a conseguir un crédito para comprarse un auto… aunque luego averiguamos que tiene que pagar la sepultura de su padre, para evitar que lo incineren en un crematorio común…

La verdad es que este personaje ha sido el más complejo de la película, todavía no logro comprender cuál era su aspiración, si es que la tenía… porque quizás ni él mismo sabía lo que quería.

Veamos: pide el crédito; entabla una relación amorosa con la que le atiende; la deja, arguyendo que es mejor ahora que aún están bien, para que luego no sea más duro el golpe; roba la maleta al carabinero; la devuelve; vuelve al banco a pedir otro crédito, ahora para un apartamento (el otro crédito no se sabe si lo coge o lo deja)…
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