Caravana de gitanos
12 de diciembre de 2005
12 de diciembre de 2005
15 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida de los gitanos no es nada fácil. La retrata muy bien esta triste crónica de Kusturica, en la que solo viven bien los "padrinos" como el que representa Bora Todorovic, aunque para mi gusto destacan, sobre todo, el jovencísimo y extraña especie dentro de la raza, que acapara el mayor protagonismo (Davor Dujmovic), y quien hace de su abuela (Ljubica Adzovic), todo un gran carácter. Música mágica y todo un repertorio costumbrista. Nunca llega a cansar, a pesar del largo metraje. Recomendable, sin reservas.
7 de julio de 2014
7 de julio de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los aires de comedia surrealista del inicio de la película hacen suponer algo muy diferente a lo que acabará siendo en realidad. "El tiempo de los gitanos" lleva el sello del estilo propio de Kusturica, unas maneras que desarrollará con mayor barroquismo más adelante aunque aquí no se queda corto. Si hay algo que me gusta del director serbio es que es el único que señala con el dedo un mundo tan extravagante como el de sus películas (no todas por supuesto), es decir, sus películas son únicas, no hay nada que se les parezca. "El tiempo de los gitanos" arranca como cualquier otra película típica, situándonos en un contexto determinado y presentándonos a los protagonistas, en eso es una película del montón... Pero qué presentación!!! El poblado gitano de la periferia (de cualquier ciudad yugoslava, eso es lo de menos) posee el encanto de la rareza propia de una cultura que a la mayoría no es ajena. Kusturica conoce bien a los gitanos de la Europa central, a los zíngaros nómadas, con sus costumbres, su música y sus rarezas. Por ello me rindo ante este director, el único que hace de un objeto directo tan ajeno algo tan atractivo.
De "El tiempo de los gitanos" me quedo con la abuela de nuestro protagonista, capaz de aleccionar con sabiduría, capaz de derrochar ternura y ser dura a la vez. Me quedo con más cosas, con el mencionado protagonista, capaz de sufrir una evolución casi absoluta, de ese crío poco menos que apocopado a gángster indescriptible. ¿Y la música? Envolviendo cada escena, si no es en una boda es en un funeral, en la calle despidiendo al que marcha, siempre envolviendo adecuadamente la película.
Mi única queja es la decisión de Kusturica de transitar al drama más desalentado, de hacer tanto daño con una cuestión tan compleja como la que trata en la segunda parte de su película. Sí, me quejo de que haga daño aún confesando que hace bien su trabajo, porque yo me hubiera quedado en ese poblado gitano sin necesidad de mostrar la parte más canalla del ser humano, la de los traficantes de seres humanos. Hay un momento en el que el más cabroncete de todos suelta como si fuera lo más normal del mundo la necesidad de comprar algunos niños... Yo pensaba que Kusturica se quedaría en lo surrealista, en lo cómico, en lo irreal y mágico: y resulta que era exactamente eso -comprar niños-. Que el giro al drama más demoníaco lo haga como un maestro no significa que guste, a mí tanta crueldad humana me ha producido un desasosiego que no me esperaba.
Cuestión al margen el final, resuelto de forma precipitada y a mi gusto algo discutible. Sin embargo, qué le vamos a hacer, sencillamente adoro a Kusturica porque es diferente, atrevido y único.
De "El tiempo de los gitanos" me quedo con la abuela de nuestro protagonista, capaz de aleccionar con sabiduría, capaz de derrochar ternura y ser dura a la vez. Me quedo con más cosas, con el mencionado protagonista, capaz de sufrir una evolución casi absoluta, de ese crío poco menos que apocopado a gángster indescriptible. ¿Y la música? Envolviendo cada escena, si no es en una boda es en un funeral, en la calle despidiendo al que marcha, siempre envolviendo adecuadamente la película.
Mi única queja es la decisión de Kusturica de transitar al drama más desalentado, de hacer tanto daño con una cuestión tan compleja como la que trata en la segunda parte de su película. Sí, me quejo de que haga daño aún confesando que hace bien su trabajo, porque yo me hubiera quedado en ese poblado gitano sin necesidad de mostrar la parte más canalla del ser humano, la de los traficantes de seres humanos. Hay un momento en el que el más cabroncete de todos suelta como si fuera lo más normal del mundo la necesidad de comprar algunos niños... Yo pensaba que Kusturica se quedaría en lo surrealista, en lo cómico, en lo irreal y mágico: y resulta que era exactamente eso -comprar niños-. Que el giro al drama más demoníaco lo haga como un maestro no significa que guste, a mí tanta crueldad humana me ha producido un desasosiego que no me esperaba.
Cuestión al margen el final, resuelto de forma precipitada y a mi gusto algo discutible. Sin embargo, qué le vamos a hacer, sencillamente adoro a Kusturica porque es diferente, atrevido y único.
14 de abril de 2011
14 de abril de 2011
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Se puede dejar de ser gitano? ¡No!, responde Kusturica, se es gitano de principio a fin, con todas las virtudes y defectos inherentes a la condición.
El incontenible, a pesar de su grandeza, director servio se sumerge en el escabroso y mágico mundo de la etnia zíngara, su filosofía de vida y, en particular, en la explotación infantil por parte de un clan de hermanos. Surge de esta inmersión como un gran conocedor de la cultura romaní, tan antigua y tan apasionante para aquellos que tienen el valor de acercarse con respeto y cruzar sus umbrales.
Emir Kusturica, entre otras muchas cosas, es un mago que hace cine incombustible con una envidiable facilidad, y un volcán creativo con lenguaje propio que incomoda a quienes son más partidarios del pensamiento único y de lo políticamente correcto.
Algunos de los momentos de "El tiempo de los gitanos" son para enmarcar y para mostrar en un museo permanente, en el que estarían los veinte directores más asombrosos e imaginativos de la cinematografía de todos los tiempos. Yo compraría, también con dinero de chistera, el momento en el que bajo la melancólica mirada de Perhan los empleados municipales barren las monedas de la Fontana de Trevi.
El guión, aunque pueda parecer un poco descontrolado y saltarín, casa perfectamente con la propia anarquía, religiosa y supersticiosa, de este pueblo nómada por excelencia.
La música de Goran Bregovic impregna toda la película, y la Yugoslavia multicultural y viva de la calle está en cada una de sus notas.
El tiempo de los gitanos es una cereza caramelizada que ningún gourmet del cine debería dejar de paladear.
El incontenible, a pesar de su grandeza, director servio se sumerge en el escabroso y mágico mundo de la etnia zíngara, su filosofía de vida y, en particular, en la explotación infantil por parte de un clan de hermanos. Surge de esta inmersión como un gran conocedor de la cultura romaní, tan antigua y tan apasionante para aquellos que tienen el valor de acercarse con respeto y cruzar sus umbrales.
Emir Kusturica, entre otras muchas cosas, es un mago que hace cine incombustible con una envidiable facilidad, y un volcán creativo con lenguaje propio que incomoda a quienes son más partidarios del pensamiento único y de lo políticamente correcto.
Algunos de los momentos de "El tiempo de los gitanos" son para enmarcar y para mostrar en un museo permanente, en el que estarían los veinte directores más asombrosos e imaginativos de la cinematografía de todos los tiempos. Yo compraría, también con dinero de chistera, el momento en el que bajo la melancólica mirada de Perhan los empleados municipales barren las monedas de la Fontana de Trevi.
El guión, aunque pueda parecer un poco descontrolado y saltarín, casa perfectamente con la propia anarquía, religiosa y supersticiosa, de este pueblo nómada por excelencia.
La música de Goran Bregovic impregna toda la película, y la Yugoslavia multicultural y viva de la calle está en cada una de sus notas.
El tiempo de los gitanos es una cereza caramelizada que ningún gourmet del cine debería dejar de paladear.
31 de julio de 2008
31 de julio de 2008
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después del espeluznante horror sufrido con las dos películas Juan de Dios, veo esta bella película y me lleno de orgullo , gracias Kusturica, la película es espiritual y profunda y muestra la dura vida de los gitanos, la banda sonora se complementa ala perfección con la película, al oírla emociona.
17 de abril de 2009
17 de abril de 2009
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mundos marginales, que esconden en su interior un caudal inmenso de cultura, tradición y sobretodo, fuertes sentimientos que se avivan gracias a las dificultades. Gente que SIENTE y que sabe disfrutar a pesar de su difícil porvenir, pero ante todo, gente que sabe amar de verdad, sufrir como nadie, y disfrutar de las pequeñas cosas que les da la vida (como el protagonista con su querido y malogrado pavo).
Luces y sombras de un peculiar mundo, con una personalidad marcada por su marginalidad. Más luces que sombras, ya que tras el velo de la pobreza y el estilo de vida austero de los gitanos, se esconde el trasfondo de un pueblo mágico, pasional, con una cultura y tradición ancestrales. Es envidiable la intensidad con la que vive esta gente, y la energía que surge entre sus chabolas.
En tiempos de crisis, todos comenzamos a valorar lo que de verdad merece la pena, y solemos unirnos más, desechando las cosas inútiles que no podemos comprar, ya que no tenemos dinero. Y ocurre que descubrimos que nuestro mejor activo somos nosotros mismos las personas que tenemos al lado, no lo que tenemos.
Luces y sombras de un peculiar mundo, con una personalidad marcada por su marginalidad. Más luces que sombras, ya que tras el velo de la pobreza y el estilo de vida austero de los gitanos, se esconde el trasfondo de un pueblo mágico, pasional, con una cultura y tradición ancestrales. Es envidiable la intensidad con la que vive esta gente, y la energía que surge entre sus chabolas.
En tiempos de crisis, todos comenzamos a valorar lo que de verdad merece la pena, y solemos unirnos más, desechando las cosas inútiles que no podemos comprar, ya que no tenemos dinero. Y ocurre que descubrimos que nuestro mejor activo somos nosotros mismos las personas que tenemos al lado, no lo que tenemos.
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