El cocinero de los últimos deseos

En algunos momentos me dio la impresión de ver una película de dibujos en vivo. Es una historia ingenua y bienintencionada, que denota amor por la cocina y por los placeres del paladar. Bonita fotografía de los platos. Es una película interesante pero que no emociona.

Una vez más, el cine japonés muestra una delicadeza de sentimientos y un buen hacer técnico, eso que tanto se echa en falta en las películas comerciales.
Esta no lo es, y eso explica, quizá, que solo merezca aquí unas pocas críticas.
Pero quien disfrute con un ritmo pausado de narración, con giros notables en el guión y, sobre todo, con una delicadeza extrema en el preparado de unos platos exquisitos lo pasará muy bien con esta película.
Es verdad que se hace un poco larga, porque el final es algo reiterativo, pero esos son defectos mínimos.
La película tiene además una historia llena de sentimientos buenos, de los que hace confiar en la gente.
Los actores, con esa contención muy oriental, parecen a veces inexpresivos... hasta que explotan. Esa combinación de contención y explosión es genial.

Mitsuru Sasaki es un reconocido chef que acaba de cerrar su restaurante debido a conflictos con el personal y a su carácter extremadamente perfeccionista e insensible. Esto le ha ocasionado una gran deuda que ha dado un giro a su carrera. Ahora se dedica a trabajar para eventos especiales donde debe preparar una última comida para personas adineradas que están dispuestas a pagar un millón de yens por sus encargos. Un día recibe un encargo aún más especial que los anteriores, deberá encontrar un libro de recetas perdido de 1930 y reproducir las más de cien recetas que en el figuran. El libro escrito por el legendario cocinero Naotaro Yamagata fue concebido en plena época de la invasión japonesa de Manchuria cuando el imperio japonés quería expandirse y se fijó en Manchuria por sus recursos naturales y su escasa población con el objetivo de ir penetrando poco a poco en territorios chinos. El famoso cocinero Naotaro Yamagata fue enviado hasta allí para crear junto a dos aprendices un extenso banquete imperial que serviría para unir a las dos naciones en un aparente gesto de acercamiento y amabilidad.


Mitsuru poco a poco ira comprendiendo que el cocinero al que está investigando tiene mucho en común con él. Ambos comparten un carácter muy similar. Son aparentemente fríos y perfeccionistas, practicando durante jornadas exhaustivas e incapaces de conformarse con el resultado final. Además, tienen un exquisito paladar que les permite reproducir cualquier plato con solo haberlo tomado en una única ocasión. Sin embargo, Naotaro cambiará con la muerte de su esposa y descubrirá de forma tardía que su talento culinario solo fue posible gracias al apoyo y el cariño incondicional que le profesaban los que le rodeaban (su mujer, su hija y el personal de cocina que siempre lo acompaña). Eran su cariño, su compañía y su reconocimiento los que hacían realmente grandiosa a su cocina y lo impulsaban a seguir adelante. Para Mitsuru investigar sobre el gran banquete imperial japonés y el libro de recetas perdido supondrá un viaje de autoconocimiento donde comprenderá lo equivocado que estaba al haber basado su vida en metas e ideales abstractos que lo alejaban de todo el mundo y le hacían recorrer un camino solitario y miserable. También el hallara una receta que hará que su existencia se tambalee y que los cimientos de su vida se resquebrajen. Una receta muy especial a través de la cual comprenderá que no estaba tan solo como imaginaba ni era tan incomprendido como creía. Aunque ni siquiera fuera capaz de imaginarlo, alguien arriesgo su vida para dejarle una receta que una vez descubierta nunca podría olvidar y que se quedaría alojada para siempre en un rincón de su corazón.


La historia transcurre en dos tiempos. La trama actual se desarrolla en Japón en los años 2000 y presenta continuos flashbacks que sirven para narrarnos la vida de Naotaro en Manchuria en 1930 (poco antes de que se desatara la segunda guerra mundial y la guerra entre China y Japón). La cinta dirigida por el director Yōjirō Takita tiene un guion escrito por Tamio Hayashi que adapta una novela del escritor Keiichi Tanaka.


Es realmente grandioso que en un mundo tan individualista como en el que vivimos (donde se nos educa desde niños haciéndonos creer que solo compitiendo con los demás y pisoteándolos podemos llegar a triunfar) una cinta japonesa nos deje un mensaje contrario tan especial e importante como el que nos regala esta cinta. Y es que solo creemos espiritual y profesionalmente gracias al apoyo, la comprensión, el cariño y el reconocimiento de los que nos rodean (apoyándonos los unos a los otros). Son esos (los que creen en nosotros cuando ni nosotros mismos somos capaces de ver nuestro potencial), los que consiguen que nos superemos a nosotros mismos. Solo por esos mensajes y por otras grandes lecciones que da la cinta merece un visionado. Estoy segura de que no os decepcionara. Es una historia preciosa.


‘’El cocinero de los últimos deseos’’ nos cuenta una historia muy delicada, emotiva y desgarradora sobre el valor de la amistad, la lealtad, el amor y la bondad que también nos habla de cómo la cocina puede servir para transmitir y evocar los sentimientos y las emociones más sinceras. Porque los alimentos no solo nutren el cuerpo, sino que también fortalecen y dan reposo al alma.


Mención especial a la definición de amistad que ofrece la cinta. Una amistad honesta y sincera que traspasa fronteras, barreras, etnias, totalitarismos e ideologías convirtiendo a totales desconocidos en familiares más leales que los sanguíneos. Y es que la nobleza humana y los gestos de bondad son más resistentes que el odio y la ignorancia con la que se empuñan las guerras y los regímenes totalitarios que podrán asesinar nuestro cuerpo, pero nunca envilecer la pureza de nuestra alma.


Tengo que reconocer que no esperaba mucho de la cinta de Yōjirō Takita cuando comencé la película pero a medida que avanzaba, me ha cautivado por completo. Es una historia que va de menos a más, creciendo a cada minuto. El elenco de actores y actrices nos deja actuaciones muy convincentes y conmovedoras destacando las de Hidetoshi Nishijima, Aoi Miyazaki, Kazunari Ninomiya, Daigo Nishihata y Yûsaku Mori.


‘’El cocinero de los últimos deseos’’ es una de las cintas japonesas más bellas y especiales que he visto. Una historia que siempre recordare por las lecciones y la calidez humana que desprende su visionado. Además en el desenlace todo encaja a le perfección (como si se tratará de un puzzle al que no le falta ni una sola pieza) y comprendes el porque de las narraciones de ambas historias tan separadas en el tiempo.

El cine japonés, como todo el cine asiático en general, adolece, desde el punto de vista de un espectador occidental, de la falta de sobriedad en la interpretación de los actores y en la forma de contar historias. Ahora que PARÁSITOS ha ganado el Oscar y que parece que este cine no es solo para exquisitos cinéfilos, merece la pena darse una vuelta por cines como el japonés, aunque esta no sea la mejor muestra de ese cine.

La película tiene una vertiente histórica que es la que más interesa, la breve época en que Manchuria fue considerada una nación, la disputa de este territorio entre chinos, japoneses e incluso rusos. La guerra, la odisea familiar del cocinero protagonista. Mejor en la narración de la época de los años 30 que de los que suceden en la actualidad en la que se narra la película.

Adolece de cierto dramatismo pastelero, con apelaciones al sentimentalismo más vulgar que quizás funcionen mejor en la cultura japonesa. Los actores, como casi todos los asiáticos, son excesivos, redundan en la interpretación con gestos y ademanes poco naturales. La historia en sí se hace larga y el interés de la trama que tiene, casi un thriller, en busca de un recetario fabuloso perdido, no acaba de enganchar.

Una película prescindible, me temo.

Si no eres fan de Máster Chef con un gusto especial por el cine sentimentaloide, te aburrirás con esta película como yo.

En primer lugar, el título lleva a error, ya que sólo se trata de algo de los primeros 5 minutos, luego nada.

En segundo lugar, una de las sorpresas finales de la trama se sabe a la media hora de película. Y las otras resultan absurdas.

La trama te lleva por:
- Primer plato: un recorrido de recetas (momentos Masterchef)
- Segundo plato: una parada de espionaje forzada
- Postre: un pastel empalagoso de sentimientos aderezado con explicación detallada de cada ingrediente, para espectadores tontos.

Como se ha comentado en otra crítica: esos momentos de zoom a la cara porque “anda, me estoy dando cuenta de algo” son de chiste.

Las interpretaciones resultan superficiales.

En definitiva: saben esos pasteles de supermercado recargados de adornos y que saben a azúcar refinada e ingredientes sintéticos, pues eso es esta película.