Mil veces buenas noches
19 de agosto de 2014
19 de agosto de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de la dificultad de conciliar vida laboral y familiar que padece la protagonista de esta película y su familia, el film nos presenta la dicotomía entre los dos mundos dónde se mueve Juliette Binoche. Dos mundos que se dan la espalda. El llamado “Primer Mundo” donde quedan su esposo e hijas; un lugar de hogares confortables, buenas escuelas y bonitos paisajes. Un mundo apacible y sobre todo, seguro, del que mantenemos alejada la idea de la muerte, pero que la “ropa de trabajo” de Binoche hace presente hasta el punto que el marido, montado en cólera, arroja fuera de la casa enseres y cámaras que ella utiliza en sus viajes de trabajo porque “huelen a muerte”. Porque una cosa es comprometerse desde casa con la muy loable lucha contra la contaminación de los océanos y otra muy distinta es dejar que la seguridad de nuestras vidas, de nuestros hijos, se vea no solo perturbada sino amenazada. Pero la protagonista ha tenido la suerte o desgracia de ser una de esas personas “indignadas” ante tanta crueldad e injusticia que no pueden mirar hacia otro lado, sino que siguen adelante con aquello para lo que están llamados a hacer en la vida, aún cuando ello les suponga tremendas renuncias personales; renuncias cómo no poder ver crecer día a día a tus hijos y el convivir con el sentimiento de culpabilidad de saber el dolor que les causas con tu ausencia y con los peligros a los que te expones. Y aunque parezca que Binoche renuncia a su vida familiar por la profesional, es su faceta de “madre” la que prevalece; pero en un concepto de maternidad más amplio: ese que nos convierte a los adultos en responsables de procurar el bienestar y el futuro no sólo de nuestros propios hijos sino –dentro de nuestras posibilidades y capacidades- de todos los niños del mundo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Representativo de esta idea es la escena final donde tras la marcha de la menor camino de la inmolación aparece de espaldas una mujer, presumiblemente su madre, arrodillada en el suelo, con la cabeza baja, impotente y abatida, y de frente a la cámara, nuestra protagonista, en idéntica postura a aquella, compartiendo el mismo dolor y abatimiento.
23 de agosto de 2014
23 de agosto de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rebecca es una mujer extraordinaria que vive con fervor sus dos principales pasiones; por un lado, su amor y dedicación a su familia y por otro, su responsabilidad, esfuerzo e ilusión por el trabajo. Dejando aparte este último campo seguramente la gran mayoría de personas y sobre todo de madres, verán con cierta naturalidad que nuestra protagonista sea una mujer luchadora y que ante cualquier situación discordante de la vida quiera dar también, el máximo cariño a sus dos hijas y amor a su marido.
En las últimas décadas y con la incorporación de la mujer en la vida laboral y haciendo frente a diversas coyunturas presentes en la Sociedad tal vez nos preguntemos si ellas han dejado de lado ese entusiasmo o afán por los que le rodean en el campo familiar. No obstante, pensar esto sería seguramente bastante discriminatorio porque independiente de las tareas que una mujer tenga en su empleo e incluso si no las tuviera no se puede llegar a creer que si le apasiona su trabajo entonces no podrá amar igualmente a su familia. Y aunque sea verdad que por ejemplo, si no trabaja estará más rato con los suyos; a lo mejor este tiempo puede devenir en una mayor esclavitud mientras que si trabaja fuera de casa y además, le gusta lo que hace se sentirá mucho más libre.
Rebecca interpretada por Juliette Binoche es una mujer que vive en auténtica tensión o sea en el ojo del huracán o si ustedes quieren en la boca del lobo y no es porque ella trabaje en una cadena de montaje o en una empresa química en la cual pueda verse sometida a radiaciones. En realidad, y a pesar que su trabajo es en la calle siempre está con la incertidumbre de si lo que hace puede acarrear un cierto peligro para su vida.
Y es que Rebecca a pesar de entregarse con plenitud en su ocupación también, es madre de dos hijas la pequeña de unos seis años y la mayor ya adolescente a las cuales quiere mucho y hace lo posible de estar junto a ellas y atenderlas aunque muchas veces llega extenuante del trabajo más que por las horas hechas podríamos decir por lo vivido.
E igualmente, también ama a su marido, biólogo marino que no entiende la labor de su mujer pues cree que no es solo peligroso para ella sino para él y para sus hijas y es que realmente, tiene un cierto temor a quedarse viudo y es por ello, que a lo largo de la película y a pesar de los gestos de ternura que hay en ciertas ocasiones entre ellos dos también se ve que cuando llega el momento que el trabajo se aproxima a la peligrosidad de la vida de Rebecca entonces él tal vez en un tono un poco egoísta pero entendible le da un ultimátum: "Su trabajo o su familia" provocando una tremenda tormenta emocional familiar la cual se suaviza gracias a que su hija mayor y ya con una cierta madurez comprende a su madre y en cierta medida, empieza a experimentar junto a ella los peligros que presenta su quehacer.
Pero quién es Rebecca y a qué se dedica para que su trabajo sea tan peligroso se preguntarán ustedes. Pues bien, ella es fotógrafa pero no pensemos que se centra en sacar bellos paisajes montañosos, en los cuales puede verse sometida a una cierta amenaza su integridad física acercándose a acantilados hermosos para sacar las mejores fotografías de los rayos de sol que penetran de forma radiante y uniforme entre los torrentes de agua que caen de las cascadas. No supongamos tampoco que corre un cierto riesgo o trance porque penetra en plena selva amazónica para filmar hermosas imágenes de la fauna y flora. Que va, todo esto sería muy bonito pero no saca la naturaleza misma sino la vida misma desde el punto de vista del conflicto y el odio entre los humanos. Ella como fotógrafa de guerra y siendo una de las mejores del mundo viajará a aquellos lugares donde las bombas golpearán como martillos alrededor de sus oídos y vivirá situaciones de evidente pánico. Sin embargo, a pesar de ello, dedicará cuerpo, alma y espíritu a su pasión para sacar las mejores escenas de los conflictos armados, de los niños que trabajan desde edades muy tempranas, de las personas más desamparadas, de los hombres mutilados y heridos a consecuencias de las guerras o de las niñas jóvenes que en lugar de vivir felices son capturadas para ser mártires poniendo en la frontera de la muerte a muchas personas inocentes incluso a sus familias y a ellas mismas.
Así pues, esta película nos cuenta y con verdadera emoción el trabajo periodístico de muchos fotógrafos que día y noche viven en esa continua tensión y que a veces tal vez lo que hacen no es muy bien valorado.
Curiosamente, Erik Popper es el director de este hermoso filme que en los premios AMANDA que son los máximos galardones del cine noruego equivalentes a nuestros premios Goya obtuvieron el pasado 16 de agosto el triunfo en la categoría de mejor Película y es que quién mejor que Erik Poppe, realizador, guionista fotógrafo y reportero gráfico que ha trabajado como fotógrafo para el periódico Verdens Gang y para la agencia Reuters cubriendo noticias nacionales así como conflictos internacionales en Angola, Mozambique, Camboya o Beirut para presentarnos una historia donde la principal protagonista es una mujer luchadora, gran reportera de guerra pero que vive tal vez un poco obsesionada sin darse cuenta que en ciertos momentos, el valor y la perseverancia por su trabajo puede dar lugar a pequeñas heridas emocionales en el ámbito familiar que la rodea.
En las últimas décadas y con la incorporación de la mujer en la vida laboral y haciendo frente a diversas coyunturas presentes en la Sociedad tal vez nos preguntemos si ellas han dejado de lado ese entusiasmo o afán por los que le rodean en el campo familiar. No obstante, pensar esto sería seguramente bastante discriminatorio porque independiente de las tareas que una mujer tenga en su empleo e incluso si no las tuviera no se puede llegar a creer que si le apasiona su trabajo entonces no podrá amar igualmente a su familia. Y aunque sea verdad que por ejemplo, si no trabaja estará más rato con los suyos; a lo mejor este tiempo puede devenir en una mayor esclavitud mientras que si trabaja fuera de casa y además, le gusta lo que hace se sentirá mucho más libre.
Rebecca interpretada por Juliette Binoche es una mujer que vive en auténtica tensión o sea en el ojo del huracán o si ustedes quieren en la boca del lobo y no es porque ella trabaje en una cadena de montaje o en una empresa química en la cual pueda verse sometida a radiaciones. En realidad, y a pesar que su trabajo es en la calle siempre está con la incertidumbre de si lo que hace puede acarrear un cierto peligro para su vida.
Y es que Rebecca a pesar de entregarse con plenitud en su ocupación también, es madre de dos hijas la pequeña de unos seis años y la mayor ya adolescente a las cuales quiere mucho y hace lo posible de estar junto a ellas y atenderlas aunque muchas veces llega extenuante del trabajo más que por las horas hechas podríamos decir por lo vivido.
E igualmente, también ama a su marido, biólogo marino que no entiende la labor de su mujer pues cree que no es solo peligroso para ella sino para él y para sus hijas y es que realmente, tiene un cierto temor a quedarse viudo y es por ello, que a lo largo de la película y a pesar de los gestos de ternura que hay en ciertas ocasiones entre ellos dos también se ve que cuando llega el momento que el trabajo se aproxima a la peligrosidad de la vida de Rebecca entonces él tal vez en un tono un poco egoísta pero entendible le da un ultimátum: "Su trabajo o su familia" provocando una tremenda tormenta emocional familiar la cual se suaviza gracias a que su hija mayor y ya con una cierta madurez comprende a su madre y en cierta medida, empieza a experimentar junto a ella los peligros que presenta su quehacer.
Pero quién es Rebecca y a qué se dedica para que su trabajo sea tan peligroso se preguntarán ustedes. Pues bien, ella es fotógrafa pero no pensemos que se centra en sacar bellos paisajes montañosos, en los cuales puede verse sometida a una cierta amenaza su integridad física acercándose a acantilados hermosos para sacar las mejores fotografías de los rayos de sol que penetran de forma radiante y uniforme entre los torrentes de agua que caen de las cascadas. No supongamos tampoco que corre un cierto riesgo o trance porque penetra en plena selva amazónica para filmar hermosas imágenes de la fauna y flora. Que va, todo esto sería muy bonito pero no saca la naturaleza misma sino la vida misma desde el punto de vista del conflicto y el odio entre los humanos. Ella como fotógrafa de guerra y siendo una de las mejores del mundo viajará a aquellos lugares donde las bombas golpearán como martillos alrededor de sus oídos y vivirá situaciones de evidente pánico. Sin embargo, a pesar de ello, dedicará cuerpo, alma y espíritu a su pasión para sacar las mejores escenas de los conflictos armados, de los niños que trabajan desde edades muy tempranas, de las personas más desamparadas, de los hombres mutilados y heridos a consecuencias de las guerras o de las niñas jóvenes que en lugar de vivir felices son capturadas para ser mártires poniendo en la frontera de la muerte a muchas personas inocentes incluso a sus familias y a ellas mismas.
Así pues, esta película nos cuenta y con verdadera emoción el trabajo periodístico de muchos fotógrafos que día y noche viven en esa continua tensión y que a veces tal vez lo que hacen no es muy bien valorado.
Curiosamente, Erik Popper es el director de este hermoso filme que en los premios AMANDA que son los máximos galardones del cine noruego equivalentes a nuestros premios Goya obtuvieron el pasado 16 de agosto el triunfo en la categoría de mejor Película y es que quién mejor que Erik Poppe, realizador, guionista fotógrafo y reportero gráfico que ha trabajado como fotógrafo para el periódico Verdens Gang y para la agencia Reuters cubriendo noticias nacionales así como conflictos internacionales en Angola, Mozambique, Camboya o Beirut para presentarnos una historia donde la principal protagonista es una mujer luchadora, gran reportera de guerra pero que vive tal vez un poco obsesionada sin darse cuenta que en ciertos momentos, el valor y la perseverancia por su trabajo puede dar lugar a pequeñas heridas emocionales en el ámbito familiar que la rodea.
1 de septiembre de 2014
1 de septiembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con bastantes puntos en común con la magnífica “En un mundo mejor” de Susanne Bier, ha pasado de puntillas por nuestra cartelera este drama nórdico que contiene una de las mejores interpretaciones de Juliette Binoche.
Filme contundente sobre la lucha profesional e interior de una de las mejores fotógrafas de guerra, que ve como su familia se desmorona ante la incomprensión que provoca su manera de vivir y de arriesgarse para conseguir la foto definitiva o el reportaje que termine demoliendo algunas de las injusticias más grandes de nuestro planeta.
Es una cinta completamente desubicada dentro del panorama cinematográfico veraniego, una isla en medio de grandes propuestas taquilleras, y que viene a demostrar una vez más, que uno puede llegar a encontrar pequeñas joyas entre los diferentes títulos que se estrenan.
Sus mejores atributos se unen en las escenas donde madre e hija comparten un viaje a África. Un momento crucial para la joven que ve como su madre antepone su profesión por encima de todo lo demás. Viaje que traerá situaciones nefastas para su familia.
Es una película sobre la motivación que se encuentra en muchos de nosotros, un impulso que nos hace llevar al extremo la defensa de nuestros ideales, sin darnos cuenta que quizás hagamos daño a la gente que nos rodea.
Durante la trama vemos poderosas imágenes como la de la adolescente marchando a inmolarse al mercadillo o los momentos donde todo el mundo que rodea a la protagonista se desmorona.
El filme da como resultado un conjunto muy equilibrado entre el drama reivindicativo y los problemas de corte familiar, sin caer excesivamente en el aspecto depresivo de un personaje excelentemente conducido por Binoche.
Además los seguidores de “Juego de tronos” se encontraran una agradable sorpresa, la presencia del actor Nikolaj Coster-Waldau, alejado de las intrigas palaciegas y las comedias absurdas americanas.
Filme contundente sobre la lucha profesional e interior de una de las mejores fotógrafas de guerra, que ve como su familia se desmorona ante la incomprensión que provoca su manera de vivir y de arriesgarse para conseguir la foto definitiva o el reportaje que termine demoliendo algunas de las injusticias más grandes de nuestro planeta.
Es una cinta completamente desubicada dentro del panorama cinematográfico veraniego, una isla en medio de grandes propuestas taquilleras, y que viene a demostrar una vez más, que uno puede llegar a encontrar pequeñas joyas entre los diferentes títulos que se estrenan.
Sus mejores atributos se unen en las escenas donde madre e hija comparten un viaje a África. Un momento crucial para la joven que ve como su madre antepone su profesión por encima de todo lo demás. Viaje que traerá situaciones nefastas para su familia.
Es una película sobre la motivación que se encuentra en muchos de nosotros, un impulso que nos hace llevar al extremo la defensa de nuestros ideales, sin darnos cuenta que quizás hagamos daño a la gente que nos rodea.
Durante la trama vemos poderosas imágenes como la de la adolescente marchando a inmolarse al mercadillo o los momentos donde todo el mundo que rodea a la protagonista se desmorona.
El filme da como resultado un conjunto muy equilibrado entre el drama reivindicativo y los problemas de corte familiar, sin caer excesivamente en el aspecto depresivo de un personaje excelentemente conducido por Binoche.
Además los seguidores de “Juego de tronos” se encontraran una agradable sorpresa, la presencia del actor Nikolaj Coster-Waldau, alejado de las intrigas palaciegas y las comedias absurdas americanas.
1 de noviembre de 2014
1 de noviembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director noruego Erik Poppe nos trae una película llena de conflictos, pero no solo bélicos, sino sobre todo conflictos morales, éticos y existenciales. “Mil veces buenas noches” es un relato sensible pero directo sobre las elecciones que hay que hacer en la vida, sobre la convivencia de vida profesional y personal, y sobre el papel de los (foto)periodistas en conflictos armados.
Por un lado, “Mil veces buenas noches” hace una crítica al mundo en el que vivimos, un mundo acostumbrado a mirar hacia otro lado. Nos habla de “esos temas que no interesan”, porque hay intereses económicos y políticos, o porque nos sentimos atraídos por la comodidad de la distancia. Poppe reivindica así el trabajo de los fotógrafos como el modo de mostrar el horror a la gente que no puede verlo con sus propios ojos, esas catástrofes que se dan en aquel llamado “Tercer mundo” que se nos antoja tan lejano, pero que está más cerca de lo que algunos se empeñan en creer. ¿Pierde valor, pues, el trabajo de los (foto)periodistas? En alguna de las escenas, vemos que Rebecca (Juliette Binoche) consigue un cambio pequeño gracias a sus fotografías, pero no deja de ser una aspiración a un fin utópico y poco probable. Nos estamos insensibilizando ante la realidad.
Dentro de esta discreta crítica, Poppe nos abre un nuevo camino: ¿es ético que estos profesionales fotografíen situaciones desoladoras escudándose tras el objetivo de la cámara? Y es que no es la primera vez que vemos un caso de conflicto moral en este ámbito. Recordemos al fotógrafo Kevin Carter, que se suicidó después de ganar el Pulitzer por una fotografía de un niño africano acechado por un buitre. Algunas versiones apuntaron a la carga moral que sufrió durante años por no haber ayudado a aquel niño, creando, sea cierta o no esta causa de la muerte, una responsabilidad moral de los fotógrafos. La maestría de las imágenes que toman remueve conciencias, pero el trabajo de tomarlas, como se desprende de la película, puede resultar inmoral.
Pero sin duda el conflicto más explotado en la película no es un mundo insensible o el duro pero necesario trabajo de los profesionales, sino el tener que elegir entre tu familia o la pasión de tu vida. Satisface ver cómo la sociedad avanza, y el cine con ella, y es la mujer, y no el marido, la que se ve abocada a esta elección. Rebecca es un imán para las situaciones peligrosas, y eso es algo que no compagina con sus dos hijas y su pareja (Nikolaj Coster-Waldau), que la pondrá entre la espada y la pared. Lo que nos muestra esta película por encima de todo es este ultimátum constante. Poppe aporta sencillez a este relato de múltiples debates en los que reflexionar y firma una película que se deja ver.
blogelcontraplano.wordpress.com
Por un lado, “Mil veces buenas noches” hace una crítica al mundo en el que vivimos, un mundo acostumbrado a mirar hacia otro lado. Nos habla de “esos temas que no interesan”, porque hay intereses económicos y políticos, o porque nos sentimos atraídos por la comodidad de la distancia. Poppe reivindica así el trabajo de los fotógrafos como el modo de mostrar el horror a la gente que no puede verlo con sus propios ojos, esas catástrofes que se dan en aquel llamado “Tercer mundo” que se nos antoja tan lejano, pero que está más cerca de lo que algunos se empeñan en creer. ¿Pierde valor, pues, el trabajo de los (foto)periodistas? En alguna de las escenas, vemos que Rebecca (Juliette Binoche) consigue un cambio pequeño gracias a sus fotografías, pero no deja de ser una aspiración a un fin utópico y poco probable. Nos estamos insensibilizando ante la realidad.
Dentro de esta discreta crítica, Poppe nos abre un nuevo camino: ¿es ético que estos profesionales fotografíen situaciones desoladoras escudándose tras el objetivo de la cámara? Y es que no es la primera vez que vemos un caso de conflicto moral en este ámbito. Recordemos al fotógrafo Kevin Carter, que se suicidó después de ganar el Pulitzer por una fotografía de un niño africano acechado por un buitre. Algunas versiones apuntaron a la carga moral que sufrió durante años por no haber ayudado a aquel niño, creando, sea cierta o no esta causa de la muerte, una responsabilidad moral de los fotógrafos. La maestría de las imágenes que toman remueve conciencias, pero el trabajo de tomarlas, como se desprende de la película, puede resultar inmoral.
Pero sin duda el conflicto más explotado en la película no es un mundo insensible o el duro pero necesario trabajo de los profesionales, sino el tener que elegir entre tu familia o la pasión de tu vida. Satisface ver cómo la sociedad avanza, y el cine con ella, y es la mujer, y no el marido, la que se ve abocada a esta elección. Rebecca es un imán para las situaciones peligrosas, y eso es algo que no compagina con sus dos hijas y su pareja (Nikolaj Coster-Waldau), que la pondrá entre la espada y la pared. Lo que nos muestra esta película por encima de todo es este ultimátum constante. Poppe aporta sencillez a este relato de múltiples debates en los que reflexionar y firma una película que se deja ver.
blogelcontraplano.wordpress.com
28 de octubre de 2015
28 de octubre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un arranque prometedor que deriva en un drama familiar tantas veces abordado: la difícil conciliación familiar de los periodistas o fotógrafos que trabajan en zonas calientes, con todos los tópicos al uso: la foto que hace reaccionar al mundo, la noticia por encima de todo, y aquello de "yo estoy en esto porque quiero remover conciencias". Y como en tantas otra películas del estilo, una fotógrafa que parece tomar fotos espasmódicamente, por impulso, desde que pone el pie en el escenario de la noticia, sin ninguna planificación, ni medición de luz ni otras menudencias. Como un turista japonés, vaya.
Lo único salvable: la fotografía del filme, precisamente, y Juliette Binoche, decididamente reconciliada con el rol de mujer sin atractivo físico.
Lo único salvable: la fotografía del filme, precisamente, y Juliette Binoche, decididamente reconciliada con el rol de mujer sin atractivo físico.
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