Marcado por el odio

Espléndida película sobre la vida del boxeador Rocky Graziano -no confundir con Rocky Marciano- dirigida por Robert Wise. Este director, no muy mentado en los libros de cine, nos ha regalado unas cuantas obras maestras: "The captive city", "West Side Story", "Sonrisas y lágrimas"... Y casi a este nivel se encuentra "Marcado por el odio" donde un Newman primerizo y apasionado recoge el testigo de James Dean (iba a interpretarla él) y nos brinda una soberbia interpretación.
Wise sacó el máximo partido de un gran guión lleno de diálogos ásperos y afilados. Filmó con extraordinaria habilidad y lucidez los rincones más sórdidos de los duros barrios neoyorquinos. Contó con una fotografía excelente y un montaje excepcional. Llenó las imágenes de acertados contrastes, introdujo con maestría sutiles toques de humor y exprimió toda la fuerza y vitalidad de sus jóvenes intérpretes.
Newman golpea muy duro en su segunda película. El trabajo en el Actor's Studio lo va a llevar a la cumbre. No es sólo su físico. Newman demuestra a las primeras de cambio que es un fenómeno. Y ¿qué pasa con Norma (Pier Angeli)? Golpea tan fuerte o más que Newman-Graziano. Es más fuerte y más encajadora. Muy inteligente. Sostiene y motiva al aturdido boxeador. Si Graziano repite eso de: "Hay alguien allá arriba que me quiere mucho", ya sabemos a quien ha mandado el de arriba para que le ayude.

Ya desde los inicios de su carrera, Paul Newman se encargó de demostrar bien clarito que había nacido para ser un actor irrepetible. Y que su destino era convertirse en un mito del cine, cosa que hizo muchísimo antes de su llorada desaparición en 2008.

Corrían mediados de los 50, y a las pantallas de los cines asomaba la imagen de un nuevo hombre, exponente a su vez de una nueva generación, y con ese apellido, Newman no podía menos que ser uno de los elegidos para encarnar a esta nueva clase de personajes. En sus primeros años, Paul fue para nosotros el buscavidas, el indomable, un rebelde con más o menos causa que seguía la senda iniciada unos años antes por los Brando, los Clift, los Dean…

Fue precisamente James Dean la primera opción para encarnar a Rocky Grazziano en este biopic que Robert Wise dedicó a la figura del famoso boxeador italo-americano campeón del mundo. La repentina muerte del protagonista de “Gigante” provocó un cambió de planes y que se pensase en el semi novato Newman para sustituirle. A la vista está que la decisión no pudo ser más acertada.

“Marcado por el odio”, películón excepcional, de ésos que ya no se hacen. Wise nos regala una dirección sencillamente perfecta en la que resultan admirables tanto los aspectos técnicos como los artísticos. Aquí están utilizados de manera impecable todos los tópicos que hicieron grande un género y un estilo de hacer cine: desde las conexiones entre el mundo del boxeo y los bajos fondos hasta la figura del héroe surgido del arroyo que consigue llegar a lo más alto. Sobresale una fotografía maravillosa, recompensada justamente con un Oscar, densa y asfixiante que llega a convertirse en un personaje más de la trama. Y naturalmente, Newman, siempre Newman, que con su arrebatadora presencia nos gana para siempre en su primer papel protagonista. Aquí comienza su leyenda; sólo por ese detalle esta película ya merece figurar con moldes de oro en la Historia del Cine.

Esta peli cumplirá este año 56 años. Y vista ahora resiste. ¿El secreto? Aparte del saber hacer de Robert Wise, la contención del guión, justo y vivo. Escenas cortas y claras. Además de una interpretación excelente de todos, empezando por Paul Newman, aunque imite un poco a James Dean. Como siempre, a Pier Angeli le basta mostrarse para atraer. Curiosa la breve aparición de Steve McQueen..
Sobre todo, hay emoción, a pesar de lo previsible de la historia.
Una película que no defrauda, que interesa y que hace añorar aquellos tiempos en los que los efectos especiales eran la categoría del producto.

Pues si que hay que preocuparse, Rocky Graziano (Paul Newman). Por que lo que empieza como una obra dramática en el que las penalidades de un niño engendran un joven de lo más díscolo, con el odio (hacia su padre, hacia la sociedad, hacia si mismo) como común denominador, acaba difuminándose con el paso de los minutos. El odio va desapareciendo y entonces nos encontramos con el retrato edulcorado de un boxeador, sus idas y venidas y su carrera como púgil. La historia pierde mucha fuerza y aunque Robert Wise quiera darle algo de dramatismo buscando un conflicto final con el pasado de Rocky, el intento del director no cuela para nada pues las dudas de Graciano resultan muy poco creíbles.

Culpa de que "Marcado por el odio" vaya de más a menos está en lo difícil que resulta plasmar la biografía de un personaje. Aunque aquí se ve reducida a unos pocos años, la película acaba careciendo de unidad de tal modo que al final lo que vemos no deja de ser simplemente "la vida de un tipo", en este caso Rocky Graziano. La clave está en que vamos viendo diversas etapas, desde su juventud hasta llegar al boxeo profesional, sin que las primeras expliquen las siguientes, sin que exista un hilo argumental, hilo que bien podría haber sido, el odio. Desgraciadamente, el director prefirió añadir azúcar a su historia y por eso "Marcado por el odio" nos acaba resultando demasiado dulzona.

El cine clásico estadounidense se caracteriza por una excesiva inocencia que, normalmente, no me afecta, puesto que las películas se suelen apoyar en grandes guiones, en magníficas actuaciones y, sobre todo, evitan el drama como eje central.

La vida del protagonista está, por definición, marcada por el odio y la amargura. Una vida triste llena de problemas e insubordinaciones. De esto, su vida, trata el film, desde los comienzos hasta el culmen.

El guión se apoya demasiado en la demagógica madre, todo el drama que representa la vida del protagonista no es creíble, por muy basado que esté en hechos reales. Tanto la censura por un lado, como la sensiblería de Hollywood por el otro, transforman la vida de este Rocky en un entrar y salir de cárceles, reformatorios y demás instituciones peninteciarias, más parecidos a parques de infancia que a prisiones federales, por la ingenuidad de sus protagonistas. Su paso por el ejército es casi cómico, además rezuma demasiado patriotismo. El boxeo que allí aparece es tan amateur que hunde toda posibilidad de implicarse.

Newman, como casi siempre, realiza un buen papel, pero el contexto del filme consigue que sus actos pierdan sentido. Creo que no hay actor que pueda destacar sobre cimientos tan endebles.

Película entretenida, para pasar el rato sin problemas. Se agradecen muchos de los clichés pugilísticos, fuente de inspiración de tantas películas. Sin embargo, el boxeo es un deporte rudo, cruel, fuerte y la candidez sobra.