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La sospecha

Intriga. Romance Un atractivo vividor coincide en el tren con una joven ingenua que acabará teniendo que pagarle el billete. Más adelante, vuelven a encontrarse en una fiesta y, tras un breve romance, ella decide casarse con él, a pesar de la oposición de su padre. Considerada por todos, incluida su familia, una solterona, está empeñada en demostrarles que alguien la puede amar. (FILMAFFINITY)
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5
16 de febrero de 2014
38 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
05(13/01/14) Este thriller psicológico de Alfred Hitchcock es de las obras que en su primer visionado me atraparon dejándome unas extraordinarias sensaciones, pero que en que en posteriores revisiones las costuras se han ido descosiendo dejándome bastante decepcionado por su artificiosidad y lo forzado de muchas de sus situaciones llevadas en muchos casos al extremo, llegando a rozar el ridículo. El orondo realizador de la papada vuelve a abordar una de sus fijaciones a lo largo de su filmografía como es el sufrimiento tanto físico como mental de las mujeres (rubias a ser posible) ‘Rebeca’, ‘La Sombra De Una Duda’, ‘Encadenados’, ‘Crimen Perfecto’, ‘Pájaros’, ‘Marnie’ o ‘Frenzy’ son buena prueba de su misoginia.
Lina McLaidlaw (buena Joan Fontaine) es una mujer tímida y apocada, lo que se conoce como solterona, hija acomodada de una familia inglesa. En un tren conoce a un vividor playboy, Johnnie Aysgarth (buen Cary Grant), un encantador tipo pero incapaz de trabajar y con el vicio de gastar bastante, sobre todo apostando en las carreras hípicas, tras una breve relación deciden casarse en contra del padre de ella, el General McLaidlaw (buen Cedric Hardwicke). Tras la Luna de Miel comienzan los problemas, ella descubre que él no tiene dinero, ni trabajo alguno, que han viajado con plata prestada, pero su tren de vida es de gastar mucho, los engaños de Johnnie son constantes, perdonados de modo enamoradizo por su esposa, hasta que descubre que puede estar implicado en un asesinato, que incluso ella puede ser la siguiente. En la historia tiene gran importancia un amigo de Johnnie, Beaky (buen Nigel Bruce).
El guión es de Sam Raphaleson (‘El cantor De Jazz’, ‘El Bazar de Las Sorpresas’ o ‘Un Ladrón En La Alcoba’), Joan Harrison (‘Alfred Hitchcock Presenta’) y Alma Reville (‘El Agente Secreto’ o ‘La Sombra De Una Duda’, esposa del director), adaptan la novela ‘Before The Fact’ (1932) de Francis Illes (alias de Anthony Berkeley), y lo hacen viéndose forzados a variar el final original, esto es unb lastre grandioso que cambia totalmente la concepción, torticerando la personalidad del protagonista, quedando algo que chirría más que Robocop tras una resaca (spoiler). Hitch construye un thriller de suspense, misterio e intriga donde juega con el espectador, lo pone en el lugar de la esposa, haciendo un estudio caustico de la sospecha, de las dudas, del amor, ello en un increscendo asfixiante para la protagonista, como le carcome la desconfianza hasta desembocar en un final inverosímil y nada satisfactorio. También subyace una crítica a la sagrada institución del matrimonio, al amor incondicional, esto presente asimismo en su anterior film, ‘Rebeca’.

La cinta posee un arranque en tono de comedia romántica, para poco a poco ir tornándose en misterio que desemboca en angustia vital para Lina, que no sabe si su marido es solo un encantador truhan o un vil retorcido asesino, este sombrío descenso se hunde en el melodrama atormentado, Lina cree ver el verdadero rostro que se esconde tras el seductor, y la incertidumbre la acosa tejiendo un halo de amargura sobre ella.

Llama la atención el gusto por lo freudiano-sexual de Hitch, muy presente en toda su obra como ‘Recuerda’, ‘Vértigo’ o ‘Marnie’, aquí los no expertos no se habrán enterado, pero hay destellos de estos juegos psicosexuales, ya deja detalles en la primera escena en un compartimento de tren, ella leyendo un libro de educación juvenil, como expresando su candidez sexual (virginalidad), se ve que atraviesan un oscuro túnel (elemento que Hitch ya utilizó en ‘Con la muerte en los talones’ para simbolizar una fornicación), aquí se supone es para expresar los deseos de los dos, otro más rebuscado es el de la escena en que Johnny intenta besar a Lina, vemos su bolso abierto y ella lo cierra, este complemento representa la vagina de la mujer y al apretarlo sugiere de nuevo su estado virgen, A.H. es muy retorcido.

La trama cojea por multitud de sitios, tanto que la hacen inverosímil, y es que el primer error viene dado por el casting que ya torpedea su credibilidad, nadie puede creer que Lina, guapa, joven, inteligente y de familia rica no tenga pretendientes en cola, solo se explicaría si nos dijeran que Gran Bretaña se estaba quedando sin hombres, si es así perdón (ataque de cinismo), para colmo se echa en brazos de un embaucador de serpientes que la primera vez que lo ve le pide dinero, un playboy de mala fama, mentiroso, ladrón, insensible, vago, manipulador, cosa que el padre se huele a distancia, se supone que Lina es inteligente y se deja engañar como una colegiala enchocha, encima entre los dos la química es la de un besugo con Halle Berry, durante su breve noviazgo es tan idiota que no se entera que no tiene no trabajo, ni dinero, cuando tras el viaje de novios se entera la apuesta se dobla, viven de prestado, y nos tenemos que creer que con escasez de medios viven en un mundo idealizado de clase alta inglés, con una gran casa alquilada, con criados, cocineros, un rolls-royce, vestuario de lujo, y ella sin interesarse en trabajar, me dan arcadas, es un insulto a la inteligencia del espectador, luego se dan unas cuantas situaciones irritantes por el comportamiento de los personajes, ella se entera de mentira tras mentira de él y se lo perdona como si nada, aparece un amigo simpaticón que le divierte el mundo liante que se ha formado Johnny, y este tipo sabiendo cómo es su Johnny está dispuesto a pones miles y miles de libras en un negocio inmobiliario fétido, estridente como poco, luego están las escenas con la escritora de misterio, una alegoría de Agatha Christie, Isobel Sedbusk (buena Auriol Lee), en las que todo queda tan explícito que nos toman cortitos, la sutilidad brilla por su ausencia, cayendo en lo reiterativo, y el zenit es el final (spoiler), pura bazofia, que sí, que A.H. quería el original, pero si no que hubiera puesto algo menos bochornoso. (Continua en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Joan Fontaine en su segunda y última colaboración con A.H. ganó el Oscar, único alcanzado por una actuación en una dirección del inglés, encarna con naturalidad la candidez y la vulnerabilidad en el inicio, así como sabe transmitir su evolución en el mar de dudas y sospechas en las que se emponzoña Lina, emite su padecimiento interior, aunque con la tara que nadie se cree que pueda llegar a ser una solterona. Cary Grant en su primera de las cuatro colaboraciones con A. H., es una fatal elección, es un ser despreciable que no te crees, su requerida ambigüedad da grima, es nada sutil, no aporta dimensionalidad, su comportamiento no está bien descrito, defectuoso en grado sumo, ejemplo es su modo flemático de actuar cuando su amigo está ahogándose, demuestra ser un desalmado, al que nadie puede tener el mínimo cariño.

Aún con todas sus taras el film nos deja algunos momentos meritorios, como cuando Beaky forma con unas letras de un scrabble Murder (asesino) y a Lina le asaltan las primeras sospechas, o la más famosa del film, en la que Johnny sube la escalera de la casa en un solo plano inquietante llevando en su mano un vaso de leche (puede que con veneno), la leche resplandece de modo turbador, A. H. puso en el interior del vaso una luz con una pila para que brillara.

La puesta en escena aporta la calidad esperada de este genio (no aquí) realizador, con una fotografía de Harry Stradling (‘Un Tranvía Llamado Deseo’ o ‘My Fair Lady’) que gradualmente se va oscureciendo con el tono del relato, llegando a rozar el expresionismo.

Al final me queda un decepciónate film, que con el tiempo me da la sensación de un bonito coche atropellado por el tren de las décadas, la ha dejado hecha trizas. Fuerza y honor!!!

Spoiler:

Aunque Hitch quería el final original, la RKO ordenó cambiarlo, no quería que su Estrella, Cary Grant tuviera imagen de Barbazul, asesino de mujeres, incluso el realizador fue obligado a suavizar la maldad de Johnny, además de que el repugnante Código Hays, habría intervenido si no se altera, código corrosivo guardián de la moral americana desde el concepto católico, y el final como contaré era una especie de suicidio, condenable pecado, , como ya hizo con ‘Rebeca’. El libro concluía con Lina escribiendo una carta desde la cama a su madre < Querida mamá, estoy desesperadamente enamorada de él, pero yo no quiero vivir porque es un asesino. Aunque yo prefiero morir, creo que la sociedad debe protegerse de él>, justo después Johnny llegaba con el famoso vaso de leche fosforita, ella le pedía a él que mandara la carta por correo, tras lo cual se toma el lácteo veneno, ella se apaga la vida mientras Johnny silbaba retorcidamente mientras llevaba la carta a correos, final adecuado y sin faltar el respeto al lector, pero en la transición al cine si se le falta al público. Y es que con un final más forzado que querer meter un elefante por el ojo de una aguja, todo lo visto pierde sentido, la coherencia queda en suspenso, culminado por la bochornosa escena del coche circulando cerca del acantilado (escena típica de A. H.) y su posterior hedionda charla reconciliadora, y te sientes estafasdo, para que ha hecho la consulta al seguro? Para preguntar que si se suicidaba su mujer cobraría? Pero que estupidez es esa? Nos toman por tarugos? Pero qué tontería de desenlace nos quieren colar? Lina perdona a Johnny que haya robado 2000 libras? Como las van a pagar? Como van a pagar las 1000 anteriores que pidió para el viaje de novios? Entonces ya el repugnante Johnny queda redimido? Cuál es la moraleja? Que se puede ser un sinvergüenza y si quieres a tu esposa no pasa nada? Pero si está clarísimo que se casó con ella por el dinero que esperaba heredar y al ver que la desheredaban decidió hacerle un seguro de vida a su mujer y cargársela. Un final Fétido!
8
13 de septiembre de 2010
33 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ah, la duda… Es como un veneno de efecto progresivo, cuyos estragos se amplifican cuanto más corroe el espíritu. Un gusano en el corazón de una manzana, horadando con lentitud y persistencia.
Uno puede llegar a dudar de su misma madre si la presencia de lo equívoco invita a ello. Si uno se encuentra en una situación ambigua en la que lo mismo puede ser blanco que negro, y en la que el único cordel del que disponemos para agarrarnos es la confianza, entonces ese cordel es tan fino como el hilo de una telaraña. La confianza debería bastar. Pero… ¿Basta? ¿Nos conformamos con el supuesto de que hay amor, de que hay un vínculo profundo? ¿Es una estupidez cerrar los ojos y creer que somos tan importantes para esa persona como para estar convencidos de que no nos haría daño a sabiendas? Y, aún así, aunque demos por hecho ese nexo ¿indestructible?, es suficiente con que el gusano de la sospecha se nos implante dentro para que veamos demonios por todas partes.
Seguro que todos alguna vez hemos reflexionado en lo mucho que cuesta construir y mantener una relación duradera (sea familiar, fraternal o sentimental), y en lo facilísimo que es que la construcción, tan trabajosamente levantada, peligre o incluso se venga abajo en un solo segundo, o en menos todavía, en la fracción de segundo que tarda el cerebro en prender la chispa en la mecha. Uno no tiene más que percibir algo que a la imaginación se le antoja raro o fuera de lugar, atar cabos y… ¡Pum! El gusano ya se está comiendo la manzana, la mecha ya se ha prendido. Da igual que creyéramos conocer a esa persona, da igual que hayan pasado seis meses o treinta años de trato y/o convivencia. Si la ambigüedad está presente, si no hay evidencias de blanco ni de negro… Esa oruguita pertinaz roerá los cimientos, los pilares, a la velocidad del relámpago, y por más que la pequeña porción racional trate de colocar las cosas desde una perspectiva optimista, positiva, exenta de patetismo y truculencia… Se trata ciertamente de una porción demasiado frágil y superficial para triunfar sobre el miedo, la incertidumbre, la desilusión.
Triste, sí. Y puñetero. Pero es la verdad. La mente se pone a elucubrar probables conspiraciones, mentiras, un entramado completo de engaños con el que esa persona que declara querernos tanto tal vez nos la está pegando por detrás de las narices. Eso llegamos a intuir en lo que tarda un pensamiento en pasar por el entendimiento, sin necesidad de articularlo en palabras.
La sospecha. Uno de los sentimientos más raudos que existen.
Comenzamos a sorprender (o así lo notamos, sea cierto o no) secretos sin revelar, vallas de un coto de caza privado al que no tenemos acceso. O quizás todo es producto de la paranoia que nos está consumiendo. La zozobra no se marcha nunca. Una vez plantado el germen, y si no hay una explicación plena, veraz y convincente, y sobre todo si nuestros ojos no ven la prueba de la inocencia… Nada podrá arrancarlo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Eso es lo que implica para Lina amar a Johnny y convivir con él. Una continua serie de sobresaltos alternados con alivio, y de vuelta al sobresalto, y al alivio en un ciclo sin fin.
¿Se ha casado con un encantador caradura liante pero inofensivo, o con un encantador criminal? Él sería un sueño de hombre si no fuera porque… Una nunca tendrá la certeza de si ese vaso contenía simplemente leche o algo más.
Vivir con él no es aburrido, no. Ni seguro. Ni es la clase de hombre que destila paz en su compañera. Es como una montaña rusa que cada vez hace un recorrido distinto, desconociendo si se descarrilará en la siguiente curva. ¿El amor es tan ciego como para soportar sin tregua los envites de la duda? ¿Se puede resistir tanto?
Eso le tocará decidirlo a Lina…
Si se está tan enamorado… Lo que resta hacer es abrocharse bien el cinturón de seguridad, cruzar los dedos y rezar para que el vagón no se salga de la vía en la próxima revuelta.
7
16 de mayo de 2010
28 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo de "cara de mono" que tanto le espeta él a ella va por los dos. Ahora me explico.

Vagamente recordaba esta película. La he vuelto a ver empeñándome a cada minuto que donde está Fontaine tendría que estar Ingrid Bergman. No por capricho. Es fácil confundirla con “Encadenados”, más aún con Cary Grant de por medio por enésima vez (actor fetiche del cineasta británico).

La película que protagonizan Bergman y nuevamente Grant pocos años después, supera de largo a “Sospecha” aunque la una recuerde a la otra, sospechosamente. E incluso, por segunda vez rodando con Bergman y por primera con Gregory Peck, ambas recuerdan también a “Recuerda”… Y no es ningún juego de palabras, es una cacofonía en la que se embarulló un Alfred Hitchcock, imagino ansioso.

Es decir: da la impresión de que el joven Alfred, casi recién estrenado en su etapa norteamericana volcase precipitadamente una chorro de ideas sobre un guión en el que no cupieron las tres historias que luego llevó al cine diseccionándolo bajo aquellos tres títulos: “Sospecha” (1941) – “Recuerda” (1945) – “Encadenados” (1946).

Después de “Sospecha”, la película que nos atañe, Alfred corrigió errores. Debió apreciar en esta primeriza y tras rodar “Rebeca” con la hermana de la Havilland, que Joan Fontaine está tan fuera de sí como Teresa de Jesús en el éxtasis.

Es una magnífica actriz, (pese a todo superada por su hermana Olivia sin duda alguna). Sin embargo, en esta cinta, expresa tantísimo espanto en su rostro cada vez que le dan un notición sobre la presunta culpabilidad de su marido y, para más descrédito se desmaya tantas veces que deja de ser verosímil.

Lo mismo ocurre con Cary Grant: es absurdo que frunza el ceño ante el espectador queriendo delatarse. Más que absurdo, es inocente. No están solos en las escenas en las que ponen caretos de afectación, disimulo, fingimiento o lo que sea. Están entre tertulias, en cenas, el uno frente al otro, entre amigos, yo que sé… Lo normal sería guardar esos semblantes tan impresionados, más que nada por no putear al público.

La verdad: Hitchcock deja de convencerme a los quince minutos por no cuidar la dirección de intérpretes y eso que estamos hablando de dos grandes. En especial Grant, jovencísimo, altísimo, morenísimo y estupendamente trajeado.

Lo dicho: si habéis visto "Encadenados" o "Recuerda"... "Sospecha", " yo confieso" que os resultará "vertiginosamente" familiar porque "al hombre que se repite demasiado" y con más "frenesí" que cautela, parece que le da una "pájara".

Aunque cierto es que estoy poniendo el carro delante de los bueyes por ser ésta, la putativa.

Pese a todo, más que recomendable.
9
13 de junio de 2012
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alfred Hitchcock, uno de los GRANDES, director que casi todo lo que toca lo convierte en oro, dirige esta formidable película que sería la cuarta de su periplo estadounidense tras las no menos formidables "Rebeca" y "Enviado especial" y la peculiar "Matrimonio original". En "Sospecha", y ayudado por la mímica inigualable de Cary Grant nos sirve su cocktail favorito: Suspense, humor y virtuosismo tras la cámara. Todo ello aderezado con un notable guión, un suspense 'in crescendo' (en cada primer plano, en cada palabra, en cada gesto, en cada pregunta), unos magníficos juegos de luces y sombras y unos planos medios en los que logra la complicidad entre Cary Grant y el espectador. Brillante es también la dirección de actores sacando máximo partido al soberbio trío: Grant, Fontaine y Bruce.
"Sospecha", como tantas otras grandes películas, te sigue haciendo disfrutar aun cuando la hayas visto siete u ocho veces.
5
11 de mayo de 2013
26 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hitchcock, no sé por qué, tenía una gran fijación hacia el sufrimiento femenino. Yo no soy una entendida de su obra, así que esta observación la concluyo por su filmografía. Además, cuanto más guapa, mejor, y en «Sospecha» cuenta con una especialmente bella Joan Fontaine, siempre con su expresión de quítame-el-pavo-de-encima que desde luego le favorece y que ya es marca de identidad.

Pues Fontaine, que aquí sí tiene nombre, Lina, al parecer y por motivos que se nos escapan, corre el riesgo de quedarse soltera y ante la desesperación que esto conlleva (te comprendo, Lina) toma el valor necesario para aceptar los ataques-insinuaciones de un tal Johnnie Aysgarth con la simpatía de Cary Grant. Ahora bien, este tipo es un impresentable. El típico guaperas sobre el que nos han advertido que huyamos madres, padres, amigos, hermanos y entendidos en la materia. El hombre que no desearíamos para nuestros hijas, la clase de masculinidad en la que no querríamos ver convertidos a nuestros hijos. En fin: un canalla. Dicen durante toda la película que es un canalla muy encantador pero, sinceramente, su posible chispa no compensa la humillación, las mentiras, la irresponsabilidad, su tendencia a la manipulación, sus groserías, su falta de escrúpulos y esa posición de dominio absoluto sobre su esposa, quien agacha la cabeza en cuanto el otro se pone gallito.

Ante ese panorama, Lina empezará a desconfiar, debatiéndose entre el amor y la sospecha. Ciertamente, que en un juego te salga la palabra «murderer» no es motivo suficiente como para que se te meta en la cabeza que tu amante va a asesinar a su mejor amigo, pero tampoco es descabellado por lo que ha vivido la pobre Lina. El guión jugará en todo momento sobre la culpabilidad o no de Johnnie, haciendo partícipe al espectador de las sospechas, y la verdad es que se consigue la intriga, y encima sin tenderte trampas demasiado obvias. Dirección correcta, no hay (apenas) escenas ridículas e interpretaciones llenas de glamour.

Entretiene, así que pasable.
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