Playtime
1967 

7.4
4,476
Comedia
Un grupo de turistas americanas hace un viaje por Europa, que prevé la visita de una capital por día. Al llegar a París, se dan cuenta de que el aeropuerto es exactamente igual al de Roma, de que las carreteras son idénticas a las de Hamburgo y que las farolas guardan un curioso parecido con las de Nueva York. En resumidas cuentas, el escenario no cambia de una ciudad a otra. Y ya que no pueden conocer París, se conformarán con pasar ... [+]
8 de diciembre de 2013
8 de diciembre de 2013
31 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy un experto en cine clásico. Ni siquiera en cine. Sencillamente, no soy un experto. Cuando veo una película no busco realizar un sesudo estudio sobre su semiótica. Tengo debilidad por las distopías y el encanto de una buena fotografía. Incluso a veces me abandono al virtuosismo de la dulzura sonora del idioma francés y me olvido de la profundidad y el contenido. No busco tener que pasar 120 minutos sentado frente a una exasperante sucesión de irritantes títeres, moviéndose torpemente bajo los hilos de un director obsesionado con plasmar un mensaje que no da para más y podría haber funcionado como cortometraje conceptual, con su admirable y cuidada ambientación fotográfica. Créanme, no busco que una película me provoque necesariamente un infarto diversional, pero cuando está catalogada como una comedia espero como mínimo que me saque una sonrisa y no una carcajada histérica al comprobar una y otra vez que pasa el tiempo pero no pasan los minutos. Sencillamente la película es interminable.
Os he confesado todo lo que no busco cuando me siento a disfrutar de una película porque resulta imposible materializar en palabras la globalidad de lo que uno busca cuando se sienta a ver cine. Así que sí, mejor no os diré lo que busco ni lo que no busco ni lo que me gustaría dejar de buscar, simplemente os diré lo que a partir de ahora intentaré evitar: películas como Playtime.
Os he confesado todo lo que no busco cuando me siento a disfrutar de una película porque resulta imposible materializar en palabras la globalidad de lo que uno busca cuando se sienta a ver cine. Así que sí, mejor no os diré lo que busco ni lo que no busco ni lo que me gustaría dejar de buscar, simplemente os diré lo que a partir de ahora intentaré evitar: películas como Playtime.
25 de febrero de 2020
25 de febrero de 2020
14 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aburrida hasta decir basta ¿Quién aguanta dos horas de este muermo? A los 50 minutos, muerto de aburrimiento, y para desquitarme por haberme hecho navegar en la nada más soporífera, he decidido escribir esta "crítica". Se supone que una película que es "de humor" debe hacerte, ya no digo reír, sino al menos sonreir en algún momento; y esta lo único que consigue es que te duela la cabeza de puro aburrimiento. Resumen: un tostón insufrible. Adiós. (Cualquier cosa que hagas siempre será mejor que tirar a la basura dos horas de tu vida viendo esto).
21 de abril de 2007
21 de abril de 2007
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces una comedia ha alcanzado unos grados de perfección técnica y estética como los conseguidos en Playtime. La película gustará o no artísticamente; el espectador puede sentirse atraído por el particular sentido del humor de Tati y por los múltiples gags visuales y sketches que pueblan el film o, por el contrario, puede no coincidir con la visión del director y aburrirse soberanamente. Pero lo que resulta innegable es la enorme y sorprendente belleza estética que emana de este clásico del cine francés.
En Playtime se recrea un París aséptico y futurista, de espacios abiertos, edificios modernos y decoración minimalista. En este contexto, seguimos los pasos de una serie de personajes que se mueven entre las calles de la gran ciudad coincidiendo en aeropuertos, oficinas y restaurantes. No existe un protagonista claro, si bien cabe destacar la presencia de Monsieur Hulot, alter ego de Tati, que ya había sido visto en Mi tío (1958) y Mr’s Hulot’s holiday (1953), ambas de J. Tatischeff (su verdadero nombre).
Los diálogos no abundan en el film, dejando clara la influencia que recibe del cine mudo. Las pocas conversaciones que hay se dan en varias lenguas diferentes que, en ocasiones, se mezclan y superponen de manera caótica, acentuando el tono absurdo que sobrevuela la mayor parte de la cinta. La galería de personajes es rica y extensa y, en este sentido, cabe destacar la excelente dirección de actores que consigue dar la sensación de que incluso los extras tienen un papel asignado. Esto es sólo una pequeña muestra del detallismo y de la enfermiza manera de trabajar de Tati, que, en múltiples ocasiones, se creó deudas económicas al demorar la salida de sus filmes porque siempre había algo que retocar.
El perfeccionismo del realizador francés se traduce también en la complicada estructura de la película; particularmente en su arriesgada planificación (en la que no encontramos ni un solo primer plano) y en su original fotografía. Mediante el excelente uso de estos elementos, se consiguen retratar de manera magistral tanto el frío e impersonal París del inicio de la historia como la maravillosa y cálida Ciudad de la Luz en que termina convirtiéndose al final.
Y es que Playtime nos muestra la evolución de la capital francesa y de los personajes partiendo de una situación en la que todo está mecanizado, todo es clónico y sin alma (atención a las imágenes de los enormes edificios y de las masivas cantidades de coches idénticos hacinados en aparcamientos) y termina con una deliciosa secuencia final en la que todo es color y calidez.
En Playtime se recrea un París aséptico y futurista, de espacios abiertos, edificios modernos y decoración minimalista. En este contexto, seguimos los pasos de una serie de personajes que se mueven entre las calles de la gran ciudad coincidiendo en aeropuertos, oficinas y restaurantes. No existe un protagonista claro, si bien cabe destacar la presencia de Monsieur Hulot, alter ego de Tati, que ya había sido visto en Mi tío (1958) y Mr’s Hulot’s holiday (1953), ambas de J. Tatischeff (su verdadero nombre).
Los diálogos no abundan en el film, dejando clara la influencia que recibe del cine mudo. Las pocas conversaciones que hay se dan en varias lenguas diferentes que, en ocasiones, se mezclan y superponen de manera caótica, acentuando el tono absurdo que sobrevuela la mayor parte de la cinta. La galería de personajes es rica y extensa y, en este sentido, cabe destacar la excelente dirección de actores que consigue dar la sensación de que incluso los extras tienen un papel asignado. Esto es sólo una pequeña muestra del detallismo y de la enfermiza manera de trabajar de Tati, que, en múltiples ocasiones, se creó deudas económicas al demorar la salida de sus filmes porque siempre había algo que retocar.
El perfeccionismo del realizador francés se traduce también en la complicada estructura de la película; particularmente en su arriesgada planificación (en la que no encontramos ni un solo primer plano) y en su original fotografía. Mediante el excelente uso de estos elementos, se consiguen retratar de manera magistral tanto el frío e impersonal París del inicio de la historia como la maravillosa y cálida Ciudad de la Luz en que termina convirtiéndose al final.
Y es que Playtime nos muestra la evolución de la capital francesa y de los personajes partiendo de una situación en la que todo está mecanizado, todo es clónico y sin alma (atención a las imágenes de los enormes edificios y de las masivas cantidades de coches idénticos hacinados en aparcamientos) y termina con una deliciosa secuencia final en la que todo es color y calidez.
28 de julio de 2020
28 de julio de 2020
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Play Time" no es "Mi tío". Ni "Las vacaciones de Mr. Hulot". Apenas hace reir. Y se encuentra en el film poca poesía. Resulta atractivo el intento de satirizar la tecnificación de todo, pero el intento no se logra. Se diría que el tema del cual el realizador trata de burlarse le puede. En "Play Time" Mr. Hulot tiene poca gracia e incluso se mueve entre incongruencias. Acude a un racionalizado edificio de cristal a recoger un paquete (¿Correos. mensajería?) y ni hay cola, ni mostrador. Más bien parece que vaya a solicitar un empleo en una multinacional de extraños pasillos desiertos. Hulot se pierde, se sale de la torre de cristal y entra en una exposición de productos tecnológicos sin que venga a cuento. Así nos puede presentar, forzando el guión, productos ridículos como unas gafas que se levantan hacia arriba o una escoba con focos para iluminar debajo de los muebles.
Nada de todo eso convence, como tampoco los pintorescos personajes alienados en inmensas oficinas. Las imágenes son impecables, muy estéticas, pero su carga crítica resulta tímida, sin esos gags de películas anteriores.
Mejora la historia en el night club estrenado antes de acabarse las obras. Aquí si se producen situaciones graciosas que pretenden evidenciar la prisa de nuestra época y la mediocre vanidad de la burguesía. Pero son chistes aislados en un océano de detalles poco inspirados. Ocurre como al principio del film, cuando se nos quiere confundir sobre el edificio en que nos encontramos.
Tati detesta con razón la falta de belleza de "la modernidad" y cómo el acero, el cristal y las máquinas ahogan hasta los monumentos de París. También satiriza la norteamericanización de Francia, en secuencias como la del amigo que invita a Hulot a su casa y nombra las cosas en inglés, con lo que el otro no entiende nada. Y tambiem como la del arquitecto del club que no sabe manejar los mandos del aire acondicionado por estar todo en ese idioma. El mismo título del film es una palabra inglesa. Y muchos de los objetos que desfilan a modo de innovaciones.
La queja contra esa anglosajonización se percibe mejor en la versión original francesa con subtítulos en español. En la castellana se diluye.
Es muy difícil reirse de lo que triunfa y gana la voluntad de todos: el turismo, la droga televisiva, la frialdad del mundo de los negocios, la más fría aún estética de la arquitectura moderna, la electrónica (hoy sería la informática), los drugstores e incluso los atascos de tráfico. Para una fuerte individualidad como la del director franco-ruso cualquier masificación y uniformización de la vida significa rebajarla de valor y sabor. Pero precisamente porque ese modelo automatizado de sociedad se ha impuesto es por lo que se requiere más talento para ridiculizarlo.
En "Mi tío" este autor sí consiguió oponer con brillantez la hermosa espontaneidad de la vida a su insípida racionalización a la búsqueda de una falsa perfección. En "Play Time" no.
Nada de todo eso convence, como tampoco los pintorescos personajes alienados en inmensas oficinas. Las imágenes son impecables, muy estéticas, pero su carga crítica resulta tímida, sin esos gags de películas anteriores.
Mejora la historia en el night club estrenado antes de acabarse las obras. Aquí si se producen situaciones graciosas que pretenden evidenciar la prisa de nuestra época y la mediocre vanidad de la burguesía. Pero son chistes aislados en un océano de detalles poco inspirados. Ocurre como al principio del film, cuando se nos quiere confundir sobre el edificio en que nos encontramos.
Tati detesta con razón la falta de belleza de "la modernidad" y cómo el acero, el cristal y las máquinas ahogan hasta los monumentos de París. También satiriza la norteamericanización de Francia, en secuencias como la del amigo que invita a Hulot a su casa y nombra las cosas en inglés, con lo que el otro no entiende nada. Y tambiem como la del arquitecto del club que no sabe manejar los mandos del aire acondicionado por estar todo en ese idioma. El mismo título del film es una palabra inglesa. Y muchos de los objetos que desfilan a modo de innovaciones.
La queja contra esa anglosajonización se percibe mejor en la versión original francesa con subtítulos en español. En la castellana se diluye.
Es muy difícil reirse de lo que triunfa y gana la voluntad de todos: el turismo, la droga televisiva, la frialdad del mundo de los negocios, la más fría aún estética de la arquitectura moderna, la electrónica (hoy sería la informática), los drugstores e incluso los atascos de tráfico. Para una fuerte individualidad como la del director franco-ruso cualquier masificación y uniformización de la vida significa rebajarla de valor y sabor. Pero precisamente porque ese modelo automatizado de sociedad se ha impuesto es por lo que se requiere más talento para ridiculizarlo.
En "Mi tío" este autor sí consiguió oponer con brillantez la hermosa espontaneidad de la vida a su insípida racionalización a la búsqueda de una falsa perfección. En "Play Time" no.
24 de junio de 2011
24 de junio de 2011
20 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aguantar esto media hora es un logro. También lo es en una peli de Tarkovski, aunque uno se pone en situación y ya está. Pero se supone que aquí vas a ver una comedia, y para mí no tiene gracia a pesar del virtuosismo técnico y visual. Su estética pop allí se quedó.
Besos.
Besos.
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