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Un marido rico

Romance. Comedia Inexplicablemente, un novio y una novia no pueden asistir a su propia boda porque se lo impiden sus dobles, que son los que se casan. Seis años más tarde, el administrador del piso de Park Avenue de Tom y Gerry Jeffers enseña la casa, aunque todavía viven en ella, a otros posibles inquilinos, ya que ellos se han retrasado en el pago del alquiler. Gerry se siente frustrada porque su marido, un arquitecto que intenta sacar adelante sus ... [+]
Críticas 17
Críticas ordenadas por utilidad
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8
15 de septiembre de 2010
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Él se llama Tom y ella no es Jerry, pero sí Gerry, y ambos se casaron, loquitos de amor, cinco años atrás. Él es soñador e idealista, ella es frívola y manirrota. A pesar de sus problemas de dinero, que les han llevado al borde del desahucio, ambos siguen profundamente enamorados. Tan enamorados están que Gerry decide divorciarse. Sí, como suena, y hay que admitir que su razonamiento es de una lógica aplastante: se irá de casa, se divorciará y buscará un marido rico que le permita vivir siempre ociosa y que financie, de paso, los incomprendidos proyectos de Tom. Ambos obtendrán así la clase de felicidad que merecen y desean y que su matrimonio y su amor no pueden por sí solos ofrecerles.

Es una lástima que a “Un marido rico” la oscurezcan otras obras maestras de Preston Sturges como “Las tres noches de Eva” o “Los viajes de Sullivan”, pero en el fondo, con una filmografía como la suya, no deja de tener sentido que sea así. Sturges tenía esa cosa que, a falta de una palabra mejor para definirla, suele llamarse un don. Ese “algo” difícil de definir, personal e intransferible, que convierte casi todas sus películas en perfectos ejemplos de la comedia clásica americana. La prueba está en que a pesar de haber contado con las 11 reglas de oro para lograr una comedia de éxito que él mismo compiló en 1941 (justo antes de rodar “Un marido rico”), se pueden contar con los dedos de una mano los directores que, tras su muerte, han sacado provecho de ellas a una altura similar a la de su maestro, aun en sus obras menos populares. Y no está de más recordar que Sturges murió en 1959.

Lo que Sturges trataba de demostrar con la desesperada persecución del pobre gato Tom tras la avispada ratoncita Gerry era, en sus propias palabras, el infinito poder de la belleza femenina. Unas piernas largas, viene a decirle Claudette Colbert a Joel McCrea, permiten abrir cualquier puerta, incluso (o especialmente) las de la alta sociedad: el sexo mueve el mundo, pone en marcha trenes y aviones, hace que los hombres enloquezcan, canten, se emborrachen, carguen y disparen sus escopetas y persigan con sus perros el rastro de una apetitosa hembra extraviada.

Las alocadas escenas a bordo del tren, protagonizadas por los desquiciados miembros del club “Cerveza y codorniz”, son una ilustración tanto de la teoría de Sturges como de los múltiples recursos cómicos que despliega en una película que se abre y se cierra de un modo tan surrealista como antológico y plagada de diálogos memorables, personajes estrafalarios, elegantes floretazos envenenados con fina ironía y escenas románticas en las que los protagonistas poseen suficiente humanidad como para aplacar el aparente cinismo del discurso de Sturges. No es nada extraño, por ello, que otro gran cínico tierno le lanzara varios guiños a esta peli en una de sus obras mayores, ésa en la que hay una huida en coche-cama y millonarios con yate enamorados de la persona equivocada. Sí, Billy Wilder. Uno de los dedos de la mano.
7
30 de octubre de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
1937-1942: Cinco años de casados suma el calendario para Tom y Gerry, quienes ahora se encuentran en tal suerte de declive que, en un acto de amor libre, maduro y desesperado, lleva a que Gerry piense en separarse para que cada uno pruebe suerte por otro lado y quizás un día puedan volver a reunirse. Pero como a Tom no le ha gustado la idea que Gerry se ha empeñado en sacar avante, comienza como el Tom (gato) de los dibujos animados, a perseguir a su Jerry (ratón) pues no está dispuesto a dejarla escapar.

Un buen puñado de aventuras, en el mejor estilo screwball comedy, se sucederán en el camino y Preston Sturges –el connotado director y guionista- se servirá de ellas para apreciar con su habitual buen humor las contradicciones sociales y las memadas, pero sobre todo bondades, que pueden encontrarse en el bando de “arriba” como en el bando de “abajo”.

Geraldine (Gerry) tiene la suerte, “por sus piernas muy bien torneadas” (a las que suma honestidad, simpatía a borbotones y una clara feminidad, cosas de las que pareciera no enterarse) de encontrar angelitos por todas partes… y aunque al final, éstos resultan cargantes y un tanto empalagosos, pues la mentalidad burguesa les vuelve excéntricos, terminan poniendo tapete a aquellos plebeyos que solo buscan realizar algún sueño que les permita afianzar el amor que, a borbotones, fluye de sus corazones.

Claudette Colbert, luce muy bien puesta en su papel de esposa desprendida, para quien la felicidad y la realización de su muy alto gatito, pareciera más importante que su propia felicidad. Joel McCrea, impone dignidad a toda prueba a su rol de gato empecinado, quien no se resiste a que su ratoncita se pierda entre los brazos de alguien que no sea él. Y Rudy Vallée (J. D. Hackensacker III), Mary Astor (la princesa Centimillia) y Robert Dudley “El rey de las salchichas”, estupendos haciendo de esa suerte de “ángeles”, un rol que muy pocos entre los suyos se atreven a asumir… quizás porque éstos no les mencionan la dicha que se siente, ya que dar es la prueba fehaciente de que se tiene y el fluir es el sosiego del espíritu.

Sin duda, el más cercano sucesor de la comedia socio-política estilo Frank Capra y Ernst Lubitsch, Preston Sturges también dejó su huella… y es una lástima que se viera abocado a asumir un auto-exilio en Europa, pues desde su desastrosa asociación (en 1944) con el súperburdo Howard Hughes, su carrera entró en un irrefrenable declive. Menos mal que todavía tuvo tiempo para “The miracle of Morgan’s Creek”, “Hail the conquering hero” y “The great moment”…

Y “UN MARIDO RICO” puede sin duda contarse entre las buenas comedias de los años 1940.

Título para Latinoamérica: “LOS AMORES DE MI MUJER”
9
8 de octubre de 2005
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran comedia, yo diría imprescindible para los amantes de la buena comedia. Un sentido del humor agudo y sofisticado en algunos momentos y absurdo e hilarante en otros son dos buenos argumentos para que los que no la hayan visto se acerquen a esta injustamente poco conocida comedia.

Presten mucha atención a la escena del tren, para mí una de las más divertidas que he visto nunca, y al personaje de Totó, también muy cómico.

Y para los aficionados a las frases célebres, quédense con una de la película: "...una de las grandes tragedias de este mundo es que los hombres que más merecen una buena paliza suelen ser enormes."
8
12 de junio de 2018 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El suave balanceo del humor sobre el celuloide enseguida invita a una sonrisa franca que poco a poco se transforma en una divertida comedia que además posee un punto turbador que invita a la reflexión.
Su ritmo se acomoda al vaivén de un argumento pizpireto y refrescante que J. Sturges dirige con esa naturalidad de quien conoce bien la obra y se siente a gusto con ella.
No en balde también es el guionista.
J. McCrea y C. Colbert proporcionan empaque a sus respectivos y alocados papeles mientras que la variopinta galería de curiosos personajes que les acompañan aportan su parte alícuota de extravagancia, de originalidad y desenfado.
7
9 de septiembre de 2022 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
294/07(05/09/22) Comedia alocada que he visto con motivo del 80 aniversario de su estreno (28/09/1942). Un buen film dirigido y guionizado con frenético pulso por el especialista en el género Preston Sturges, una trepidante screw-bal protagonizada por una estelar Claudette Colbert y Joel McCrea (que el año anterior protagonizó, pero también a la sombra de otra mujer [en este caso la gran Veronica Lake], la puede más famosa obra de Sturges, “Los viajes de Sullivan”), teniendo de secundarios a un flemático y divertido en su amaneramiento Rudy Vallée, y a una extrovertida jovial Mary Astor. Ello para una cinta donde brillan las batallas de sexos, las réplicas y contrarréplicas ingeniosas, las situaciones disparatadas (incluso emparentadas con el surrealismo de los Marx, epítome la noche de ‘caza’ dentro del tren de la ‘logia’), con muchos dobles sentidos, mucha acidez sexual (tuvo problemas con la censura por lo liberal de este matrimonio, e incluso por las veces que mencionaba la hermana del millonario que había estado casada), donde se juega las falsas apariencias, las identidades equivocadas, a la sátira, a la burla de a la (indolente) clase alta, al ataque a la (sagrada) institución del matrimonio. Pero todo en un tono ligero, sin que su triángulo romántico en el que deriva (incluso con la llegada de la hermana es cuadrangular), tenga profundidad alguna, sin dramatismos.

Ello incidiendo con mucho humor en el poder de las armas de mujer, de lo que presume la protagonista en una actitud (que tuvo problemas con la censura) cercana a la prostitución, en cómo se aprovecha ella de su belleza para obtener bienes materiales, ejemplo que hoy día se puede ver como empoderamiento femenino, lo extraño es que nadie de los que le da ‘regalos’ le pide nada a cambio (¿?), lo cual es muy transgresor para su tiempo. Ello encarnado por la estrella del film como es la Colbert, radiante de belleza y encanto; a su lado está Joel McRea un tanto desequilibrado ante el huracán de la Claudet primero, y luego el ciclón Mary Astor.

Una historia que en su núcleo es una persecución del gato y el ratón, habiendo la casualidad de los nombres, donde el gato es Tom y la ratón es Gerry (casi como los toons, cambia la ‘G’ de Gerry por la ‘J’), donde Gerry huye de su marido por toda la costa atlántica USA (de NYC a Florida).

Tiene un prólogo demencial en el que yo no he entendido nada, pareciendo una parodia llevada al absurdo del arranque de “Historia de Filadelfia” (1940), ello con una boda atropellada donde no se sabe bien quien se ha casado con quien (¿?), ello bajo los electrizantes acordes de una variación de la obertura de William Tell (orquestada por Victor Young). Hay una elipsis y te das cuenta de que ese inicio no tenía importancia alguna, más allá de que al final engancha en un gag con él. Hay una elipsis de cinco años y tenemos a Tom (McRea) y Jerry (Colbert), casados y viendo en un apartamento de lujo del que el dueño quiere echarlos por impago. Tom es un idealista que sueña con que alguien le financie su proyecto de aeropuerto, y ella es una materialista frívola. Gerry decide en su mente retorcida que por amor, lo mejor es divorciarse, y que ella pueda casarse con un rico que mantenga sus caros gustos y su ociosidad, amén de que pueda dar el dinero a Tom, y todo por amor. Es un argumento demencial en su amoralidad políticamente incorrecta. Asistiremos a como se analiza con sorna a la alta sociedad, se da de ellos un retrato complaciente a la par que indolente en su superficialidad, con gustos disfuncionales (coleccionar maridos, apuntar gastos que nunca se suman, viajar en tren porque es muy americano, …), caprichosos.

Film hijo de la Gran Depresión (que tan bien retrató Woody Allen en “La Rosa Púrpura del Cairo”) en como hace que una pareja sin recursos pueda llegar a relacionarse de tu a tú con un muchi millonario, y con ello el espectador se pudiera ver inmerso en los lujos, con yates, mansiones, costosos trajes y joyas. Una galería de secundarios pintorescos y muy jugosos. Tenemos al ‘Rey de las Salchichas’ (genial (Robert Dudley), un simpático sordo que reparte dólares como si le quemaran (exhibiendo con ello fajos de billetes); Tenemos a los alocados miembros "Club de la cerveza y la codorniz"; Tenemos a este particular millonario John D. Hackensacker III "Snoodles" (que viaja en tren por no considerar (entonces) americano hacerlo en avión (si debe serlo viajar en yate ¿?; Está la princesa Centimillia (muy buena en su dejadez Mary Astor), burlesca en como en apenas una mirada se encapricha de un hombre, no en vano ha tenido cinco matrimonios ya; Y tenemos al bufonesco Toto (encarnado por el alemán Sig Arno), como un europeo que habla de forma que nada se le entiende, amanerado, pomposo, en realidad un artículo pesado adquirido pro la princesa.

Hay en el film uno de esos tramos que la hacen perdurable pro siempre, me refiero al del tren. Gerry ha sido ‘adoptada como mascota’ del ‘Ale and Quail” (entre ellos el actor fetiche del director, William Demarest), grupo de indolentes que viajan para ir de caza con sus escopetas y perros, y que terminan improvisando una cacería en el tren, con disparos, perros, gritos, cristales rotos, colosal y desternillante caos (con el afiche de un elemento un tanto de estándar racista cuando vemos a un camarero negro esconderse), propio del mejor gag de los Marx. Esto con el complemento final de Gerry huyendo de esta anarquía y refugiándose en el coche-cama (que recuerda y mucho al tramo similar en “Some like it hot” de Billy Wilder, seguro que tomó ideas de aquí).

Llegamos al rush final, donde se produce un cuadrangular amoroso, con mucho de picaresca, de estafa, que culmina en una bonita escena de *amor muy contradictoria. Culminado en una resolución bastante naif y ligera, dando a entender la farsa en la que estábamos sumergidos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
*Resulta que el millonario monta una serenata a su amada Gerry, y ella aprovecha el canto para amancebarse con su marido, ello con la calenturienta previa de ella pidiéndole le baje la cremallera del vestido, y es que uno es un nombre (¿?). Paradójico que el que canta para enamorar termine siendo el fondo para el fornicio de su amada con ‘otro’; La forma en que el millonario y su hermana princesa se toman el destapar el trampantojo de que sus potenciales ‘amores’ son en realidad marido uy mujer, me resulta bastante grotesco, una cosa es dramatismo y otra es indiferencia.

Al menos parte de la inspiración inicial para The Palm Beach Story puede haber venido a Preston Sturges desde cerca de casa. No solo había viajado de un lado a otro de Europa cuando era joven, su ex esposa Eleanor Hutton era una heredera que se movía entre la aristocracia europea y una vez había sido cortejada por el príncipe Jerome Rospigliosi-Gioeni. Una escena de la película se basa en un incidente que les sucedió a Sturges y su madre mientras viajaban en tren a París, donde el vagón con su compartimento y equipaje se desacoplaron mientras estaban en el vagón comedor.

Buena comedia, ala que le falta conexión para ser más sólida. Gloria Ucrania!!!
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