Mephisto
7.0
1,276
18 de febrero de 2008
18 de febrero de 2008
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta recreación del mundo del teatro en la Alemania nazi, ganadora del oscar a la película extranjera de 1981, ya está editada en formato DVD. Aconsejo que elijan la versión corta, pues la completa se alarga demasiado y el director István Szabó no parece manejarse bien con el tempo. También aconsejo a los que no son puristas de la V.O (yo tampoco leo a Virgilio en latín), que al menos elijan un monólogo del actor austriaco Klaus Marie Brandauer y disfruten de su actuación en el idioma germánico; su interpretación es sencillamente asombrosa. Entra en mi lista de las 20 mejores interpretaciones masculinas de la historia del cine. Sin duda, merece el esfuerzo leer subtítulos en esta película.
Por otro lado, los textos son exquisitos. No tanto así en el resto de la adaptación. La planificación de las excesivas escenas es demasiado fragmentada, muy abrupta y con elipsis casi bochornosas; demasiado verbo en la narración. Aún así, por los magníficos diálogos (y monólogos) y la interpretación de Brandauer, es una experiencia cinematográfica indeleble.
Por otro lado, los textos son exquisitos. No tanto así en el resto de la adaptación. La planificación de las excesivas escenas es demasiado fragmentada, muy abrupta y con elipsis casi bochornosas; demasiado verbo en la narración. Aún así, por los magníficos diálogos (y monólogos) y la interpretación de Brandauer, es una experiencia cinematográfica indeleble.
5 de enero de 2012
5 de enero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, me encantó la primera vez que la ví con mi padre. Es extraordinaria la forma que tiene de transmitir la historia de un actor de teatro, dentro del marco histórico que acontece desde el ascenso del nacionalsocialismo, a finales de los años 20 del siglo XX hasta que dentro del propio régimen dictatorial del nazismo, el protagonista descubre su posición como marioneta afín al Estado. Situación que Hendrik (protagonizado por el excelentísimo Klaus Maria Brandauer) denostaba al comienzo en sus inicios dentro de la carrera de actor en la ciudad de Hamburgo. Él quería un teatro para el proletariado donde hubiese una conjunción dentro de la función de los espectadores con los actores. Se quiere distanciar de esa ideología que comienza a coger fuerza dentro de la ciudadanía (nazismo), entra en confrontación con uno de sus compañeros que ya es afiliado al NSDAP, Micklas. Hendrik, demuestra su desequilibrio mental, es ambicioso, quiere llegar a ser un grande en los mejores teatros del país, pero quizás en su vida personal no tenga claro lo que quiere. Da a entender sus propias frustraciones siendo un niño en un gesto de confesión recién casado a su mujer. Su mujer y su suegro tienden a meterse más en aspectos políticos en esa nueva Alemania. Firma un contrato por 200 marcos al mes en Berlín. Allí da el salto a altas esferas en fiestas gracias a una gran actriz reconocida, Dora (la que le avisa, ella prefiere ir a América y no servir de instrumento a ninguna ideología), y penetra en ese círculo donde a medida que asciendes, el gobierno también exige mayor grado de que te inmiscuyas al nuevo régimen. Comienza una vorágine de sentimientos de responsabilidad y supervivencia a dicho régimen que gracias a su nueva mujer, Nicoletta, pretende sobrevivir huyendo hacia delante, con discursos sobre la cultura y el arte que ni el mismo se cree, consciente de que un paso en falso le deja fuera de todo.
La interpretación de Rolf Hoppe es espectacular como "ministro de cultura".
Muy intensa, muy buena. Es de lo mejorcito que he visto.
La interpretación de Rolf Hoppe es espectacular como "ministro de cultura".
Muy intensa, muy buena. Es de lo mejorcito que he visto.
10 de diciembre de 2015
10 de diciembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiempo atrás, conocí a una persona con la que compartía ideas, discurríamos sobre arte y sobre cuestiones políticas, hasta que llegué a sentir que tenía, en él, a un verdadero amigo. Era un hombre consecuente, políticamente correcto. Como era actor de teatro y también apuesto, cierto día, este personaje fue llamado a protagonizar una película para la televisión, y como bien sabía de mi labor como Crítico de Cine y facilitador en seminarios sobre este tema, me presentó a la directora y enseguida me acogieron para hacer tomas previas durante los ensayos de actuación y luego, durante el rodaje, me asignaron, con un asistente, la labor de utilería.
Iniciada la filmación, la principal locación fue un municipio del suroeste antioqueño. Al alojarnos en el hotel, cada quien eligió su cuarto y yo elegí el mío… pero pronto apareció mi amigo, me saludó, y tras echar una ojeada quedó encantado con mi cuarto... y cinco minutos después, me estaban sacando de allí porque, él, quería ocuparlo. El resto del rodaje sólo me habló para darme órdenes. El “éxito” lo había trasladado a otra percepción de la realidad, y en ella, yo ya no era su amigo, era apenas un simple asistente.
Cito esta anécdota que se me vino súbitamente a la memoria, porque creo que viene al caso ya que corrobora una actitud humana que deja muy mal parados a aquellos individuos que caen en las trampas de la vanidad; y si a esto se le suman las decepciones y las humillaciones que reciben sus más cercanos, la que pierde es la humanidad entera... y la esperanza de entendimiento entre los seres humanos, se presiente más y más distante.
La película de, István Szabó -con guion de él mismo y Péter Dobai, basados en la novela de Klaus Mann- es también la historia de un actor de teatro, Hendrik Hofgen, un hombre de talento que aspira al triunfo. Tiene ideas progresistas, revolucionarias si se quiere. Siente que, "hay que traer para los obreros el verdadero teatro que refleje su problemática y los movilice"… y claro, uno siente que está ante un hombre de los que escasean, pero de los que harto se merece nuestra dolida humanidad.
Alemania está en plena bonanza artística. El teatro, la danza, el cine… cunden en cantidad y en calidad; y Hendrik Hofgen, hace realidad su anhelada interpretación de Mefistófeles, el demonio de, "Fausto", la inmortal obra de Johann W. Goethe. Con este rol se realiza. Con, Mephisto, puede proyectar la constancia y el carácter que, en la realidad, no posee.
Entonces, en el escenario del mundo, entra Adolf Hitler; y su primer ministro, un hombre que sabe doblegar y salirse con la suya, ofrece al actor éxito y progreso por “tan sólo” abandonar el bolchevismo cultural y ponerse al servicio del nacionalsocialismo... y, entre las sensaciones que el personaje nos brindará, quizás ocupe un buen lugar, el desencanto. Asistimos, entonces, a una exhibición de arribismo, de sumisión, de estrujamiento de la dignidad, que nos deja congelados. El nuevo Hendrik, es un fantasma y en el maquillaje con que representa a su soñado Mephisto, esconde la ignominia a la que, de repente, está llevando su existencia.
<<MEPHISTO>>, se luce con sus excelentes decorados, su cuidada iluminación, y con esa potente música que confluye en la recreación de perfectas exhibiciones de poder, doblez y derroche. Más que brillantes las actuaciones de, Klaus María Brandauer (Hendryk), Krystyna Janda (Barbara) y Rolf Hoppe como el primer ministro. La dirección de, István Zsabó, controlada y pulida en cada secuencia y en cada plano. El resultado: Un filme engalanado de arte y con un profundo significado.
Iniciada la filmación, la principal locación fue un municipio del suroeste antioqueño. Al alojarnos en el hotel, cada quien eligió su cuarto y yo elegí el mío… pero pronto apareció mi amigo, me saludó, y tras echar una ojeada quedó encantado con mi cuarto... y cinco minutos después, me estaban sacando de allí porque, él, quería ocuparlo. El resto del rodaje sólo me habló para darme órdenes. El “éxito” lo había trasladado a otra percepción de la realidad, y en ella, yo ya no era su amigo, era apenas un simple asistente.
Cito esta anécdota que se me vino súbitamente a la memoria, porque creo que viene al caso ya que corrobora una actitud humana que deja muy mal parados a aquellos individuos que caen en las trampas de la vanidad; y si a esto se le suman las decepciones y las humillaciones que reciben sus más cercanos, la que pierde es la humanidad entera... y la esperanza de entendimiento entre los seres humanos, se presiente más y más distante.
La película de, István Szabó -con guion de él mismo y Péter Dobai, basados en la novela de Klaus Mann- es también la historia de un actor de teatro, Hendrik Hofgen, un hombre de talento que aspira al triunfo. Tiene ideas progresistas, revolucionarias si se quiere. Siente que, "hay que traer para los obreros el verdadero teatro que refleje su problemática y los movilice"… y claro, uno siente que está ante un hombre de los que escasean, pero de los que harto se merece nuestra dolida humanidad.
Alemania está en plena bonanza artística. El teatro, la danza, el cine… cunden en cantidad y en calidad; y Hendrik Hofgen, hace realidad su anhelada interpretación de Mefistófeles, el demonio de, "Fausto", la inmortal obra de Johann W. Goethe. Con este rol se realiza. Con, Mephisto, puede proyectar la constancia y el carácter que, en la realidad, no posee.
Entonces, en el escenario del mundo, entra Adolf Hitler; y su primer ministro, un hombre que sabe doblegar y salirse con la suya, ofrece al actor éxito y progreso por “tan sólo” abandonar el bolchevismo cultural y ponerse al servicio del nacionalsocialismo... y, entre las sensaciones que el personaje nos brindará, quizás ocupe un buen lugar, el desencanto. Asistimos, entonces, a una exhibición de arribismo, de sumisión, de estrujamiento de la dignidad, que nos deja congelados. El nuevo Hendrik, es un fantasma y en el maquillaje con que representa a su soñado Mephisto, esconde la ignominia a la que, de repente, está llevando su existencia.
<<MEPHISTO>>, se luce con sus excelentes decorados, su cuidada iluminación, y con esa potente música que confluye en la recreación de perfectas exhibiciones de poder, doblez y derroche. Más que brillantes las actuaciones de, Klaus María Brandauer (Hendryk), Krystyna Janda (Barbara) y Rolf Hoppe como el primer ministro. La dirección de, István Zsabó, controlada y pulida en cada secuencia y en cada plano. El resultado: Un filme engalanado de arte y con un profundo significado.
27 de julio de 2016
27 de julio de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mephisto narra la historia de un actor alemán que en los años treinta se dejó utilizar por los nazis para promocionar el régimen y al mismo tiempo medrar en su carrera. Aunque al principio se muestra favorable a las ideas comunistas en seguida reniega de ellas y se desentiende de la política para centrarse en su carrera como actor sin percatarse de los cambios políticos que se están produciendo en el país y que le irán dejando solo.
Me quedo con el trabajo de Klaus Maria Brandauer y el de Rolf Hoppe. Pero la película a pesar de ganar el Oscar no termina de llenarme. De la trilogía sobre el nazismo que István Szabó dirigió en los ochenta la que más me gusta es Hanussen el adivino porque es la más entretenida. A Mephisto la encuentro algo vacía como con falta de más sustancia. Es interesante porque refleja muy bien el carácter de todos aquellos alemanes que no quisieron ver lo que sucedía en su país ante el imparable aumento del nazismo pero a la película le falta algo.
Brandauer encarna con convicción a un actor egoísta obsesionado con alcanzar la cima y que no dudará en entenderse con los dirigentes nazis para lograr la gloria al precio que sea sin importarle las consecuencias. El plano final deslumbrante y nunca mejor dicho.
Me quedo con el trabajo de Klaus Maria Brandauer y el de Rolf Hoppe. Pero la película a pesar de ganar el Oscar no termina de llenarme. De la trilogía sobre el nazismo que István Szabó dirigió en los ochenta la que más me gusta es Hanussen el adivino porque es la más entretenida. A Mephisto la encuentro algo vacía como con falta de más sustancia. Es interesante porque refleja muy bien el carácter de todos aquellos alemanes que no quisieron ver lo que sucedía en su país ante el imparable aumento del nazismo pero a la película le falta algo.
Brandauer encarna con convicción a un actor egoísta obsesionado con alcanzar la cima y que no dudará en entenderse con los dirigentes nazis para lograr la gloria al precio que sea sin importarle las consecuencias. El plano final deslumbrante y nunca mejor dicho.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En la secuencia final podemos ver a Mephisto deslumbrado por los focos en un gran escenario simbolizando su ceguera ante lo evidente.
25 de diciembre de 2020
25 de diciembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
- Visioné Mephisto hace unos 20 años y me encantó. Revisitada a día de hoy, la he disfrutado de igual manera, no ha perdido nada de fuerza en todos estos años.
- Grande Klaus Marie, grande krystyna, grande Istvan, grande el General alemán que no sé que actor es. Todos rayan a gran altura. Klaus tiene una presencia descomunal. Istvan dirige con genialidad, aportando elipsis, giros elegantes, momentos creativos. Una obra con calado.
Embebidos de éxito
en el miedo sumidos
ahogados en flujo
no te escondas a ello
- La visión estereotipada de un régimen nazi despiadado es un clásico. Me pregunto si en realidad fue realmente así. El que la historia la hayan escrito los ganadores me hace sospechar que los hechos pudieran ser distintos de cómo nos los han explicado siempre. Lo que sí coincide es que el régimen militar siempre es implacable. En Alemania y en cualquier país.
- Si alguien piensa que para ser tan fascista, o despiadado, hay que llevar un traje de militar con una esvástica, está muy equivocado. Tampoco es garantía de demócrata ser de tal o cual partido. Mephisto nos sirve para recordar lo esencial: las jerarquías, la organización piramidal, crean un sometimiento sobre el ciudadano que se ve incapaz de escapar a la presión. Esta dominación es un rodillo sobre las voluntades, favorecen el sometimiento a gran escala.
- Nuestro protagonista, que parece es arrastrado por su deseo de éxito, tiene a mi entender otras motivaciones. Y estas son también el mantener su status, no perder su posición en el teatro, no perder su vida. Qué duda cabe que también el miedo a perder la vida tenía que estar ahí. No es que le disculpemos por su manera de actuar, pero sin duda un análisis simplista no ayudaría a entenderle.
- Nos recuerda también Mephisto que la obediencia ciega a la autoridad no trae otra cosa que inhumanidad. Lo podemos ver hoy día, en nuestra maravillosa modernidad, en nuestro adorado progresismo. Hay que ver más allá de las esvásticas.
- La historia de Mephisto es conocida, y de igual manera la película se hace previsible. Esta cuestión se vé compensada por los valores artísticos de la cinta que ya he mencionado.
Te lo ordena la Ley, te lo ordena el Presidente,
los boliches ruedan en pendiente,
en los cielos drones vuelan,
en el suelo te apedrean,
quién te ha visto y quién te ve,
bufan grises, no hay mentíses,
solo fé.
- Grande Klaus Marie, grande krystyna, grande Istvan, grande el General alemán que no sé que actor es. Todos rayan a gran altura. Klaus tiene una presencia descomunal. Istvan dirige con genialidad, aportando elipsis, giros elegantes, momentos creativos. Una obra con calado.
Embebidos de éxito
en el miedo sumidos
ahogados en flujo
no te escondas a ello
- La visión estereotipada de un régimen nazi despiadado es un clásico. Me pregunto si en realidad fue realmente así. El que la historia la hayan escrito los ganadores me hace sospechar que los hechos pudieran ser distintos de cómo nos los han explicado siempre. Lo que sí coincide es que el régimen militar siempre es implacable. En Alemania y en cualquier país.
- Si alguien piensa que para ser tan fascista, o despiadado, hay que llevar un traje de militar con una esvástica, está muy equivocado. Tampoco es garantía de demócrata ser de tal o cual partido. Mephisto nos sirve para recordar lo esencial: las jerarquías, la organización piramidal, crean un sometimiento sobre el ciudadano que se ve incapaz de escapar a la presión. Esta dominación es un rodillo sobre las voluntades, favorecen el sometimiento a gran escala.
- Nuestro protagonista, que parece es arrastrado por su deseo de éxito, tiene a mi entender otras motivaciones. Y estas son también el mantener su status, no perder su posición en el teatro, no perder su vida. Qué duda cabe que también el miedo a perder la vida tenía que estar ahí. No es que le disculpemos por su manera de actuar, pero sin duda un análisis simplista no ayudaría a entenderle.
- Nos recuerda también Mephisto que la obediencia ciega a la autoridad no trae otra cosa que inhumanidad. Lo podemos ver hoy día, en nuestra maravillosa modernidad, en nuestro adorado progresismo. Hay que ver más allá de las esvásticas.
- La historia de Mephisto es conocida, y de igual manera la película se hace previsible. Esta cuestión se vé compensada por los valores artísticos de la cinta que ya he mencionado.
Te lo ordena la Ley, te lo ordena el Presidente,
los boliches ruedan en pendiente,
en los cielos drones vuelan,
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quién te ha visto y quién te ve,
bufan grises, no hay mentíses,
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