Cabaret
7.8
32,901
24 de octubre de 2008
24 de octubre de 2008
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de llevarse a la pantalla, Cabaret fue un musical de gran éxito en Broadway. La película cuenta con numerosos números musicales intercalados en la acción e interpretados en el Kit Kat Club, el club sobre el que gira la historia. Legendarios son los números de Liza Minnelli, Mein Herr, que canta sobre una silla, Maybe this time, Money, Money, que interpreta junto al Maestro de Ceremonias y el inolvidable Cabaret toda una declaración de principios. Los números musicales son tan tan buenos que no puedo darle menos de un sobresaliente.
La Minnelli nunca estuvo tan radiante como en este trabajo, donde compone un personaje lleno de ternura, bajo la capa de libertinaje y despreocupación que muestra en la superficie. Le da la réplica un ingenuo Michael York. Ella nos envuelve durante toda la cinta y nos magnetiza a partir de sus ojos llenos de pasión por la vida.
La dirección de arte, la música, las actuaciones, son elementos que se confabulan a la perfección para mostrarnos la atmósfera desenfrenada del Berlín a punto de caer bajo las garras de Hitler. Asistimos a una obra acabada que se deja ver en forma cautivante despues de 25 años de su estreno. La vi anoche nuevamente y no puedo silenciar mi admiración por este Cabaret inolvidable.
Si no le pongo el 10 es porque creo que la trama no está bien desarrollada en el tramo final, no me gustó la actuación en solitario de Michael York y porque no vi bien perfilada la historia secundaria de Marisa Berenson y Fritz Wepper.
No obstante, la interpretación de Minnelli y la belleza musical de los números hacen que merezca la pena ver esta película. A los amantes de los musicales, como yo, les encantará.
Saludos.
La Minnelli nunca estuvo tan radiante como en este trabajo, donde compone un personaje lleno de ternura, bajo la capa de libertinaje y despreocupación que muestra en la superficie. Le da la réplica un ingenuo Michael York. Ella nos envuelve durante toda la cinta y nos magnetiza a partir de sus ojos llenos de pasión por la vida.
La dirección de arte, la música, las actuaciones, son elementos que se confabulan a la perfección para mostrarnos la atmósfera desenfrenada del Berlín a punto de caer bajo las garras de Hitler. Asistimos a una obra acabada que se deja ver en forma cautivante despues de 25 años de su estreno. La vi anoche nuevamente y no puedo silenciar mi admiración por este Cabaret inolvidable.
Si no le pongo el 10 es porque creo que la trama no está bien desarrollada en el tramo final, no me gustó la actuación en solitario de Michael York y porque no vi bien perfilada la historia secundaria de Marisa Berenson y Fritz Wepper.
No obstante, la interpretación de Minnelli y la belleza musical de los números hacen que merezca la pena ver esta película. A los amantes de los musicales, como yo, les encantará.
Saludos.
27 de septiembre de 2008
27 de septiembre de 2008
27 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
El musical, basado en la novela “Adiós a Berlín” de Christopher Isherwood, que andaba cosechando un estruendoso éxito sobre las tablas de Broadway, y que había visto la luz en Londres contando con Judi Dench como protagonista, fue adaptado al cine en la misma época en que Coppola lanzaba a las pantallas “El padrino”. Ante tamaña competencia, pareciese que este digno musical podría quedar eclipsado, pero no fue así. Obtuvo los Óscars al mejor director (Bob Fosse), mejor actriz (Liza Minelli), mejor actor de reparto (Joel Grey), mejor banda sonora, mejor decorado, mejor montaje, mejor fotografía y mejor sonido. Arrasó con ocho premios de la Academia, frente a los tres que se llevó “El padrino”. Y, aunque para mí no se trata de un musical extraordinario y tampoco creo demasiado en la fiabilidad de esos premios, sí creo que se merecía no quedar oscurecido frente a la demasiado encumbrada cinta de Coppola.
Bob Fosse conservó intacto el encanto y el ambiente chispeante y descocado de un típico local nocturno de espectáculos, que se presenta como una alegoría de la alegría ruidosa sin prejuicios, y la evasión de los problemas de la vida diaria. El “Kit Kat Club” es pura filosofía que invita a dejar las preocupaciones en la puerta y zambullirse en la euforia de noches restallantes de música, colorido, risas, embriaguez, excesos y desinhibición. Mientras de puertas afuera el partido nazi alemán crece como una enfermedad y gana cada vez más fanáticos adeptos, mientras en las calles se suceden las emboscadas y los asesinatos y grupos de desaprensivos marchan como legiones infernales insultando a los judíos, agrediéndolos y dejando ofensivas pintadas en los muros de sus viviendas, dentro del “Kit Kat Club” las penas se olvidan bajo ríos de alcohol, capas de maquillaje, ropas chillonas, coreografías de vértigo y canciones que hablan de felicidad, de amor, de dinero y de diversión.
El maestro de ceremonias es toda una institución en sí mismo. Una institución sobre la libertad, el descaro, el ocio y el placer que cada noche es completamente feliz dando rienda suelta a todo su caudal artístico. Ácido, avispado y punzante, bajo su maquillaje y su desparpajo destapa las hipocresías de una sociedad demasiado ciega y lastrada por la soberbia.
El cabaret es el núcleo tras el cual se originan historias personales. Punto de encuentro de un público deseoso de huir de la tosca realidad exterior, y de artistas que sueñan con un futuro de luces prometedoras, escenarios, bambalinas y éxito.
Sally Bowles es una gran cantante, nacida para el espectáculo, que regala su voz y sus naturales habilidades interpretativas al servicio de la audiencia del cabaret. Pero no es suficiente para ella. No es más que un escalón en el camino hacia el triunfo, porque Sally a toda costa desea ser actriz.
Bob Fosse conservó intacto el encanto y el ambiente chispeante y descocado de un típico local nocturno de espectáculos, que se presenta como una alegoría de la alegría ruidosa sin prejuicios, y la evasión de los problemas de la vida diaria. El “Kit Kat Club” es pura filosofía que invita a dejar las preocupaciones en la puerta y zambullirse en la euforia de noches restallantes de música, colorido, risas, embriaguez, excesos y desinhibición. Mientras de puertas afuera el partido nazi alemán crece como una enfermedad y gana cada vez más fanáticos adeptos, mientras en las calles se suceden las emboscadas y los asesinatos y grupos de desaprensivos marchan como legiones infernales insultando a los judíos, agrediéndolos y dejando ofensivas pintadas en los muros de sus viviendas, dentro del “Kit Kat Club” las penas se olvidan bajo ríos de alcohol, capas de maquillaje, ropas chillonas, coreografías de vértigo y canciones que hablan de felicidad, de amor, de dinero y de diversión.
El maestro de ceremonias es toda una institución en sí mismo. Una institución sobre la libertad, el descaro, el ocio y el placer que cada noche es completamente feliz dando rienda suelta a todo su caudal artístico. Ácido, avispado y punzante, bajo su maquillaje y su desparpajo destapa las hipocresías de una sociedad demasiado ciega y lastrada por la soberbia.
El cabaret es el núcleo tras el cual se originan historias personales. Punto de encuentro de un público deseoso de huir de la tosca realidad exterior, y de artistas que sueñan con un futuro de luces prometedoras, escenarios, bambalinas y éxito.
Sally Bowles es una gran cantante, nacida para el espectáculo, que regala su voz y sus naturales habilidades interpretativas al servicio de la audiencia del cabaret. Pero no es suficiente para ella. No es más que un escalón en el camino hacia el triunfo, porque Sally a toda costa desea ser actriz.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Se cruza con un joven británico, Bryan Roberts, al que convence para hospedarse en la misma pensión que ella. Surge la amistad y la atracción. Ella es un torbellino que oculta las tristezas de un corazón dolido de abandonos bajo kilos de rabioso maquillaje, trajes nada discretos, charla incesante y un ritmo acelerado e irresponsable. Él es discreto, bien educado, reflexivo, introvertido y responsable. Dos extremos que se acercan en una relación llena de chispas y de consuelo. Ambos se atreven a dejarse llevar y a ilusionarse… Pero no tardan en surgir las nubes que empañan la claridad.
Se mueven en círculos en los que contactan con un aspirante a cazadotes que cae en su propia trampa al enamorarse perdidamente de una bella joven judía de familia muy rica; con un barón libertino que los seduce a los dos y los sume en la confusión; y con otros personajes de diversa condición. Entre el cabaret, la pensión y lujosas mansiones, los días transcurren aceleradamente… Y los protagonistas continúan su búsqueda personal, entre momentos felices, tumbos, caídas y aceptación.
Y las noches de juerga continúan en el “Kit Kat Club”, y los nazis se crecen cada vez más, y se olfatea la tensión en la atmósfera, y la gente apura un presente cuya amenaza se niega a admitir, intuyendo que quizás pronto vendrán muy malos tiempos… Y el esplendor conocido se esfumará. Pero no antes de que ellos lo hayan aprovechado a tope.
Como Sally y Bryan, engañándose con hermosas quimeras que saben imposibles, pero a las que aún no quieren renunciar.
Se mueven en círculos en los que contactan con un aspirante a cazadotes que cae en su propia trampa al enamorarse perdidamente de una bella joven judía de familia muy rica; con un barón libertino que los seduce a los dos y los sume en la confusión; y con otros personajes de diversa condición. Entre el cabaret, la pensión y lujosas mansiones, los días transcurren aceleradamente… Y los protagonistas continúan su búsqueda personal, entre momentos felices, tumbos, caídas y aceptación.
Y las noches de juerga continúan en el “Kit Kat Club”, y los nazis se crecen cada vez más, y se olfatea la tensión en la atmósfera, y la gente apura un presente cuya amenaza se niega a admitir, intuyendo que quizás pronto vendrán muy malos tiempos… Y el esplendor conocido se esfumará. Pero no antes de que ellos lo hayan aprovechado a tope.
Como Sally y Bryan, engañándose con hermosas quimeras que saben imposibles, pero a las que aún no quieren renunciar.
3 de noviembre de 2008
3 de noviembre de 2008
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El musical más relevante de los años 70 y el segundo trabajo para el cine de Bob Fosse (1925-87). El guión, de Jay Presson Allen (“Marnie, la ladrona”, 1964) y Hugo Wheeler, se basa en el libreto del musical de Broadway “Cabaret”, de Joe Masteroff, John Kander y Fred Ebb; en el guión de la película británica “I Am A Camera” (1955), de John Collier (firmado con el pseudónimo John van Druten); y en los cuentos “The Berlin Stories” (1945), de Christopher Insherwood. Se rueda en escenarios reales de Berlin, Munich, Lübeck (estación de tren) y Eutin (Castillo del barón) y en los platós de Bavaria Studios (Munich), Bavaria Filmstudios (Grünwald) y Berlin Union-Film Studio (Berlin). Nominado a 10 Oscar, gana 8. Producido por Cy Feuer para ABC Circle Films y Allied Artists, se estrena el 13-II-1972 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en Berlin, en 1931, durante la República de Weimar (1919-33), en los días del ascenso del nazismo y de la preparación de su toma del poder. La situación económica es crítica, el paro supera en el país los 5 millones de personas y la inflación se desborda. Sally Bowles (Minnelli), norteamericana, cantante y bailarina, de 22 años, estrella del “Kit Kat Club”, conoce al joven inglés Brian Roberts (York), estudiante de Cambridge, de unos 22/23 años, que da clases particulares de inglés en Berlín. Algún tiempo después ambos conocen al joven aristócrata alemán Maximilian von Heune (Griem), apuesto y rico, con el que simpatizan y forman un trío amoroso. Ella es vitalista, frágil, vulnerable e ingenua. Tiene una voz de oro, practica el amor libre y le gusta vestir con extravagancia. Brian es discreto, educado, introvertido y responsable. El maestro de ceremonias (Grey) hace de presentador omnisciente, enigmático y crítico con la realidad del país.
El film suma drama, romance y musical. La acción y los números musicales se presentan como dos bloques separados e independientes, si bien algunos aspectos de la acción sugieren el sentido y el contenido de los números musicales que les siguen. Desde el principio se intercalan cortes de la sala de fiestas y del exterior, con lo que la obra adquiere ritmo, agilidad y variedad.
En el club se abordan públicamente los temas de preocupación general de la época: antisemitismo, militarismo, autoritarismo, racismo... El club deviene un espejo que refleja la realidad de modo simplificado y algo deformado, como si de una caricatura se tratara. Los primeros planos así lo sugieren, al mostrar las paredes del escenario revestidas de una plancha metálica pulida, con algunas arrugas, que reflejan la imagen de las figuras que tiene próximas. El mundo exterior se representa como un universo disipado, ocioso y decadente, empeñado en distraerse y divertirse a toda costa, sin pensar en los peligros que le amenazan.
La acción dramática tiene lugar en Berlin, en 1931, durante la República de Weimar (1919-33), en los días del ascenso del nazismo y de la preparación de su toma del poder. La situación económica es crítica, el paro supera en el país los 5 millones de personas y la inflación se desborda. Sally Bowles (Minnelli), norteamericana, cantante y bailarina, de 22 años, estrella del “Kit Kat Club”, conoce al joven inglés Brian Roberts (York), estudiante de Cambridge, de unos 22/23 años, que da clases particulares de inglés en Berlín. Algún tiempo después ambos conocen al joven aristócrata alemán Maximilian von Heune (Griem), apuesto y rico, con el que simpatizan y forman un trío amoroso. Ella es vitalista, frágil, vulnerable e ingenua. Tiene una voz de oro, practica el amor libre y le gusta vestir con extravagancia. Brian es discreto, educado, introvertido y responsable. El maestro de ceremonias (Grey) hace de presentador omnisciente, enigmático y crítico con la realidad del país.
El film suma drama, romance y musical. La acción y los números musicales se presentan como dos bloques separados e independientes, si bien algunos aspectos de la acción sugieren el sentido y el contenido de los números musicales que les siguen. Desde el principio se intercalan cortes de la sala de fiestas y del exterior, con lo que la obra adquiere ritmo, agilidad y variedad.
En el club se abordan públicamente los temas de preocupación general de la época: antisemitismo, militarismo, autoritarismo, racismo... El club deviene un espejo que refleja la realidad de modo simplificado y algo deformado, como si de una caricatura se tratara. Los primeros planos así lo sugieren, al mostrar las paredes del escenario revestidas de una plancha metálica pulida, con algunas arrugas, que reflejan la imagen de las figuras que tiene próximas. El mundo exterior se representa como un universo disipado, ocioso y decadente, empeñado en distraerse y divertirse a toda costa, sin pensar en los peligros que le amenazan.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La sala de fiestas es, también, una válvula de escape para que los usuarios puedan evadirse, olvidar las preocupaciones y aturdirse con la música, el baile, la bebida, los números musicales y la compra de servicios de compañía. El ambiente está impregnado de sensualidad, erotismo y sexualidad.
Resulta sobrecogedora la descripción de los desmanes (amenazas, insultos, provocaciones, represalias, choques sangrientos con comunistas, etc.) con los que los nazis llaman la atención pública y llenan las calles, las cervecerías, los locales públicos y la propia sala de fiestas. Pocas veces han ocupado la atención del cine con tanta fuerza los hechos ocurridos en Alemania en 1930-1932 de la mano de los nazis, hasta que en 1933 ocupan la Cancillería (30-I-1933) y el poder.
Las interpretaciones de Minnelli (25 años) y York (29 años) destacan por su riqueza expresiva y la abundancia de matices. El humor se hace presente a través de los números irónicos y sarcásticos del club, las presentaciones del maestro de ceremonias y unos diálogos agudos y chispeantes. La historia que se relata es un cuento de amor triangular de triple entrada: una mujer con dos hombres y dos hombres entre sí. Bob Fosse, bailarín, coreógrafo y realizador, había dirigido “Noches en la ciudad” (1969) antes de asumir la tarea de realizar “Cabaret”, su obra culminante. Posteriormente entrega otros trabajos, como la interesante “All That Jazz” (1979). La coreografía, visualmente atractiva y espectacular, adolece de cierta teatralidad.
Son escenas destacadas la de la cervecería al aire libre (Biergarten), el apaleamiento del director de la sala de fiesta al ritmo de una danza bávara, el número de baile del presentador con una mona, el baile de los tres protagonistas (Sally, Brian y Maximilian) fundidos en un abrazo y otras. Singular importancia adquiere el clima dominado por las amenazas nazis sobre las personas, sus interrelaciones, su libertad y su dignidad.
La música, de John Kander y Ralph Burns, ofrece una partitura de 12 cortes, con 10 canciones que alcanzan gran popularidad. Destacan “Cabaret”, “Money, Money”, “Tiller Girls”, “Welcome”, “Two Ladies”, “Tomorrow”. Los números musicales exhiben una gran fuerza y una cautivadora belleza. La fotografía, de Geoffrey Unsworth (“2001: una odisea del espacio”, Kubrick, 1968), ofrece imágenes oscuras de tradición expresionista, encuadres torcidos, abundancia de primeros planos, tomas puntuales con cámara al hombro, encuadres inferiores y superiores, contraluces, brillos y composiciones de notable vigor plástico. Se sirve hábilmente de la distribución de las figuras en el espacio como medio de composición de las imágenes.
Es uno de los films más conocidos y mejor recordados de los años 70.
Resulta sobrecogedora la descripción de los desmanes (amenazas, insultos, provocaciones, represalias, choques sangrientos con comunistas, etc.) con los que los nazis llaman la atención pública y llenan las calles, las cervecerías, los locales públicos y la propia sala de fiestas. Pocas veces han ocupado la atención del cine con tanta fuerza los hechos ocurridos en Alemania en 1930-1932 de la mano de los nazis, hasta que en 1933 ocupan la Cancillería (30-I-1933) y el poder.
Las interpretaciones de Minnelli (25 años) y York (29 años) destacan por su riqueza expresiva y la abundancia de matices. El humor se hace presente a través de los números irónicos y sarcásticos del club, las presentaciones del maestro de ceremonias y unos diálogos agudos y chispeantes. La historia que se relata es un cuento de amor triangular de triple entrada: una mujer con dos hombres y dos hombres entre sí. Bob Fosse, bailarín, coreógrafo y realizador, había dirigido “Noches en la ciudad” (1969) antes de asumir la tarea de realizar “Cabaret”, su obra culminante. Posteriormente entrega otros trabajos, como la interesante “All That Jazz” (1979). La coreografía, visualmente atractiva y espectacular, adolece de cierta teatralidad.
Son escenas destacadas la de la cervecería al aire libre (Biergarten), el apaleamiento del director de la sala de fiesta al ritmo de una danza bávara, el número de baile del presentador con una mona, el baile de los tres protagonistas (Sally, Brian y Maximilian) fundidos en un abrazo y otras. Singular importancia adquiere el clima dominado por las amenazas nazis sobre las personas, sus interrelaciones, su libertad y su dignidad.
La música, de John Kander y Ralph Burns, ofrece una partitura de 12 cortes, con 10 canciones que alcanzan gran popularidad. Destacan “Cabaret”, “Money, Money”, “Tiller Girls”, “Welcome”, “Two Ladies”, “Tomorrow”. Los números musicales exhiben una gran fuerza y una cautivadora belleza. La fotografía, de Geoffrey Unsworth (“2001: una odisea del espacio”, Kubrick, 1968), ofrece imágenes oscuras de tradición expresionista, encuadres torcidos, abundancia de primeros planos, tomas puntuales con cámara al hombro, encuadres inferiores y superiores, contraluces, brillos y composiciones de notable vigor plástico. Se sirve hábilmente de la distribución de las figuras en el espacio como medio de composición de las imágenes.
Es uno de los films más conocidos y mejor recordados de los años 70.
7 de febrero de 2011
7 de febrero de 2011
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sensación agridulce. Nunca había visto una película que pudiera provocarme tantas y a la vez tan opuestas sensaciones.
Seamos serios. Sí, es una gran película, pero muy irregular. Empezando por la historia. ¿De que trata realmente Cabaret? ¿Es una fallida historia de amor? No, no lo creo. Y si ese era el objetivo han fracasado. ¿Es tan solo un musical? Ni hablar. ¿Es una película histórica, la película del ascenso del nazismo en Alemania? Tampoco. Yo, personalmente, no lo se. La película avanza a ciegas, no se sabe de donde parte ni hacia donde irá. La historia de amor de los protagonistas no funciona, la de la otra pareja, Fritz y Natalia, queda desaprovechada. En cambio, la participación del barón no aporta gran cosa.
Los personajes principales son horribles, ambos. Él es un soso insustancial y ella… no se ni que decir de ella. Pero en ningún momento llegas (al menos en mi caso) a conectar con ellos, a cogerles cariño. Su romance simplemente no funciona y tampoco demuestran tener mucha química entre ellos.
Pero aún así es, como ya he dicho, una grandísima película. Buenos dialogaos, buena fotografía, buenas actuaciones. Sobre esto, destacar a Joel Grey, el maestro de ceremonias del cabaret, un personaje realmente peculiar, misterioso, polémico y que es capaz de provocar, al menos a mí, una extraña mezcla de fascinación y grima. Interesante la forma de tratar el ascenso del nazismo, casi indirectamente, como una especie de amenaza silenciosa que simpre está ahi, pero cada vez más fuerte, más nitida.
Extraordinaria banda sonora, una de las mejores del cine. Buena coreografías. Destacar la importancia de la música en la propia historia, puesto que los temas que se abordan en los momentos musicales son los mismos que se ven a lo largo de la película. Por ejemplo, cuando el barón se interpone en la historia de los protagonistas, el cabaret nos “sorprenderá” con una canción sobre la poligamia… digamos que la vida en el cabaret transcurre paralela a la historia principal.
Con todo, lo mejor de la película son algunas de sus escenas, ya leyendas del cine. Destacaré la canción con la que comienza la película, la escena final en la que vemos reflejados cada vez con más nitidez los nuevos clientes del cabaret… y por supuesto, la escena del “Tomorrow belongs to me”. Preciosa y aterradora a partes iguales. Tan extraordinaria que, tras la sorpresa inicial, tuve que volver a ver varias veces antes de continuar con la película. Un momento cumbre en la historia del cine.
Seamos serios. Sí, es una gran película, pero muy irregular. Empezando por la historia. ¿De que trata realmente Cabaret? ¿Es una fallida historia de amor? No, no lo creo. Y si ese era el objetivo han fracasado. ¿Es tan solo un musical? Ni hablar. ¿Es una película histórica, la película del ascenso del nazismo en Alemania? Tampoco. Yo, personalmente, no lo se. La película avanza a ciegas, no se sabe de donde parte ni hacia donde irá. La historia de amor de los protagonistas no funciona, la de la otra pareja, Fritz y Natalia, queda desaprovechada. En cambio, la participación del barón no aporta gran cosa.
Los personajes principales son horribles, ambos. Él es un soso insustancial y ella… no se ni que decir de ella. Pero en ningún momento llegas (al menos en mi caso) a conectar con ellos, a cogerles cariño. Su romance simplemente no funciona y tampoco demuestran tener mucha química entre ellos.
Pero aún así es, como ya he dicho, una grandísima película. Buenos dialogaos, buena fotografía, buenas actuaciones. Sobre esto, destacar a Joel Grey, el maestro de ceremonias del cabaret, un personaje realmente peculiar, misterioso, polémico y que es capaz de provocar, al menos a mí, una extraña mezcla de fascinación y grima. Interesante la forma de tratar el ascenso del nazismo, casi indirectamente, como una especie de amenaza silenciosa que simpre está ahi, pero cada vez más fuerte, más nitida.
Extraordinaria banda sonora, una de las mejores del cine. Buena coreografías. Destacar la importancia de la música en la propia historia, puesto que los temas que se abordan en los momentos musicales son los mismos que se ven a lo largo de la película. Por ejemplo, cuando el barón se interpone en la historia de los protagonistas, el cabaret nos “sorprenderá” con una canción sobre la poligamia… digamos que la vida en el cabaret transcurre paralela a la historia principal.
Con todo, lo mejor de la película son algunas de sus escenas, ya leyendas del cine. Destacaré la canción con la que comienza la película, la escena final en la que vemos reflejados cada vez con más nitidez los nuevos clientes del cabaret… y por supuesto, la escena del “Tomorrow belongs to me”. Preciosa y aterradora a partes iguales. Tan extraordinaria que, tras la sorpresa inicial, tuve que volver a ver varias veces antes de continuar con la película. Un momento cumbre en la historia del cine.
24 de septiembre de 2009
24 de septiembre de 2009
23 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está bien, muy bien, la novela en que se basa, y su director, el gran bailarín y coreógrafo Bob Fosse tiene obras muy superiores, tanto en el musical (Sweet Charity, All that jazz) como en el drama (Lenny), pero aquí nada despunta realmente, todo se queda a medio camino, incluso el multipremiado Joel Grey en un gran personaje sin desarrollo, mito viviente del cinismo del cabaret alemán...
Además se vende como musical algo que no es, pues son números de engarce sin cuerpo orgánico, sin forma precisa, como compartimentos estancos. Pero, eso sí, fue el gran debut de la hija de la Garland, una actriz-cantante genial cuya Liza se le parece mucho, demasiado tal vez. Pero da gusto ver a esta jovencita actuando y cantando, prometía tanto y sin embargo el cine apenas la mimó. Lo mejor de esta película fallida es esta Minnelli, aunque siempre me produce la misma sensación: nostalgia de su madre, quien sí aprovechó las mil y una oportunidades que el cine le brindó.
Además se vende como musical algo que no es, pues son números de engarce sin cuerpo orgánico, sin forma precisa, como compartimentos estancos. Pero, eso sí, fue el gran debut de la hija de la Garland, una actriz-cantante genial cuya Liza se le parece mucho, demasiado tal vez. Pero da gusto ver a esta jovencita actuando y cantando, prometía tanto y sin embargo el cine apenas la mimó. Lo mejor de esta película fallida es esta Minnelli, aunque siempre me produce la misma sensación: nostalgia de su madre, quien sí aprovechó las mil y una oportunidades que el cine le brindó.
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