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La memoria del agua

Drama. Romance Una joven pareja, tras la muerte de su hijo, lucha por mantener su relación. Este inmenso dolor los ha fracturado como pareja y a pesar de lo mucho que se quieren, no pueden sobreponerse a la inmensa pérdida. Asistimos a la sutil construcción de sus nuevas vidas, y observamos sus movimientos por olvidar lo que fueron como pareja. Pero la posibilidad de un nuevo reencuentro aparece y ellos saben que esa decisión podrá cambiar el sentido ... [+]
Críticas 14
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8
11 de diciembre de 2016 5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película en la que la protagonista es la tristeza, la tremenda tristeza que se siente al perder un hijo, una tristeza interpretada por dos actores que sostienen ellos solos la trama que te llevan a su mundo sin luz, una Elena Anaya que lo dice todo sobre el dolor mientras come una hamburguesa y una banda sonora que trasmite la paz de la muerte. Mi titulo Sundance es porque es una película Sundance, lenta,mucho primer plano,
poco diálogo, mucho sentimiento, peliculas que te hacen sentir que te implican en su trama que te duelen que no te dejan indiferente. Peliculas que te clavan una estaca en el corazon, en este caso lo hace ella, cuando dice, que estamos solos, no nos engañemos porque es verdad, estamos solos.
10
El lenguaje, que cree tener palabras para expresarlo todo con la arrogancia que caracteriza a todo sistema aparentemente cerrado, carece de un término concreto para definir a los padres a los que se les muere un hijo. Al contrario existe en todas las lenguas, como el concepto huérfano en castellano, pero en este sentido no. Esa conceptualización de una palabra que no existe la lleva a cabo de forma magistral el chileno Matías Bize en esa pequeña y modesta obra maestra titulada “La memoria del agua”, más genial cuanto más modesta se nos ofrece ante nuestros atónitos ojos, y más grande conforme más le pasa el tiempo. Esta película, junto con la belga “Alabama Monroe” de Felix Van Groeningen, son capitales para entender qué ocurre una pareja cuando pierde a un hijo.

A Matías Bize hay que seguirlo de cerca para siempre, pero ha logrado sublimar su cine en esta joya para la historia del Séptimo Arte. Todo es sutil, susurrado, jamás cae en el precipicio del dramón fácil, jamás se muestra sensiblero ni explicativo, no hay lágrimas facilonas a golpe de música como si de un telefilm de sobremesa se tratase. Todo lo contrario. Poco a poco, el inteligente espectador de Bize, impelido por un guión que va dosificando la información con cuentagotas para que la historia vaya calando aún más y no como mero artificio, va armando el puzzle de lo que ha pasado, cómo y por qué, y de las consecuencias arrasadoras de todo ello para los protagonistas y para su relación.

Como dice una Elena Anaya estratosférica, no pueden ser felices después de lo ocurrido porque, de lo contrario, sería como si su hijo nunca hubiera existido. Un desgarro interior que destroza la relación, a ellos y a todo lo que les rodea.

Y, de camino, la sabiduría de Bize nos empuja a observar en primer plano el abismo de la destrucción de una pareja por el dolor y de la imposibilidad de rehabilitarse después de que la catástrofe se cebe en con ellos. No hay respiro ni posibilidad de esperanza en la pareja protagonista, arrasada por la muerte de su hijo de 4 años. Y no hay nada ni nadie que logre salvar eso, ni tan siquiera ellos mismos. La pareja se va consumiendo ante nuestros ojos, como ocurre en la también colosal “El incendio”, del argentino Juan Schnitman

La genialidad de Matías Bize, eso sí, no se sostendría con credibilidad si no fuese por la lección magistral interpretativa, siempre dejando traslucir y nunca sobrepasando la línea de lo melodramático, de una genial Elena Anaya en estado de gracia y de madurez actoral y de un soberbio Benjamín Vicuña dándole la réplica. Ellos son fundamentales, puesto que la película está rodada en primeros planos casi en sesión continua, centrándose en los rostros de sus actores, para que no se nos escape nada. Ellos sostienen el peso de esta colosal función.

Todo encaja en este puzle de sentimientos arrasados que tiene un hueco necesario en el corazón de todo cinéfilo que se acerque al mismo, gracias a una música ciertamente emocionante de Diego Fontecilla y una dirección de fotografía exquisita de Arnaldo Rodríguez.
5
6 de septiembre de 2016 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En sus películas, el realizador chileno Matías Bize (En la cama, La vida de los peces), suele retratar parejas pasando por un momento de crisis, siendo el caso de ‘La memoria del agua’, un drama que es una crónica de un final anunciado.

Benjamín Vicuña y Elena Anaya interpretan a Javier y Amanda, un matrimonio que sufren por la pérdida de su hijo, quien murió en la alberca de casa, en circunstancias que el filme decide dejar fuera, lo que ocasiona que ella no conciba sostener la relación después de la perdida, mientras él busca salvar el matrimonio.

Ella trabaja como traductora, y ve como única salida alejarse de Javier para sobrellevar la ausencia de su hijo, él trabaja como arquitecto a la espera de que Amanda decida volver, teniendo que soportar que ella se vea con algún ex.

La premisa de la película de Matías Bize es bastante acotada y en ningún momento pretende ir más allá de narrar el tormento que vive la pareja, su lento deterioro hasta que se decidan a tomar una determinación final.

Bize coloca su cámara demasiado cerca de sus personajes, ahogándolos en la pena y remarcando su sufrimiento, sobrellevando el relato a un final bastante anticipado, que no se permite respirar, ni siquiera en esa escena de reencuentro que pudo llevar la historia de la pareja a otro puerto, pero Bize tiene claro cuál debe ser el desenlace y la acorta y apresura.

‘La memoria del agua’ es una película que condiciona al espectador a lo que debe sentir y pensar, que aprisiona a sus personajes y al relato mismo desde el planteamiento, acartonado y muy calculado, sin dejar espacio para que algún sentimiento fluya con libertad.


http://tantocine.com/la_memoria_del_agua/
8
5 de agosto de 2016 3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine chileno no es muy prolífico pero tiene una gran calidad. El hecho cinematográfico es cara por barato que se pueda llegar a hacer y en América Latina tienen la extraordinaria habilidad de conseguir verdaderas obras maestras con una escasez de presupuestos que nunca se llega a hacer presente.
LA MEMORIA DEL AGUA es una de esas películas que logran cruzar el atlántico y se merecen una atención especial. Matias Bize nos ofrece una historia llena de amor y llena de dolor con unos actores en estado de gracia que se desangran ante los espectadores de la sala de cine en un ejercicio de desnudez espiritual impactante.
Benjamín Vicuña nos llena de ternura y nos hacer sentirnos cercanos a el y Elena Anaya vuelve a demostrar lo gran actriz que es.
Una película pequeña que se hace inmensa en nuestros corazones.
6
9 de septiembre de 2016 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas veces el pasado pesa demasiado. Las circunstancias que vivimos nos marcan para siempre, y mucho más si son dolorosas. Pero se puede seguir adelante, progresar y continuar con una vida diferente, partida y marcada. Sobre estas ideas, Bize construye un relato que muestra la anatomía de un duelo, la forma de afrontarlo y las consecuencias que deben sobrellevar los personajes.

El director chileno sabe bien qué es esto del pasado, de pensar en lo que uno deja atrás más que en lo que tiene por delante. En “La vida de los peces” el protagonista también veía cómo la duda le invadía, y esa experiencia le ha llevado a narrar una película cuyo guión se basa más en la contención, en el significado de los silencios o medias palabras por miedo a recordar el dolor, que en la explosión de los sentimientos. Una decisión muy complicada porque lo primero es mucho más difícil de mostrar.

Es obvio que “La memoria del agua” basa también su interés en un par de actores protagonistas que se entregan a la causa. Anaya es increíble como protagonista, esa madre que huye hacia no se sabe dónde para estar lejos del doloroso ahora. Capaz de interiorizar esos sentimientos encontrados para soltarlos delante de la cámara del tirón, hace un brutal trabajo que resulta creíble y certero. Al igual que Vicuña, la otra cara de la misma moneda que lleva la situación de forma diferente pero igual de intensa. Estupendo acierto a la hora de elegir el reparto principal.

Quizás su punto más débil sea la profundidad de algunas situaciones, mejorable en momentos dentro de un guión que mezcla algunos diálogos bastante lúcidos con otros algo más conocidos, algo comprensible teniendo en cuenta que esta situación ya ha sido llevada a la gran pantalla en múltiples ocasiones.
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