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Rashomon

Intriga. Drama Japón, siglo XII. En Kioto, bajo las puertas del derruido templo de Rashomon, se guarecen de la torrencial lluvia un leñador, un sacerdote budista y un peregrino. Los tres discuten sobre el juicio a un bandido, acusado de haber dado muerte a un señor feudal y violado a su esposa. Los detalles del crimen son narrados desde el punto de vista del bandido, de la mujer, del señor feudal -con la ayuda de un médium- y del leñador, único ... [+]
Críticas 126
Críticas ordenadas por utilidad
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10
18 de marzo de 2007
49 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película que lanzaría a la fama mundial al cineasta japonés Akira Kurosawa, la que según cuenta la “leyenda” fue la razón para que se creara el premio a “mejor filme extranjero” en los oscar. Premio que por supuesto se llevaría esta cinta, una de las obras más grandes y de mayor trascendencia que ha concebido el séptimo arte.

Orquestada con mano maestra por el director nipón, quien nos adentra en una intrincado caso criminal, consumado en los bosques del Japón feudal, con una magistral narración y montaje en flashback, dando espacio a varios puntos de vista sobre un único hecho en común, una técnica similar a la de los dramas judiciales, que incluso ha sido plagiada por thrillers modernos como “Ojos de serpiente” de Brian De Palma.

Como una buena joya del celuloide, al talento de su hacedor se le suma la exquisita fotografía en blanco y negro de Kazuo Miyagawa; una estupenda banda sonora de Fumio Hayasaka; y por ultimo pero no menos importante, las geniales interpretaciones de todo el reparto, en especial la del afligido leñador, así como las del trío en el que se teje la trama, contando con el histrionismo del siempre carismático actor fetiche de Kurosawa, el gran Toshiro Mifune.

Aparte de ser perfecta a nivel técnico, a nivel argumentativo posee una innegable y sobrecogedora fuerza, una intensad y exacerbación en las acciones de cada personaje, cualidad que lleva una poderosa carga de culpa, redención, y pesimismo existencial. No es más que poesía hecha cine.

Pierluigi Puccini
4
19 de julio de 2009
91 de 151 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta el día de hoy, conmigo Kurosawa suma más fracasos que aciertos. Me molesta no tener la capacidad que tiene la generalidad de percibir y apreciar lo que yo no veo en Kurosawa. Me sabe mal pero de momento, y excepto en "Vivir", donde el mensaje poseía la misma fuerza que la historia, con Kurosawa me he aburrido enormemente. Aquí, en Rashomon, un significado muy digno (la búsqueda de la verdad absoluta, la imposibilidad de alcanzarla y la queja por la maldad intrínseca al hombre) no viene acompañado por una gran historia, al menos a mi parecer.
Las diferentes interpretaciones de un suceso me interesarían por el suceso mismo, más en concreto por las imágenes que puedan desarrollarse a partir de ahí: porque resulta que aquí se habla de cine, y principalmente entra por los ojos. A mi Kurosawa me entra mal. Ciertamente es una película que está bien hecha, y no hay que olvidar el peso de ese dignísimo mensaje, pero los algo más de ochenta minutos de Rashomon me han aburrido como si hubieran sido tres horas.
Será que las katanas no van conmigo.
3
13 de septiembre de 2014
45 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tendré que darle la razón al leñador y al monje que se dicen estas mismas palabras pensativos y cabizbajos. Por supuesto que nadie lo entiende, ni ellos ni nosotros, porque es imposible entender una historia tan ilógica como esta. Decid lo contrario si os atrevéis, que además será mentira.

En fin, que vuelven mis expectativas ante mi segunda peli de Kurosawa. El argumento es sin duda interesante y original, así que me la puse con ganas. Sin embargo, en el minuto uno te entran los sudores porque comienza un diálogo ridículo sobre la desconfianza en el Hombre y sobre no entender algo terrible, terrible que acaban de presenciar. Vale. Empiezan las historias sobre lo ocurrido en el bosque. Todo empeora. Vamos a ver, señores: las personas mienten por muchos motivos, en especial para ocultar una verdad que les perjudica o avergüenza, pero ¿se puede saber desde cuándo se miente para echarte la culpa, para quedar mal, para proteger a tu agresor, para que te acusen de asesinato? Lo nunca visto. Analicemos mínimamente el guión y nos daremos cuenta de que estos tres personajes no representan ninguna naturaleza humana ni son retratos verosímiles del comportamiento del Hombre. Al contrario. Para ser filósofo, primero no hay que darse aires de ello, y segundo hay que tener algo importante e inteligente que transmitir, y desde luego a Kurosawa, que pretende retratar la vida como él mismo dijo en un alarde que me abstengo de calificar, le ha quedado grande el intento.

El mérito de «Rashomon» hubiera consistido en escribir una historia de cuatro versiones de una precisión milimétrica, coherente, realista, con peso, con carácter y razones concretas y comprensibles que empujen a la mentira y al ocultamiento, y no esta chorrada que le ha salido donde nada se entiende al no tener sentido nada. Además, Kurosawa crea un misterio falso e inexistente sobre los hechos, liando la cosa como buenamente puede, aparentando una oscuridad impenetrable respecto a la verdad, para luego quedarse con la versión, aunque adornada, de uno de los testigos, con lo cual se demuestra que no había nada que pensar, que la verdad no es tan complicada de descubrir y que los demás han hecho el tonto de buena manera.

Lo que «Rashomon» tiene a su favor es que no aburre, eso sí, porque los crímenes sin resolver son interesantes. Poco más. El desenlace te sonroja por lo postizo y yo no puedo negar que el monje me hacía reír una barbaridad por la forma tan tremendista de tomarse las cosas.

Insistiré. No me rindo ante Kurosawa.
9
31 de octubre de 2008
26 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Akira Kurosawa navega por los traicioneros y tormentosos océanos de la esencia humana y la destapa con agudeza.
Kurosawa era un gran analista, observador y filósofo del celuloide, que se servía de grandes historias sobre samuráis, gentes sencillas de entornos rústicos… Para mostrar características y comportamientos propios de cualquier pueblo, que a la vez enseñan rasgos propios de ciertas culturas, y rasgos comunes en todas partes. Por ello, las películas del gran maestro japonés tienen ese aire de inmortalidad, esa cualidad atemporal cuyos mensajes eran de utilidad tanto cincuenta años atrás, como en la actualidad.
Kurosawa no sólo se comunicaba con sus contemporáneos, sino que hablaba también, desde el rico lenguaje audiovisual de sus fotogramas, a quienes estaban por llegar. Sabía crear un lenguaje universal que iba más allá de las palabras y de las épocas representadas en sus películas.
“Rashomon”, situada por la crítica y por muchos admiradores en la lista de las mejores películas de la historia, es un ejemplo de agudo y severo análisis de las reacciones y conductas humanas. La mentira, los instintos descontrolados, el afán de supervivencia que se antepone a todo, la debilidad, el deshonor, la codicia y el egoísmo se exponen sin adornos y en su amplia complejidad en la que no existen extremos, ni sólo blanco ni sólo negro, sino matices intermedios en los que se ve que las personas son un cúmulo de dichos matices. Contradictorias, titubeantes, frágiles, influenciables, maleables, no solamente malvadas ni solamente bondadosas, inestables y que en momentos de desesperación, de crisis y de ceguera son capaces de realizar las acciones más execrables…
Los personajes a los que Kurosawa ha dado vida pueden ser tan despreciables como dignos de compasión o de lástima. Pero hay algo que está claro: ninguno es inocente. Ninguno sale bien librado de la quema.
En la derruida puerta del vetusto templo de Rashomon, se resguardan del diluvio tres hombres. Dos de ellos, un pobre campesino y un sacerdote budista, han sido testigos de unos sucesos que los han perturbado. El otro es un leñador escéptico, poco escrupuloso y dotado de un rudo sentido común que le ayuda a sobrevivir en la adversidad. Reflexionando sobre los hechos acaecidos, nos van narrando distintas versiones, cada una diferente de las demás. Lo que sí parece coincidir en todas las versiones es la muerte de un señor feudal en extrañas circunstancias y la huida de su esposa, que ha sido ultrajada por un famoso ladrón, al que se atribuye el asesinato del otro hombre. Poco a poco se va relatando la historia desde cuatro puntos de vista. Kurosawa no descarta ni siquiera la perspectiva del espíritu del hombre muerto, que habla desde el más allá para contar su propia visión.
¿Quién dice la verdad? ¿Quién miente? Imposible dilucidarlo. Probablemente cada uno cuenta la verdad que quiere ver… Y la que se le hace más soportable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y mientras vamos siendo testigos oculares de cada versión, mientras intentamos sacar algo en claro, nos vamos dando cuenta de que la verdad depende de la que cada uno pueda o quiera admitir, y de que nos dejamos llevar tan fácilmente por los impulsos más rastreros, y por las palabras que pican nuestro amor propio, y por el egoísmo más desalentador.
¿Tiene salvación la humanidad? Kurosawa deja el interrogante en el aire, abriendo una rendija que le concede el beneficio de la duda.
El estilo narrativo es reposado y se recrea en los gestos, las expresiones faciales, las acciones de los personajes, sitúa el espléndido paisaje natural como observador neutral pero envolvente. Los espectadores adoptamos el papel de interrogadores mudos ante los que los distintos implicados van desgranando las versiones.
La culpa está ahí, envenena la atmósfera, o tal vez sea la conciencia intranquila.
Como colofón, un alfilerazo cargado de seca ironía: Ha corrido la voz de que un demonio que habitaba en la puerta de Rashomon huyó por miedo a los humanos.
9
3 de febrero de 2009
38 de 57 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llueve intensamente, la pena se cierne sobre Rashomon.
Un sacerdote y un leñador desearían no haber visto lo que han visto....
No lo entiendo, no lo entiendo, no lo entiendo...

Un asesinato y una violación, que entren el acusado y los testigos, a prestar declaración.

Mentira, mentira, verdad, mentira.

Sigue lloviendo tinta negra, el demonio abandonó Rashomon.

Verdad, mentira, mentira, verdad.

Lo incomprensible del mundo, Rashomon está llorando.

Mentira, verdad, verdad, mentira.

Ocultando sus miserias, el rico se hace pobre, el pobre se vuelve rico.
Pero la realidad es que tanto uno como otro son sanador y verdugo al mismo tiempo.

Verdad, verdad, verdad, mentira.

El ser humano a juicio en Rashomon,
todo parece indicar que sus mentiras y crueldad no tienen salvación.
Pero una luz nace entre las gotas de dolor, sus gritos y llantos nos llaman la atención.
Y así la negra vida adopta una escala de grises,
pues la verdad es inalcanzable, pero la vida sigue.
Vicio, temor, compasión y amor. Quien esté libre de pecado, es que no ha vivido lo suficiente.
Como Santayana dijo, la vida no se ha hecho para comprenderla, sino para vivirla.
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