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El ladrón de Bagdad

Aventuras. Fantástico. Acción Un ladrónzuelo de dedos hábiles que actúa en las calles de Bagdad entra un día en palacio del Califa con intención de robar un tesoro. Allí ve a la princesa y se enamora de ella. Junto con un colega traman un plan para raptarla, aprovechando que se va a celebrar una audiencia de pretendientes para casarse con la princesa.
Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
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8
19 de mayo de 2010
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en los relatos de "Las mil y una noches", narra las aventuras de un ladronzuelo que trata de conquistar el corazón de una princesa, lo que lo lleva a una competición contra los nobles y ricos pretendientes de esta, por conseguir su mano.

Es la película más espectacular que realizó Douglas Fairbanks, y en la primera que tuvo control absoluto en todos los aspectos del film: Guión, producción y dirección. Sus detractores piensan que convirtió la película una fanfarronada para exclusivo lucimiento personal. La cosa no es para tanto ya que la película en sí es notable, pero si es verdad que rezuma el egocentrismo más que conocido de Faibanks en cada fotograma. Sus más de dos horas de duración son un continuo derroche visual con inmensos decorados, suntuoso vestuario, luchas de espadachines, alfombras voladoras, dragones, efectos especiales y una bonita aunque forzada historia de amor, además de la atractiva presencia de Fairbanks, sex symbol de aquel entonces. Estos eran los ingredientes necesarios para que el público de la época la convirtiese en un éxito seguro.

Recomendable a los amantes del cine mudo y a los jóvenes de espíritu en busca de cuentos y fantasía.

LO MEJOR:
- Técnicamente impresionante: decorados, efectos especiales, vestuario... un espectáculo visual.
- Guión complejo y bien resuelto.

LO PEOR
- Los aspavientos y posturas de Douglas Fairbanks, que resultaban exageradas y sobreactuadas hasta en 1924.
- El final se alarga demasiado.
9
5 de octubre de 2018
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevaba ya treinta largometrajes en su haber, así que, “EL LADRÓN DE BAGDAD”, fue para el director, Raoul Walsh, su realización número 31… y este siempre ha sido un cálculo supersticioso de buena suerte. Firmando como Elton Thomas, él mismo escribió la historia en compañía de Lotta Woods, partiendo de la novela homónima que acababa de publicar, Achmed Abdullah (1881-1945), un ruso-americano que también colaboraría en el guion.

Con un costo de poco más de un millón de dólares, y con la invaluable ayuda del talentoso diseñador de sets, William Cameron Menzies (luego reclamado por el binomio Powell-Pressburger para su nueva versión de 1940), Walsh logró crear un espectáculo visual que, casi un siglo después, se preserva deslumbrante y de no ser porque las figuras gigantes, a las que se enfrenta el héroe Ahmed, ahora deslucen un poco, “EL LADRÓN DE BAGDAD”, seguiría siendo un espectáculo fascinante.

Empero, las aventuras de ese ladrón que termina perdidamente enamorado de una princesa y para su suerte es correspondido, siguen resultando encantadoras, porque, adicional al espectáculo visual, hay cierta irreverencia en la historia -gobernantes de dudosa moral, escepticismo religioso, una aristocracia que solo actúa por conveniencia personal, y ¡hasta una princesa que desconoce a los de su clase y prefiere a un plebeyo! - que resulta bien, pero bien gratificante… ¡imagino que todo esto con el sello de la casa Abdullah!

El rol protagónico fue puesto en manos de Douglas Fairbanks y es innegable que el hombre aporta destreza física, una virilidad que no deja dudas… y un atractivo suficiente como para que estemos conformes con la elección que ha de hacer la atribulada princesa Zoraida. Surge aquí, uno de los más apreciados héroes del celuloide, y ya nadie objeta que, “EL LADRÓN DE BAGDAD”, es uno de los grandes espectáculos que le debemos al cine silente.

Julanne Johnston -otra de las guapas muchachas que tuvo que dejar los Estudios cinematográficos por irse detrás de un inmaduro con plata-, nos ofrece, paradójicamente, a una grata princesa rebelde que antepone sus sentimientos y su libertad a los dictados de un frío y cuestionable reino. Y Anna May Wong es Si-Tchung, la doncella que siempre está en la jugada para servir… ¡al maquinador Príncipe de los Mongoles!

La película se toma un ratito para atraparnos (y aquí pudo, Walsh, exigirse más en la edición), pero, cuando empieza la aventura con los cuatro aspirantes a coronar a la princesa, la historia se pone a tono y ya queda uno totalmente enganchado. Hay buen gusto, genio creativo y el más fuerte sentido del espectáculo (con caballo volador y alfombra mágica a bordo) y son cosas como éstas las que hacen del cine un arte imperecedero.

“EL LADRÓN DE BAGDAD”, es una regocijante película.
7
20 de abril de 2020
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Advertencia: algunas secuencias de Douglas Fairbanks haciendo aspavientos a diestro y siniestro pueden producir epilepsia.

Como espectadores intuimos que alrededor del vigoréxico actor están ocurriendo cosas, pero no hay forma de fijarse porque sus piruetas exigen toda nuestra atención. Mueve tanto los brazos que parece estar a punto de hacerse un nudo. No olvidemos que la película es suya, la idea es suya y la producción es suya. Reconozcamos al menos que estaba en envidiable forma física. Cómo le brilla el torso desnudo ungido en aceites.

Bromas aparte la película es enorme. Esos decorados de William Cameron Menzies, construidos en grandiosos estudios y sobre todo un ritmo sin tregua orquestado por Raul Walsh, con Fairbanks subiendo y bajando, corriendo o escalando, no dan respiro al espectador, a pesar de alguna escena (como las aventuras en busca de los tesoros) que a día de hoy, debido al plano fijo y el escenario único, parece muy teatral.

Personalmente prefiero de lejos esta versión, trepidante y gamberra, a la versión más popular de 1940, producida por Alexander Korda con vocación más infantil. Fairbanks como ladrón canalla y fanfarrón es más convincente que Sabú, ese chaval de pies sucios que parece una tierna mascota en adopción.

Y para terminar os dejo ideas para vuestro próximo disfraz de carnaval: en la película sabemos que el emperador chino es el villano porque calza sobre la cabeza un sombrero que parece una torre de fiambreras pero nadie se atreve a reírse de él porque es el jefe. Qué mala fama tenían los chinos en el siglo XIX. Qué escurridizos, taimados, perversos. Luego llegó el comunismo y los puso a todos firmes.
10
27 de enero de 2021
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una obra de arte esta película de 1924. Impresionante lo que se podía hacer en esta época con medios casi nulos.

Lo primero que llama la atención es la ciudad, curradísima al detalles, llena de gente, escaleras, pasadizos, ventanas y cualquier cosa que se te ocurra, lo mejor del blanco y negro es poder hacer escenarios de cartón piedra y dar una sensación de realismo bestial.

Nada más empezar la película se nos presenta al protagonista, siempre alegre, energético, incontrolable, que con su forma de actuar (y sobreactuar, como en toda buena película muda) engancha al espectador desde el primer momento.
No he leído el relato de ¨Las mil y una noches¨ que se adapta en esta gran producción, pero hay que reconocer que es una historia currada, con muchísima aventura y fantasía.

Los efectos visuales y especiales están muy muy currados, los monstruos, no tanto, pero hay que entenderlo (que era 1924, joder)!! y pese a las 2 horas y media de duración, se hace amena y muy entretenida, sin decaer en ningún momento.
8
22 de septiembre de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que el encanto que tienen algunas de las grandes películas mudas, es que fueron las primeras en su género, antes que ellas no había nada. A partir de ellas, las peliculas que vinieron han sido versiones mejoradas, más elaboradas en el plano técnico o argumental. Un caso lo tenemos con esta entrañable pelicula, a partir de ella todo el género del cine de aventuras a bebido de ella.
El ladrón de Bagdad hay que verla con la mente abierta y sin los manidos prejucios de si es muda o blanco y negro o muy antigua, hay que sorprenderse por los fastuosos decorados, reales, hechos a mano, una auténtica proeza. Los efectos especiales, son de la época, no se les puede pedir más, pero ver esa alfombra voladora, sorprende aún actualmente.
Si antes he dicho que a partir de este film se inició el cine de aventuras, nadie podría quitarle el honor a Douglas Fairbanks, de ser el primer personaje del cine de aventuras, a partir de ahí vinieron los demás. Douglas Fairbanks, a pesar de hacer un papel bastante simple, cae simpático, se notaba que el actor se lo curraba y más si era el ponía la pasta, pero a pesar de todo hizo un gran trabajo.
Por ahí se admira también el papel de la esclava, interpretado por Anna May Wong, pues bueno, no esta mal, pero prefiero a Sojin, con su papel de emperador mongol, todo un villano típico y tópico del cine de aventuras, me recordaba mucho al emperador Ming de Flash Gordon.
Lo dicho, hay que ver esta cinta con la mente abierta y sin prejuicios, que viendo estas antiguallas de películas se aprende mucho de cine y de su historia.
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