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Melancolía

Drama. Ciencia ficción Justine (Kirsten Dunst) y su prometido Michael (Alexander Skarsgård) celebran su boda con una suntuosa fiesta en casa de su hermana (Charlotte Gainsbourg) y su cuñado (Kiefer Sutherland). Mientras tanto, el planeta Melancolía se dirige hacia la Tierra... (FILMAFFINITY)
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5
11 de noviembre de 2011
124 de 156 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece ser que Von Trier escribió el guion estando deprimido. Vale. Quisiera saber yo cuándo estuvo contento.

Al lío.

La primera parte –Justine, sin cuarteto y sin Alejandría– me parece un timo. La tristeza del creativo danés lo inunda todo. Y cuando digo todo, digo la propia película: depresión mayor, bipolaridad, maridos que aguantan de todo salvo no mojar la noche de bodas, padres crápulas, madres con trauma… Ni uno se salva. Pero es el guion y no los personajes. Todos los personajes son uno, van al mismo sitio. A la conclusión del danés. Carecen de particularidad e independencia. Son herramientas.

El remedo celebratorio a lo Vinterberg queda fofo. No sé a qué viene que la madre hable y discursee. Esas cosas hay que enseñarlas, no contarlas. Pero Lars no está dispuesto a mostrar. Verborreico como siempre –pero más que nunca– explicita con pelos y señales la tristeza, el nihilismo, la podredumbre publicitaria y el rito matrimonial. De acuerdo, como tesis te lo compro. Pero no hay atisbo de su antiguo nervio expositivo. Es todo pragmático, rígido, estipulado.

Por el camino, Von Trier nos recuerda que Kirsten Dunst tumbada sobre el agua es un reflejo de Ofelia ahogada. Otro punto de obviedad, discurso, declamación y guía turístico que hace caso omiso del consejo de Don Pío Baroja de admirar aquello que no se comprende. La redundancia mata la belleza. Cansa tanta duplicidad de información. Me extraña la apelación danesa a la estética de alto copete (Tarkovski en pausas y Bergman en interiores de ventana) pasada por la sobreexplicación y el “para todos los públicos”. Hay tanta contradicción en ello como Wagner impulsando por el green un carrito eléctrico a “to meter”. Los recursos están para usarlos, no para acumularlos. Pero él no, él es un enfant terrible porque la Dunst mea en el césped.

Este realizador ha perdido su tremendismo emocional. El golpe es previsible. Yo no sé si por repetirse –en cuyo caso el problema es mío por no tomar distancia– o por desgaste. Yo no sé lo que será, el tiempo lo dirá.

El problema, creo, es que estas cosas no van así. La cámara al hombro, la fotografía de “poro y acné” (hasta las venas del escote de Kirsten, un poquito de por favor). Ese acercamiento físico del plano-dogma no encaja con un guion que no se zafa de su estructura convencional (personajes de función prefijada, siembra-cosecha que canta a la legua, explicación dirigida, melodrama instrumentalizado, etc). Y luego la postal televisivo-wagneriana de tal ansia digital y ralentizadora que más que estética es estática.

Da la sensación de que la boda la escribió Lars como un trámite. Había que presentar al personaje, su desazón, su hartazgo… Y lo hace. Pero interesa más lo que viene después.

Spolvoreo…
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spoiler:
Y así llegamos a la Gainsbourg –Claire– y lo interplanetario. "Melancholia" se llama el planeta de orbe caprichoso. ¿Metáfora? Joer, no; como mucho símil. Ellas salen con los caballos, esperan a las galaxias, lloran su pequeñez y posan a la luz de la luna porque el que estaba sensible ya sabe de qué va el tema (“yo sé cosas”). Es lógica esta perspectiva, que conste. La peli forma parte de la desazón de una (nuestra) época. El cine últimamente recurre mucho a esto. Dios-racionalismo-ciencia. En la última fase andamos. Por ellos nos vemos solos y nos vemos poca cosa. Antes, oye... salía San Agustín y en su fuero interno escolástico estaba dios. Éramos muy especiales. Luego Hegel, Descartes.... La razón constructora del YO haciendo horas extras. ¿Ahora? Tras tanto objetivizar ya somos objetivos. Planetas, telescopios y fondo de microondas. Sentimos el dolor de las estrellas ardiendo por la noche, cuando dormimos. No pintamos nada. Las estrellas arden solas. Y nuestros refugios son palitos que ni el viento aguantan.

Claro, algunos atarán cabos y dirán… de ahí la depre. De ahí el tratamiento de la boda como una representación ritual absurda. De ahí la nada. Pozí. De ahí todo. De ahí la melancolía.

Vean «El árbol de la vida». Ya en sus cines.
2
6 de octubre de 2012
118 de 144 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya no puedo más. Ya no puedo más. Siempre se repite la misma historia:
-Un guión imbécil, entre lo naif y lo tarado, sin argumento definido, en el que no hay ni una sola frase, no digamos ya diálogo, que resulte creíble o, al menos, admisible. Bueno, miento, hay una frase; luego lo cuento.
-Esa cámara al hombro de un operario con parkinson de grado 4, obsesionado con el botón del zoom.

La peli tiene, como es costumbre, un prólogo exquisito, de unos 8 minutos nada menos, en el que, además de escuchar bella música, podemos ver, entre otras cosas, un primer plano de Kristen Dunst con cara de zombie mientras le llueven pollos asados.

La primera parte consiste en que Kristen se casa, pero parece ser que sin mucho interés. Si a ella no le importa, imagínate a mí. Durante el evento, mantiene una actitud a lo ay pena, penita, pena: No quiero flores, dinero ni palmas, quiero que me dejen llorar mis pesares.

En la segunda parte su hermana, que, dicho sea de paso, también está como una chota, (qué familia), anda asustadita ante la posibilidad de que un planeta, con nombre de hit de Camilo Sesto, impacte contra el nuestro, causándole la muerte a su retoño. Para evitarlo, una mañana lluviosa intenta llevarse al niño, en pijama, al pueblo (de al lado, imagino) Ponerle un chubasquero al chaval no parece importante; ella trata de protegerle de la desintegración, pero no del frío y la lluvia. El caso es que hasta dos coches intenta arrancar, y no hay suerte, así que termina cogiendo un carrito de esos de jugar al golf, como se llame, una especie de cochecillo pedorro sin carrocería, en el que se dispone a fugarse con el niño. Y es aquí cuando sale de los labios de Kristen Dunst la única frase con sentido de toda la película: “Esto no lo vamos a arreglar yéndonos al pueblo”

Yo no sé si Lars von Trier está de cachondeo, o qué. Me cuesta pensar que de verdad sea tan tonto.

El caso es que el planeta intruso en éste, nuestro sistema solar, es bien bonito, y la peli, pese a ser un estúpido coñazo de exagerado metraje, sobre todo si tenemos en cuenta que, en realidad, no cuenta nada de nada, el caso, decía, es que lo único que merece la pena es echarle un ojo a Melancolía, y cruzar los dedos para que se estrelle de una puta vez, llevándose por delante a las dos chifladas esas y a todos sus familiares.
3
26 de diciembre de 2011
71 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Os voy a contar un cuento que se me ha ocurrido. Es un drama en dos actos y estoy pensando en filmarlo con un cámara epiléptico:


PARTE I: La ceremonia de los trastornados

Una mujer se sentía mal consigo misma el día de su boda. Quizás su existencia se dirigía a un lugar en el que no quería estar, quizás era una idealista que había esperado demasiado de la vida, quizás era masoquista y disfrutaba sufriendo, quizás simplemente estaba como una chota.

Tenéis que saber que esta historia no la cuenta cualquier persona, sino un artista transgresor. Por eso esta mujer se mea en el césped y se folla a invitados a su propia boda. Por eso y porque había algo que la trastornaba. ¿O quizás ya estaba trastornada antes de que algo la trastornase? ¿Se sentía mal porque se sentía a merced de la inercia o porque su misantropía aderezada con compulsiones arbitrarias le impedía amar?

Esta mujer celebró su boda rodeada de la fauna más díscola y perturbada que jamás se haya visto. Allí al que no tenía filias irreprimibles, no disfrutaba con el sufrimiento ajeno o no estaba más jodido de la almendra que Charles Manson, lo linchaban por aburrido.

(Sigue en spoiler con ídem)
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spoiler:
Una vez celebrada la boda, ella mandó a tomar viento al memo cornudo de su marido, que hasta el día de su boda no se había percatado de la prenda con la que planeaba compartir su mísera y angustiosa existencia.

Aquí tengo que añadir un pequeño detalle sin importancia y que en nada condiciona todo lo que os he contado: el planeta Tierra va a petar enseguida al chocar contra otro que se acerca. O quizás no. No lo sé. Estoy muy loco. Soy un genio.


PARTE II: La vida es una mierda

Conforme el planeta Melancolía (que poético, ¿os he dicho ya que soy un genio?) se acercaba a la Tierra, la protagonista de este cuento, su hermana y el marido de su hermana comenzaron a hablar de la posibilidad de que todo se fuese a tomar viento tras un castañazo sideral. Era lógico que durante la boda nadie hablara de esta trivialidad, pues estaban todos ocupados mirándole las tetas a la novia.

Aunque todo era decadente y la comida sabía a ceniza, la protagonista de este cuento comenzó a actuar cabalmente al aceptar el fin del mundo. Además demostró tener poderes extrasensoriales con los cuales escaneó el universo y negó la existencia de vida extraterrestre. Su hermana se angustió ante la posibilidad de que muriesen*, pero nuestra chica la tranquilizó desplegando todo su amor fraternal: le dijo que sus ideas eran una mierda, que el mundo es malvado y que lo mejor para todos era morirse.

El planeta Melancolía pasó cerca de la Tierra y se alejó, para luego resultar ser un planeta-boomerang que frena a mitad del recorrido sideral y vuelve, porque él lo vale. Nevó y granizó sobre nuestra protagonista que estaba en pantalón corto y no sentía el frío. Al final murieron todos y cesó el sufrimiento en la Tierra.

* Se que esta reacción es demasiado común y me repugna incluirla en un cuento para intelectuales, quizás en la siguiente corrección haga que la hermana sea en realidad un bólido fantasma o que suba a un árbol en busca de cenicientas.


CONCLUSIÓN: Sois incapaces de entender nada

¿Por qué se casan, si desde el primer momento se sabe que no hay futuro alguno en la relación? ¿Por qué, sin mencionar ningún transtorno mental y sin que ello cause la menor sorpresa en su entorno, la actitud de la protagonista es errática, compulsiva y contradictoria? ¿Cómo sabe la protagonista, al final de la historia y casi sin quererlo, que no hay vida extraterrestre en el universo? ¿Por qué nadie siente frío cuando le caen pedruscos de hielo del cielo? ¿Por qué Melancolía resulta ser un boomerang con forma esférica?

Eso y más cosas os preguntaréis tras este sesudo relato. Kafka creó el absurdo verosímil: partía de premisas absurdas para desarrollarlas con verosimilitud. Yo, que soy un genio y estoy a años luz del ignorante de Franz, he creado el absurdo inverosímil. Inverosímil para todo aquel que no sea yo, claro está. Porque soy un genio.

Firmado: Narciso von Trier
3
13 de noviembre de 2011
63 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Melancolía” es una película con el sello personal de su autor. Igual que hizo con su anterior “Anticristo”, “Melancolía” empieza con un breve prólogo en el que la música y las imágenes ralentizadas se fusionan en unos instantes de evidente belleza cinematográfica. También, como en su penúltimo trabajo, Von Trier hace uso de un hermetismo narrativo que dificulta el seguimiento de la historia, desconcertado como está el espectador ante las reacciones, muchas veces incomprensibles, que experimentan los diferentes personajes. La diferencia, y el principal problema bajo mi punto de vista, es que si en “Anticristo” a pesar de las dificultades Von Trier sabía captar la atención del espectador y solo lo dejaba ir en escasos momentos, la historia de Justine, la principal protagonista de “Melancolía” no logra enganchar ni de entrada y es fácil desconectar del film en su primera parte, sin duda la más floja de las dos que componen la película. Y aunque en su segunda parte parece claro que el film gana en interés, cuesta ya recomponer el feeling con la platea, y más si el ritmo, las interpretaciones y los acontecimientos siguen al servicio del lenguaje plástico que Von Trier se empeña en imponer por delante de cualquier consideración. Así pues, “Melancolía” puede resultar visualmente agradable de contemplar, con planos particularmente bellos y uno especialmente grandioso, el final. Lo malo es que para llegar a él, hemos tenido que aguantar más de dos horas de cine anodino y, hay que decirlo claramente, excesivamente pretencioso.

Lo mejor: el impresionante último plano.

Lo peor: su primera parte que lastra irremediablemente el resto de la película.
8
11 de octubre de 2011
69 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película levantó ampollas y su director, más, cuando en Cannes admitió "entender a Hitler" en una rueda de prensa. Se explicó pero ya era demasiado tarde: Lars Von Trier fue considerado persona non grata. Sin saberlo habían dado pie a la creación de una campaña de marketing para una película que merece ser vista y disfrutada por el mayor número de gente posible. "Melancholia" es una nueva joya que el danés suma a su filmografía y nos devuelve a aquel autor que en su anterior film se recreaba en sus excesos para narrar una historia densa y salvaje sobre la naturaleza humana. Aquí la cosa va por debajo de la piel, es más sutil, pero no por ello cae en lo blando. Por el contrario va a saco y no hace concesiones; es valiente con su discurso desde que empieza, con un maravilloso prólogo sin diálogos en el que la música marca el ritmo de las imágenes (al estilo "Antichrist" o el de "Tree of Life").

Dividida en dos capítulos concernientes a dos hermanas, se nos narra la historia del acercamiento del planeta Melancolía a la Tierra. Es inevitable: va a chocar con este último y la humanidad va a desaparecer. Varios días antes del suceso asistimos a la preparación de una fiesta nupcial y a las relaciones de un microcosmos familiar en el que no hay lugar para momentos felices. Con un tono dramático, que pesa como una losa, se nos atrapa sin posibilidad de escape y durante sus más de dos horas formamos parte de él; Melancolía también se convierte en una amenaza para nosotros. Tiene altibajos "Melancholia" y no siempre funciona tan bien como podría esperarse pero es llegar sus últimos minutos y volver a sentir algo impensable. De repente no estamos en el cine, pasamos al otro lado de la pantalla y asumimos ese inevitable fin. Música a tope, la carne de gallina y (esto es opcional) una lágrima recorriendo la mejilla por asistir a uno de los finales más tristes, bellos y dramáticos del cine reciente. Si Von Trier va a seguir haciendo estas películas yo no le negaré que se una al partido nazi. Y si su reparto trabaja con esta intensidad, volveré a quitaré de nuevo el sombrero. Sin ningún atisbo de duda, una de las mejores experiencias cinematográficas del año.
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