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Polvo de estrellas

Drama Un cuento moderno sobre la obsesión por la popularidad. Stafford Weiss es terapeuta y escribe libros de autoayuda. Tiene una mujer sobreprotectora, un hijo antigua estrella de la TV en rehabilitación y una hija que acaba de salir del psiquiátrico. La principal cliente de Stafford es una famosa actriz, a punto de interpretar el papel que hizo su madre en los años 60. (FILMAFFINITY)
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Críticas 80
Críticas ordenadas por utilidad
13 de marzo de 2015
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Si hay un lugar en el mundo donde el amor y el odio fecundan irracionales pasiones, ese es Hollywood. Quintaesencia de un estilo de vida deseado por muchos y criticado por tantos otros, la famosa colina de Los Ángeles y sus alrededores han sido prácticamente desde el nacimiento del cine, la cuna de una sociedad que ha ido corrompiéndose a sí misma, reatroalimentando sus errores con la depravación del éxito y la soledad del fracaso. Un lacerante caldo de cultivo que ha pasado por encima de grandes estrellas, idolatradas por un público habituado al ejercicio de la adoración y el olvido a partes iguales. Muchos son los nombres que se han visto en la cima del mundo, luchando con uñas y dientes por alcanzar el ansiado status de estrellas, para después ser empujados al abismo de la inopia con la frialdad más descorazonadora.

Con esa peligrosa dualidad entre el reconocimiento y el olvido de por medio, y acercándose a esa estirpe de falsos ídolos, David Cronemberg disecciona con su meticuloso ojo clínico un universo al que se acerca con su particular estilo desnuso y visualmente violento, utilizando un sarcasmo superficiel que hiere pero no mata, como suele ser habitual en la filmografía de un realizador experto en tirar la piedra y esconder la mano. Cronenberg se mantiene fiel a su espíritu calculador, y maneja su última obra con la técnica del ingeniero, y el ingenio del que desconoce la técnica. Se adentra en un mundo oscuro sobre el que sitúa el punto de mira de unos dardos cargados de un veneno que no mata, sino que deja una insatisfactoria sensación de oportunidad perdida. Cronenberg se propone caricaturizar sin hacer leña del árbol caído, creando un desconcertante juego de luces y sombras por el que asoman las formas de su anterior cinta, la fallida y pretenciosa "Cosmópolis", dejando confusas divagaciones innecesarias, a la vez que muestra la brillantez de muchos de los trabajos de sus inicios. Cronenberg parece posicionarse lejos de su propio relato, y ese distanciamiento choca con la vertiente más exagerada e irreverente de una película que pide a gritos dejarse llevar por los derroteros del descontrol, alejándose del dramatismo existencial.

Una descompensada balanza que envuelve a un reparto cargado de grandes nombres entre los que cabe destacar por méritos propios (y deméritostambién) nombres como los de la siempre genial y descomunal Julianne Moore; el histriónico y sobreactuado John Cusack, cuyo papel funciona a la perfección con el tono que la cinta pide; el insustancial Robert Pattinson, que parece vivir ahogado en la sombra de su propio éxito, queriendo demostrar al público adulto algo que llega a aparecer nunca; la presencia desconcertante de una Mia Wasikowska que parece solvente, pero no termina de deslumbrar; o el sensacional trabajo del jovencísimo Evan Bird.

Y es que "Maps to the stars" funciona, al igual que su argumento, en la línea que separa el éxito del fracaso, acumulando algunos momentos de genial inspiración, con otros de desconcertante y fallida poética visual. Aunque el talento de Cronenberg late en muchos de los fotogramas de un título que funcionaría mejor desde la perspectiva del absurdo más cruel, el circo de los horrores plagado de fantasmas autodestruidos sobre el que orbita este mapa de las estrellas no llega a colapsar on el público por la falta de pasión de un ejercicio excesivamente calculado.
EuTheRocker
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15 de marzo de 2015
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El David Cronenberg del siglo XXI, tras encadenar tres excelsos títulos como “Spider” (2002), “Una historia de violencia” (2005) y “Promesas del Este” (2007), ha engarzado otra secuencia de tres filmes interesantes, pero que pierden en la inevitable comparación con la primera tríada mencionada. “Un método peligroso” (2011), “Cosmópolis” (2012) y esta “Maps to the Stars” (2014), que nos atañe, son largometrajes menores en la singular filmografía del cineasta canadiense, que incluye películas de culto como “Videodrome” (1982) o “El almuerzo desnudo” (1991).
Si en “Cosmópolis” daba su particular visión de la actual situación económica en “Maps to the Stars”, junto a su habitual guionista, Bruce Wagner, se adentra en el lado tenebroso del “star system” de Hollywood. La trama está protagonizada por una madura actriz de cine que vive atormentada por el fantasma de su madre, una intérprete de renombre en la década de los 70. Su juventud se ha desvanecido en un universo hollywoodense donde prima la apariencia por encima de todo. Rol encarnado por una espléndida Julianne Moore, que se alzó con los galardones de mejor actriz en los festivales de Cannes y Sitges 2014 por un papel diametralmente opuesto a que le ha valido el Oscar por “Siempre Alice”.
El vitriólico retrato se completa con un aspirante a actor que conduce limusinas, interpretado por el circunspecto Robert Pattinson (que repite con el director canadiense tras “Cosmópolis”); un terapeuta de estrellas (John Cusack), padre de dos hijos inestables: una estrella infantil con ecos resonantes de Macaulay Culkin (Evan Bird) y una pirómana con la cara a lo Scarface (Mia Wasikowska). Este último es un personaje fuera de lugar en el reino de la perfección estética que lleva a estrellas como Renée Zellweger, Nicole Kidman o Mickey Rourke a demacrarse su cara hasta el punto de ser irreconocibles.
“Maps to the Stars” está más cerca de “Inland Empire” (2006), de David Lynch que de “Celebrity” (1998), de Woody Allen. La desacralización del cine (elocuente es la secuencia en la que vemos a tiro de piedra las famosas letras blancas de Hollywood como solo un conjunto de letras sobre una burda montaña) ya conoce títulos totémicos en la historia del séptimo arte como los son “Cautivos del mal” (1952), de Vincente Minnelli o “La noche americana” (1973), de François Truffaut. Lo que distingue a Cronenberg de sus predecesores es su peculiar visión, una descarnada y nada halagüeña mirada a las tripas del celuloide, que incluye frases como: “Los actores son personas que no se despegan del espejo cada mañana” o secuencias como la de la estrella en el váter defecando o cohabitando en la parte trasera de un coche solo para volver a sentirse deseada (alejadas de su pretendida imagen glamurosa). Todo está sazonado con un peculiar sentido del humor, que incluye la presencia de Carrie Fisher (sí, la princesa Leia de “La guerra de las galaxias”, 1977), alusiones a la Cienciología, al Dalai Lama o la referencia a “El sexto sentido” (1999), de M. Night Shyamalan.
Cronenberg es sin lugar a dudas uno de los cineastas más personales del cine contemporáneo, pero atrás quedaron los años de “Vinieron de dentro de…” (1975) o “Scanners” (1981), cintas protagonizadas por otro tipo de seres repulsivos. Con el tiempo su cine se ha estilizado y ha ganado en elegancia. Lo que permanece inmutable es su fascinación por el lado más sórdido de la condición humana.
Benjamín Reyes
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17 de febrero de 2017
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Parto de que el director es para mí uno de los más grandes de la cinematografía, nos ha dado varias obras maestras en cada una de las décadas de su dilatada carrera, salvo quizas en la última, sin caer en la tentación de repetirse o actuar de forma demagógica para el gran público se movió con destreza en varios géneros, sin embargo su última película, aunque está por encima de las anteriores dos, me ha dejado con gusto a poco.
La premisa es atractiva y va muy bien con el estilo del director, uno espera que se mueva como pez en el agua con un drama que muestra la miserias de la industria del cine, ya que la tecnología, el descenso a los infiernos de personajes ególatras y superficiales y los traumas psicológicos, al ser temas frecuentados con gran maestria por el autor anteriormente, generan espectativas muy altas no solo entre sus incondicionales.
Sin embargo la película se queda en lo correcto, una factura técnica muy lograda y un guión que entretiene por lo perturbador y politicamente incorrecto, pero muy lejos de sus grandes obras, a veces da hasta la incómoda sensación de autoparodia (petética la escena del personaje incendiado, parece mentira que venga de la misma mano del maestro que hico cosas como Videodrome, Naked Lunch y The Fly).
Se la asocia correctamente con Mulholland drive, pero está lejos de la frescura y genialidad de Lynch en ese trabajo, resulta casi cruel la comparación. Aquí hay un drama familiar no resuelto, que se cree sepultado pero resurge tras varios años, incesto, deformaciones, esquizofrenia, drugs abuse, inquietudes anales, megalomanía, dinero, fama e hipocrecía son el predecible pero efectivo cóctel que anima el drama hasta el final.
Eso y poco más, pudo haber sido una película muy buena si los actores estuvieran muy por encima de la media cada uno en su papel, pero la única que se sale de la pantalla con su personaje es Julianne Moore, que muestra que juega en otra liga y opaca con su prescencia a los protagonistas, unos correctos Bird y Wasikowska, secunadados por un Pattinson menos malo que lo habitual y un Jhon Cusack lamentable.
Un final poderoso la hubiera situado más allá de lo interesante pero no es el caso, de hecho aunque sus ingredientes son fuertes carece de la intensidad necesaria, parece hasta hecho a las apuradas. Queda redondeado un film muy al estilo del director pero no tan jugoso, disfrutable pero solo para pasar el rato, esperemos que el gran David nos regale una obra maestra antes de terminar esta década, esta no pudo serlo.
Silvio Astier
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11 de octubre de 2014
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última cinta de un genio irrefutable, David Cronenberg, funciona a la perfección como fábula sobre la obsesión humana actual por el mundo de la fama, las celebrities y ese mundo de focos, luces y fiestas desmadradas. En la cinta, un escritor de manuales de autoayuda, de esos que algún psicoterapeuta argentino o nuestro Einstein catalán y su hija sin ir más lejos sacan como lechugas para hacer su agosto es padre de un niño que es un juguete roto, fué estrella televisiva y ahora, a los trece años, está en una clínica rehabilitando su adicción a distintas sustancias. La familia la acaban de componer una hija con problemas mentales y una mujer sobreprotectora incapaz de dar una educación sana y correcta a sus hijos. Por si fuera poco, el escritor y psiquiatra tiene una cliente, una actriz de esas “hijas de” que va a frontar el mismo personaje que ya hizo su madre hoy muerta en su época, y hoy una actriz casi olvidada y a la sombra de la hija estrella.
Con este material el director podría haber hecho desde una cinta de terror, hasta un lacrimógeno
drama, pero se queda en un tono de comedia amarga que no puede resultar más satisfactoria, porque en el fondo, lo que cuenta no tiene ni p**a gracia. Nos revela que Hollywood, esa meca del cine donde nuestros actores sueñan con ir aún negándolo, no es más que un vertedero, un enorme contenedor donde lo que ya no vale se deshecha, donde las nuevas generaciones pisan a las anteriores, donde la promiscuidad, las drogas y la maldad sólo sirven como carta de presentación, como tarjeta de visita.
Si hay algo espectacular realmente en la cinta es lo que ya nos desveló Cannes, resaltando como mejor actriz la poderosa, humana a ratos, desquiciada otros, gran labor interpretativa de Julianne Moore, una de las mejores actrices de todos los tiempos. Ella sola con su profunda, dura, “cómica” y difícilmente triste interpretación (sin duda la más valiente de su carrera),suma muchos enteros a un reparto igualmente en estado de gracia en el que destacan también Mia Wasikowska, Robert Pattinson, John Cusack, Olivia Williams, Carrie Fisher, Clara Pasieka y Joe Pingue entre otros, a los que el director da protagonismo por encima de las “viejas” glorias que están presentes en su cinta, centrándose en esa nueva cantera de actores que dominan la situación actual y que adquieren hábitos, comportamientos y enfermizas reacciones de sus predecesores, con la contínua sensación de impunidad ante todo, porque amigos, “ésto es Hollywood y aquí todo el mundo tiene un sueño”, un sueño que para ser cumplido puede pasar por sexo, violencia y corrupción, donde la inocencia no tiene cabida y donde algo malo se ve sustituido siempre por algo peor. Ese es precisamente el discurso de Cronenberg, ya famoso como uno de esos directores enfermizos, retorcidos, sarcásticos y hasta sádicos del panorama actual y que lejos de empeorar se adapta a los tiempos como muy pocos.
Cronenberg, director especial donde los haya, nos narra en su película un sesudo e inquisitivo retrato, furioso, doliente y doloroso, el espíritu que esconde el mundo de las estrellas de Hollywood, con un desencanto en su enfoque, en su acercamiento al desfase contínuo, las malas tentaciones, las malas ideas, las malas decisiones y los malos finales de una forma que inevitablemente aturde al espectador y le abofetea directamente en la cara, de forma desencantada pero absolutamente fascinante. En una hipérbole sarcástica, cínica y punzante de un Hollywood que bien podría ser el real, pero no es necesario que lo sea, introduce unas historias cruzadas retorcidas, histriónicas y pervertidas que bien podrían tener como banda sonora la canción “Celebrities” de nuestro genio McNamara (Si no la conocen, búsquenla, no se la pierdan), con el que, y no broma, la visión del cineasta comparte gran parte en cuanto a su salvajemente triste visión del mundo de la industria del cine y la fama del siglo XXI, si bien el resultado inspirado y desenfrenado de la peli de Cronenberg es en el fondo más benévola, dando paso en esa puerta abierta a la redención, en la que en el fondo ni él mismo cree, en el dibujo de esa pesadilla que bien sirve para resumir y ejemplificar su manera de afrontar el cine y que no aterroriza porque nos la cuenta a simples mortales alejados de esa alfombra roja, pero que sin duda, alejada del delirio, el absurdo y lo incoherente, hará sentir muy incómodo a más de alguno de los que las pisan regularmente.
Hay algo que lastra definitivamente la labor del director, y es, aparte de un final absurdo, que a mí me maravilla, como casi poético y adecuado a la locura de la cinta, pero que no pareció gustar mucho en la proyección, a tenor de los abucheos más largos que escuché en un cine, su guión, regular y no siempre acertado, de Bruce Wagner, más empeñado en lanzar puñales contra el mundo de la industria que en los diálogos de personajes, que llegan a hacerse aburridos y somnolientos y llegan a un resultado frustrantemente poco satisfactorio, que a ratos carece de cohesión y cansa en su reiteración del desequilibrio y narcisismo común.
Aún así, su valiente visión inteligente y subversiva, ya clara desde tiempos remotos, cuando como un aspirante a científico que padrinó el mejor horror corporal de una época y que exploraba su fascinación por el cuerpo físico, por la identidad mediante sus films para más tarde incluir las nociones sociales a su discurso, es digna de mención.
Desde 'Videodrome' a 'La Cría', 'Dead Ringers' a 'Crash', o los thrillers posteriores 'Una historia de violencia' y 'Promesas del Este', incluso su denostado y mal entendido anterior trabajo, Cosmópolis, mucho más fría y pretenciosa, formalmente siempre atractivos, únicos, brillantes, su capacidad para perturbar es innata. No hace concesiones ni da respiros y finales bonitos, en su cine, por muy alejado de la realidad que pueda estar, hay siempre una sinceridad y una capacidad de exprimir actores y espectadores única. SIGO EN SPOILER.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
javieritos
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28 de noviembre de 2014
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Después de la decepcionante Cosmopolis, Cronenberg viene a proponer esta historia de terror para algunos, aquí sus monstruos ya no es un hombre que se convierte en mosca u otro con poderes psíquicos perversos, aquí los monstruos son bien “humanos” y no tergiversemos el termino, el sueño americano del canadiense es la pesadilla de cualquiera, el retrato hacia la vulgar esfera social de Hollywood es terrible, mira que si esa es la realidad de ese mundo, hay que alejarse de él, el mismo Cusack en su momento dijo “Hollywood es un putero en donde se usa y se desusa a los actores más jóvenes” y parece que Cronenberg desde su tranquila Canadá le compra el cuento. El sueño de ser actor/ actriz y actor se resume sin esperanza alguna, están los que quieren llegar y los que David casi les dice “Tenes que haber salido de un Hospital Psiquiátrico para querer ir ahí”, aquí se defiende la existencia del personaje de Mía (buena actuación), la burla negra hacia la fama la terminan de redondear otros personajes, Benjie Weiss el pretencioso adolescente (una caricatura hacia la moda Disney) famoso que es engullido por el ego y todo lo que el dinero puede comprar, su padre el doctor Weiss (un reecontrado Cusack) que utiliza su hijo para su negocio propio, y por su puesto la excéntrica y bipolar Havana Segrand hija de una extinta estrella de Hollywood, y aquí me detengo a destacar lo que es posiblemente a mejor actuación femenina del año, lo que hace Moore con su personaje es maravilloso, los manejos de cambio de humor, su superficialidad, su inseguridad es de alto calibre, lo mejor del filme discurre atraves de ella y su historia, del diabólico juego mental planteado el director y escritor. Maps to the Stars es la versión de Cronenberg de una realidad o mentira a la que el siempre ha sido alérgico, es una versión menos estilizada de una Muholland Drive, tiene algunos puntos de ritmo narrativo que no la llevan a todo su potencial, y una escena terrible con CGI que no si me lo puedo tomar como una mala broma dentro de la broma (la vieja escuela sigue siendo la mejor) espero que este desgano visual no sea una tendencia tomada por Cronenberg y solo sea un remarcador de esta propuesta. Pero Maps to the Stars llego para meter el dedo en esa llaga glamorosa cubierta de fama, sexo y perdición. Veremos si los de la academia se quitan el velo, y hacen con criterio lo que me parecería hasta ahora correcto, darle el Oscar a Moore, o si prefieren meter el filme debajo de la alfombra percudida del ilusorio sueño americano.
CINELOCURA
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