Alemania, año cero
19 de diciembre de 2005
19 de diciembre de 2005
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para siempre quedará la visión apocalíptica de Berlín y la vida de esos hombres y mujeres que, entre la generosidad y el egoísmo, se debatían por sobrevivir en una ciudad en ruinas. Lo mejor: los travellings del joven protagonista por las calles derruidas de Berlín. Lo peor: el tiempo, que ha envejecido algo la película.
15 de junio de 2011
15 de junio de 2011
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con los clásicos suelen pasar dos cosas: o aguantan el paso del tiempo con gloriosa lozanía, o envejecen regular y siguen teniendo una indudable calidad pero sin estridencias. En este caso pasa lo segundo y, aunque se ve la mano maestra del director, no acaba de tener esa sensación de plenitud de otras películas. El gran problema es que nos cuenta un dramón del siete y, a estas alturas, nuestra capacidad de sorpresa y/o disfrute con la segunda guerra mundial y sus consecuencias es muy limitada. Así, vemos un Berlín apocalíptico tras los bombardeos (realmente el verdadero atractivo de la película) en el que se mueven una serie de actores de maneras amateurs y a los que les pasan todo tipo de desgracias; repito que el público está ya muy saturado de dramas similares y el efcto sorpresa es nulo. En cualquier caso, es un referente y alguna vez en la vida habrá que verla...
31 de julio de 2012
31 de julio de 2012
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Neorrealismo puro: la filmación del desamparo. Rossellini nos trae una cinta durísima, virulenta, donde el hambre, la muerte, el extraperlo y la delincuencia forman parte de la vida diaria en la Alemania de la postguerra. El escenario: el real, las escombreras de una Berlín a medio derruir poco después de la segunda guerra mundial, impagable como lugar donde rodar, en exteriores, ningún decorado por perfeccionado que fuera podría lograr ese efecto.
La película es terrible en su guión, un martillazo a la conciencia, y es que el maestro Rossellini es ante todo un director comprometido, que siente lo que hace y que trata de que sus películas tengan una relevancia social que trasciendan más allá de lo puramente cinematográfico.
La imagen desoladora que consigue el pequeño protagonista de doce años en mitad de los cascotes y las huellas de los horrores de la guerra es, además de efectiva, fantástica y es el motor de la historia que nace en el drama y culmina en los infiernos. La contundencia de la imagen es abrumadora para hacer sentir al espectador las miserias de una vida arrastrada, donde la necesidad hace cruzar los límites de la honestidad y hace plantearse opciones morales que rasgan el corazón, porque también esa traba pone el guión al espectador, para hacerle pensar acerca de las condiciones de vida, y también de la condición humana, es una película para sangrar, para derrumbarse.
Tiene como peor elemento el paso del tiempo, en primer lugar, porque la calidad del metraje ha perdido muchas de las tonalidades de claroscuros que debiera tener antaño y la fotografía pierde fuelle en un celuloide ajado y granulado que evita poder detenerse más en los detalles y en su factura técnica. En segundo lugar, porque la guerra queda demasiado lejos y la conciencia del espectador actual está más edulcorada a golpe de telediario, por ello la película parece extremista en muchas de sus condiciones y el final es claramente exagerado, pero aún así nunca está demás ampliar los horizontes de la conciencia con un filme en la que los escenarios naturales del Berlín, los diálogos amargos y certeros y un guión que sangra deja al menos un sello en la historia del cine. Una joya antigua.
http://palomitasconchoco.wordpress.com
La película es terrible en su guión, un martillazo a la conciencia, y es que el maestro Rossellini es ante todo un director comprometido, que siente lo que hace y que trata de que sus películas tengan una relevancia social que trasciendan más allá de lo puramente cinematográfico.
La imagen desoladora que consigue el pequeño protagonista de doce años en mitad de los cascotes y las huellas de los horrores de la guerra es, además de efectiva, fantástica y es el motor de la historia que nace en el drama y culmina en los infiernos. La contundencia de la imagen es abrumadora para hacer sentir al espectador las miserias de una vida arrastrada, donde la necesidad hace cruzar los límites de la honestidad y hace plantearse opciones morales que rasgan el corazón, porque también esa traba pone el guión al espectador, para hacerle pensar acerca de las condiciones de vida, y también de la condición humana, es una película para sangrar, para derrumbarse.
Tiene como peor elemento el paso del tiempo, en primer lugar, porque la calidad del metraje ha perdido muchas de las tonalidades de claroscuros que debiera tener antaño y la fotografía pierde fuelle en un celuloide ajado y granulado que evita poder detenerse más en los detalles y en su factura técnica. En segundo lugar, porque la guerra queda demasiado lejos y la conciencia del espectador actual está más edulcorada a golpe de telediario, por ello la película parece extremista en muchas de sus condiciones y el final es claramente exagerado, pero aún así nunca está demás ampliar los horizontes de la conciencia con un filme en la que los escenarios naturales del Berlín, los diálogos amargos y certeros y un guión que sangra deja al menos un sello en la historia del cine. Una joya antigua.
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17 de noviembre de 2021
17 de noviembre de 2021
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La guerra siempre resulta larga y terrible y cuando finaliza su sombra de muerte hambre y miseria se extiende sobre todos los supervivientes, especialmente sobre los perdedores agotados por el dolor y la desesperación.
Roberto Rossellini utiliza un escenario real y devastado por las bombas de los aliados que confiere al film una realidad abrumadora, entre sus ruinas el germen de la vida intenta salir hacia adelante haciendo cotidiana la extenuación.
El protagonismo de este tiempo épico en los ojos de un niño humaniza un entorno de brutal desolación en el que llegar a alimentarse para vivir un día más el único objetivo de miles de familias aterradas.
La dramática realidad del momento ahoga por completo los sueños y fantasías de un niño que abrumado por la pena no puede digerir tanto horror.
Roberto Rossellini utiliza un escenario real y devastado por las bombas de los aliados que confiere al film una realidad abrumadora, entre sus ruinas el germen de la vida intenta salir hacia adelante haciendo cotidiana la extenuación.
El protagonismo de este tiempo épico en los ojos de un niño humaniza un entorno de brutal desolación en el que llegar a alimentarse para vivir un día más el único objetivo de miles de familias aterradas.
La dramática realidad del momento ahoga por completo los sueños y fantasías de un niño que abrumado por la pena no puede digerir tanto horror.
28 de abril de 2023
28 de abril de 2023
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Las películas con niños no suelen gustarme, y aquellas en las que los seres humanos sufren, menos aún. Por otro lado, las de Rossellini hay que verlas con cierta cautela, porque tienen una profundidad emocional que me queda destrozado. O tienes un cuajo tremendo o te hacen verdadero daño. Me ha pasado con todas ellas. Las recuerdo, me asaltan por la noche, me hacen verdadero daño. Y esta no es diferente.
¡ Ese realismo tan crudo !, Esa manera de contar las cosas, de ver sufrir a un niño, a una familia.
Es evidente que la guerra produce estas consecuencias, es más, es precisamente lo que quiere, pero me gustan más las películas clásica americanas que me mienten y me dicen que todo es posible, que los seres humanos somos buenos (aunque todos sabemos que no es así), que la vida tiene un sentido positivo y razonable. En definitiva, me gustan más las películas que los documentales.
¡ Ese realismo tan crudo !, Esa manera de contar las cosas, de ver sufrir a un niño, a una familia.
Es evidente que la guerra produce estas consecuencias, es más, es precisamente lo que quiere, pero me gustan más las películas clásica americanas que me mienten y me dicen que todo es posible, que los seres humanos somos buenos (aunque todos sabemos que no es así), que la vida tiene un sentido positivo y razonable. En definitiva, me gustan más las películas que los documentales.
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