Godzilla: Minus One
6.7
8,988
Fantástico. Acción. Drama. Ciencia ficción. Bélico
Japón, devastado tras el final de la II Guerra Mundial, entra en crisis tras la aparición de un monstruo atómico.
El 1 de agosto de 2024 se estrenó en Netflix una versión en blanco y negro, "Godzilla Minus One/Minus Color".
El 1 de agosto de 2024 se estrenó en Netflix una versión en blanco y negro, "Godzilla Minus One/Minus Color".
25 de agosto de 2024
25 de agosto de 2024
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No tenía pensado hacer ninguna crítica acerca de esta película, pero hubo una escena que.... Qué mala baba, en serio.
La película es bastante más sorprendente de lo que me imaginaba. Según avanza te sorprende más y más. Es una gozada visual y no sólo eso, porque además cuenta con buenas dosis de sensibilidad y humanidad.
La película es bastante más sorprendente de lo que me imaginaba. Según avanza te sorprende más y más. Es una gozada visual y no sólo eso, porque además cuenta con buenas dosis de sensibilidad y humanidad.
2 de octubre de 2024
2 de octubre de 2024
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Desde que la franquicia de Godzilla empezó en 1954, no ha dejado de extenderse debido a su gran importancia en el cine kaiju. Pero hay que reconocer que Godzilla sufrió bastantes cambios desde convertirlo en un antihéroe hasta un monstruo genérico que solo causa destrucción. La primera saga conocida como La Era Showa fue infantilizando al monstruo con entregas bastante bizarras. La Era Hesei fue una mejor continuación para la película original y le había dado una digna conclusión. La Era Millennium no supo continuar dignamente la película original debido a que cada película era una recuela y no había una continuidad entre ellas salvo las últimas tres entregas. MonsterVerse al menos hizo que Godzilla recuperara su popularidad y Hollywood había logrado hacer lo que no consiguió con su versión de 1998. En cuanto a La Era Reiwa, Shin Godzilla no fue un reinicio convincente a pesar de tener al creador de Neon Genesis Evangelion y la trilogía animada lanzada en Netflix no aporto nada. Godzilla Minus One al ser la quinta entrega de La Era Reiwa podría haber sido otra película genérica de la franquicia, pero al final termino siendo la mejor película que se podría haber hecho del querido kaiju.
Hay que reconocer que a medida que salían nuevas películas, se fue perdiendo una parte de lo que hizo a la película original tan querida en su momento. Godzilla Minus One recupera bastante de la película original volviéndose un digno reinicio o remake tras casi 70 años de haber empezado esta franquicia. La película se sitúa a finales de La Segunda Guerra Mundial y al principio vemos a Japón devastada por la guerra y luego ser reconstruida hasta que Godzilla comienza a causar un caos. Todo lo vemos a través del expiloto Koichi quien sufre un terrible trauma tras los desastres de la guerra y ver a Godzilla acabando con la vida de sus compañeros. Crear una historia relacionada con La Segunda Guerra Mundial fue un buen acierto por lo que Godzilla representaba en la película original. Es bien sabido que en la película de los años cincuenta, Godzilla era una alegoría de aquella bomba nuclear lanzada en Hiroshima y Nagasaki que dejo una profunda cicatriz en la sociedad japonesa. Tanto en la película original como en las versiones americanas, la criatura es una manifestación del poder destructivo de las armas nucleares. Godzilla Minus One retoma bastante de eso y lo interesante es que al principio Godzilla es presentado como una criatura prehistórica que al parecer ha estado viviendo mucho tiempo en La Isla Odo y que una explosión nuclear fue lo que hizo que aumentara de tamaño. La película original solo intuía esto y no se explicaba mucho el origen de Godzilla, cosa que las versiones americanas sí han hecho. El diseño de Godzilla respeta bastante a la versión original y el CGI logra darle una apariencia más omnipotente. Es claro que para el diseño de la criatura decidieron seguir el ejemplo de la versión de Godzilla presentada en MonsterVerse. Aunque con Shin Godzilla Toho ya había empezado a usar un Godzilla hecho con CGI, Godzilla Minus One lo hace mejor. El argumento es excelente y tiene toda la esencia de la película original. Hay bastantes escenas que recuerdan bastante a la primera película. La metáfora que la película original tenía sobre la bomba nuclear es mejor aprovechada aquí con la incorporación de las temáticas vinculadas a la forma en que la guerra ha afectado a Japón. Koichi es la viva imagen de los soldados que fueron testigos de los horrores de la guerra y como han sido afectados por la muerte de sus conocidos. Cuando al fin llega el momento de confrontar a Godzilla, se puede admirar como los excombatientes de la armada japonesa están más unidos con la esperanza de vencer a la criatura y de que Japón tenga un mejor mañana. Esta película logra ser otra gran obra cinematográfica que refleja una Japón postguerra y las secuelas emocionales o psicológicas de sus habitantes al igual que Hotaru No Haka (1988) y Kuroi Ame (1989). La banda sonora de Naoki Sato tiene la esencia de la banda sonora original que fue compuesta por Akira Ifukube. Una vez que la música de Ifukube es reconocida, se siente nostálgica para los que han visto la película original.
Godzilla Minus One logra ser un digno homenaje para el clásico original creado por Ishiro Honda y lo mejor que Toho pudo haber hecho para la franquicia tras varias entregas que no pudieron revivir la simbología que convirtió a Godzilla en un icono instantáneo en su primera aparición. Mi calificación final para esta película es un 10/10.
Hay que reconocer que a medida que salían nuevas películas, se fue perdiendo una parte de lo que hizo a la película original tan querida en su momento. Godzilla Minus One recupera bastante de la película original volviéndose un digno reinicio o remake tras casi 70 años de haber empezado esta franquicia. La película se sitúa a finales de La Segunda Guerra Mundial y al principio vemos a Japón devastada por la guerra y luego ser reconstruida hasta que Godzilla comienza a causar un caos. Todo lo vemos a través del expiloto Koichi quien sufre un terrible trauma tras los desastres de la guerra y ver a Godzilla acabando con la vida de sus compañeros. Crear una historia relacionada con La Segunda Guerra Mundial fue un buen acierto por lo que Godzilla representaba en la película original. Es bien sabido que en la película de los años cincuenta, Godzilla era una alegoría de aquella bomba nuclear lanzada en Hiroshima y Nagasaki que dejo una profunda cicatriz en la sociedad japonesa. Tanto en la película original como en las versiones americanas, la criatura es una manifestación del poder destructivo de las armas nucleares. Godzilla Minus One retoma bastante de eso y lo interesante es que al principio Godzilla es presentado como una criatura prehistórica que al parecer ha estado viviendo mucho tiempo en La Isla Odo y que una explosión nuclear fue lo que hizo que aumentara de tamaño. La película original solo intuía esto y no se explicaba mucho el origen de Godzilla, cosa que las versiones americanas sí han hecho. El diseño de Godzilla respeta bastante a la versión original y el CGI logra darle una apariencia más omnipotente. Es claro que para el diseño de la criatura decidieron seguir el ejemplo de la versión de Godzilla presentada en MonsterVerse. Aunque con Shin Godzilla Toho ya había empezado a usar un Godzilla hecho con CGI, Godzilla Minus One lo hace mejor. El argumento es excelente y tiene toda la esencia de la película original. Hay bastantes escenas que recuerdan bastante a la primera película. La metáfora que la película original tenía sobre la bomba nuclear es mejor aprovechada aquí con la incorporación de las temáticas vinculadas a la forma en que la guerra ha afectado a Japón. Koichi es la viva imagen de los soldados que fueron testigos de los horrores de la guerra y como han sido afectados por la muerte de sus conocidos. Cuando al fin llega el momento de confrontar a Godzilla, se puede admirar como los excombatientes de la armada japonesa están más unidos con la esperanza de vencer a la criatura y de que Japón tenga un mejor mañana. Esta película logra ser otra gran obra cinematográfica que refleja una Japón postguerra y las secuelas emocionales o psicológicas de sus habitantes al igual que Hotaru No Haka (1988) y Kuroi Ame (1989). La banda sonora de Naoki Sato tiene la esencia de la banda sonora original que fue compuesta por Akira Ifukube. Una vez que la música de Ifukube es reconocida, se siente nostálgica para los que han visto la película original.
Godzilla Minus One logra ser un digno homenaje para el clásico original creado por Ishiro Honda y lo mejor que Toho pudo haber hecho para la franquicia tras varias entregas que no pudieron revivir la simbología que convirtió a Godzilla en un icono instantáneo en su primera aparición. Mi calificación final para esta película es un 10/10.
26 de diciembre de 2024
26 de diciembre de 2024
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Gozdilla como metáfora de una nación derrotada y humillada que parece no saber salir de su espiral de sufrimiento. Acabada la II GM, Gojira que es como se le conoce en Japón, ataca Tokio sembrando muerte y caos. Aún en shock tras la derrota bélica, no hay un Estado que puede repeler la agresión, por lo que serán organizaciones al margen las que peleen contra el monstruo.
Finalizar la guerra de la forma en que lo hizo Japón fue todo un impacto para su población. No solo por el bombardeo americano de Tokio o los pepinazos nucleares de Hiroshima y Nagasaki, sino por la caída del régimen imperial que había llevado al país a unos días de gloria militar que se disolvían como azucarillos. Se huele el resentimiento hacia el viejo régimen, que no parecía existir más que para perpetuarse en el mando del país. Con la excusa de no alimentar la incipiente guerra fría, lo que queda del Estado nipón se echa a un lado ante la amenaza de Gojira, con los que son las organizaciones civiles las que tienen que actuar. Aunque no se entiende bien como se organizan, ya que emplean buques de guerra, armamento y personal militar. Queda algo coja esta parte de "el pueblo salva al pueblo", ya que no se explica sin una implicación significativa de las estructuras estatales.
En el aspecto técnico, los efectos son asombrosos, tanto de la criatura como de la destrucción provocada. Salvo cuando Godzilla se pasea por tierra, ya que luce algo rígido en su caminar, como si fuera un muñeco. También destaco el apartado actoral, incluidos los clásicos histrionismos tan del cine asiático que, gusten o no, son algo tan local como el sushi. La subtrama sentimental, porque tiene que haberla, al menos no se siente tan impostada como en otros casos. Y la niña es monísima, llora con una convicción de actriz veterana, un óscar para ella, por favor. Buena monster movie con algún momento de bajón, pero que se compensa por sus escenas más potentes.
Finalizar la guerra de la forma en que lo hizo Japón fue todo un impacto para su población. No solo por el bombardeo americano de Tokio o los pepinazos nucleares de Hiroshima y Nagasaki, sino por la caída del régimen imperial que había llevado al país a unos días de gloria militar que se disolvían como azucarillos. Se huele el resentimiento hacia el viejo régimen, que no parecía existir más que para perpetuarse en el mando del país. Con la excusa de no alimentar la incipiente guerra fría, lo que queda del Estado nipón se echa a un lado ante la amenaza de Gojira, con los que son las organizaciones civiles las que tienen que actuar. Aunque no se entiende bien como se organizan, ya que emplean buques de guerra, armamento y personal militar. Queda algo coja esta parte de "el pueblo salva al pueblo", ya que no se explica sin una implicación significativa de las estructuras estatales.
En el aspecto técnico, los efectos son asombrosos, tanto de la criatura como de la destrucción provocada. Salvo cuando Godzilla se pasea por tierra, ya que luce algo rígido en su caminar, como si fuera un muñeco. También destaco el apartado actoral, incluidos los clásicos histrionismos tan del cine asiático que, gusten o no, son algo tan local como el sushi. La subtrama sentimental, porque tiene que haberla, al menos no se siente tan impostada como en otros casos. Y la niña es monísima, llora con una convicción de actriz veterana, un óscar para ella, por favor. Buena monster movie con algún momento de bajón, pero que se compensa por sus escenas más potentes.
8 de mayo de 2025
8 de mayo de 2025
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Una vuelta al Godzilla más humano, con una ambientación de posguerra convincente y un enfoque más dramático que espectacular.
Godzilla: Minus One supone un regreso a las raíces más emotivas y humanas del mito del monstruo japonés. Takashi Yamazaki construye una historia enmarcada en la posguerra que, más allá del espectáculo, pone el foco en el dolor colectivo de un país devastado. Este Godzilla no es solo una amenaza física, sino también simbólica: encarna la culpa, la pérdida y el trauma que arrastra una nación en plena reconstrucción. En ese sentido, la ambientación histórica está muy bien lograda y aporta un peso emocional que distingue a esta entrega de otras más enfocadas en la destrucción masiva.
El enfoque dramático es claramente intencionado y, en muchos momentos, efectivo. El protagonista humano, marcado por sus errores y por la culpa, representa un conflicto interno que dialoga con el caos exterior. Sin embargo, el guion no siempre maneja con sutileza esa carga emocional. Hay un exceso de sentimentalismo que en ocasiones resta fuerza al relato y algunas subtramas secundarias —especialmente las más melodramáticas— parecen diluir la contundencia del mensaje antimilitarista, que se agradece pero podría haber sido más afilado.
Visualmente, la película es imponente. Yamazaki maneja muy bien los efectos visuales sin renunciar a una estética clásica que recuerda al Godzilla original de 1954. La criatura impone, pero no se roba el protagonismo: aquí, lo humano prevalece, para bien y para mal. En conjunto, Godzilla: Minus One es una entrega digna, seria y con ambición, que ofrece más emociones que adrenalina. Una película valiosa y distinta dentro de la franquicia, aunque no del todo equilibrada. Un sólido 7.
Godzilla: Minus One supone un regreso a las raíces más emotivas y humanas del mito del monstruo japonés. Takashi Yamazaki construye una historia enmarcada en la posguerra que, más allá del espectáculo, pone el foco en el dolor colectivo de un país devastado. Este Godzilla no es solo una amenaza física, sino también simbólica: encarna la culpa, la pérdida y el trauma que arrastra una nación en plena reconstrucción. En ese sentido, la ambientación histórica está muy bien lograda y aporta un peso emocional que distingue a esta entrega de otras más enfocadas en la destrucción masiva.
El enfoque dramático es claramente intencionado y, en muchos momentos, efectivo. El protagonista humano, marcado por sus errores y por la culpa, representa un conflicto interno que dialoga con el caos exterior. Sin embargo, el guion no siempre maneja con sutileza esa carga emocional. Hay un exceso de sentimentalismo que en ocasiones resta fuerza al relato y algunas subtramas secundarias —especialmente las más melodramáticas— parecen diluir la contundencia del mensaje antimilitarista, que se agradece pero podría haber sido más afilado.
Visualmente, la película es imponente. Yamazaki maneja muy bien los efectos visuales sin renunciar a una estética clásica que recuerda al Godzilla original de 1954. La criatura impone, pero no se roba el protagonismo: aquí, lo humano prevalece, para bien y para mal. En conjunto, Godzilla: Minus One es una entrega digna, seria y con ambición, que ofrece más emociones que adrenalina. Una película valiosa y distinta dentro de la franquicia, aunque no del todo equilibrada. Un sólido 7.
24 de mayo de 2025
24 de mayo de 2025
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Han pasado casi 70 años desde que Godzilla hizo su primera aparición cinematográfica, emergiendo del mar como una alegoría radiactiva del trauma atómico japonés. Y ahora, en Godzilla Minus One, Takashi Yamazaki decide hacer justo lo que nadie más en décadas había tenido el valor (o la sobriedad) de hacer: volver al origen. No a la estética, ni al merchandising, ni a los mechas con jetpack, sino al mensaje. Al horror real. Al peso histórico.
Y se nota. Aquí no hay monstruos espaciales ni un lagarto gigante haciendo acrobacias. No hay circo. Hay tragedia. Una película seria, solemne y profundamente humana, donde el terror viene tanto del monstruo como del pasado que lo engendra.
Yamazaki no ha querido reinventar nada. Ha querido recordarnos por qué se creó Godzilla en primer lugar. Esta vez, cada escena de destrucción tiene un sentido. Cada edificio que se derrumba tiene historia. No es un efecto especial más: es una herida abierta en un país que aún intenta curarse. El contexto posbélico de Japón impregna cada plano, y los personajes (muchos de ellos marcados por la Segunda Guerra Mundial) no están ahí para gritar y correr: están ahí para enfrentar su culpa, su dolor y su miedo. Y eso, en una película de kaijus, es todo un logro.
Koichi, el protagonista, rompe el molde por completo. No es un héroe al uso. Es alguien roto, atascado, incapaz de avanzar. Su evolución no viene del coraje repentino ni de una motivación hollywoodense de manual. Viene del dolor, del trauma, de la reconstrucción interna que corre en paralelo a la de su país. Y por eso funciona: porque se siente humano. Con todas sus contradicciones.
¿Y Godzilla? Imponente. Devastador. Pero más que un monstruo, aquí es un símbolo. El terror personificado. La consecuencia de una humanidad que juega a ser dios y luego se espanta de su propia creación. Y todo esto con unos efectos visuales sobresalientes, especialmente si tenemos en cuenta que la película costó apenas 15 millones de dólares. Lo que han hecho con ese presupuesto debería sonrojar a medio Hollywood.
Yamazaki aprovecha también para darle su merecido al gobierno: inacción, ausencia, desinterés. La gente salva a la gente, como suele ocurrir en los momentos verdaderamente oscuros. Hay momentos de cooperación, de sacrificio, de esperanza contra toda lógica. Y eso, en una cinta de este tipo, emociona de verdad. Porque no es épica de cartón piedra: es la épica de un pueblo que intenta levantarse con las manos vacías.
¿Final ambiguo? Sí. ¿Mensaje claro? También. Godzilla Minus One no es solo una película de monstruos: es una reflexión amarga y necesaria sobre el horror atómico, la culpa nacional, la reconstrucción identitaria y ese eterno pulso entre el optimismo ingenuo y el realismo desesperado.
Y se nota. Aquí no hay monstruos espaciales ni un lagarto gigante haciendo acrobacias. No hay circo. Hay tragedia. Una película seria, solemne y profundamente humana, donde el terror viene tanto del monstruo como del pasado que lo engendra.
Yamazaki no ha querido reinventar nada. Ha querido recordarnos por qué se creó Godzilla en primer lugar. Esta vez, cada escena de destrucción tiene un sentido. Cada edificio que se derrumba tiene historia. No es un efecto especial más: es una herida abierta en un país que aún intenta curarse. El contexto posbélico de Japón impregna cada plano, y los personajes (muchos de ellos marcados por la Segunda Guerra Mundial) no están ahí para gritar y correr: están ahí para enfrentar su culpa, su dolor y su miedo. Y eso, en una película de kaijus, es todo un logro.
Koichi, el protagonista, rompe el molde por completo. No es un héroe al uso. Es alguien roto, atascado, incapaz de avanzar. Su evolución no viene del coraje repentino ni de una motivación hollywoodense de manual. Viene del dolor, del trauma, de la reconstrucción interna que corre en paralelo a la de su país. Y por eso funciona: porque se siente humano. Con todas sus contradicciones.
¿Y Godzilla? Imponente. Devastador. Pero más que un monstruo, aquí es un símbolo. El terror personificado. La consecuencia de una humanidad que juega a ser dios y luego se espanta de su propia creación. Y todo esto con unos efectos visuales sobresalientes, especialmente si tenemos en cuenta que la película costó apenas 15 millones de dólares. Lo que han hecho con ese presupuesto debería sonrojar a medio Hollywood.
Yamazaki aprovecha también para darle su merecido al gobierno: inacción, ausencia, desinterés. La gente salva a la gente, como suele ocurrir en los momentos verdaderamente oscuros. Hay momentos de cooperación, de sacrificio, de esperanza contra toda lógica. Y eso, en una cinta de este tipo, emociona de verdad. Porque no es épica de cartón piedra: es la épica de un pueblo que intenta levantarse con las manos vacías.
¿Final ambiguo? Sí. ¿Mensaje claro? También. Godzilla Minus One no es solo una película de monstruos: es una reflexión amarga y necesaria sobre el horror atómico, la culpa nacional, la reconstrucción identitaria y ese eterno pulso entre el optimismo ingenuo y el realismo desesperado.
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