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Habemus Papam

Drama. Comedia Tras la muerte de un Papa, obispos, arzobispos y cardenales de todo el mundo se reúnen en Cónclave para elegir a su sucesor. Después de varias votaciones infructuosas, que se anuncian con la salida de una humareda negra, se ve, por fin, la "fumata bianca" que indica que "habemus papam". Los fieles que se han congregado en la Plaza de San Pedro esperan con entusiasmo y fervor que el nuevo pontífice, siguiendo la tradición, se asome a una ... [+]
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7
4 de junio de 2025 Sé el primero en valorar esta crítica
La historia comienza con la muerte del Papa, inmediatamente, el Vaticano se convierte en el escenario de un ritual que mezcla solemnidad, tradición y cierta teatralidad, el cónclave. Tras varias rondas, el elegido resulta ser un hombre aparentemente común, discreto, casi invisible entre sus compañeros, sin embargo, cuando llega el momento de asomarse al balcón y saludar como nuevo líder de la Iglesia Católica, colapsa, el peso del cargo, la magnitud simbólica de lo que representa, lo sobrepasa.

Lo que sigue es un juego de equilibrios entre lo público y lo privado, mientras el mundo espera su aparición y los funcionarios del Vaticano intentan controlar el caos sin levantar sospechas, se escapa, deambula por Roma, e intenta encontrar en ese breve exilio una respuesta a la pregunta más básica, ¿Quién soy? esto hace que sea una sátira contenida que roza lo absurdo, pero que nunca pierde la gravedad del conflicto interno que se está narrando.

Nanni Moretti maneja con gran destreza la mezcla de tonos, hay momentos casi cómicos, pero también secuencias de gran introspección y melancolía. Lo notable es que nunca ridiculiza a sus personajes, incluso en sus decisiones más excéntricas, hay una profunda empatía hacia la condición humana. El director no se burla del Papa, sino que lo humaniza, lo muestra como un hombre anciano, frágil, temeroso, que no quiere fingir una fortaleza que no siente.

Michel Piccoli realiza una interpretación contenida y poderosa, con gestos mínimos, transmite toda la angustia y la duda existencial del personaje, es un hombre aplastado por las expectativas ajenas, por una institución que lo convierte en símbolo antes que en persona.

El reparto coral funciona como contrapeso, cardenales que actúan como burócratas, el psicoanalista que no puede ejercer su oficio, en resumen, gente más preocupada por las apariencias que por la verdad, todos orbitan alrededor del vacío que ha dejado el Papa ausente.

La película está rodada con elegancia y sobriedad, la reconstrucción del Vaticano, aunque parcialmente ficticia, es creíble y tiene una estética austera que se aleja del exceso visual. La música de fondo subraya la tensión sin cargar emocionalmente la narrativa, y la fotografía en tonos apagados refuerza la melancolía que permea la historia.

Es una obra sutil, agridulce y profundamente humana, no ofrece respuestas ni moralejas, pero plantea preguntas importantes, ¿Qué pasa cuando alguien no quiere ser lo que todos esperan que sea? ¿Qué significa estar preparado para algo? ¿Hasta qué punto tenemos derecho a fallar, incluso en los roles más sagrados? Con humor fino, ternura y una mirada honesta, Moretti nos recuerda que, debajo de los ropajes y títulos, también los papas tienen miedo.
6
30 de septiembre de 2011 2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con la Iglesia, con el mismísimo Papa ha querido toparse Nanni Moretti en su nueva película. La figura de un Papa recién elegido que entra en crisis es de lo más delirante e inteligente que ha imaginado el director italiano por excelencia. Quien fuera azote de Berlusconi ahora barre el polvo en el Vaticano, pero de una forma más amable y menos socarrona de lo esperado. Parece que hay cosas que más vale no tocar y temas que mejor ni mencionar; ni tan siquiera Moretti, movedor de conciencias con su humor fino, ha podido filmar la radiografía definitiva de esa institución tan inabarcable.

Vamos por partes. Uno: Habemus Papam no es una película anticlerical; es más, en su tramo inicial retrata con detalle los entresijos de un Cónclave reunido para decidir la identidad del nuevo representante de Dios en la Tierra. Dos: la crisis de su Santidad no es de fe, sino de identidad, y aquí a Moretti le importa bien poco el cargo de su personaje para firmar una película de calado universal (el temor de no estar a la altura, de fracasar en el intento, de no saber responder a la marea mediática y a los miles de fieles y curiosos que se agolpan en las calles de Roma). Y tres: Nanni Moretti, psicólogo con la autoestima muy alta, es, en contra de lo escrito en Cannes, lo mejor de la cinta, porque el cine de Moretti, como no sucede con el del último Allen, gana con el propio Moretti en pantalla (aquí, ejerciendo de árbitro entre unos monjes jugando a voleibol o a cartas).

En resumidas cuentas: poco importa que Habemus Papam pueda o no leerse como ataque frontal o velado a la Iglesia porque lo mejor de la cinta está en su forma de chiste, en su humor absurdo. Cuanto más comiquera y menos terrenal, mucho mejor. El film divierte, tiene sus momentos, también sus excesos, pero como fan de Moretti no puedo evitar pensar en ese otro film más agudo y menos blanco que Moretti, si hubiese querido, si le hubieran dejado, habría podido dirigir para gozo de sus seguidores.

Xavier Vidal, Cinoscar & Rarities
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