El año pasado en Marienbad
1961 

7.3
5,582
Drama. Intriga. Romance
En un barroco hotel, un extraño, X, intenta persuadir a una mujer casada, A, de que abandone a su marido, M, y se fugue con él. Se basa en una promesa que ella le hizo cuando se conocieron el año anterior, en Marienbad, pero la mujer parece no recordar aquel encuentro. (FILMAFFINITY)
23 de marzo de 2013
23 de marzo de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy interesante película para verla bien despierto y sacándose de la cabeza los esquemas interpretativos habituales con que una persona común sigue un film. La historia que se cuenta es tan simple que parece sin interés alguno. Sin embargo la forma en que se cuenta (nos puede gustar o no Resnais pero no podemos discutir su originalidad y la calidad de la imágen que nos presenta), empezando por la perfección de los encuadres, la excelente fotografía en blanco y negro, la banda sonora, los precisos travellings, el montaje y la cautivante presencia de los tres actores protagonistas, hacen que esta película sea, por lo menos, interesante de ver. Reitero, es imposible disfrutarla si es que uno pretende aplicarle los esquemas tradicionales con que presencia una película. Sin duda, en este caso, la forma es lo que importa.
16 de mayo de 2013
16 de mayo de 2013
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales de los años cincuenta y principios de los sesenta surgen una explosión de nuevos movimientos cinematográficos en diferentes partes del mundo que suponen un aire fresco al panorama de entonces. Nuevas inquietudes por narrar en imágenes desde una perspectiva creativa diferente, expresadas de formas muy diversas: New American Cínema, el Free Cínema, la novelle vague, el Cinema Novo, el nuevo cine alemán, el cinema verité, las nuevas tendencias de países del este (la antigua Checoslovaquia, Polonia, Hungría...), la nueva ola japonesa, entre otros…
Además paralelamente surgen filmografías de autores que en principio no parecen adscritas a estos movimientos concretos que también suponen un punto de inflexión en la forma de contar historias a través de imágenes dentro del contexto en el que se desarrollan. Chris Marker, Antonioni , Pasolini, Tarkovski … También podríamos hablar de ejemplos significativos en directores con una trayectoria considerable que en ese momento realizan obras muy significativas que suponen una ruptura en sus propias filmografías, algunos ejemplos los tenemos en Hitchcock (Psicosis), Fellini (8 1/2), Bergman (Persona)...
En este contexto en el que eclosionan esta enorme diversidad de formas de hacer y entender el cine se encuadra esta película de Alan Resnais que junto con su obra anterior (Hirosima mon amour) supone un punto de inflexión en su filmografía habitada en su mayoría, hasta ese momento, por el formato documental. Resnais se desmarcó claramente de la novelle vague, a pesar de lo que dicen algunas biografías del autor, y formó parte de un grupo que tuvo poca repercusión, la Rive Gauche, formado por directores, guionistas y escritores como el propio Alán Resnais, Chris Marker, Agnes Varda, Margarite Durás, Alain Robbe-Grillet entre otros...
En “El año pasado en Marienband”, Resnais despliega una serie presupuestos que proponen un nuevo lenguaje cinematográfico, una reformulación de algunas de las técnicas clásicas de narración a las que otorga un nuevo significado. Algunos ejemplos de estas relecturas podrían estar por un lado en la utilización del Traveling que, si convencionalmente se utiliza para narrar tanto el movimiento de los personajes como para dar dinamismo al desarrollo de la propia historia con un significado en el desarrollo de la historia, Resnais lo utiliza precisamente para todo lo contrario, para dar una sensación de inmovilismo. Esto queda reflejado desde la primera secuencia dónde la cámara parece como perdida, sin un rumbo fijo, atrapada en un laberinto de pasillos que no conducen a ningún lugar.
Por otro lado la función del narrador, que tradicionalmente nos cuenta la historia y sirve de hilo conductor, aportando datos e información sobre el desarrollo de la misma, parece ser la de desinformar, repetir desordenadamente la información y de forma retórica, dándonos una sensación de inseguridad en cuanto a la veracidad de lo que se cuenta. Además jugar sobre la identidad del narrador que parece cambiar varias veces durante la película.
Un elemento interesante es el tratamiento que se hace de la propia función interpretativa de los actores que en este caso parece formar parte del propio decorado, desde ese hieratismo, como si fueran marionetas que se interpretan a sí mismas. Tanto es así que en un momento determinado se paran, como si se confundiera realidad y representación, aunque no es una congelación de la imagen son sólo los personajes los que se han inmovilizado, dentro de esa parálisis colectiva. Conectado con este hieratismo estaría el tratamiento dado a las emociones de los personajes que parecen no tener excepto el protagonista. Pero la protagonista sí parece hermética tanto es así que poco importa el desarrollo y devenir de los acontecimientos, que los sentimientos no parecen variar en esa situación de eterna espera que nos recuerda a Vladimir y Estragón.
Otro aspecto que enriquece la lectura del lenguaje cinematográfico es el concepto de espacio-tiempo expresado en imágenes. No solo juega con el espacio temporal (pasado y presente) sino que al introducir cambios de espaciales da la impresión de que estamos antes más de dos momentos diferentes. A ello contribuyen diferentes planos con distintas perspectivas que rompen la lógica del plano contra-plano. Además en ocasiones la protagonista a parece en el mismo plano pero con otro vestido sugiriendo otro de nuevo otro momento diferente.
Estos son sólo algunos de los hallazgos que hacen que sin duda esta sea una película importante dentro de la historia del cine.
Dicho esto, me parece que “El año pasado en Marienband” no ha envejecido bien. Si bien las imágenes siguen conservando una gran fuerza, la retórica de la palabra y música llegan a ser tan extenuantes que restan dicha fuerza. Es como esas películas que tienen una imagen poderosa, de las que se queda en la retina, que es remarcada con unos diálogos grandilocuentes y además se le pone una música determinada para remarcar el mensaje y para rematar toda la escena ocurre en unos paisajes maravillosos… Al final tanto barroquismo ahoga la esencia de la película.
De alguna forma ese desmarque de la novelle vague tiene que ver con que Resnais prefería no dejar nada a la improvisación y a la espontaneidad y en ese corset intelectual es en el que parece querer justificarse en cada plano y precisamente este aspecto hace que el resultado sea artificioso. Es como si la imagen estuviera secuestrada en cuatro paredes y no pudiera escapar. Propongo un ejercicio, para algunos sacrílego, de quitarle el sonido a la película. Se sorprenderían de la fuerza de las imágenes por sí solas y del alivio que produce no escuchar ese mantra machacón y retórico.
En definitiva una mansión de otra época que durante un rato uno queda fascinado por sus artesonados, sus columnas, sus cuadros y estatuas, pero durante un rato una visita corta. Yo no me quedaría a vivir en ella, que agobio.
Además paralelamente surgen filmografías de autores que en principio no parecen adscritas a estos movimientos concretos que también suponen un punto de inflexión en la forma de contar historias a través de imágenes dentro del contexto en el que se desarrollan. Chris Marker, Antonioni , Pasolini, Tarkovski … También podríamos hablar de ejemplos significativos en directores con una trayectoria considerable que en ese momento realizan obras muy significativas que suponen una ruptura en sus propias filmografías, algunos ejemplos los tenemos en Hitchcock (Psicosis), Fellini (8 1/2), Bergman (Persona)...
En este contexto en el que eclosionan esta enorme diversidad de formas de hacer y entender el cine se encuadra esta película de Alan Resnais que junto con su obra anterior (Hirosima mon amour) supone un punto de inflexión en su filmografía habitada en su mayoría, hasta ese momento, por el formato documental. Resnais se desmarcó claramente de la novelle vague, a pesar de lo que dicen algunas biografías del autor, y formó parte de un grupo que tuvo poca repercusión, la Rive Gauche, formado por directores, guionistas y escritores como el propio Alán Resnais, Chris Marker, Agnes Varda, Margarite Durás, Alain Robbe-Grillet entre otros...
En “El año pasado en Marienband”, Resnais despliega una serie presupuestos que proponen un nuevo lenguaje cinematográfico, una reformulación de algunas de las técnicas clásicas de narración a las que otorga un nuevo significado. Algunos ejemplos de estas relecturas podrían estar por un lado en la utilización del Traveling que, si convencionalmente se utiliza para narrar tanto el movimiento de los personajes como para dar dinamismo al desarrollo de la propia historia con un significado en el desarrollo de la historia, Resnais lo utiliza precisamente para todo lo contrario, para dar una sensación de inmovilismo. Esto queda reflejado desde la primera secuencia dónde la cámara parece como perdida, sin un rumbo fijo, atrapada en un laberinto de pasillos que no conducen a ningún lugar.
Por otro lado la función del narrador, que tradicionalmente nos cuenta la historia y sirve de hilo conductor, aportando datos e información sobre el desarrollo de la misma, parece ser la de desinformar, repetir desordenadamente la información y de forma retórica, dándonos una sensación de inseguridad en cuanto a la veracidad de lo que se cuenta. Además jugar sobre la identidad del narrador que parece cambiar varias veces durante la película.
Un elemento interesante es el tratamiento que se hace de la propia función interpretativa de los actores que en este caso parece formar parte del propio decorado, desde ese hieratismo, como si fueran marionetas que se interpretan a sí mismas. Tanto es así que en un momento determinado se paran, como si se confundiera realidad y representación, aunque no es una congelación de la imagen son sólo los personajes los que se han inmovilizado, dentro de esa parálisis colectiva. Conectado con este hieratismo estaría el tratamiento dado a las emociones de los personajes que parecen no tener excepto el protagonista. Pero la protagonista sí parece hermética tanto es así que poco importa el desarrollo y devenir de los acontecimientos, que los sentimientos no parecen variar en esa situación de eterna espera que nos recuerda a Vladimir y Estragón.
Otro aspecto que enriquece la lectura del lenguaje cinematográfico es el concepto de espacio-tiempo expresado en imágenes. No solo juega con el espacio temporal (pasado y presente) sino que al introducir cambios de espaciales da la impresión de que estamos antes más de dos momentos diferentes. A ello contribuyen diferentes planos con distintas perspectivas que rompen la lógica del plano contra-plano. Además en ocasiones la protagonista a parece en el mismo plano pero con otro vestido sugiriendo otro de nuevo otro momento diferente.
Estos son sólo algunos de los hallazgos que hacen que sin duda esta sea una película importante dentro de la historia del cine.
Dicho esto, me parece que “El año pasado en Marienband” no ha envejecido bien. Si bien las imágenes siguen conservando una gran fuerza, la retórica de la palabra y música llegan a ser tan extenuantes que restan dicha fuerza. Es como esas películas que tienen una imagen poderosa, de las que se queda en la retina, que es remarcada con unos diálogos grandilocuentes y además se le pone una música determinada para remarcar el mensaje y para rematar toda la escena ocurre en unos paisajes maravillosos… Al final tanto barroquismo ahoga la esencia de la película.
De alguna forma ese desmarque de la novelle vague tiene que ver con que Resnais prefería no dejar nada a la improvisación y a la espontaneidad y en ese corset intelectual es en el que parece querer justificarse en cada plano y precisamente este aspecto hace que el resultado sea artificioso. Es como si la imagen estuviera secuestrada en cuatro paredes y no pudiera escapar. Propongo un ejercicio, para algunos sacrílego, de quitarle el sonido a la película. Se sorprenderían de la fuerza de las imágenes por sí solas y del alivio que produce no escuchar ese mantra machacón y retórico.
En definitiva una mansión de otra época que durante un rato uno queda fascinado por sus artesonados, sus columnas, sus cuadros y estatuas, pero durante un rato una visita corta. Yo no me quedaría a vivir en ella, que agobio.
10 de octubre de 2012
10 de octubre de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un magnifico edificio barroco, rodeado de extensos jardines con estatuas y, como si el Director se hubiera inspirado en ese hieratismo antropomorfo, se despliege este curioso film con aire surrealista, que revela la relación compleja de un hombre y una mujer. Pero el despliegue de sus sentimientos y diálogos, más reflexivos que verbalizados, se ilustra con figuras en posición estática, tanto de los protagonistas como los de los demás personajes. Todos ellos están fijos, como las estatuas vivientes aunque sin pinturas grotescas, recordando a las pinturas de Magritte o Delvaux, con una mirada imperturbable, como labrada en el mármol. Las figuras inexpresivas, sin embargo, y con la voz (o el "pensamiento") cantante del protagonista, se suceden en los diversos planos pero con poca movilidad, casi como ignorándose entre sí. Dudé mucho en cuanto la nota asignable. Como déficit, indico principalmente la extensión ya que lo que puede parecer un planteo original, termina andando el tiempo por convertirse en algo bastante denso, a lo que contribuye sin duda la música de órgano truculenta y bastante monocorde que impregna el film en casi todo momento. Por eso cuesta mantener indemne la atención más allá del interés que suscita la forma del film. Por eso, juzgo atinado concederle un interesante, que por los óbices mencionados no me permiten calificarla como buena pese a otros méritos.
6 de diciembre de 2023
6 de diciembre de 2023
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inclasificable, incomprensible e ininteligible.
En un espléndido palacio y en sus geométricos jardines se sitúan cual estatuas los actores y actrices: con un estatismo formal, una cuidada fotografía y una disonante y desapacible música al órgano transcurre la película sin una línea argumental definida y sujeta a mil interpretaciones distintas.
Es cine experimental no sujeto a ningún argumento y cercano al puro placer poético de las imágenes, las reflexiones o recuerdos visuales y la libre composición de imágenes perfectas y planificadas.
A mí precisamente no me ha cautivado nada, ni visualmente ni, por supuesto, reflexivamente o argumentalmente.
No seré yo quien diga que esto realmente es una chorrada sin fuste, Dios me libre, pero lo pensaba recurrentemente mientras visionaba la película; sin embargo, otros ven una alegoría de la muerte, una metáfora del cine e incluso una composición temporal bergsoniana (en la que el tiempo y la memoria son únicos e irrepetibles).
Valiente apuesta que merece un visionado para saber como se las gastaba el bueno de Alain Resnais.
En un espléndido palacio y en sus geométricos jardines se sitúan cual estatuas los actores y actrices: con un estatismo formal, una cuidada fotografía y una disonante y desapacible música al órgano transcurre la película sin una línea argumental definida y sujeta a mil interpretaciones distintas.
Es cine experimental no sujeto a ningún argumento y cercano al puro placer poético de las imágenes, las reflexiones o recuerdos visuales y la libre composición de imágenes perfectas y planificadas.
A mí precisamente no me ha cautivado nada, ni visualmente ni, por supuesto, reflexivamente o argumentalmente.
No seré yo quien diga que esto realmente es una chorrada sin fuste, Dios me libre, pero lo pensaba recurrentemente mientras visionaba la película; sin embargo, otros ven una alegoría de la muerte, una metáfora del cine e incluso una composición temporal bergsoniana (en la que el tiempo y la memoria son únicos e irrepetibles).
Valiente apuesta que merece un visionado para saber como se las gastaba el bueno de Alain Resnais.
23 de enero de 2021
23 de enero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Francia, años 60, tiempos revolucionarios que trae la "nueva ola" autoral cinematográfica. Un antes y un después que viene a subrayar que el cine es el séptimo arte sin renunciar a su faceta de evasión y entretenimiento. Resnais que no se consideraba "surfero" de esta "nouvelle vague! debió de pensar que si se trataba de ser autor, de experimentar, romper moldes y abrir caminos él tenía mucho que decir. Y lo dijo.
"El año pasado...." ahonda aún más que en su anterior trabajo "Hiroshima mon amour" en la simbiosis entre literatura y cine. Alain Robbe-Grillet (1922-2008) teórico del "Nouveau Roman" toma el relevo a Marguerite Durás y guioniza por separado de Resnais, haciendo de su capa un sayo la novela de ciencia ficción "La invención de Morel" (1940) del argentino Adolfo Bioy Casares. A partir de ahí Resnais pone las imágenes. !Y qué imágenes!. Todo un recital formal creador de un mundo y una atmósfera irrepetible donde la palabra deambula en un laberinto rococó, rebotando en ecos que provocan espejos, estucos, estatuas, molduras y pasillos infinitos hasta encontrar el desahogo de geométricos jardines tan surrealistas como todo lo demás. Como ese amor que fue y no se recuerda y que no entiende de espacios ni tiempo y que aspira a eternizarse en un bucle continuo de pasados y presentes.
Es muy fácil desesperarse y odiar esta película que no atiende a razones, que nada a contracorriente abriendo caminos a futuros directores (influyó mucho también en la publicidad). Una película como declararon su guionista y director donde no importa lo que se cuenta sino como se cuenta. Y se cuenta con una fotografía magnífica de Sacha Vierny en un glorioso CinemaScope o Dyaliscope que Resnais exprime con talento.
Nos sumergimos desorientados y fascinados en el campo de lo surreal, de la poesía, de las interpretaciones personales de cada cual, en un laberinto donde la salida te devuelve al principio y donde el lenguaje narrativo se hace libre de corsés (como el vestuario que diseñó Coco Chanel) y convenciones.
Como en el juego "Nim" la razón siempre sale perdiendo invitándonos una y otra vez a volver a intentarlo fascinados por algo que nos hechiza y no comprendemos.
cineziete.wordpress.com
"El año pasado...." ahonda aún más que en su anterior trabajo "Hiroshima mon amour" en la simbiosis entre literatura y cine. Alain Robbe-Grillet (1922-2008) teórico del "Nouveau Roman" toma el relevo a Marguerite Durás y guioniza por separado de Resnais, haciendo de su capa un sayo la novela de ciencia ficción "La invención de Morel" (1940) del argentino Adolfo Bioy Casares. A partir de ahí Resnais pone las imágenes. !Y qué imágenes!. Todo un recital formal creador de un mundo y una atmósfera irrepetible donde la palabra deambula en un laberinto rococó, rebotando en ecos que provocan espejos, estucos, estatuas, molduras y pasillos infinitos hasta encontrar el desahogo de geométricos jardines tan surrealistas como todo lo demás. Como ese amor que fue y no se recuerda y que no entiende de espacios ni tiempo y que aspira a eternizarse en un bucle continuo de pasados y presentes.
Es muy fácil desesperarse y odiar esta película que no atiende a razones, que nada a contracorriente abriendo caminos a futuros directores (influyó mucho también en la publicidad). Una película como declararon su guionista y director donde no importa lo que se cuenta sino como se cuenta. Y se cuenta con una fotografía magnífica de Sacha Vierny en un glorioso CinemaScope o Dyaliscope que Resnais exprime con talento.
Nos sumergimos desorientados y fascinados en el campo de lo surreal, de la poesía, de las interpretaciones personales de cada cual, en un laberinto donde la salida te devuelve al principio y donde el lenguaje narrativo se hace libre de corsés (como el vestuario que diseñó Coco Chanel) y convenciones.
Como en el juego "Nim" la razón siempre sale perdiendo invitándonos una y otra vez a volver a intentarlo fascinados por algo que nos hechiza y no comprendemos.
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