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El abuelo

Drama Asturias, principios del siglo XX. Don Rodrigo de Arista Potestad, Conde de Albrit, Señor de Jerusa y de Polán, creía saber qué era el honor. Hasta que regresó de América viejo, casi ciego y arruinado. A su llegada descubre un amargo secreto: una de sus dos nietas -Nelly y Dolly- es ilegítima, no lleva la noble sangre de su familia. (FILMAFFINITY)
Críticas 66
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9
28 de agosto de 2023 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
De igual forma que no acostumbra a saberse qué fue antes, si el huevo o la gallina, no se sabe, tampoco, si Jose Luis Garci vino a incluir en el reparto a la infame Cayetana Guillén Cuervo acatando un deber o en respuesta, por contra, de una aviesa intención. En cualquier caso es Cayetana, casi a todas luces, lo peor de la cinta: esa languidez, ese pasmo, esas miradas de mujer transfigurada... también yo me apunto al odio del León de Albrit. Y me cago en Zaratán.
Estupenda historia, la de Galdós, y estupenda traslación la de Garci. Un Garci sobre el que pesa una orden de busca y captura emitida por buena parte de los detentadores del correcto sentir político y moral y a quien, como al abuelo en la película, pero sin la promesa de un buen vino o la de una vida de cura, se ha intentado acallar. Prisionero, sin embargo, del tiempo, de su tiempo, ajeno a las andanzas de Temístocles y en la ignorancia de perfumes a base de heliotropo, sigue el madrileño a lo suyo, perdonando villanías e ingratitudes.
Absolutamente recomendable, EL ABUELO. Obra maestra de Fernán Gómez, de arista potestad, merecedor, siempre, de la mejor alcoba, la mejor comida y la mejor vajilla.
7
30 de septiembre de 2005
9 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mejor película de José Luis Garci desde "El Crack". Genial y portentosa adaptación con una excelente fotografía y una hermosa banda sonora. Eso sí, aunque suene duro, Fernán-Gomez y Galdós hacen una gran parte del trabajo.
10
25 de febrero de 2014
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film dirigido por José Luis Garci con gran delicadeza y maestría, muy importante en esta película son los diálogos y monólogos, notándose que es una transposición de la literatura al cine, porque la riqueza de los mismos son para recordar largamente. (la presencia viva de Benito Pérez Galdós) A eso debemos agregarle la infinita belleza de la música y los paisajes que contribuyen al disfrute y el notable academicismo de dirección de José Luis Garci, del cual vi una sola película "Volver a empezar" y celebro a este tipo de directores con tanta sensibilidad y buen gusto. Son también para recordar las excelentes actuaciones de Fernando Fernán-Gómez, Rafael Alonso, Cayetana Guillén Cuervo y todos los demás, sin excepción. Esta película es un homenaje a la vejez, al buen gusto, al amor y por sobre todo a Benito Pérez Galdós, porque sin él no hubiera sido posible filmarla.
hji
5
15 de mayo de 2016 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una de esas películas no sabes bien bien a qué se debe el éxito, y aunque está bien, tampoco es para tirar cohetes. Las interpretaciones, exceptuando la de Fernando Fernán Gómez, son normalitas, tampoco nada del otro mundo, y la historia transcurre con algo de lentitud.

Quizás, lo que más me chirría de esta película, es que todos los "pobres" son malos y los nobles son "buenos", exceptuando alguno muy secuendario. ¿Y eso porque lo pintaron así? No lo entiendo. Aunque es verdad que muchas veces los buitres de verdad son los de la clase media pero...
6
16 de agosto de 2024 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que cuesta cogerle el aire a «El abuelo», y por varias razones. La primera, que no ha envejecido demasiado bien; mal común, por otra parte, a bastantes títulos de finales de los noventa, especie de páramo estético de donde pocos autores salieron incólumes.
La segunda tiene que ver con unos diálogos un tanto discursivos, consecuencia de un volcado literal del texto original, obra de un Galdós contra el que no tengo nada —es más, lo considero el Dickens español; con Cervantes y Lope, la Santísima Trinidad de las letras patrias—, pero cuyo fraseo de novelón decimonónico, salvo excepciones —«Tristana» (1970)—, no acaba de maridar con el dinamismo del lenguaje cinematográfico.
Y la tercera, esa manía, igualmente anacrónica, que tiene Garci de doblar a sus actores, que no hace sino redundar en la antedicha sensación de artificiosidad. Los hay que se doblan a sí mismos, caso de Fernán-Gómez o Agustín González —sólo faltaba—; en cambio, otros como Antonio Valero y especialmente la niña Alicia Rozas hablan con una voz que a todas luces no es la suya, lo cual produce un efecto distorsionador y ciertamente molesto.
Con todo y con eso —que ya es decir—, conforme avanza la película y el oído se nos acostumbra a esas decisiones —insisto— tan escasamente eufónicas, empezamos a apreciar las virtudes de un film agraciado en su día con un unánime éxito de crítica y público.
José Luis Garci es un cineasta de formación y gusto clásicos, cosa que se pone de manifiesto en unos encuadres y unos desplazamientos de la cámara muy precisos, salpicados de un puñado de planos de gran belleza y expresividad, a lo cual ayuda contribuye sobremanera la feroz fotogenia paisaje asturiano.
El elemento melodramático y folletinesco le funcionaba a Galdós a las mil maravillas, le funciona a Garci 100 años después, y lo sigue haciendo más de un cuarto de siglo más tarde. El ser humano es morboso por naturaleza. Aunque más interés reviste, a mi juicio, el afilado retrato que hace de la España nepotista y caciquil de la Restauración, con sus próceres de casino y parásitos del gobierno de turno. El nauseabundo tipejo encarnado por Agustín González, relamido, servil y transido de arribismo y resentimiento de clase, se erige en metáfora perfecta del período.
Sin duda, lo mejor de «El abuelo» es el trabajo de sus actores. Hasta Cayetana Guillén Cuervo, que nunca ha sido santo de mi devoción, está estupenda. El mencionado Agustín González entrega, ya se ve, un papel de antología del repelús. Rafael Alonso compone un entrañable maestro, dechado de bondad y por ello objeto de todo tipo de escarnios. Como si la mala suerte que acompaña a su personaje se le hubiera contagiado, murió a seis días del estreno de la película.
Mención aparte merece un Fernando Fernán-Gómez monumental, si no totémico. Su anciano aristócrata, en la ruina y obligado a vivir en un tiempo y unas compañías que le resultan tan ajenos como despreciables, encierra una asombrosa colección de matices. Capaz de ternuras casi sonrojantes para con sus nietecitas y, sin solución de continuidad, de verter el más corrosivo vitriolo sobre aquéllos a quienes considera a años luz de su grandeza, o sea, poco menos que el resto de la humanidad. La filípica que dedica a las fuerzas vivas del municipio en la cafetería del ateneo constituye una impagable lección interpretativa y de dignidad en la derrota, y se erige en uno de los momentos culminantes del moderno cine español. Sólo por esa escena, «El abuelo» ya vale la pena.
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