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Terror

Thriller. Drama Sam Bowden, un respetable abogado de una pequeña ciudad, ve cómo su tranquila vida se convierte en una pesadilla cuando Max Cady, un criminal que pasó ocho años en la cárcel por su culpa, no deja de acechar a su mujer y a su hija adolescente. La ayuda que le ofrece el jefe de la policía local resulta inútil, y él, legalmente, no puede hacer nada para alejar a Cady de su familia. (FILMAFFINITY)
Críticas 51
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6
14 de enero de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
Publicada en 1957, “The Executioners” (Los Verdugos), fue una novela escrita por John D. MacDonald, en la cual cuenta la historia de Max Cady, una suerte de psicópata, que tras permanecer en la cárcel durante más de 8 años bajo el cargo de maltrato y violación -tiempo que aprovechó para leer sobre leyes cuanto pudo-, al salir su propósito es encontrar al prestigioso abogado, Sam Bowden, el hombre que declaró en su contra al haber sido testigo del hecho… y entonces le hace sentir que lo seguirá como una sombra para cobrarse con su familia el odio que conservó por tantos años. Su mentalidad psicópata queda expuesta cuando él mismo le dice como planea vengarse… y con varios detalles, también revelará que lo atraen principalmente las jovencitas.

Adaptada a guion cinematográfico por el calificado escritor, James R. Webb (“Apache”, “Vera Cruz” “The Big Country”…), la historia contiene bastante suspenso dada la calculadora manera como, Cady, se las ingenia para sembrar angustia y terror en los Bowden, sin dejar prueba alguna de sus hechos, pero, sí la sensación de que él es el causante de todo. Con todo, surge aquí una suerte de alegato contra lo que, el novelista considera vacíos de la jurisprudencia, como si sintiera que, las presunciones tienen que servir para aplicar la ley.

“Muéstreme alguna ley que prevenga el crimen”, le dice el jefe de policía, Mark Sutton, a Bowden, queriendo decir que éstas solo se aplican frente a hechos y no ante lo que se espera que el otro puede hacer… porque si esto fuera así ¿cuántos inocentes irían a las cárceles sólo por presunciones o por amenazas proferidas en un momento de ira?

Pero al margen de esto, sí es posible mostrar leyes que previenen el crimen. Toda ley que promueva el empleo y la estabilidad laboral, la educación, la conciencia ciudadana, la adquisición de vivienda, la atención psiquiátrica a personas con trastornos mentales, y otras, aseguran que cada vez menos personas se vuelvan inadaptadas y propensas al asesinato.

El proceder de Sam Bowden, incentivado por su creencia de tener derecho a deshacerse de Max Cady a como dé lugar, es cada vez más desafortunado y, en vez de aplacar a su acosador, lo alienta a seguir adelante en su propósito de venganza… y lo más preocupante es que, el director J. Lee Thompson –ignoro si siguiendo las líneas del autor de la novela, ya que nunca me animé a leerla-, se esmera para que empaticemos con el abogado, su linda esposa y su joven hija, pues, su actuar tiene mucho que ver con el hecho de que las leyes dejan al jefe de policía con las manos atadas.

En fin que, cuando menos, <<EL CABO DEL TERROR>> invita a reflexionar en la suerte de justicia que tenemos… y vuelve a surgir la eterna y penosa duda que a cada rato nos surge en el camino: ¿De qué lado está el mal? Y también cabe preguntarse: ¿Qué es realmente el bien? ¿Estamos completamente ciertos de que es, Justicia, lo que se aplica en nuestro país?

Si hay un espacio para estas reflexiones, la película bien que habrá valido la pena.

Título para Latinoamérica: TERROR
9
17 de enero de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
Excepto el final, escaso de chispa y más propio de un simple film de acción, este película es un modelo de thriller y una obra maestra en términos absolutos. Absorbente a más no poder, con un guion redondo, unas secuencias perfectamente medidas y unos secundarios notables, todo queda, sin embargo, ensombrecido ante la interpretación de Robert Mitchum, absolutamente fabulosa. Todos saben que Mitchum fue uno de los más grandes actores de la historia del cine, aunque a menudo parezca demasiado encorsetado e inexpresivo, pero yo me atrevería a afirmar que este hombre vino al mundo para encarnar a Max Cady, el villano más odioso y verosímil que ha dado el género.
6
8 de diciembre de 2010
11 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera versión cinematográfica basada en la novela "The executioners", donde Alfred Hitchcock iba a tomar en un principio las riendas de la dirección. Sin duda es la mejor película de J. Lee Thompson junto con "Los cañones de Navarone". Robert Mitchum volvió a interpretar a otro siniestro y perturbador personaje como ya hiciera en "La noche del cazador". Excelente banda sonora de Bernard Herrmann, la cuál se empleó en el remake de Scorsese de 1991 "El cabo del miedo".

Personalmente si tengo que elegir entre las 2 versiones, me quedo con "El cabo del miedo", las actuaciones de Robert De Niro y Nick Nolte están mucho más curradas que las actuaciones de Mitchum y Peck, especialmente en el caso de Robert De Niro, el Max Cady de Mitchum es totalmente ridículo al lado del Cady de De Niro, Mitchum ni siquiera parece un psicópata. Además de que el guión de "El cabo del miedo" está mucho más trabajado, y la película de Scorsese tiene escenas mucho más espectaculares, y está mucho más entretenida. De acuerdo que la de 1962 es la original, pero De Niro y Scorsese forman un equipo invencible, y "El cabo del terror" pedía a gritos un remake.

La verdad es que todo es mejor en "El cabo del miedo" que en la original, incluso las actrices (en el remake pusieron como la esposa del abogado a un pedazo de actriz como Jessica Lange, sustituyendo a Polly Bergen, ¡¡menuda diferencia!!!).

Sólo hay una palabra que explica el por qué "El cabo del terror" no es tan buena como el remake de 1991: CENSURA.

En cuanto al doblaje en español, hay una peculiaridad:

La voz en castellano de Robert Mitchum en "El cabo del terror" es la misma voz que la de Nick Nolte en "El cabo del miedo".

Y la voz en castellano de Martin Balsam en "El cabo del terror" es la voz habitual de Robert Mitchum en otras películas.
6
14 de julio de 2011
7 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
No cabe duda de que "El Cabo del Terror" es una buena película, mejor, si la memoria no me falla (que es posible), que la versión de Scorsese. Pero le falta algo para que termine de explotar.

La historia es sencilla pero está bien planteada. La idea de un expresidiario psícopata sexual dispuesto a vengarse de aquel que le encerró es muy buena y de por si, hace que la historia vaya sola. Engordando un poco el guión la tensión está servida.

En general la película está muy bien rodada: buena música jazz como fondo en algunas secuencias, primeros planos de Max Cady, encuadres ligeramente contrapicados, interesante empleo de las sombras, de las luces y de la oscuridad, como al final. Además Robert Mitchum está genial en su interpretación.

Sin embargo le falta algo. Creo que está demasiado contenida (bueno era 1962), determinas escenas y diálogos son en exceso puntillosos. Es más, a Gregory Peck, lo veo demasiado frío, como que no pierde los nervios en ningún momento. Algunas partes como el de la pesadilla de la madre o el final no me acaban de convencer. Igualmente deberían haberse recreado más en la psicología y en el persoje de Max, que se le viera más en acción. Y alguna escena más rompedora en la que se viera hasta donde puede llegar Max.

Igualmente creo que la historia peca de ser demasíado prevesible. Más o menos sabes por donde van a ir las cosas y el guionista no ha sabido darle un giro que alterara la dinámica que estás esperando.
4
4 de agosto de 2021
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con todas las potencias de tu ser. O tenemos demasiadas leyes o no las suficientes. El salario mínimo (español no lo conoce). Mil cortes chinos.
Son casi calcadas. Scorsese trata de forzar algo más la ambigüedad moral y sexual, esta que ahora nos ocupa con tanta holgura es más plana y pacata, miserabiliza a Nolte, Peck no es tan cobardón ni, por supuesto, donde vamos a ir a parar, seguramente adúltero como Nick, y se refocila más con Lewis, es más explícito en lo carnal e intenta mejorar/arreglar este desaguisado final, tanto dislate, pero no, el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, don erre que erre, menudo estropicio repetido eternamente.
Retrato de una paranoia, si cada acto de tu vida lo miraras con lupa y lleno de miedo, esta se podría transformar perfectamente en negro augurio, adefesio siniestro, puede que sin siquiera darte cuenta hubieses sembrado la semilla del espanto en ciernes, el horror en cada célula de tu asustada testa, de tal modo que cada tipo que ande por la calle fuera de inmediato susceptible de convertirse en tu muy posible y aterrador enemigo, no lo dudes ni un segundo, de lo que se deduce necesariamente, una vez más, la conveniencia de la total inacción, esa pachorra hermosa, ya que nunca puedes estar completamente seguro de que tus acciones o hechos, por sus obras los conoceréis, hasta los más inocentes, banales o leves (los bondadosos son claramente los más peligrosos), no acarreen terribles tragedias a cuestas, a espuertas masacre, en aluvión la muerte, la abominación, la barbarie, o quién te dice a ti ahora que no heriste aquel olvidado día precisamente la delicada sensibilidad de cualquier mangarrán con problemas mentales, presión, ansiedad, esas cosas tan modernas, fulano con ínfulas o damisela dipsómana, que arruinaste con una mala palabra tuya en el peor momento imaginable el prometedor futuro de un héroe del sexo, por vete a saber tú qué extraño o retorcido motivo en determinada circunstancia, esa tirada sarcástica de los dados del destino más guasón o cazurro, rara coincidencia o puta casualidad, en resumen, que hablamos de la total incoveniencia de haber nacido, lo digo, nonato y eso que te hubieras ahorrado en gastos, tantos acumulados problemas y enrevesados sufrimientos, si el primer aclopamiento nunca se hubiera dado o producido, ese sino, abortado el perro, a la mierda la rabia. Mientras tú estás ahora tranquila y felizmente pelando la pava o, mucho mejor, leyendo este escrito bello, es bastante probable que se esté rumiando tu desgracia imprevista, conspiración en silencio del azar con sus sofisticadas mañas, larvando tu desplome en cualquier oscuro sótano de una ciudad de provincias o hasta en tu misma conciencia haya surgido de repente esa grieta pavorosa que finalmente de destruya, a mala idea, tú tenlo en cuenta, el saber no ocupa lugar, no es más que una sincera y generosa advertencia.
Mitchum, si ahora estuviera vivo, dios lo quiera, Cady lo mismo, iría encantado, sin perder un segundo, al maravilloso, tan realista como instructivo, programa de Cuatro o Tele 5, Firts Dates, y allí triunfaría por todo lo alto, sería considerado un gran empotrador, con perdón, ese calificativo tan de nuestra era o coyuntura, tan exacto y sutil al mismo tiempo, un macho alfa en todo su apogeo, en todo tipo de lugar o ambiente, el malote preferido o perfecto, ese cafre o ser primitivo que confunde el sexo con la violencia a pesar de tener mujer e hijo, el bendito, lo uno no quita lo otro, ni lo cortés ni lo valiente. De hecho, tiene todas las virtudes masculinas más deseadas o buscadas en el mercado de la carne y el alma, seguridad en sí mismo, grandes expectativas o planes de futuro, un claro objetivo de gran sentido, sinceridad, salud a raudales, gallardía, valentía, independencia, inteligencia, bienestar económico, en fin, una joya, un partido, es un tipo morrocotudo, el ligón inusitado, el troglodita perfecto, la llamada de la selva, la jodienda en vena, o solo hay que fijarse en cómo derrite a la guapa mujer del bar con su presencia y apostura hasta que la pobre descubre la otra cara de la luna, qué le habrá hecho que no quiere que se sepa, algo tan inefable, para que prefiera el silencio, se preguntan en el periódico de su recoleto pueblo todos los más aviesos reporteros.
La película es esquemática, simplona, al tran tran discurre/transita, y si ya te conoces la historia, supone, su contemplación, por supuesto, un ejercicio suavemente tedioso, como si te estuvieras leyendo nada atentamente un informe del gobierno sobre los incalculables beneficios para la sociedad que depara la rutina de sustraerte muy legalmente en forma de justos impuestos buena parte de tu santo dinero, si lo tuvieras, claro, parecido a la poesía (poco) escondida del boletín oficial del estado. Tienen una buena trama, pero no arriesgan nada, es funcional, burocrática. Scorsese se la pegaba a lo grande, pero aquella tenía mucha más gracia y salero que esta, o si quieres haz la prueba y recuerda la escena famosa del abogaaado, abogaaado, sal, ratita, quiero verte la colita, la charla con la hija con hasta Henry Miller presente, el recitado de la Biblia en la agonía, aquí, poco o nada de todo eso.
Cine obvio, contundente, bello, previsible, transparente, periclitado.
Mitchum fue grande, rezuma chulería, ironía, malicia, depravación. Peck también, elegancia, sobriedad, lucidez. Y qué decir del bueno de Savalas. A ellas las conozco menos, nadie es perfecto, es decir, nada, pero sus papeles son pobres, solo de mucho susto y algún acompañamiento, roles.
No hace falta decir que yo estaba del lado de Max. Siempre voy con los más débiles y buenos, con los hermosos y malditos, con los que pierden siempre, los tratados tan injustamente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y muchos años después, Max Cady, ya viejo y enfermo, de canas lleno, salió de la cárcel por buen comportamiento y los violó y mató a todos sin el más mínimo contratiempo, también al apuntador, a ese, seguro, de entre todos el primero.
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