En los albores del siglo XX G. Méliès continuaba con su prurito personal de combinar los elementos de la magia con los recursos que proporcionaba aquel nuevo invento que permitía el movimiento de la imagen.
Su cámara opta en esta ocasión por una vertiente humorística y socarrona en al que el propio director es la víctima de un hechizo.
El corto resulta atractivo, entrañable y divertido pero la reflexión que siempre inspiran los pioneros, al margen de su calidad técnica o de su interés argumental, es la de su importancia objetiva como referente histórico.

El espiritismo es una doctrina originada en Francia a mediados del siglo XIX, cuyo máximo exponente ha sido Allan Kardec (1804-1869). Esta doctrina establece que los espíritus ―seres sin cuerpo material― pueden entrar en contacto con los seres humanos. Y "Abracadabra" era una palabra usada en el encantamiento y magia, por pequeños grupos tribales primitivos europeos que profesaban animismo y panteísmo.

Un material muy propicio para que Méliès realizara uno de sus cortos fantásticos.