Cover-up (Rescate)
4.0
140
Acción. Thriller
Michael Anderson es un periodista de Los Ángeles Post que llega a Israel para cubrir un reportaje acerca de un ataque a una base americana en el que mueren ocho marines. El grupo responsable obedece al nombre de Octubre Negro y parece que sólo ha afectado a la puerta principal. Sin embargo Michael cree que la versión oficial no tiene demasiado sentido y averigua que en el asalto los terroristas han llegado hasta el polvorín y que se han ... [+]
4 de agosto de 2023
4 de agosto de 2023
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Quítenme sus sucias manos de encima! Por favor, no, Susan.
Parece rodada en un sarcófago, de ultratumba, bajo tierra (a dos metros concretamente, para más señas), enterrada viva, Buried, la rodaron del (desde/los) más allá, tal es su pavoroso poder narcótico (ese es su gran secreto, el arma química no parece que bacteriológica que esta película encierra, como un cofre, tanto en la forma como en el fondo, es en ese sentido autoconsciente, posmoderna, juguetona, parajódica, quizás algo jónica, te habla de ello mientras, en tus débiles carnes morenas, con pruebas irrefutables fehacientes, te lo demuestra, cantos de siena, lo que te engorda también te mata), lo que no quita, ni lo cortés ni lo valiente, para que haya o tenga sus tres o cuatro momentos en los que te ríes de puro malo, cuando, especialmente, sueltan frases estupefactas y muy estupefacientes, enfáticas dramáticas como para querer dar o poner algo más de chicha, va sobrada, no hace falta, más madera, a tanta muerte oligofrenia, felona, frases como robadas a un imitador cutre de Raymond Chandler en horas muy bajas, tras haberle sustraído a su abuela la de Móstoles todo el dinero que ella había reservado para los de su barrio egregios pobres, en paro, vamos, el poeta, no los mendigos (muy superiores, moral humanamente, desprecian la -no- caridad pública, su reino no es de este mundo), tópicos de cine negro recauchutados trasegados con muy mal vino, de barranco y tentetieso, desbarrancadero.
Él es, evidente (sí, vale, con dejes de Tom Wolfe y un puntito Pérez Reverte, la sangre tira, lo acepto), Ryszard Kapuscinski (el mejor y más bello nombre conocido y por conocer, orgía orgasmo de letras y sonidos, la novena sinfonía, hermosa escolopendra), el último héroe de acción (y pensamiento, el pack completo, con la ética de un querubín, ¿serafín?, y un guerrero casados por amor, por derecho) de nuestro tiempo, en Israel (como Zuckerman poco más o menos, de paseo, de descubrimiento, en la búsqueda del escurridizo e intrincado yo perdido, esa tonta broma, casi a Samarra, haciendo tiempo), (horada) labor de ZapPa, zapatiesta, el resto es La roca versión de baratillo, de la plaza del pueblo (vamos a tocar un rock and roll), con un internacionalismo multicultural inclusivo muy chulo, tolerante (noche toledana), también risible (jocoso, jovial) y con solo un actor medio decente, el bueno de Louis Gossett (no Dubois, ni siquiera Blanche), bien, y ella, la novia fantasma, la doncella, no está mal tampoco como guapa jaca jacarandosa, él es un armario empotrado con cara de sempiterno asco (con toda la razón, el mundo es una cochiquera, un estercolero, un lodazal, hasta un albañal) estreñido (a ese delicado respecto nos abstenemos, la información no siempre es lo primero, no nos quemamos las manos a lo gonzo) en la santa tradición inveterada de, máster del universo, Harrison Ford o Sylvester Stallone (este tenía o solía tener o tal vez todavía tiene más registros, manejaba o solía manejar o todavía maneja mejor el jepeto de alelado, de estar cazando moscas, a por uvas, o, también, lo de ir de sensible, hasta, dios me condene, ponerse reflexivo, barruntando algo, cachopan, choripán).
En fin, que película de altos vuelos y bajas camas y mucho manejo veneno loco, judíos, árabes, cristianos (suponemos), pan de tumaca, todos en casa (y Dios en ninguna parte, bueno, de vacaciones, vagando por el universo, mirándose arrobado en el de su creación espejo, narciso, vigila).
Parece rodada en un sarcófago, de ultratumba, bajo tierra (a dos metros concretamente, para más señas), enterrada viva, Buried, la rodaron del (desde/los) más allá, tal es su pavoroso poder narcótico (ese es su gran secreto, el arma química no parece que bacteriológica que esta película encierra, como un cofre, tanto en la forma como en el fondo, es en ese sentido autoconsciente, posmoderna, juguetona, parajódica, quizás algo jónica, te habla de ello mientras, en tus débiles carnes morenas, con pruebas irrefutables fehacientes, te lo demuestra, cantos de siena, lo que te engorda también te mata), lo que no quita, ni lo cortés ni lo valiente, para que haya o tenga sus tres o cuatro momentos en los que te ríes de puro malo, cuando, especialmente, sueltan frases estupefactas y muy estupefacientes, enfáticas dramáticas como para querer dar o poner algo más de chicha, va sobrada, no hace falta, más madera, a tanta muerte oligofrenia, felona, frases como robadas a un imitador cutre de Raymond Chandler en horas muy bajas, tras haberle sustraído a su abuela la de Móstoles todo el dinero que ella había reservado para los de su barrio egregios pobres, en paro, vamos, el poeta, no los mendigos (muy superiores, moral humanamente, desprecian la -no- caridad pública, su reino no es de este mundo), tópicos de cine negro recauchutados trasegados con muy mal vino, de barranco y tentetieso, desbarrancadero.
Él es, evidente (sí, vale, con dejes de Tom Wolfe y un puntito Pérez Reverte, la sangre tira, lo acepto), Ryszard Kapuscinski (el mejor y más bello nombre conocido y por conocer, orgía orgasmo de letras y sonidos, la novena sinfonía, hermosa escolopendra), el último héroe de acción (y pensamiento, el pack completo, con la ética de un querubín, ¿serafín?, y un guerrero casados por amor, por derecho) de nuestro tiempo, en Israel (como Zuckerman poco más o menos, de paseo, de descubrimiento, en la búsqueda del escurridizo e intrincado yo perdido, esa tonta broma, casi a Samarra, haciendo tiempo), (horada) labor de ZapPa, zapatiesta, el resto es La roca versión de baratillo, de la plaza del pueblo (vamos a tocar un rock and roll), con un internacionalismo multicultural inclusivo muy chulo, tolerante (noche toledana), también risible (jocoso, jovial) y con solo un actor medio decente, el bueno de Louis Gossett (no Dubois, ni siquiera Blanche), bien, y ella, la novia fantasma, la doncella, no está mal tampoco como guapa jaca jacarandosa, él es un armario empotrado con cara de sempiterno asco (con toda la razón, el mundo es una cochiquera, un estercolero, un lodazal, hasta un albañal) estreñido (a ese delicado respecto nos abstenemos, la información no siempre es lo primero, no nos quemamos las manos a lo gonzo) en la santa tradición inveterada de, máster del universo, Harrison Ford o Sylvester Stallone (este tenía o solía tener o tal vez todavía tiene más registros, manejaba o solía manejar o todavía maneja mejor el jepeto de alelado, de estar cazando moscas, a por uvas, o, también, lo de ir de sensible, hasta, dios me condene, ponerse reflexivo, barruntando algo, cachopan, choripán).
En fin, que película de altos vuelos y bajas camas y mucho manejo veneno loco, judíos, árabes, cristianos (suponemos), pan de tumaca, todos en casa (y Dios en ninguna parte, bueno, de vacaciones, vagando por el universo, mirándose arrobado en el de su creación espejo, narciso, vigila).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final es una clara alegoría crística, herejía, ironía, Dolph Lundgren (boxeador y baloncestista para más inri), al estilo Marlon Brando (otro místico, hombre de acendradas convicciones espirituales), del método el recurso, pasa un martirio o calvario para salvarnos redimirnos a todos, buen trabajo, bien ligado, del pecado de haber nacido ya malditos, del fuego, del horror sin parangón, ella es el diablo, Silvia Pinal, la cabra tira al monte, femme fatale, Grahame, Gloria, gloriae, de Simón del desierto, el maloso es Ed Harris, la culpa la tienen siempre los militarotes (o en su defecto la poli), el sable del coronel, Louis es Louis y otros cien mil y lo demás como del Guerrero americano, ese jebo, de la Cannon sin su gracejo, un desdoro, un oprobio, muerto.
Por quién doblan las campanas a medianoche en el jardín del bien y del mal se pregunta el periodista deportivo el año que vivimos peligrosamente.
Por quién doblan las campanas a medianoche en el jardín del bien y del mal se pregunta el periodista deportivo el año que vivimos peligrosamente.
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