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A nuestros amores

Romance. Drama Suzanne es una joven de 16 años que, a pesar de su edad, tiene una vida sexual muy activa, pero sus relaciones con los chicos no van más allá del sexo; para ella son simplemente una forma de encontrar alivio de su estresante familia parisina. Su ambiente en casa es todo menos agradable: tiene una madre neurótica, un padre dominante al que no le gusta su manera de ser y un hermano que la golpea. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
12 de diciembre de 2006
26 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impresionante debut cinematográfico de Sandrine Bonnaire, por el que recibió un merecidísimo César con apenas dieciséis años.

Interpreta a una chica infeliz y desorientada, que busca en el sexo desenfrenado un sentido a su vacía existencia, marcada por el abandono de su padre, la histeria de su madre, y el maltrato por parte de su hermano.

Es una pena que la película acuse una cierta irregularidad que no está a la altura de su impecable y naturalísima interpretación. Se nota que se improvisó bastante durante el rodaje, por lo que algunas escenas resultan divagantes y no concretan su sentido, al lado de otras muy logradas y naturales, de un verismo que oscila entre lo ligero y lo espeluznante (las escenas de violencia, a base planos secuencia, impresionan porque realmente “se ve” sin trucos de montaje que la pobre chica se lleva más de una bofetada)

Mención aparte para los luminosos y magníficos créditos iniciales, en los que vemos a Sandrine de espaldas en la proa de un barco, con su vaporoso vestido blanco ondeando al viento mientras suena una ópera de auténtico éxtasis. Elegancia y pureza. Luego ella se gira y empezamos a conocer sus recovecos más oscuros (lástima que no todos los episodios maravillen por igual)
Sahar
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2 de agosto de 2009
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película que, o te gusta mucho, o no la aguantas, debido a su lentitud propia del cine francés. Te das cuenta de su grandeza cuando ha terminado, y más aún si tienes la posibilidad de ver los extras, donde se dan suficientes razones para considerar esta obra una buena/buenísima película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Wanna
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10 de abril de 2013
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La familia y sus cuitas es un tema recurrente en el cine. Películas de nuestro pasado ya no tan reciente nos dejaron retratos inmisericordes de la institución como “El Desencanto” o “Cria Cuervos”, donde aparecen, entre otros motivos, la autoritaria figura del “pater familias” y del hijo primogénito que pretende suplir la ominosa presencia del padre ausente.
Lo mismo pasa con los primeros escarceos sexuales de la adolescencia, sujeto que trae a la memoria un filme como “Los juncos salvajes” de André Téchiné.
Maurice Pialat abunda en estos temas, narrando en “A nos amours” una historia, en apariencia sencilla, sobre los conflictos familiares que acarrea el despertar sexual de una adolescente dentro de una disfuncional familia de clase media.
La representación por la protagonista, Sandrine Bonnaire, del drama romántico de Alfred de Musset “On ne badine pas avec l’amour” marca la pauta de su búsqueda del amor en brazos de diferentes hombres, sentimiento que no acaba de encontrar en su asendereada familia, cuyas discusiones desembocan con frecuencia en inopinadas explosiones de violencia.
La espontánea interpretación de Bonnaire permite al espectador disfrutar de momentos de gran lirismo (la luminosidad de un vestido blanco en la proa de un barco, su soledad engrandecida por la música de Purcell), junto a otros de vívida brutalidad como víctima de las tensiones familiares.
El director nos cuenta un episodio de vida sin pretender sentar cátedra, sin obligarnos a extraer ninguna conclusión. A mí la película me dejó un regusto agridulce el mismo que experimento cada vez que escucho la deliciosa voz de François Hardy cantando los deseos de amor adolescente en “tous les garçons et les filles”.
alfonso67
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29 de enero de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película en apariencia ligera, que esconde un drama poderoso en su interior. Lo que empieza en forma de comedia de corte teatral, poco a poco se va enredando, y el espectador se mete de lleno en un drama familiar, ese tema tan concurrido. En realidad, lo que tenemos aquí es el retrato magistral de una jovencita de 16 años, que se encuentra, como todos los jóvenes de esa edad, un poco perdida en la vida. Estamos en 1983, además, un tiempo remoto carente de las tecnologías tontas de hoy en día. Es decir, un tiempo natural, de aventuras al aire libre, teléfonos fijos nada más, coches vulgares, y machismo rampante. Todo eso hemos de tenerlo en cuenta, para no juzgar con la óptica actual estas imágenes de hace ya cuarenta años.

Para contar la historia de Suzanne, su devenir sentimental, Maurice Pialat cuenta con una joven actriz, Sandrine Bonnaire, sin cuya naturalidad y fuerza expresiva no es posible llevar adelante semejante empeño. Ella es, casi todo el tiempo, el centro de la imagen, presente en casi todas las secuencias, de un magnetismo tal, que hechiza la pantalla. Se mueve como pez en el agua por todos los caminos, es la presencia ineludible, es la chica mágica de la fiesta, es la que se acuesta con todos. ¿Qué quiere Suzanne?, sentirse libre, despejarse un poco, liberarse de ese agobio, esa atmósfera opresiva que es su casa familiar: un padre tiránico (el propio Pialat), una madre histérica, un hermano pegado a las faldas de la madre y que se cree que la puede proteger a base de guantazos. Lo bueno del director (del guión, en general), es que la historia se cuenta de menos a más intensidad: suave comedia, enredos eróticos, y luego el dramón familiar. Así, cuando llegamos al clímax, ya podemos entender por fin por qué actúa así nuestra heroína, por qué esa promiscuidad.

Podemos hacer muchas interpretaciones, de todo tipo, del comportamiento de Suzanne. Lo que importa aquí, para el espectador medio, es que estamos ante una obra especial, de gran calado, que se agranda cuando ya se acabó, y sigue viviendo en nuestra memoria. Como ya han señalado otras críticas, hay secuencias estupendas, que dejan huella. Tal vez la más honda, de una melancolía fatal, es ésa de S. bajo la lluvia, mientras suena “The Cold Song” de Purcell, con Klaus Nomi. Toda esa parte final, que muestra a las claras, de forma descarnada, el desastre familiar, es excelente, y más si luego sabemos que fue improvisada, en parte. Es esa naturalidad que respira el filme, desde su inicio, lo que le da su grandeza. Cuarenta años después, sigue siendo un testimonio maravilloso sobre las dificultades de hacerse mayor.
Lukas
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27 de agosto de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maurice Pialat narra la historia de una adolescente que va de amante en amante con fluidez. El natural despertar al sexo y la necesidad de evadirse de los conflictos de una familia disfuncional lo explican. Sandrine Bonnaire brilla en la película con su encanto y belleza. Ella es Suzanne, simpática pero melancólica, sensible, que se debate entre la búsqueda de la felicidad y la paz que ofrece la resignación. Con un estilo naturalista (las escenas domésticas son muy desgarradas), Pialat muestra los diferentes vaivenes emocionales a los que es sometida Suzanne.
Juan Pais
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