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El bruto

Drama El dueño de un edificio de viviendas decide poner en la calle a sus inquilinos para vender el solar. La negativa de los afectados a desalojar sus casas hace que el casero, asesorado por su amante, contrate a un matón: el Bruto. (FILMAFFINITY)
Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
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7
11 de diciembre de 2008
41 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
En sus memorias Buñuel se refiere sólo de pasada a esta película. La productora impuso cambios en el argumento de Alcoriza y el director se despegó del resultado, que encontraba empobrecido y poco suyo. ¡Pues cómo habría sido, viendo el atractivo de lo que se llegó a realizar!

El punto de partida es sencillo: con fuerza descomunal y muy pocas luces, el matarife Pedro, “Bruto” (P. Armendáriz), es requerido para un trabajo por su patrón, el rico don Andrés (A. Soler), que quiere desalojar a los modestos inquilinos de una finca para venderla bien. Don Andrés necesita escarmentar a los cabecillas vecinales, pero es algo viejo, menudo y casi enclenque, así que lo encomienda al dócil y elemental Bruto, la fuerza de cuyos puños lo mismo rompe una pared que un cráneo. Para el operativo lo lleva a vivir a su casa. Desde el primer día la amante (Katy Jurado) se fija en su musculatura.

Sin dejar de resaltar la ignorante y destructiva brutalidad del matón, la responsabilidad patronal en los homicidios e injusticias queda también crudamente de manifiesto, y tal vez por esto las restricciones de la productora, más que por los calientes líos amorosos.
La mujer aparece según la clásica dualidad buñueliana: una es demoníaca, y quiere dominar sexualmente al bruto, y otra es angelical, encarnando para él la evolución moral, la toma de conciencia. Mientras la unión carnal con la primera se representa mediante carne achicharrada, para la segunda se usa una vela que se funde despacio.
La transición de una a otra representa para Pedro una empresa hercúlea, en violento choque con lo circundante. Es un traidor a su clase y trata confusamente de superar su alienación mientras vislumbra la verdadera raíz de la injusticia.

El surrealismo ha sido aparcado. Los toques personales con morboso sello Buñuel son escasísimos: la mujer que juega con un anciano y le da a chupar su dedo mojado en licor, y pocos más. Se recurre a fórmulas estándar: melodrama sentimental, al gusto popular, con turbulencias, pasiones tórridas y amores redentores, y neorrealismo denunciador para lo social, con aires de cine negro.
Y cuando se empieza a dibujar la figura del hijo ilegítimo, aparece también un componente trágico. Todo a ello le da a la historia recorrido y profundidad, aunque las suavizaciones impuestas la desvirtúen a ratos con soluciones convencionales y un final que imparte justicia directa, al estilo “western”, con peleas, golpizas y balaceras.

Al buen nivel técnico y profesional contribuyen los actores, con un destacado Pedro Armendáriz. El guión es fluido, los diálogos son de una eficacia absoluta. Los mínimos recursos se aprovechan con destreza, con una característica maestría para volver sólido y recio el material narrativo.
Contando con todo esto, ¡cómo habría sido la película con libertad para el argumento!
8
27 de mayo de 2007
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercera colaboración del realizador Luis Buñuel y el productor Sergio Kogan. Se basa en un argumento del propio realizador elaborado en colaboración con Luis Alcoriza, desarrollado como guión por Buñuel. Se rueda en 18 días, en exteriores y plató.

La acción tiene lugar en Méjico DF a lo largo de varias semanas. La película desarrolla un drama pasional desaforado, de trazos negros, que incorpora los tópicos del género: joven seductor, mujer malvada, muchahca inocente, filiaciones y paternidades ocultas, triángulo amoroso, personalidades primarias e ingenuas, amores arrebatados, celos desmelenados y venganzas terribles.

El film combina realismo y surrealismo, como es habitual en las obras de Buñuel. El surrealismo se hace presente a través de las desmesuras sentimentales, el carácter altamente destructivo del amor "fou" y el nivel irreal de perversidad de la mujer malvada. El realismo deriva en un relato de denuncia social que enfrenta los caprichos de los acaudalados con las necesidades perentorias de los humildes y su condición de víctimas de abusos, atropellos, amenazas y agresiones físicas con resultado de muerte.

Los trazos exagerados de situaciones y personajes se dan acompañados de elementos caricaturescos (el padre anciano, el Bruto, el amo, la joven esposa ninfómana), que siembran la cinta de un humor que trasgrede los códigos del drama y confiere al film un aire de farsa subversiva y de burla de la burguesía, similar al de otras obras de la etapa mejicana del autor.

El Bruto es un hombre de gran fuerza física (bruta), inteligencia escasa y lenta (propia de una persona bruta), facilmente manipulable. Pese a ello el personaje es capaz de evolucionar desde una posición de satisfacción acrítica en relación con los hechos que le dorean hacia una progresiva constatación de los abusos que sufrió su madre, los desaires que le afectaron a él en su infancia y adolescencia, el desgarrado dolor que sufre Merche y la injusticia de que son víctimas los humildes.

Como es habitual en Buñuel, la obra hace uso de símbolos, como la perturbadora escena del matadero, la gallina muerta, el gallo premonitorio e inquietante, la batería de cuchillos de la carnicería, etc. Según algunos críticos, don Andrés evoca la figura de Franco. Merche (Rosa Arenas) encarna el Bien y Paloma (Katy Jurado) la perversidad, el odio y el Mal.

La fotografía ofrece imágenes potentes, encuadres de gran fuerza y composiciones inquietantes. La música, de Raúl Lavista, acompaña acertadamente las incidencias y giros de la acción con melodías de viento, que subrayan emociones de suspense, románticas y de acción.

Pese al escaso éxito inicial del film, éste ha adquirido relieve y aceptación con el paso del tiempo. Película notable, lleva impreso el toque fascinante del realizador.
7
13 de noviembre de 2009
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Duelo de actuaciones entre dos de las más celebres actrices de la época del cine mexicano.
El machismo y la fuerza incontenible del bruto (Pedro Armendáriz) es motivo para el choque de dos hembras que defienden lo suyo. Luis Buñuel es un experto en mostrar el desbordamiento de las pasiones humanas, en este caso, en uno de los barrios bajos de la ciudad de México.
Katy Jurado es una vamp. Siniestra quien es capaz de azuzar a un hombre hasta el asesinato.
Rosita Arenas es la débil, aparentemente. Pero en su papel de “mosquita muerta”, es una gran rival para la Jurado.
Ambas mujeres han de cavar la tumba del iracundo e impulsivo “bruto”.
Una gallina negra es testigo y ave de mal agüero.
8
8 de febrero de 2009
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro de la sensacional y muy desconocida etapa mexicana de Don Luis Buñuel (salvo los cuatro o cinco títulos más populares) se encuentra ubicada El Bruto, filme que sigue explotando el realismo social que Buñuel llevara a su máxima expresión con “Los olvidados” en 1950. Resulta curioso comprobar cómo la imagen que tenemos de Buñuel es la de un director que fue el azote de las clases pudientes de la sociedad, burguesía y aristocracia quedan retratadas despiadadamente a partir de “El Ángel Exterminador” en 1962 y durante toda su etapa francesa (“El discreto encanto de la burguesía”, “Belle de jour”). Sin embargo, antes que esto Buñuel retrató la miseria y los bajos fondos como ambientes despiadados, sin compasión y prácticamente sin capacidad para expiar los males propios de la degeneración humana fruto de la pobreza. “Los Olvidados” (junto con “Nazarín” y “Viridiana”) es el máximo exponente de este brutal retrato de las clases miserables, una historia que no admite ambigüedades y que lleva al maniqueísmo a uno de sus extremos: no hay capacidad para la redención cuando el odio lo ha invadido todo, haciendo que por el instinto de supervivencia desaparezcan de raíz los escrúpulos. Es “El Bruto” una continuación clara de “Los Olvidados”, un nuevo episodio de ese mundo suburbial en el que un hombre despiadado, Andrés Cabrera (Andrés Soler) dueño de los terrenos en los que se asienta una comunidad de vecinos, condiciona el futuro de todo un colectivo por sus ambiciones personales, pretendiendo desalojarlos con amparo judicial, y para conseguir sus objetivos no tiene reparos en utilizar a Pedro El Bruto (Pedro Armendáriz) como brazo armado, un tipo corto de cerebro y fácilmente manipulable, que traicionando a los miembros de su propio grupo social, atemoriza e intimida a los cabecillas de los inquilinos que se resisten a abandonar sus casas.

Por otro lado, mientras “Los Olvidados” era una película de día, “El Bruto” transcurre a lo largo de una mayoría de escenas nocturnas, siendo fundamental la excelente fotografía en blanco y negro de Agustín Jiménez. Una procesión de sombras se pierden en los lúgubres callejones, con referencias evidentes en eses huidas a filmes como “M, El Vampiro de Dusseldorf”, “El Delator” o “El Tercer Hombre”.

Y es que la presencia del cine negro americano en Buñuel cada vez es más notoria en ciertos filmes de Buñuel. En “El Bruto” es flagrante la presencia de una femme fatal de mucho cuidado, el personaje de Paloma (una bellísima y desconcertante Katy Jurado) nada tiene que envidiar a la Kitty Collins/Ava Gadner de “Forajidos” (Robert Siodmark) o a la Kathie Moffett/Jane Greer de “Retorno al Pasado” (Tourneur).
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Hay sin embargo algunos matices en “El Bruto” que la distinguen en parte de “Los Olvidados”; un peculiar sentido del humor que hace más digerible la trágica historia que se nos narra, así se incluyen elementos como el viejo Don Pepe, padre de Andrés, y que participa en casi todos los gags de la función, o toda la escena que transcurre en el matadero en la que Andrés y El Bruto son interrumpidos constantemente al estilo marxiano mientras intentan dialogar, con un tipo echando cubos de agua continuamente a sus pies. También hay una tragedia romántica como trama paralela, algunos resquicios de amor fluyen desde el abismo, con el presagio del fracaso siempre rondando, claro está. Y una tercera diferencia, mientras en “Los Olvidados” la bondad se ceñía casi en exclusiva a la joven Meche, aquí hay todo un grupo de personas que se rebelan ante su destino y plantan cara a la tiranía y que incluso se organizan para defenderse, sin duda hay más elementos para la esperanza que en “Los Olvidados”.

También Pedro Armendáriz (inolvidable en las fordianas “Fort Apache” y “Los Tres Padrinos”) de El Bruto nos lleva directamente al Gypo Nolan/Victor McLaglen de El Delator, un tipo amoral, de escasas convicciones, que acaba traicionando a los de su clase, siendo su actitud servil difícil de explicar, ni siquiera su comportamiento se debe a una desmesurada ambición. A El Bruto sólo le apacigua la presencia de la joven Meche, casualmente la hija del hombre que mató, terrible venganza que le tiene preparado el destino.

El final de “El Bruto” es acelerado y un tanto improvisado, sin duda causa de los escasos medios y de los plazos que tuvo que cumplir Buñuel para su finalización, razón por la que Don Luis jamás estuvo contento con el resultado final de esta película.
8
30 de diciembre de 2008
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En estas primeras peliculas de su etapa mexicana, Luis Bunuel ensaya con éxito el concepto de coralidad que ya habiamos visto en “Los olvidados”, o en “Susana, demonio y carne” y que en otras posteriores, como “El angel exterminador”, o “El discreto encanto de la burguesia”, utilizara de manera especial. Ese concepto significa considerar la peripecia que en ella aparece como algo fundamentalmente colectivo. De esta manera desparece casi por completo el protagonista individual al que le suceden las cosas o las provoca, y, en todo caso, el protagonismo queda diluido entre un grupo de seres a los que algun problema les afecta en comun, como la marginacion social, la injusticia, la pobreza, simplemente no poder cenar por causas misteriosas, o quedarse encerrados en una vivienda.

En esta pelicula la figura de “el bruto” destaca sobre todas las demas, sin duda, pero no exactamente como protagonista sino como victima preferente, valga la expresion, de lo que a todos, en una u otra medida, les ocurre. “El bruto” es el que de manera especial sufre una metamorfosis. Lo contratan para ser lo que es, y mientras realiza su infame trabajo –matar, extorsionar, golpear-, ve como algo en su interior va cambiando a partir de conocer a una joven a la que le unia antes de conocerla una patetica relacion. Ya es tarde: como consecuencia de sus acciones anteriores, el pobre muchacho, tan grande de cuerpo como corto de cerebro, se precipita hacia su propio desastre. Para el, como para todos los demas, la felicidad es imposible.

A Luis Bunuel lo educaron los jesuitas de Zaragoza en la creencia de que la superación personal es posible, y que cada dia, el que se lo propone, puede ser mejor. Pura falacia. En estas películas el director demuestra lo contrario: no hay posibilidad de mejorar entre una colectividad acanallada y descompuesta por el egoismo y por su feroz instinto de supervivencia. Y en esto no hay demasiadas diferencias provocadas por las clases sociales. Ya conocemos el egoismo de los ricos, y Bunuel como que se especializa en mostrarnos el de los pobres. Los personajes de “Viridiana” estan ya latentes en su imaginación.

El procedimiento cinematografico es a estas alturas de una madurez infrecuente y extraordinaria. En esta ocasión la película es formalmente de una enorme correccion. El ritmo narrativo es creciente y esta muy bien conseguido, las escenas van manteniendolo el interes del espectador, incrementando nuestra atencion hacia un final tragico, que, no por esperado, lo es menos, y presentandonos a unos personajes muy bien construidos por unos actores avezados y rigurosos, de gran calidad, a los que el dirige con mano firme.

Todo el conjunto transpira una calidad impropia de un director que era responsable de tan escasa trayectoria anterior, que estaba construyendo en ese momento las claves de un universo ideologico propio, lleno de obsesiones y creencias, y de un lenguaje cinematografico reconocible y absolutamente original.
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