Basada en una obra teatral de la actriz Ruth Gordon, en la que evocaba sus inicios profesionales, esta película no era demasiado apreciada por su director a causa de las alteraciones en el montaje impuestas por el productor Lawrence Weingarten.

Pese a ello, posee un notable poder de convicción, que se impone por encima del aparente convencionalismo del relato. Film inédito en España. Nominada para mejor vestuario en blanco y negro, el film tampoco tiene un atractivo especial, más allá de lo que supone ver en pantalla al gran Spencer Tracy. Un 5,5.

Película perfeccionista en algunos aspectos formales como el modo de utilización de las cámaras, el estilo narrativo y la combinación de la escenas para conseguir los efectos deseados pero tanto el argumento -demasiado convencional- como el guión (ambos debidos a R. Gordon) no favorecen la labor de G. Cukor.
La película adolece de ritmo irregular pero los puntuales guiños de su peculiar humor le proporciona cierto aire distendido que se agradece.
A pesar de todo resulta interesante y su principal novedad es que en lugar de abordar el típico “ha nacido una estrella” se centra en el tema menos trillado de “es probable que nazca una estrella”.
Llama la atención el aspecto jovial de J. Simmons y de A. Perkins por oposición al porte de un S. Tracy, como casi siempre, de aspecto avejentado.

George Cukor a los mandos de la nave, Spencer Tracy de capitán de todo, Jean Simons a barlovento y Teresa Wright a sotavento. Blanco y Negro. Sala oscura. ¿Buena pinta verdad?. Pues menudo chasco me he llevado. Estamos ante una película aburrida y lenta, casi los peores calificativos posibles hablando de cine. Escaso argumento, histriónica interpretación de Simmons y tan sólo se puede valorar un leve repunte final del padre de la actriz aunque ya es demasiado tarde para salvar la nave. El Titanic se ha hundido. No merece la pena siquiera recordarla. También hay cine clásico fallido y aquí hay una prueba.