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El adiós de un hijo

Drama 1896. Japón esta inmerso en una guerra civil. Tomuhiko, un niño de 10 años, jura a su padre, un soldado moribundo, que de mayor quiere ser como él y servir al emperador. El único objetivo del niño será alistarse en el ejercito y seguir el camino de su padre... (FILMAFFINITY)
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5
20 de diciembre de 2018 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cabe suponer que la época del rodaje marca el tono de la película.
Pero la marca con un hierro tan candente que, aun a pesar de todas las virtudes y valoraciones que se puedan hacer de sus formas estilísticas y de sus ritmos secuenciales, el contenido apologético y patriótico y belicista, con su exaltación delirante del honor y el deber castrense, con su deformación de la familia como procreadora de soldados, hace que en el siglo XXI su mensaje chirrie hasta doler en los oidos y crujir en el sentido común.

Paradójicamente, quizás por ello mismo pueda ser considerada una interesante muestra, casi documental, de película teledirigida por los intereses de Estados ultraconservadores y cerrados de los que Japón era una buen ejemplo, aunque ni de lejos el único. Teníamos otros mucho más cercanos, mucho...

Con la imagen de la madre parece que el director quiere romper, o al menos matizar, el frio papel que las circunstancias le imponian a dibujar sobre la sociedad de su país. Le dedica los planos finales, los más emotivos. La convierte, en los minutos finales, en protagonista subliminal.

Todo parece indicar que con ello, Kinoshita, intenta redimirse de lo que ya sabe que es pura manipulación.
7
17 de mayo de 2024 Sé el primero en valorar esta crítica
“El adiós de un hijo” (Rikugun) es una poderosa epopeya multigeneracional sobre el legado militar y el amor paterno en tiempos de guerra, la película, protagonizada por Chishū Ryū -que interpreta al hombre de la generación intermedia, Tomosuke Takagi- y por Tanaka Kinuyo -que hace de Waka, su esposa-, narra la historia de tres generaciones de una familia japonesa y su relación con el ejército desde la era Meiji hasta la invasión japonesa de Manchuria. Gran parte de la película gira en torno a la preocupación de Tomosuke y de Waka porque su hijo mayor, Shintaro, sea demasiado débil para convertirse en un buen soldado, y sus esfuerzos por moldearlo.

Que alguien vea la película como un alegato pro belicista, o al revés, como un alegato anti belicista, depende en gran medida de si se adopta la posición del padre (Chishû Ryû) o la de la madre (Tanaka Kinuyo) del soldado Shintaro, el propio Shintaro (Hoshino Kazumasa de adulto) no parece ser el protagonista, gran parte de la película muestra a ambos padres tratando de endurecer a su hijo para que pueda sacrificar su vida por el Emperador. Su padre, un capitán del ejercito japonés que para su vergüenza estuvo enfermo tras las líneas durante la guerra ruso-japonesa, hace alarde de su condición de veterano con sus compañeros de guerra y se destaca por su patrioterismo sobre la invencibilidad japonesa, en su opinión, el espíritu japonés siempre y en todas partes va a triunfar. A su madre, sin embargo, cuando su hijo se marcha a Manchuria, la vemos corriendo llorando a su lado, mostrando su conflicto interno entre su deber de sentirse orgullosa porque su hijo se va a la guerra y su deseo como madre de amarlo y protegerlo, un perfecto ejemplo de los sentimientos antimilitaristas de Kinoshita, quien declaró más tarde: "No puedo mentirme a mí mismo en mis dramas, no podía dirigir algo que fuera como darle la mano a uno de mis protagonistas y decirle: Ven a morir".

Kinoshita hace un muy buen trabajo tras la cámara pese a ser una obra de juventud, con un estilo que opta por planos muy largos en los que deja que los personajes tomen el peso de las escenas, el actor protagonista es ni más ni menos que Chishu Rhyu, una figura icónica del cine japonés al que recordaréis por las películas de Yasujiro Ozu. Los japoneses fanáticos de la época, 1944, denunciaran la película como perniciosamente pacifista, fundamentalmente por su largo montaje final en el que la madre, que inicialmente había decidido no despedir a Shintaro en la estación de tren porque sabía que iba a llorar, corre tras él entre la multitud que lo vitoreaba.

Una más que interesante película rodada en plena Segunda Guerra Mundial, lejos de ser una cinta tosca y previsible, Keisuke Kinoshita se las arregla para trazar con sensibilidad los rasgos de sus personajes, empezando por el patriarca Takagi, cuyo padre ya lo invitaba a ser un buen soldado, y que lo mismo espera de su hijo, el cual no se distingue por una inclinación natural guerrera, la idea es servir a la patria con honor y sentido del deber. El film no ofrece mensajes simplones –se evita con acierto entrar al debate político– y acierta en su humanidad, de modo que se entiende que a los progenitores al final les cueste aceptar que sus hijos vayan al combate, por muy noble que pudiera ser la causa.
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