Patch Adams
1 de noviembre de 2008
1 de noviembre de 2008
69 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya lo mencioné en otra crítica.
Yo conocí a un médico especial.
No se colocaba peras para enemas cortadas para imitar una nariz de payaso, ni iba por ahí disfrazado, ni convertía los objetos a su alrededor en puertas para la imaginación.
Pero sí tenía eso que le sobra a Patch Adams: humanidad a borbotones, ternura, amabilidad sin barreras y ese aura que consigue inmediatamente que todo el mundo a su alrededor se sienta automáticamente mejor.
No era un payaso con chistes y ocurrencias debajo de la lengua, pero conseguía resultados similares a los de Patch.
Porque él tampoco creía en el distanciamiento entre médico y paciente.
Porque para él los pacientes eran personas que necesitaban una mano consoladora.
Llevaba una bata blanca impecable y sus modales eran exquisitos. Sólo con verle a uno se le aligeraba el corazón. Aunque su aspecto causaba un gran respeto, era más bien el respeto que él se ganaba tratando a todos como a iguales. Lo mismo daba que estuviese atendiendo al alcalde, o hablando con alguna eminencia médica, con una enfermera o tratando al paciente más humilde. A todos los trataba con las mismas campechanas atenciones, para todos tenía palabras amigas. Se interesaba por sus familias, por sus tareas cotidianas, les invitaba a la conversación y siempre parecía tener alguna solución. No porque él fuese más sabio que los demás, sino porque casi siempre encontraba esas palabras con las que paliar un poco la inquietud y el dolor. No eran palabras vacías ni falsas, sino auténticas. La niña que yo era y que fue a su consulta en repetidas ocasiones, sobre todo a causa del asma bronquial infantil que me tumbaba cada dos por tres, percibió aquella esencia bondadosa desde la primera visita. Él también sabía hablar a los niños. Una vez, habiendo yo ido a su consulta probablemente por alguna infección de las vías respiratorias, me dijo: “no te preocupes, que no te vas a perder la feria e irás con tus papás y tus hermanos”. Y me lo decía con esa seguridad y ese tono que me encantaba porque no era un tono de condescendencia, sino de convicción. Y me dijo más cosas, no recuerdo cuáles, pero recuerdo su encantadora voz y aquello era como estar en un reino celestial.
Efectivamente, pocas horas después, la infección se había marchado como si nada y estaba yo en la feria disfrutando con mi familia.
Tal vez aquella rápida recuperación no se debía tanto al efecto de los medicamentos (que también se debería a eso), como por el convencimiento de que aquello tenía escasa importancia y se iba a curar muy pronto, sobre todo porque el médico lo creía así. Y bastaba que él lo creyera, para que yo también lo creyera.
Yo conocí a un médico especial.
No se colocaba peras para enemas cortadas para imitar una nariz de payaso, ni iba por ahí disfrazado, ni convertía los objetos a su alrededor en puertas para la imaginación.
Pero sí tenía eso que le sobra a Patch Adams: humanidad a borbotones, ternura, amabilidad sin barreras y ese aura que consigue inmediatamente que todo el mundo a su alrededor se sienta automáticamente mejor.
No era un payaso con chistes y ocurrencias debajo de la lengua, pero conseguía resultados similares a los de Patch.
Porque él tampoco creía en el distanciamiento entre médico y paciente.
Porque para él los pacientes eran personas que necesitaban una mano consoladora.
Llevaba una bata blanca impecable y sus modales eran exquisitos. Sólo con verle a uno se le aligeraba el corazón. Aunque su aspecto causaba un gran respeto, era más bien el respeto que él se ganaba tratando a todos como a iguales. Lo mismo daba que estuviese atendiendo al alcalde, o hablando con alguna eminencia médica, con una enfermera o tratando al paciente más humilde. A todos los trataba con las mismas campechanas atenciones, para todos tenía palabras amigas. Se interesaba por sus familias, por sus tareas cotidianas, les invitaba a la conversación y siempre parecía tener alguna solución. No porque él fuese más sabio que los demás, sino porque casi siempre encontraba esas palabras con las que paliar un poco la inquietud y el dolor. No eran palabras vacías ni falsas, sino auténticas. La niña que yo era y que fue a su consulta en repetidas ocasiones, sobre todo a causa del asma bronquial infantil que me tumbaba cada dos por tres, percibió aquella esencia bondadosa desde la primera visita. Él también sabía hablar a los niños. Una vez, habiendo yo ido a su consulta probablemente por alguna infección de las vías respiratorias, me dijo: “no te preocupes, que no te vas a perder la feria e irás con tus papás y tus hermanos”. Y me lo decía con esa seguridad y ese tono que me encantaba porque no era un tono de condescendencia, sino de convicción. Y me dijo más cosas, no recuerdo cuáles, pero recuerdo su encantadora voz y aquello era como estar en un reino celestial.
Efectivamente, pocas horas después, la infección se había marchado como si nada y estaba yo en la feria disfrutando con mi familia.
Tal vez aquella rápida recuperación no se debía tanto al efecto de los medicamentos (que también se debería a eso), como por el convencimiento de que aquello tenía escasa importancia y se iba a curar muy pronto, sobre todo porque el médico lo creía así. Y bastaba que él lo creyera, para que yo también lo creyera.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por lo tanto, queda demostrado que la medicina no es sólo un cúmulo de conocimientos y experiencias sobre el cuerpo humano y sus dolencias y el modo de actuar para paliarlas y mejorar la salud, sino ante todo un trato entre personas, una de las cuales necesita ayuda y la otra está en disposición de brindársela en la medida de sus posibilidades. No se trata solamente de tratar los cuerpos, sino también las almas y los corazones. Objetivo realmente difícil a causa de la masificación, de la falta de presupuestos destinados a la Sanidad y a que hoy día todo está muy burocratizado y hemos sido convertidos en números y códigos.
Está comprobado que la alegría, la risa y la felicidad prolongan la vida porque son la mejor terapia para el cuerpo y la mente.
Patch eligió experimentar por ese poco explorado camino de la medicina.
El médico de mi infancia no se saltaba normas ni era irreverente, pero regalaba una ternura que llegó a las fibras de un pueblo entero. Él reía con la gente, escuchaba sus problemas, les daba consejos para todo, lloraba sin sentir vergüenza de ello, se culpaba por muertes que él creía que podían haberse evitado. Muchos lo vieron derrumbarse ante jóvenes trágicamente fallecidos, ante amigos de toda la vida, muchos lo vieron tomar la mano de moribundos y permanecer a su lado hasta el último aliento.
Mi madre me contó que, cuando mi abuelo paterno murió, el médico le había cogido una mano y no se la soltó hasta el final, y todos vieron las lágrimas brotando de aquellos ojos que habían presenciado tanto sufrimiento.
Nunca hemos olvidado a ese ángel que vino a traer consuelo a este pedazo del mundo.
Todos los que lo conocieron, que fueron muchos, hablan de él con reverencia.
Todos lo echamos de menos todavía.
Está comprobado que la alegría, la risa y la felicidad prolongan la vida porque son la mejor terapia para el cuerpo y la mente.
Patch eligió experimentar por ese poco explorado camino de la medicina.
El médico de mi infancia no se saltaba normas ni era irreverente, pero regalaba una ternura que llegó a las fibras de un pueblo entero. Él reía con la gente, escuchaba sus problemas, les daba consejos para todo, lloraba sin sentir vergüenza de ello, se culpaba por muertes que él creía que podían haberse evitado. Muchos lo vieron derrumbarse ante jóvenes trágicamente fallecidos, ante amigos de toda la vida, muchos lo vieron tomar la mano de moribundos y permanecer a su lado hasta el último aliento.
Mi madre me contó que, cuando mi abuelo paterno murió, el médico le había cogido una mano y no se la soltó hasta el final, y todos vieron las lágrimas brotando de aquellos ojos que habían presenciado tanto sufrimiento.
Nunca hemos olvidado a ese ángel que vino a traer consuelo a este pedazo del mundo.
Todos los que lo conocieron, que fueron muchos, hablan de él con reverencia.
Todos lo echamos de menos todavía.
30 de abril de 2012
30 de abril de 2012
49 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo hay una cosa a exigir a una película que se defina biográfica, y es que cuente la verdad, y no sea una sucesión de escenas, en parte romanticonas hasta el vómito, y en parte payasadas de un bufón. El propio Patch Adams, el real, renegó absolutamente de esta película, y es tan fácil como investigar su historia para comprobarlo. Repugna que lo presenten como un mísero payaso obviando el esfuerzo que pone en tratar a sus pacientes, de manera individualizada y aplicando todos sus conocimientos médicos, que en esta cinta son cercenados e ignorados. La vida del auténtico Patch Adams merece ser reflejada de un modo más real, y no con este bodrio que tira de clichés hasta el hastío. (El malvado stablishment, el speach final, la bananera utilización de los niños...)
Dato de hasta donde es capaz de llegar esta película en su desvergüenza en Spoilers.
Dato de hasta donde es capaz de llegar esta película en su desvergüenza en Spoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Uno de los arcos argumentales de la película gira en torno a su relación con Monica Potter, que al final muere asesinada. Pues bien, esa mujer jamás existió. Existió un amigo de Patch Adams que sí murió, pero no asesinado, si no que se suicidó. Y esa muerte tampoco coincide en el tiempo con lo que nos quiere hacer creer esta película. Cambiar el género de una persona que realmente sí murió, meter con calzador una historia romántica de una mujer, que tiene un pasado traumático que jamás vivió, demuestra hasta donde es capaz de mentir este filme, absolutamente despreciable.
10 de agosto de 2009
10 de agosto de 2009
38 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía años que alguien venía recomendándome fervientemente "Patch Adams"; no de manera constante, pero sí con una clamorosa recordatoria cada cierto tiempo.
Esta persona estaba totalmente convencida, así por las buenas, que un servidor caería rendido ante el film de Shadyac. Sin embargo yo intuía que, hablando en términos filmaffinitero, la experiencia con Patch no pasaría de un simple seis en el mejor de los casos. El problema para mi está en que Robin Williams no me hace ni puñetera gracia cuando va en plan cómico forzado; y aquí pintaba que el amigo partía con la intención de ponerse las botas con chorradas humorísticas al estilo Morancos de Triana; es decir, soltando sin filtro las primeras soplapolleces que le fuesen pasando por la cabeza.
Otra cuestión por la que a mi ni fu ni fa pese a lo bien hablada de ella es el no fiarme, por la tendencia del espectador a puntuar generosamente lo que se cuenta y no el cómo se cuenta. Me explico; si la película "A" habla de un tío que ayuda al necesitado desinteresadamente, y la película "B" habla de un tío que disfruta violando monjas, no se tendrá en cuenta la calidad de la cinta por mucho que "A" sea un tostón y "B" esté magistralmente dirigida. Más bien se premiará "la intención", con lo cual el cinéfilo se convierte en juez del todo a cien más que en un jurado peliculero. Suele creer, a fin de cuentas, que aprobar a "Gandhi" y suspender a "Hostel" lo convierte en mejor persona (puse estos dos ejemplos por ser películas significativas del bien y del mal, sin poner en duda las virtudes de la primera y las carencias de la segunda).
Hablando ya de la cinta, decir que el Patch Adams este no es un médico simpático, es un loco que sabe de medicina simple y llanamente. La prueba está en que también hace el payaso cuando trata con superiores y con gente no enferma como bien demuestra en sus escenas finales.
Para los lectores más quisquillosos, señalar que me refiero única y exclusivamente al personaje ficticio. Al real nunca lo he tratado, o mejor dicho, nunca me ha tratado él a mi.
Película que se consume sin grandes emociones. Y por supuesto, de un sólo uso. Pero vamos, si no la ves tampoco te pierdes nada.
Esta persona estaba totalmente convencida, así por las buenas, que un servidor caería rendido ante el film de Shadyac. Sin embargo yo intuía que, hablando en términos filmaffinitero, la experiencia con Patch no pasaría de un simple seis en el mejor de los casos. El problema para mi está en que Robin Williams no me hace ni puñetera gracia cuando va en plan cómico forzado; y aquí pintaba que el amigo partía con la intención de ponerse las botas con chorradas humorísticas al estilo Morancos de Triana; es decir, soltando sin filtro las primeras soplapolleces que le fuesen pasando por la cabeza.
Otra cuestión por la que a mi ni fu ni fa pese a lo bien hablada de ella es el no fiarme, por la tendencia del espectador a puntuar generosamente lo que se cuenta y no el cómo se cuenta. Me explico; si la película "A" habla de un tío que ayuda al necesitado desinteresadamente, y la película "B" habla de un tío que disfruta violando monjas, no se tendrá en cuenta la calidad de la cinta por mucho que "A" sea un tostón y "B" esté magistralmente dirigida. Más bien se premiará "la intención", con lo cual el cinéfilo se convierte en juez del todo a cien más que en un jurado peliculero. Suele creer, a fin de cuentas, que aprobar a "Gandhi" y suspender a "Hostel" lo convierte en mejor persona (puse estos dos ejemplos por ser películas significativas del bien y del mal, sin poner en duda las virtudes de la primera y las carencias de la segunda).
Hablando ya de la cinta, decir que el Patch Adams este no es un médico simpático, es un loco que sabe de medicina simple y llanamente. La prueba está en que también hace el payaso cuando trata con superiores y con gente no enferma como bien demuestra en sus escenas finales.
Para los lectores más quisquillosos, señalar que me refiero única y exclusivamente al personaje ficticio. Al real nunca lo he tratado, o mejor dicho, nunca me ha tratado él a mi.
Película que se consume sin grandes emociones. Y por supuesto, de un sólo uso. Pero vamos, si no la ves tampoco te pierdes nada.
27 de agosto de 2008
27 de agosto de 2008
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película preciosa, de las que te dicen algo. No se acaba a los 120 minutos sino que se queda dentro de tí, en alguna parte, enseñándote una forma nueva de ver la vida, el mundo, las personas, incluso la enfermedad y la muerte. Recomiendo esta película a todo el mundo. Hace reír y llorar, y te deja imágenes preciosas para el recuerdo. Williams como siempre perfecto en la interpretación, el reparto acertado y el guión sensacional.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La escena de la mariposa... preciosa.
1 de junio de 2006
1 de junio de 2006
19 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me imagino a otro actor haciendo del Dr. Patch Adams, indudablemente que Robin Williams es uno de los mejores actores que combina muy bien el drama y el humor. Una película en que el Dr. Patch fiel a su peculiar forma de ayudar a sus pacientes, es revoluciona la medicina incluso con situaciones que lo hacen pensar si ese es realmente su camino, además de contar sin mucho apoyo a su proyecto, pero dio y dá mucho ejemplo a que la medicina no es solo una profesión sino además una VOCACIÓN DE SERVICIO.
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