A la vejez, viruelas. O llegados a este caso, autodescubrimiento. Sexual, sentimental, emocional o personal. Y como viene siendo lo acostumbrado al presentar un relato de despertares de un sentimiento reprimido, de pasar página o replantearte prioridades pese a la obstrucción de atravesar la madurez, la ópera prima de Nicol Ruiz Benavides bebe indefectiblemente del escenario que más asiduamente y mejor se acopla a estos menesteres: el drama rural.
"¿Lo amaste mucho? No lo sé, pero fue un buen amigo." Imposible resumir mejor en un par de líneas de diálogo el fracaso conyugal ¿consentido? porteado por Claudina -extraordinaria Rosa Ramírez- a medida que va diluyéndose la conciencia de su luto y se amarra a una última posibilidad de descubrir en qué consiste el amor carnal -no tanto por la corporalidad sino porque a Claudina le nace desde las tripas- junto a su vecina (Romana Satt), la misma que le señalará cuál es el camino para conocerse a sí misma y ser libre aunque paradójicamente esté menos capacitada para entender lo que eso comporta.
'La nave del olvido' es una fábula acerca de cómo sortear las nubes negras -incluso de la propia familia- para vislumbrar un haz de felicidad agridulce.
De una gradación tragicómica tan desconcertante como sugestiva tanto en los sentimientos que describe como en sus personajes.
Un estimulante hallazgo.