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Tender Son

Drama Un joven tuvo un hijo, Rudi, pero nunca supo qué fue de él. A los 17 años, Rudi, tras pasar toda su infancia en un orfanato, sale con la esperanza de encontrar el afecto de su madre y, sobre todo, de conocer la identidad de su padre; sin embargo, no será bien recibido. Casi por azar, Rudi acaba en un casting. El director, fascinado por su inocencia, cree haber encontrado al protagonista de su película. Pero, inesperadamente, la vida de ... [+]
Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
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6
9 de noviembre de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de volver de ver esta peli en los cines de mi ciudad. Gracias al Festival Europeo de Cine podemos ver obras...como las de Kornél Mundruzco (esta la tercera que presenta en Sevilla). La propuesta es interesante y hay planos increibles por no hablar de ese cúmulo de emociones expresados en ausencias, miseria, austeridad y miles de silencios (genial el joven protagonista). Me recuerda inevitablemente a Béla Tarr pero le falta un algo para que me acabe de convencer...Al menos no me voy decepcionada. Diferente.

(No la veáis si os exaspera el cine leeento).
10 de noviembre de 2010 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La he visto ayer en el Festival de Cine Europeo de Sevilla.

Aplaudo efusivamente que propuestas tan personales y arriesgadas como la que nos ocupa tengan cabida en el Festival y es que uno está ya algo frito de ver siempre la misma cantinela sobre cortes de tipo compromiso social, conflictos fronterizos, dramas interraciales e historias cruzadas de medio pelo y demás que pululan por doquier y que estrangula el poder que debe tener un festival de sorprender.

Nos encontramos ante una libre y jugosísima revisión del moderno Prometeo donde a través de una narración desangelada, con cierta cadencia y en muchos momentos algo cansina nos cuenta el viaje hacia la redención de un hijo y su padre, la creación y el creador.

La película tiene una extraña e inusitada fuerza en sus imágenes a pesar de caer en determinados momentos en la autocontemplación y donde se subvierte de forma muy acertada la fuente en la que se inspira.

El arranque, un casting para una película, es aprovechado magníficamente para mostrarnos la naturaleza autodestructiva del protagonista. Las referencias a la creación de Shelley son patentes.

A partir de entonces, la 'criatura' iniciará un viaje brutal y purificador hacia los infiernos en buscan de la añorada redención. El desenlace resuelto de forma magnifica, ejemplar en sus referencias como en el tono frío y desarropado en el que se muestra hace enmudecerte, aturdirte.

Como decía al principio, está claro que el filme no es bocado para todos los gustos ya que nos encontramos con un filme muy, muy árido, antipático y que con casi toda seguridad se convierta en la 'rara avis' del festival (como lo fue la interesante Transmission el año pasado), pero a la vez seguramente sea la gran incomprendida del festival de este año que para un servidor ha sido una cinta la mar de estimulante y valiente que cuyas virtudes superan a sus defectos y que da un soplo de aire fresco a este cada vez más acomodado y politizado festival.

Lo dicho, ¡chapó señores!, por programarla.
6
8 de noviembre de 2010 2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la tercera película que veo de Mundruczó, las tres en la Sección Oficial del Sevilla Festival de Cine Europeo. La primera ('Johanna', en 2005) nos sorprendió a todos, gratamente al principio, por la originalidad y riesgo de la propuesta, pero acabó exasperando, y es que una ópera de casi dos horas, o te apasiona o te repulsa. La segunda ('Delta', 2008) fue, para mi, la mejor película a concurso de aquella edición, arriesgada también, y cambiando completamente de registro.
En esta 'Tender Son' se queda a medio camino, Mundruczó cambia de nuevo de registro, vuelve a hacer una arriesgada propuesta, pero esta vez no termina de convencer, no engancha al público con esta libérrima versión del 'Frankenstein' de Mary Shelley, en este estudio de la relación entre creador y creación, y en la reflexión sobre la responsabilidad que tiene el autor sobre los resultyados de su obra.
Podría haber sido mejor, pero también mucho peor.
9
12 de agosto de 2012 Sé el primero en valorar esta crítica
El dolor resbala por las lágrimas invisibles de un joven de 17 años; el invierno congela las expresiones que su infierno aprisiona. Asiste a un casting donde no se busca un actor más que un cúmulo de emociones que satisfagan los requerimientos fílmicos del director; a éste la película de su vida se le sale de las manos, se escapa por la ventana dejando orificios de frías culpas pero, al tiempo, lazos lívidos y débiles, casi imperceptibles, para perseguir la salvación de su más cruda - aunque desconocida- creación.
Tan densa como las anteriores impresiones, se orquesta un des-concierto como obra fílmica. El edificio viejo y destartalado donde se inicia y transcurre buena parte de los acontecimientos se presenta como un teatro fantasmagórico vestido de albergue para personajes ligados por cadenas de ausencia, miedo y por los espantos de una sutil perversión que arropa la psique del muchacho desorientado. Sus gestos quedos delatan la distorsión de su origen negado, de la miseria con que se erigió su tenebrosa aparición en las vidas desencajadas en el entorno donde hurgará las líneas mal trazadas de su orden generacional. El amor, como siempre, se ofrece como refugio de desazones; como trinchera contra lo ominoso y esta vez como paliativo de culpas, como protector frente al crimen. La seducción desatada por lo mórbido, por la curiosidad ante sucesos en los que se entretejen hilos malvados y tiernos, se traduce en el inquietante amor de una joven sobre el extraño en la casona vieja; poco le importa si sus manos todavía presentan señas de sus crímenes. Esos amores redentores orbitan los temores y delirios en los que se mece, desequilibradamente, el vacío de la muerte, el impulso de matar.

Sin que obren dramáticas confesiones, el Director y el muchacho se descubren como Padre e hijo por las sendas espantosas que conducen la trama; sin mediar mayores resentimientos ocupan el poco tiempo que les queda en escalar magnos paisajes para prodigarse amor. Cuando de la boca del muchacho brota el vocablo "padre" se experimenta una sensación calma que lleva indefectiblemente (el tema y la propuesta fílmica) al menos a un suave vuelco catártico, y al más, a la aparición de un lazo subjetivo que sacia la sed espiritual de los personajes en conflicto. El hijo le entrega al padre la mirada perdida de su historia y éste al contra responderle con fragmentos de su vida, al atarlo a su presencia, comienza al fin a crearlo. El film expone un nada pretencioso intento de re-creación de un sujeto perdido tanto como sus orígenes, como su fecha nacimiento, como su irresponsable madre, quien también cae en el abismo en el que hasta el inicio de la redención solían empujarse los miedos. Cuando el padre dice: "hijo mío" enruta su autoridad y ternura, hacia una culpa que debe com-padecer, pero que también puede salvar. El infierno gélido que atraviesa señala la búsqueda de la sanación (la cual urge en el cuerpo accidentado del muchacho) para los tormentos de su descendiente.

La vitalidad de la segunda parte del trabajo, riñe con la opacidad de la cadencia en la primera; la composición fotográfica y la construcción escénica están dispuestas para servir a al desarrollo de las personalidades superando una simple necesidad decorativa. Del terror enclaustrado de la introducción se pasa a un viaje liberador del encierro de los vacíos físicos que amenazan constantemente la seguridad de los personajes. Pese a la innecesaria dilación narrativa que en no pocos tramos distancia al espectador de la tensión propuesta al principio, se logra vincular elementos vívidos a una historia tan sombría. La corporeidad de las sensaciones se presenta como una forma actual de explorar lo inconsciente; las aparentes poses inexpresivas de los protagonistas en realidad hablan lo suficiente, logrando estructurar un lenguaje que a su vez aporta vigor a la presencia de cada quien. Para lamento de teclas, está la sobriedad excesiva de la película, porque sin enredarse en entelequias y posturas intelectualoides, se torna un tanto difusa para que pueda ser disfrutada en toda su extensión y en todo tipo de cinematecas.
Tras esta crítica, es menester anotar que aunque Tender Son adolece de ritmo, se inscribe muy bien en momentos irregulares que permiten bordear la temática sin abandonar al primer intento de descubrirla y disfrutarla. La insistencia en tomas aéreas posibilitan la vista de la fragilidad de los sujetos que habitan la obra; lo ínfimo que resulta lo humano, potencia a su vez la idea central de una creación, de un padre, que pugna por recrearse a sí mismo en época de crisis de la paternidad. No en vano, el Director embala al padre de este film en el personaje de un Director de cine, un re-creador de guiones, un hacedor de vínculos subjetivos: un director que comienza a.crear un hijo en un casting. La figura paterna de Geppeto pareciera donar madera para el film: el director no se sabe padre y al percatarse de su mala siembra decide re-construir "un hijo en su hijo", al comprender su ánimo que el muchacho es un monstruo creado a sí mismo al no conocer siquiera el nombre del Padre. Del padre creador se pasa al constructor; del Frankenstein al Geppeto.
El director que produce al director de la ficción no se ocupa en demasía de hallar la perfección artística; es la razón de los desconciertos psíquicos a los que da forma esta hermosa pieza sobre lo siniestro. El lenguaje propuesto trasciende la fuerza de la palabra para instalarse en las miradas y los olores. El descubrimiento del padre llega al hijo con el olor de una camisa olvidada por éste, y el re-conocimiento del padre llega al hijo con el calor de un abrigo impregnado del olor y la agitación contenidas en su tejido...así se arropa al hijo Rudi frente al camino que las luces del Director tiernamente le señalan.
7
16 de enero de 2013 Sé el primero en valorar esta crítica
Las tónicas del cine del Este europeo persisten en la severidad de los sucesos, muy al estilo de Ulrich Seidl, quien también se encarga de transmitir ese hastío y abatimiento vivido por la gente en estas regiones del continente. Para Semilla de maldad (AKA Dulce hijo) la sencilla línea argumental se enriquece por plantear la situación de sus personajes centrales a manera casi incidental y propiciando la vorágine en uno de ellos a grados insospechados. Mundruczo hace un ejercicio veraz auxiliado por fotografía, locaciones y clima.

Consejo, omitir cualquier relación de los títulos en español, en pocas ocasiones son fieles a lo proyectado.
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