Producción muy modesta a la que se le notan las costuras, pero con dos cosas muy importantes a su favor: un cautivador argumento y una fenomental interpretación del grandísimo y con frecuencia infravalorado Dan Duryea, del cual todavía estoy por ver una película mala (lo cual demuestra su buen gusto a la hora de aceptar guiones y que con su sola presencia puede mejorar notablemente cualquier candidata a producto endeble), el cual aquí deja en pañales al resto del reparto, cuyos componentes en este caso sólo llegan muy justito a ganarse las habichuelas.

El que una cinta esté escasamente financiada por supuesto que no implica que tenga que ser floja, y si no ahí están muchos de nuestros Estudios 1 para atestiguarlo, pero es que además en la que nos ocupa todo el tinglado está en un mírame y no me toques por culpa de una dirección endeble e incluso a ratos desganada, y como muestra un botón: hay un momento en el que Carl Lutcher, el protagonista (Duryea), mira al interior de un local levantando ¡desde el exterior! una de las láminas de una persiana veneciana que está echada: ¿desde cuándo este tipo de persianas se monta en el exterior?

Pero como ya he dicho, a pesar de todos los defectos de producción y de interpretación, la trama es tan interesante, el guión tan al grano y adecuadamente elaborado, y el trabajo de Duryea tan sobresaliente, como para que el resultado final sea más que aceptable y se logre mantener la atención del espectador de principio a fin. En pocas palabras, la película no es para echar las campanas al vuelo (en otras manos y con otro equipo seguramente lo habría conseguido), pero en conjunto es amena y no me cuesta recomendarla.