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Una pistola en cada mano

Comedia A pesar de tenerlo todo, J. (Sbaraglia) está bajo los efectos de una gran depresión. En cambio, E. (Fernández), que no posee más que un gato, vive apaciblemente a pesar de haber tenido que volver a casa de su madre. S. (Cámara) intenta volver con su mujer (Segura) dos años después de su ruptura. G. (Darín) recurre a los ansiolíticos para intentar comprender por qué su mujer tiene una aventura. P. (Noriega) pretende seducir a una ... [+]
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Críticas 103
Críticas ordenadas por utilidad
11 de diciembre de 2012
65 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me es imposible hablar de Una pistola en cada mano sin compararla, de algún modo, con En la ciudad, una pequeña joya que Cesc Gay escribió y dirigió hace ya unos años sobre lo complicado de las relaciones de pareja. En esta ocasión, también se habla de las relaciones de parejas, pero desde otro punto de vista: una serie de cuarentones hablan de sus parejas pero sobre todo hablan de ellos como parte de esa pareja. Y llega a dar un poco de miedo.

En un momento de la película Leonardo Sbaraglia y Eduard Fernández -que casi parece que continúa su papel de En la Ciudad, 10 años después- dicen que nadie les avisó de que esto iba a ser así. Así de jodido. Y que a pesar de sus cuarenta y muchos, iban a seguir siendo tan ridículos. Quizás el guión de Gay y Aragay los ridiculiza en exceso contraponiéndoles ante unas mujeres estupendas y muy muy seguras de sí mismas, pero en ningún momento la imagen del hombre es irreal o exagerada.

Como ya ocurría en En la ciudad, no se puede hablar de esta película sin hacer mención al casting. Impecables todos. Sorprendentes Cayetana y Noriega, que no me suelen convencer. Enamorable Clara Segura. Real, como la vida misma, Watling. Intenso Darín. Estupendo Cámara... Todos, impecables. Son, junto a ese gran guión, lo que hacen grande esta película.
Inocente82
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9 de diciembre de 2012
59 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Barcelona. Una tarde cualquiera de un mes cualquiera. Seis hombres que superan la treintena en seis encuentros necesarios, fortuitos o no, que funcionan como un espejo en el que reflejar sus miserias. Seis pálidas miradas, tan patéticas como cercanas. Identificables, sinceras, destinadas a sonrojar a las de su especie. Porque si algo necesita el cine de Gay es la predisposición de su público a dejarse intimidar, eso sí, con una copa de vino para que entre broma y broma el hachazo duela menos. Y es de aplaudir la entrega con la que el respetable se enfrenta a Una pistola en cada mano. Sin escudos, con una pudorosa sonrisa que en ocasiones se disfraza de carcajada.

Al Rey lo que es del Rey. Cesc Gay vuelve a repetir fórmula y a pesar de ello no resulta agotador. La estructura narrativa se asemeja a la de la espléndida En la ciudad (2003) aunque aquí los diferentes episodios cuentan con un final si no tenemos en cuenta la forzada secuencia que cierra la película. Cada jugada con la que el cineasta quiere demostrar la diferencia de sexos en términos sociológicos está bien estudiada. No ha sido necesario adaptar ningún texto sino poner en boca de un soberbio elenco las vivencias de cualquier viandante de cualquier país desarrollado en los tiempos que corren. Si bien es cierto que esas palabras adolecen de un contenido más crítico con la sociedad en la que se desarrollan, Gay opta por distinta senda y se centra en el existencialismo del macho de a pie.

Para disfrutar al completo de Una pistola en cada mano, hemos de dejar a un lado el sexismo machacón de la obra. La generalización expuesta debe entenderse como crítica de refuerzo positivo y no ir en su propio detrimento. Partiendo de esta premisa, el cineasta catalán logra aunar en cinco episodios verdades como puños. Que el sexo masculino difiere en un alto grado del femenino ya lo sabíamos y Gay no viene a crear cátedra sino a sentenciar que la idiotez masculina se puede escribir con mayúsculas en cuanto el hombre no quiere etiquetar su conducta.

Lo mejor: un reparto que vive todas y cada uno de las palabras que salen de sus bocas.
Lo peor: podía haber sido más ácida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ulher
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19 de diciembre de 2012
34 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película coral que retrata las miserias del universo masculino a través de diversas e irregulares historias en clave de peculiar tragicomedia. De todos los episodios destaca el brillantemente protagonizado por Ricardo Darín y Luis Tosar.
Como cualquier película de varios personajes se resiente de la arriesgada apuesta por no centrar la trama en una historia concreta, con la consiguiente indefinición que ello supone. Algunas situaciones no acaban de enlazar con el conjunto final y es de resaltar que los toques cómicos en ocasiones no acaban de ser redondos.
Sin embargo, nadie le puede negar a su esforzado realizador el mérito de haber construido un acertado retrato de las neuras masculinas pasados los siempre peligrosos 40. Tal vez la visión pueda parecer hasta nihilista, pero cualquiera sabe que la realidad no está muy alejada de las situaciones descritas en "Una pistola en cada mano". De las mujeres destaca el papel realizado por Candela Peña, siempre solvente ante la cámara dentro de un tono actoral más que elevado.
Lástima de guión que no acaba de explotar de forma definitiva
ALVARO
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7 de diciembre de 2012
51 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces me he apetecido tanto, que una película española me gustara como esta del director y guionista Cesc Gay. Y pocas veces me he visto tan defraudado en mis expectativas como en este caso. Quizás iba con la idea de volver a fascinarme con una obra de arte de la potencia y magnitud de "En la ciudad" (2003), esa pieza maestra de orfebrería grupal que retrata y revela a toda una generación, que es mi generación. Nada mas lejos de la realidad y la caída ha sido brusca y desilusionante.

"Una pistola en cada mano" tiene una gran virtud innegable, un reparto extraordinario de grandísimos actores y actrices (destaco sobre todos ellos a Candela Peña, Leonardo Sbaraglia, Cayetana Guillén Cuervo, Clara Segura y Luis Tosar) que están todos fabulosos, extraordinarios e inolvidables, en un extremo ejercicio de perfección y entrega.

... Pero también tiene un gran defecto, un guión flojo, sin fuelle, artificioso, cansino, tópico y deslavazado y moroso. Sencillamente nada me parece de interés y todo me parece falso y pretencioso, artificioso y vacuo. Una profunda sima de engaño y falta de sinceridad vital.

Y por todo ello la película no remonta el vuelo en ningún momento y se queda en un plano ejercicio voluntarioso de vacua pretenciosidad aburre deja frío, muy frío. A mi me recuerda un poco a las voluntariosas representaciones de fin de curso de los actores cuando improvisan escenas: es decir, aplaudes al actor y te preguntas por que no han elegido una obra que mereciera la pena verse. Igual aquí. Muy prescindible y bastante aburrida.
antonalva
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5 de diciembre de 2012
33 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo que me fascina del cine de Cesc Gay, es la capacidad que tiene de fotografiar a sus personajes y sus circunstancias con una franqueza y afecto abrumadores. Es un certero retratista de paisajes emocionales cotidianos donde vemos a personas normales en situaciones normales sobrellevando sus problemas particulares. Siempre ha orientado el plumín de su estilográfica hacia la interacción de sus personajes con la cotidianidad y con los demás, a la “reflexión sobre ellos mismos, el momento que viven, sus cosas, sus crisis”, como dice el personaje de Eduard Fernández en Ficció (2006).

Sus películas producen un fuerte impacto emocional por el tremendo apego a la realidad de sus historias. Sin aderezos, sin adornos, sin moldes cinematográficos prefijados, sus relatos navegan por parajes en los que el drama y la comedia, la felicidad y la tragedia, la desgracia y la fortuna se confunden constantemente. Unos parajes que cada espectador puede percibir de una manera u otra dependiendo de la experiencia vital vivida. Gay se aleja de los blancos y negros y empapa a sus filmes de esa amplia gama de grises que ofrece la vida y, en concreto, las relaciones sentimentales.

Si existe un nexo temático común en la filmografía de Cesc Gay, ése se encuentra en las relaciones personales, tan sencillas y tan complejas a la vez. Teje sus narraciones de un entramado afectivo en el que sorprende, sobre todo, la lealtad y la honestidad con la que trata a los personajes masculinos en sus películas, y es ahí donde su último filme cobra entidad.
Una pistola en cada mano muestra a los hombres tal y como somos, sin complejos, sin estereotipos. Cesc Gay lo ha vuelto a hacer y, esta vez, mejor que nunca. Desnuda la figura del hombre desde la sinceridad, el cariño y el humor sutil. Desmitifica todos los tópicos sociales —y cinematográficos— que siempre nos han adjudicado y muestra que los hombres también lloramos y somos débiles, también reconocemos nuestros errores y pedimos perdón y también nos ponen los cuernos y sufrimos en silencio por ello.

Todo ello lo hace a través de cinco historias diferentes contadas en clave de comedia episódica que evita que la película devenga en un melodrama de dimensiones estratosféricas. El talento de Gay como guionista consigue provocar una sonrisa donde correspondería una lágrima sin que ello quite de que, bajo ese tono cómico, aniden verdades como puños.

Muchas veces se ha comentado que Cesc Gay es un director de actores, un director que crea un guión muy personal y sabe sacar el máximo partido de sus intérpretes. Una pistola en cada mano supone el paradigma de esas afirmaciones. El guión que, a diferencia del de En la ciudad (2003) y Ficció que se trataban de ejercicios de contención, pone especial énfasis en la palabra, requiere un especial trabajo de maduración del personaje por parte del reparto actoral que Gay sabe controlar y amoldar a su gusto para conseguir que la cinta salga adelante únicamente con diálogos y el trabajo interpretativo. Aquí no hay grandes virguerías de cámara o espectaculares efectos especiales, sino que lo pequeño, lo sutil o lo íntimo es lo que más cuenta.

No importa si eres hombre o mujer, como tampoco la edad que tengas, lo que Una pistola en cada mano nos está contando nos ha ocurrido a todos en algún instante de nuestras vidas. Alguna vez nos hemos sentido rechazados por otra persona a la que sentimos algo por ella, alguna vez hemos pasado por una difícil situación personal y nos hemos sentido deprimidos, alguna vez hemos hecho el ridículo ante otra persona y nos hemos tenido que tragar nuestro propio orgullo, alguna vez hemos pasado por una crisis de pareja y es que, esos pequeños lances de la vida, esas emociones y sensaciones tan personales es lo que hace grande al cine de Cesc Gay, un director que consigue lo máximo a partir de lo más mínimo.
Adri
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