Las cien y una noches
1995 

6.1
401
9 de noviembre de 2019
9 de noviembre de 2019
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Le encargaron hacer una película homenajeando los primeros 100 años de la historia del séptimo arte, y se le ocurrió pensar en un señor centenario que encarnaría Michel Piccoli, y que viviría en un castillo que albergaría un museo del cine en su interior, y donde la obsesión de Varda por Buñuel queda patente una vez más.
Piccoli, el Señor Cine, recibe visitas constantemente. Actrices y actores más que consagrados se prestaron desinteresadamente a esta farsa, suponiendo que no lo sería… La propia Varda, nada diestra en estas lides, reconoció que el relumbrón la intimidaba y optó por no dirigirlos apenas… pero ni siquiera eso sirve como excusa. Hacen aguas ellos, y el guión, y la dirección, y la idea, y a quien se le ocurrió semejante encargo y a la propia y arrepentida Agnés por aceptarlo.
Recuerda, con sentido del humor y la sencillez que siempre la ha caracterizado, que se dio el gustazo de juntar a Deneuve y a De Niro en un crucero de ensueño rodado en un estanque de no más de 15 metros de largo, con un travelling flotante y cuarenta técnicos, con monos de pescador, ingeniándoselas para que aquello pareciese el mar océano.
De Niro había llegado en el Concord, y tan profesional como siempre, había estudiado sus frases en francés y llevaba dos días levantándose a las 4.oo a.m. para que el jet lag no le jugase una mala pasada y pudiese encontrarse fresco y descansado para el único día de rodaje en Francia.
Varda decía poder presumir de muchas cosas, en aquel rodaje, como haber escrito que De Niro acabara cayendo al agua, aunque esto lo hiciera finalmente un extra, pero de lo que no podía presumir era de haber hecho una buena película. “Fue un desastre… No volví a rodar ficción en 35 mm, ni en 16 mm, hasta finales de siglo.”
Piccoli, el Señor Cine, recibe visitas constantemente. Actrices y actores más que consagrados se prestaron desinteresadamente a esta farsa, suponiendo que no lo sería… La propia Varda, nada diestra en estas lides, reconoció que el relumbrón la intimidaba y optó por no dirigirlos apenas… pero ni siquiera eso sirve como excusa. Hacen aguas ellos, y el guión, y la dirección, y la idea, y a quien se le ocurrió semejante encargo y a la propia y arrepentida Agnés por aceptarlo.
Recuerda, con sentido del humor y la sencillez que siempre la ha caracterizado, que se dio el gustazo de juntar a Deneuve y a De Niro en un crucero de ensueño rodado en un estanque de no más de 15 metros de largo, con un travelling flotante y cuarenta técnicos, con monos de pescador, ingeniándoselas para que aquello pareciese el mar océano.
De Niro había llegado en el Concord, y tan profesional como siempre, había estudiado sus frases en francés y llevaba dos días levantándose a las 4.oo a.m. para que el jet lag no le jugase una mala pasada y pudiese encontrarse fresco y descansado para el único día de rodaje en Francia.
Varda decía poder presumir de muchas cosas, en aquel rodaje, como haber escrito que De Niro acabara cayendo al agua, aunque esto lo hiciera finalmente un extra, pero de lo que no podía presumir era de haber hecho una buena película. “Fue un desastre… No volví a rodar ficción en 35 mm, ni en 16 mm, hasta finales de siglo.”
15 de septiembre de 2021
15 de septiembre de 2021
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Normalmente, las películas-homenaje con muchos cameos suelen ser un poco caóticas, pero esta es además chapucera, con actores despistados (Mastroianni) que no saben qué hacer o decir, otros insoportables (el casi siempre insoportable Michel Piccoli) y otros metidos con calzador por aquello de la internacionalidad (Robert de Niro y un Harrison Ford que casi es pillado a traición). Y ese es el único atractivo de la peli, cazarlos a todos, incluida nuestra Assumpta Serna.
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