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Le Pont des Arts

Drama París, 1979-1980. Pascal retrasa a conciencia el momento de comenzar su tesina de filosofía. Su amiga Christine no comprende su desfachatez. Sarah canta en un grupo barroco y vive de y para su arte. Manuel, su pareja, hace lo posible por apoyarla. En el mundillo del barroco, un trío muy influyente prepara una importante grabación de Monteverdi, bajo la dirección del “Innombrable”, el músico del trío, persona cruel y arrogante. Sarah ... [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
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4
27 de noviembre de 2011
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eugène Green proviene de la dirección teatral. Especializado en el barroco francés, ha puesto en escena obras de Racine, Corneille o Molière. Así mismo se ha introducido en la ópera del mismo periodo con nombres tan destacados como Rameau o Lully.
La música de Claudio Monteverdi amalgama el argumento que se desarrolla en torno a dos parejas que no se conocen entre sí. Pascal y Christine (estudiantes de filosofía por un lado) y Sarah y Manuel (cantante e informático respectivamente) por el otro.
El argumento con un tono pretendidamente existencialista deriva en un batiburrillo de "lugares comunes" y diálogos pseudofilosóficos que rozan lo ridículo.
La interpretación del reparto, artificiosa y plana, resta frescura y naturalidad al ya pobre guión.
Técnicamente irrita el abuso del plano/contraplano. Una única escena, en mi opinión, se salva de toda la película. La que sucede en el puente parisino que da título a la película. Escena nocturna y hermosa, bien planificada, escapa del tono mediocre general de toda la película.
La sublime música de Monteverdi (y otros) no justifica esta película.



Obras musicales que se pueden escuchar en "Le Pont des Arts":

- Claudio Monteverdi "Il Lamento della ninfa"
- Vincenzo Maletti "Preludio"
- Domenico Mazzocchi "Ballo" (de "La Catena d'Adone")
- Jean-Philippe Rameau "Entretien des Muses"
- Girolamo Frescobaldi "Toccata"
9
29 de enero de 2019 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Green, con azules de Kaurismäki, contraplanos de Ozu y el tenso sosiego del sempiterno Bresson (muy posiblemente sea un sesgo personal, pero no puedo evitar verle entretejido entre los hilos de toda obra francesa), evoca a su etérea señora Muir particular, viva en la intensa mirada de Natacha Règnier.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Reconozco mi pasión por las películas que hablan de una derrota ante lo imposible, y más aún si ese imposible se circunscribe a dos personas destinadas a contentarse con esa feliz idealización del amor que no convive, confinadas en un "Brief Encounter". Detenidas ante un amor que es eterno y perfecto, porque es por entero imaginado. Pero, en este caso, Green niega incluso el derecho de ambos protagonistas a cruzarse una mirada, acaso les arrebata el derecho a una razonable desilusión.

La película, de gestación lenta y creciente, explota al final. Resignado y bajo una suave tristeza, uno recuerda el rostro de la imposible Sarah y la piensa, a través de su voz, como Leo Battista Alberti, el tratadista italiano del siglo XV, hablaba de los inmortales de la pintura: "ésta tiene en sí misma una fuerza tan divina que no sólo, como dicen de la amistad, hace presentes a los ausentes, incluso presenta como vivos a los que murieron hace siglos, de modo que son reconocidos por los espectadores con placer y suma admiración hacia el artista". Pascal ha recibido, sin duda, un perfecto y tristísimo regalo.

Gracias.
7
11 de marzo de 2022 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una obra original y profundamente poética. La película combina la magia de Monteverdi con una puesta en escena espartana. La temática es esencialmente romántica, y la trama se centra en la sublimación del Amor a través de la idealización de la persona amada. Y, para ello, el director recurre a unas caracterizaciones bressonianas, con expresiones habitualmente inertes, y a un bombardeo de escenas en plano-contraplano, que refuerza la idea de aislamiento e individualidad de cada personaje. El simbolismo del puente es claro y rotundo. Y es que de lo que se trata es de trascender más allá de lo que vemos y tocamos. El amor puro es el platónico, aquél que nos lleva a sentirnos irremediablemente atraidos por un ser perfecto pero inalcanzable. El film va de menos a más en cuanto a carga emotiva, y el tono inicialmente frío y distante acaba evolucionando hasta llegar a un cierre lleno de sensibilidad y elegancia. Y lo mejor es que Eugène Green sale airoso en una apuesta tan arriesgada.
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