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España España · Barcelona
Críticas de apallaresal
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
8
29 de octubre de 2010
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos equivocados. Estamos equivocados al considerar Casablanca la mejor película de Bogart y conocer a Ray por Rebelde sin causa. Ambas son muy buenas películas, pero en cambio solo son vagas representaciones del talento de Bogart y Ray. Del primero conocemos su faceta de galán con un punto de cabroncete y del segundo...quizás para muchos es únicamente el director de una película de James Dean. Pero ambos son mucho más profundos. Y con mucho me quedo corta.
De la misma manera, no se puede juzgar ni valorar In a lonely place como una simple película de cine negro ya que estamos delante de una magnífica obra entre cine clásico y cine moderno, entre cine de género y cine de autor; entre cine termita y cine elefante blanco.
Sí, es verdad que la trama pertenece al género del film noir pero llega un momento en el que Ray se deja llevar por su intuición que decía Truffaut, por su corazón, y los personajes con su historia de amor pasan a ser los protagonistas de la historia. Una historia de amor desgarradora y humana,-que llega a rozar la violencia de género-, entre Gloria Grahame,-extraordinariamente bella en ésta película-, y un Humphrey Bogart que llega a estremecer al público.
Increíble. Sencillamente increíble como Ray a través de primeros planos y de diálogos contundentes e ingeniosos nos muestra las dos caras de la personalidad del personaje de Bogart. Y ya anticipándose a lo que vendría después (cine moderno), algunos de sus personajes miran directamente a cámara, como si en realidad estuviesen hablando al espectador para así hacerle partícipe de las dudas de Grahame.
Además, estamos delante de una película que habla del propio cine y critica ciertos aspectos de la industria hollywoodiense y su política. Y esto, tampoco lo hacían la mayoría de películas de cine negro. Por eso creo que en realidad estamos delante de un film de autor, ya que Ray siempre intentó adaptar a Hollywood sus ganas de realizar un cine personal y complejo, dónde pudiese descargar sus emociones y dudas, y no es casualidad, que la protagonista de esta “imposible” historia de amor sea Grahame que por aquel entonces estaba casada con Ray y en trámites de separación.
Dura tan solo hora y media y cuando termina te sientes perturbado, desgarrado y emocionado, pero podría durar menos y sentiríamos lo mismo. Porque Godard tenía razón: Nicholas Ray es el cine.
apallaresal
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7
6 de noviembre de 2010
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Distancia. Esta es la clave para poder ver y disfrutar de El extraño viaje. Sin ella, las risas provocadas por la descripción de una España profunda, -¡y encima franquista!-, nos impedirán ver aquello que Fernán Gómez nos quería contar. Nuestro error (quizás nuestra prepotencia) reside en que nos reímos de las meras descripciones costumbristas de los pequeños pueblos de los 60 y al salir del cine tenemos la osadía de juzgar El extraño viaje como una simple comedia de personajes esperpénticos (cabe destacar la magnífica actuación de la pareja formada por Jess Franco y Rafaela Aparicio).
Pero si nos alejamos un poco, veremos que el título de comedia se le queda corto pues resulta verdaderamente difícil catalogar este film dentro de un género en concreto. Podríamos decir que se trata de una mezcla de comedia negra dramática al más puro estilo Fernán-Gomez y Luis García Berlanga, que eran capaces de reírse de situaciones del todo macabras y decadentes. Pero, a la vez, podemos asegurar que se trata de un thriller con toques de suspense e intriga. ¿Estamos delante de un extraño caso de cine negro español, quizás?
A juzgar por la historia, y la fotografía de una clara inspiración expresionista, podríamos responder que sí, ya que podemos asegurar que El extraño viaje nos mantiene en vilo y engañados durante todo el film y es poco antes del final cuando todo, -por surrealista que sea-, empieza a tener sentido. Aunque quizás deberíamos corregir la palabra surrealista por “situaciones de un folclore español exagerado”.
Esta exageración sirve a Fernán Gómez para criticar la represión, la falta de libertad, la doble moral y el atraso de la España de aquella época. No en vano y a pesar de un magnífico guión, el film fue ignorado en 1964 y no se estrenó hasta pasados unos cuantos años.
Fue Roman Gubern el que dijo que al cine español aún no le ha llegado su hora, pero es que quizás en la época de Luis García Berlanga, Luis Buñuel, Carlos Saura, Fernando Fernán Gómez y compañía estuvo a punto de nacer, y el régimen franquista, y en menor medida un público que tiende a despreciar todo lo nacional (dónde por desgracia una servidora se incluye), lo mataron. Quizás no fue un asesinato, sino más bien un aborto, pero matamos al cine español en su propia cuna.
Y lo peor, es que aún estamos pagando las consecuencias.
apallaresal
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7
29 de octubre de 2010
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando ves La regla del juego te das cuenta de dos cosas: la primera es que ésta película hay que verla no una, sino dos y tres veces. Y la segunda es que no es una película: son dos.
La primera sucede cerca de la cámara y la segunda tiene lugar en los profundos espacios del fondo, gracias a la profundidad de campo. Y es que la acción nunca acaba: los actores actúan todo el tiempo. No importa que estén cerca o lejos de la cámara. Actúan. La película continúa y por lo tanto las tramas avanzan. Es por eso que con un visionado no podemos llegar al completo de lo que Renoir nos quería contar.
Sé que para muchos es tedioso tener que ver una película diversas veces, pero a lo largo de éste breve texto espero poder darles suficientes razones como para que, por lo menos, le concedan un visionado más.
La primera razón ya ha sido expuesta, y es que aunque menos conocida, La regla del juego es prácticamente igual de virtuosa que Citizien Kane: con su juego de lentes y profundidad de campo gracias a los cuales nos cuenta una historia sin fin, que como la vida misma tiene lugar cerca y lejos del ojo humano.
La segunda es que ésta película de Renoir fue mutilada (la censura se le quedó corta) cuando se estrenó. Que ¿por qué? Pues porque no deja títere con cabeza: que si la burguesía francesa, la aristocracia, las clases populares que pretenden imitarles de una manera ridícula y patética...(Recuerden que esta película fue hecha y estrenada en 1939, poco antes de empezar la segunda guerra mundial, pero cuando todos ya sabían que habría guerra)
La tercera es que la historia no ha sido justa con Renoir. Le recordamos más por ser hijo de quién era, -muchas veces, de Une partie de campagne nos acordamos más que su padre pintó el cuadro que dio lugar a la película que de la propia película-, que por sus méritos. Quizás porque después vino la Nouvelle Vague que lo eclipsó todo, pero la verdad es que Jean Renoir se merece una oportunidad.
Y todas estas razones envueltas en una orgía laberíntica de rápidos diálogos y personajes excéntricos e inolvidables.
Así que véanla por favor, no una, sino dos y tres veces. Porque esta película no hay que verla; hay que absorberla.
apallaresal
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9
12 de septiembre de 2010
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando en los años 50 apareció la televisión, se encontró con que el mundo del cine le hizo el vacío. Aunque eso duró poco tiempo, ya que las productoras,-ávidas de dinero-, vieron en esa pequeña caja tonta un negocio bastante rentable: venderle los derechos de antiguas películas que ya no podían comercializar en salas.
Así que cine y televisión se aliaron, pero siempre dejando claro que el cine era (y es) arte, y la televisión un mero entretenimiento.
Bien, pues una servidora después de ver el capítulo 7 de la cuarta temporada de Mad Men (titulado The Suitcase) ha cambiado de opinión.
No hace falta ser muy cinéfilo para darse cuenta que el cine que se está haciendo estos últimos años es, con muchas excepciones, -claro-, una mierda.
Con esto no estoy diciendo que el cine comercial sea una mierda, pero hay una gran diferencia entre películas comerciales como Pretty Woman, Tiburón, La jungla de Cristal o Regreso al futuro y las que se están haciendo ahora.
Películas como Avatar nos demuestran que actualmente al mundo del cine en general, le importan dos cosas: entretener y dejar a los guionistas sin trabajo.
Y series como Mad Men nos demuestran que las series de televisión se están convirtiendo en pequeñas obras maestras.
Estabamos acostumbrados que las series nos hacían reir, llorar y divertirnos con unos personajes que dejabamos entrar cada día, -o cada semana-, en nuesta casa. En otras palabras: nos entretenían. Pero no eran de calidad. No las comparabamos con las películas.

Pero ahora sí. ¿Qué son, Los Soprano o A dos metros bajo tierra sino series de alta calidad tanto en dirección, interpretación y guión?
Sus personajes ya no solo nos entretienen sino que han pasado a formar parte de nuestra vida; son personas.

Y Mad Men, señores, está siguiendo los mismos pasos de calidad que estas dos grandes series.
Ambientada en los años 60, se centra en la vida de un publicista y su entorno. Al principio quizás solo nos fijemos en el rol de la mujer, en que beben mucho (demasiado), y en que el ginecólogo fuma en su consulta. Pero poco a poco, nos damos cuenta que su creador, Matthew Weiner, aprovecha los hechos históricos, como la muerte de J.F Kennedy, para describir los dramas personales de Don Draper, el protagonista.
Un protagonista que es más bien un anti-héroe, la definición de "un hombre hecho a sí mismo". En definitiva, un gran personaje.

Pero no debemos olvidar al resto de personajes como Peggy Olsen, Betty, o Pete Campbell. (Atención, Spoiler: Peggy se está convirtiendo en un gran personaje)

Mad Men, pues, es una serie de gran calidad, con un ritmo lento pero adecuado, con un gran guión y una excelente dirección.
apallaresal
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6
9 de diciembre de 2010
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1956 el mundo estaba dividido en dos. Dos países en busca del poder absoluto mientras el resto luchaban por sobrevivir. Y en Japón aún se respiraba Hiroshima y sus consecuencias. A pesar de eso el mundo cambiaba: se occidentalizaba. Japón lo sabía, y Mizoguchi también.
La calle de la vergüenza es una película nostálgica y reveladora de una época. Una época en la que Oriente se occidentalizaba, pero donde pasado y futuro vivían juntos. El pasado es Yumeko, el futuro es Mickey. Un pasado que se da cuenta que su momento ha acabado y que tiene que decidir cual será su camino. La realidad acecha, ya que el gobierno quiere ilegalizar la prostitución, y en el País de los sueños, ya no se puede vivir de las ilusiones. Deben dejar atrás su tradición, su pasado, y mirar al futuro. Y el futuro está en Occidente. Sin embargo Mickey también huye, huye de casarse y formar una familia. Y se va a otro país, el país de los sueños. Un país con un padre protector que las protege de la realidad. Porque ella tampoco sabe donde tiene ir, igual que Japón estaba cambiando pero sin destino fijo. Porque un país no puede dejar atrás su cultura milenaria tan fácilmente.
Pero Mizoguchi no solo nos habla de Japón si no que también hace un retrato coral de la mujer. Porque en 1956 nacía una nueva mujer. La mujer liberada, que no quería seguir siendo una pieza más del mobiliario y quería empezar a tomar sus propias decisiones. A vivir su vida, y a vivir su sexualidad. Una nueva sexualidad basada en la modernidad. (Cabe destacar la escena de la llegada al burdel de Mickey, en la que se sube a una concha alegando ser la Venus de Botticelli).
Mizoguchi no se posiciona, solo nos muestra la realidad, sin embargo crea un retrato sincero, melancólico y demoledor sobre el Japón de esa época. Es curioso que un director tan japonés y más bien tradicional, como Mizoguchi, nos haga un retrato tan moderno de un tema como la prostitución. Cuesta mucho hablar de esto sin dejarse llevar por tabús, o por el miedo de mostrar algo que quizás muchos no quieran ver. León de Aranoa en Princesas aborda el tema desde un punto de vista cobarde y antiguo, sin embargo cuando se estrenó nos pareció valiente; porque habla de lo marginal. En cambio, comparado con La calle de la vergüenza, Princesas parece más bien un cuento edulcorado de Disney.
Pero a la vez La calle de la vergüenza es un precioso retrato de la mujer. En conjunto es un film brillante, en el que solo chirría una incesante música más propia de la ciencia ficción barata que de una película japonesa.
apallaresal
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