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Críticas de Juanjo Iglesias
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Críticas 94
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
7 de diciembre de 2011
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras Melville, Truffaut, Godard, Rivette, Rohmer y Chabrol entre otros daban forma a la “Nouvelle Vague” francesa, en Inglaterra surgía un movimiento paralelo influído por ellos como respuesta de rebeldía ante la artificialidad narrativa de Hollywood y de la dramaturgia británica. Se caracterizaba por implementar una estética realista en el cine de ficción y documental ocupándose de lo cotidiano y del compromiso social ante los problemas de su tiempo. Nació en los años 50 del pasado siglo, su nombre era “Free Cinema” y su película más representativa pudo ser “La soledad del corredor de fondo” de Tony Richardson.

El joven Colin Smith es enviado a un reformatorio tras ser sorprendido robando en una panadería. Su habilidad como corredor de fondo le sitúa, dentro del reformatorio en una posición privilegiada, gracias a la cual realiza una reflexión que le lleva a considerarse como un joven afortunado.
Dentro del marco y la crítica social al que se adscribe, vista hoy resulta una película agradable de ver, entretenida y comprometida con su causa. Se acerca más al estilo de Truffaut o Godard, que a la sordidez del neorrealismo italiano. A pesar de su intención protestataria y rebelde, no deja de la idea del cine como arte o entretenimiento. Recuerda en algunos momentos al estilo de “Ascensor hacia el cadalso” (Ascenseur pour l'Echafaud, 1957) y “Banda aparte” (Bande á part, 1964).

Sus personajes se sienten vivos, realmente tienen algo que contar, su historia es importante y así nos lo hacen sentir. De esto se encarga Tony Richardson, con una dirección artesanal y una cámara vivaz y siempre en movimiento, que le aporta un ritmo dinámico y que gusta de jugar con la profundidad de campo y los sentimientos de los protagonistas.

La actuación de Tom Courtenay en el papel protagonista es memorable, por su habilidad para enfatizar estados de ánimo y las particularidades propias del personaje. Se siente identificado con su personaje de una forma muy especial.

La fotografía en blanco y negro fundida con la climatología típica inglesa, hace de la pantalla un paisaje cinematográfico tremendamente evocador, con aroma a cine clásico, en contraposición a su naturaleza vanguardista.
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Juanjo Iglesias
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6
6 de diciembre de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De entrada he de reconocer que hay trabajos del Sr. Van Sant, que me atraen profundamente por su sensibilidad, crudeza y trato de los sentimientos. Véanse “Drugstore Cowboy” (1989) o “Descubriendo a Forrester” (Finding Forrester, 2000) con un Sean Connery espectacular. De entrada que me encanta el cine independiente, cuando es bueno. De entrada que veo esta peli llena de trampas, con la idea del director de convertirse en adalid ultramoderno y abanderado del cine indy de su tiempo.

Como auténtico rebelde, creo que es acertado influenciarse fuertemente por el primer y paradigmático rebelde de Hollywood, el icónico maestro del cine nacido en Kenosha el 6 de Mayo de 1915, Orson Welles. Eso me parece fantástico, y si en vez de influenciarnos por “Ciudadano Kane” (Citizen Kane, 1941) o “Sed de Mal” (Touch of Evil, 1958) nos dejamos llevar por la adaptación de este buen amante del queso y el fino patrios, de obras de Shakespeare, como “Enrique IV”, “Enrique V” y “Las alegres comadres de Windsor”, el morbo intelectual es tan supremo, que saldrás vencedor en el festival de Venecia, sin ningún género de duda. Muy bien, señor Van Sant, pero copiar escena por escena, “Campanadas a Medianoche” (Chimes at Midnight, 1965) durante cincuenta minutos, cambiando al príncipe Hal y a Falstaff, por un grupo de jóvenes marginados en la ciudad de Portland, me parece tan moderno, que de moderno se convierte en absurdo.

Si la primera hora de película es una adaptación de Welles o Shakespeare, la segunda hora casi en su totalidad pone sobre el tapete la novela de John Rechy “City of night” (1963). Lo que deja las capacidades adaptativas de Van Sant en muy buen lugar, muy al contrario de su originalidad.
A partir de ese lugar, podríamos hablar de una serie de rasgos narrativos, estéticos y técnicos y llenar páginas y páginas con ellos, pero a mi esta idea no me seduce ni lo más mínimo.

Me parece una película del todo manipuladora, si el guión carece de ideas que no sean de Shakespeare y Rechy, la fotografía que firman Eric Alan Edwards & John J. Campbell, no es que sea herencia, es que es una metódica copia de los ambientes creados en las cintas de la época de David Lynch. Y seguimos reafirmando la obra como algo netamente independiente. Un año antes había rodado una maravilla como “Corazón Salvaje” (Wild at Heart, 1990) y cinco años antes mi querida “Terciopelo Azul” (Blue Velvet, 1986) con los mismos ambientes oscurecidos y tétricos en el tema de la iluminación y la fotografía y con la misma sensación de marginalidad irreverente en sus temas.

(sigue sin spoiler)
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Juanjo Iglesias
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5
6 de diciembre de 2011
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si bien es cierto que hacer re-makes de películas clásicas importantes o de aquellas denominadas “de culto”, es siempre una tarea compleja, he de decir que al “Straw Dogs” que nos presenta Rod Lurie en estos días, no se le puede negar una buena intención, pero no ha sabido reflejar aquello que le daba valor, respeto y rigor a la obra de Pekimpah, una brutal sensación de suciedad moral y un ambiente hostil estremecedor tan depravado y abyecto como el mismísimo infierno.

Si en “Nothing but the truth” Lurie apuntaba buenas maneras, tras varios largometrajes que no dejaban de ser “del montón”, su revisión de los “Perros de Paja” nos ha proporcionado a los cinéfilos una serie de buenos momentos, a pesar de haber vuelto a caer, una vez más en el típico y clásico re-make de obra maestra con el que llegar al público masivo y consumidor de bebida de cola, tamaño gigante.

En contraposición a esa idea he de romper una lanza por Lurie, por haber sido capaz de mantener la violencia extrema del clásico, sin dar rienda suelta a disimulos narrativos encaminados a no dañar la sensibilidad de los corazones más delicados, pero esta revisión tiene un grave y sustancial problema. Si el trabajo de Pekimpah, vuelve a nuestra mente después de años sin verla, con esta óptica de Lurie, no lograremos recordar dentro de tres meses ninguna secuencia concreta de la misma.

En la primera escena el director y ex-crítico nacido en Israel, se delata por completo en un ejercicio de preciosismo paisajístico yanki, de pijerío de lo más estúpidamente “fashion” en coche deportivo y de rubia platino de lo más fútil y encantadora. El estilo queda marcado por llamémosle, cine a la moda. Otro reto que se antojaba imposible de superar, nos aparece conduciendo el coche. Usar gafas de ver y tener cara de tipo introvertido, no es ni por asomo parecerse a Dustin Hoffman, era una batalla perdida de antemano, y así se ha plasmado.

Si nos atenemos a la premisa fundamental de la novela de Gordon Williams, que es la propia expresión “Perros de Paja” referida a esas personas que aparentan fuerza y poder y ocultan en realidad una naturaleza hueca y falsa, la película cumpliría con sus expectativas, pero después de la novela y la obra de Peckimpah, la secuela hubiera necesitado una reformulación de la que carece por completo, quedándose en una imitación más o menos interesante por momentos, pero que no aporta nada nuevo. Sin llegar al límite de “cagada monumental” como hizo mi admirado Scorsese con “Infiltrados”, en su remake de la grandísima “Infernal Affairs”, la idea sería muy parecida. El material es tan bueno, que con copiarlo tienes suficiente para hacer una buena película, pero eso no significa que en esta producción se haya hecho un buen trabajo. Volvemos al problema en el que caen la mayoría de los remakes, que se convierte en vulgares copias del original. Todo esto no habla bien de un director como Rod Lurie.

(sigue sin spoiler)
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Juanjo Iglesias
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8
4 de diciembre de 2011
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Konstantinos Gavras, entró en mi particular Olimpo cinematográfico por haber sido el único director de cine, si la memoria no me engaña, que ha conseguido que el cine político llegue a interesarme lo más mínimo y su cine político ha llegado a parecerme sumamente interesante en producciones de la talla moral y cinematográfica de “Missing” o “La caja de música”.

Esta obra entronca esa temática con una crítica social desde el sarcasmo, la ironía y la inteligencia que apuesto hizo en su momento sentir celos intelectualoides al mitificado Von Trier. La desvergonzada osadía de esta historia es tal, que tan salvaje planteamiento en manos de un actor tan aparentemente honesto como José García, hacen de la cinta, un auténtico poema romántico al deshonor, la injusticia y la hipocresía.

El sublime y obsesivo guión escrito por el propio Gavras y Jean-Cloude Grumberg sobre la novela de Donald Westlaker, hará las delicias de cualquier consumidor de largometrajes del psicótico Von Trier que se precie. Estoy convencido de que es uno de los guiones más finos de la primera década del siglo XXI. Bruno Davert es un alto directivo recién despedido de una multinacional papelera. Cree que encontrará trabajo en muy poco tiempo, debido a su preparación y experiencia, pero tras tres años en el paro, presa de la desesperación, decide localizar y eliminar, con ayuda de un arma de su padre, a aquellos directivos sin empleo que considera de forma lógica, como su más directa competencia.

Recuerda irremediablemente por su argumento a la magnífica “Ocho sentencias de muerte” de Robert Hamer, pero consigue rizar el rizo del sarcasmo en un “tour de force” que me ha hecho sentir por momentos sensaciones que solo había logrado con películas como “El Apartamento”. Con ese corrosivo y sarcástico sentido del humor, tan cabrón y tan honesto que en realidad solo muestra un puro, palpable, delicioso y trágico romanticismo. Pocas veces se han tratado el sentimiento de culpa y la soledad, de una forma tan brillante y tan obscena. La apariencia, la envidia, las falsas relaciones personales, el racismo y toda la hipocresía que nos inunda, o el matrimonio como institución, utilizando palabras del propio Groucho, son pateadas con el estilo de un auténtico “gentleman”.

El uso de la voz en off, que nos regala la información de los pensamientos del protagonista, es de lo más sarcástico, divertido y voraz que he visto últimamente en una película, dejando de manifiesto la doble moral que mueve el mundo. Me provoca esa sensación de lo que todos pensamos y ninguno nos atrevemos a expresar.

José García, aparte de ser un gran actor, consigue con su interpretación, algo que es tremendamente difícil, entrar como un huracán en el corazón del espectador mínimamente inteligente, siendo un auténtico trepa, un tipo que convierte su vida en una mentira y por descontado, el tipo que elimina a la competencia de la única forma en la que jamás volverán a molestarle.

(sigue sin spoiler)
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Juanjo Iglesias
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7
19 de noviembre de 2011
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Analizando la filmografía de Christopher Smith en su totalidad, encuentro en Triangle la zona más compleja, interesante y original, de este barco de los terrores que navega en el género, por todas las vertientes posibles, amarrando su fragata del horror en laberintos urbanos o en apocalipsis medievales, no siempre con la misma fortuna, pero en ocasiones acercándonos a un terror altamente disfrutable. En el caso que nos ocupa, una narración inteligente y seductoramente kafkiana nos atenaza con viajes en el tiempo, malsanos y enfermizos y con un guión modestamente barroco que activará nuestras neuronas mientras sufrimos complacidos tan violentas fantasías.

El director nacido en Bristol escribe y dirige esta obra extraña en su contenido y netamente “Mainstream” en sus formas, de excelentes resultados, narrándonos la terrorífica aventura de un grupo de amigos que decide realizar una excursión marítima y tras encontrarse una espantosa tormenta, se ven en la necesidad de abordar un navío que casualmente pasaba por allí. Las sorpresas serán tan intrigantes como salvajes.

Que me recuerde en ciertos momentos a “El Resplandor”, me produce instantáneamente una agradable sensación de empatía. Esos cortes musicales de Swing, un comedor preparado para fiestas y cenas multitudinarias y la absoluta soledad de este presunto barco fantasma me evoca irremediablemente al Sr. Torrance y sus copas de bourbon en el abisal Overlook. Amén de "Los Crono crímenes".

Por todo esto diré que no es un largometraje especialmente original. Aparte de utilizar elementos tan paradigmáticos del género, como las tormentas, barcos que aparecen de la nada o simplemente personajes jóvenes, bellos y asquerosamente ortodoxos que por otro lado nunca termina de desarrollar en cuanto a motivaciones o caracteres, pero toda esta fidelidad al género y a lo comercial, no enturbia el verdadero valor de la producción, el guión.

Firmado por el propio director, va entrelazando con una elegancia salvaje y sobre todo dejando claro, que siente la mirada del espectador como una mirada inteligente, toda una serie de ideas triviales que había ido soltando sin dar importancia, para convertirlas en algo profundamente importante, en un alud de artesanía narrativa espectacular y de un trabajo de Raccord arriesgado donde la continuidad no es siempre fácil de seguir. Este buen trabajo de montaje que disfruta de su complejidad con una espectacular concordancia en sus escenas es la segunda clave para que la cinta funcione tan bien.

Todo ese engranaje formal, se pone en marcha sobre una idea magnífica que toma su sentido como una crónica Kafkiana. Una realidad o una pesadilla que se repite una y otra vez hasta la saciedad, sin poder despertar, donde las líneas temporales se van alargando para hacer del componente dramático un verdadero aliado del propio terror. Aparte la clara influencia, de mi admirado y amado mito de Sísifo, como una parte fundamental del ADN de la cinta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juanjo Iglesias
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