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Voto de Juanjo Iglesias:
8
7.0
6,303
Thriller. Comedia. Drama
Bruno Davert es un alto ejecutivo que trabaja desde hace quince años en una fábrica de papel. Debido a la reestructuración económica de la empresa, él y cientos de empleados son despedidos de la noche a la mañana. En principio la medida no le preocupa; es joven (ronda los cuarenta), tiene una preparación excelente y confía en encontrar pronto un puesto de trabajo similar. Tres años después, aún sin trabajo, sólo piensa en sobrevivir y ... [+]
4 de diciembre de 2011
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Konstantinos Gavras, entró en mi particular Olimpo cinematográfico por haber sido el único director de cine, si la memoria no me engaña, que ha conseguido que el cine político llegue a interesarme lo más mínimo y su cine político ha llegado a parecerme sumamente interesante en producciones de la talla moral y cinematográfica de “Missing” o “La caja de música”.
Esta obra entronca esa temática con una crítica social desde el sarcasmo, la ironía y la inteligencia que apuesto hizo en su momento sentir celos intelectualoides al mitificado Von Trier. La desvergonzada osadía de esta historia es tal, que tan salvaje planteamiento en manos de un actor tan aparentemente honesto como José García, hacen de la cinta, un auténtico poema romántico al deshonor, la injusticia y la hipocresía.
El sublime y obsesivo guión escrito por el propio Gavras y Jean-Cloude Grumberg sobre la novela de Donald Westlaker, hará las delicias de cualquier consumidor de largometrajes del psicótico Von Trier que se precie. Estoy convencido de que es uno de los guiones más finos de la primera década del siglo XXI. Bruno Davert es un alto directivo recién despedido de una multinacional papelera. Cree que encontrará trabajo en muy poco tiempo, debido a su preparación y experiencia, pero tras tres años en el paro, presa de la desesperación, decide localizar y eliminar, con ayuda de un arma de su padre, a aquellos directivos sin empleo que considera de forma lógica, como su más directa competencia.
Recuerda irremediablemente por su argumento a la magnífica “Ocho sentencias de muerte” de Robert Hamer, pero consigue rizar el rizo del sarcasmo en un “tour de force” que me ha hecho sentir por momentos sensaciones que solo había logrado con películas como “El Apartamento”. Con ese corrosivo y sarcástico sentido del humor, tan cabrón y tan honesto que en realidad solo muestra un puro, palpable, delicioso y trágico romanticismo. Pocas veces se han tratado el sentimiento de culpa y la soledad, de una forma tan brillante y tan obscena. La apariencia, la envidia, las falsas relaciones personales, el racismo y toda la hipocresía que nos inunda, o el matrimonio como institución, utilizando palabras del propio Groucho, son pateadas con el estilo de un auténtico “gentleman”.
El uso de la voz en off, que nos regala la información de los pensamientos del protagonista, es de lo más sarcástico, divertido y voraz que he visto últimamente en una película, dejando de manifiesto la doble moral que mueve el mundo. Me provoca esa sensación de lo que todos pensamos y ninguno nos atrevemos a expresar.
José García, aparte de ser un gran actor, consigue con su interpretación, algo que es tremendamente difícil, entrar como un huracán en el corazón del espectador mínimamente inteligente, siendo un auténtico trepa, un tipo que convierte su vida en una mentira y por descontado, el tipo que elimina a la competencia de la única forma en la que jamás volverán a molestarle.
(sigue sin spoiler)
Esta obra entronca esa temática con una crítica social desde el sarcasmo, la ironía y la inteligencia que apuesto hizo en su momento sentir celos intelectualoides al mitificado Von Trier. La desvergonzada osadía de esta historia es tal, que tan salvaje planteamiento en manos de un actor tan aparentemente honesto como José García, hacen de la cinta, un auténtico poema romántico al deshonor, la injusticia y la hipocresía.
El sublime y obsesivo guión escrito por el propio Gavras y Jean-Cloude Grumberg sobre la novela de Donald Westlaker, hará las delicias de cualquier consumidor de largometrajes del psicótico Von Trier que se precie. Estoy convencido de que es uno de los guiones más finos de la primera década del siglo XXI. Bruno Davert es un alto directivo recién despedido de una multinacional papelera. Cree que encontrará trabajo en muy poco tiempo, debido a su preparación y experiencia, pero tras tres años en el paro, presa de la desesperación, decide localizar y eliminar, con ayuda de un arma de su padre, a aquellos directivos sin empleo que considera de forma lógica, como su más directa competencia.
Recuerda irremediablemente por su argumento a la magnífica “Ocho sentencias de muerte” de Robert Hamer, pero consigue rizar el rizo del sarcasmo en un “tour de force” que me ha hecho sentir por momentos sensaciones que solo había logrado con películas como “El Apartamento”. Con ese corrosivo y sarcástico sentido del humor, tan cabrón y tan honesto que en realidad solo muestra un puro, palpable, delicioso y trágico romanticismo. Pocas veces se han tratado el sentimiento de culpa y la soledad, de una forma tan brillante y tan obscena. La apariencia, la envidia, las falsas relaciones personales, el racismo y toda la hipocresía que nos inunda, o el matrimonio como institución, utilizando palabras del propio Groucho, son pateadas con el estilo de un auténtico “gentleman”.
El uso de la voz en off, que nos regala la información de los pensamientos del protagonista, es de lo más sarcástico, divertido y voraz que he visto últimamente en una película, dejando de manifiesto la doble moral que mueve el mundo. Me provoca esa sensación de lo que todos pensamos y ninguno nos atrevemos a expresar.
José García, aparte de ser un gran actor, consigue con su interpretación, algo que es tremendamente difícil, entrar como un huracán en el corazón del espectador mínimamente inteligente, siendo un auténtico trepa, un tipo que convierte su vida en una mentira y por descontado, el tipo que elimina a la competencia de la única forma en la que jamás volverán a molestarle.
(sigue sin spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La aparente insolvencia criminal del protagonista y su magnífica capacidad, lograda en el mundillo empresarial, para resolver las situaciones a la que se enfrenta, conforman una primorosa ironía. El diseño del personaje es tan encomiable y tan perverso al mismo tiempo como el inolvidable y encantador C.C. Baxter o el inolvidable y amoral Eddie Felson. Esta idea y este logro, son el ochenta por ciento del valor de la película. El trabajo de un actor como García, cuyos rasgos físicos, son perfectos para un “padre de familia” honrado y trabajador y este personaje tan depravado que Donald Westlaker inventó en su novela, hacen de ella una de las cotas cinematográficas de los primeros años del siglo que vivimos.
Técnicamente la película no necesita virtuosismos, efectos especiales llamativos o escabrosos, planos secuencia o planos tremendamente complejos. Pero sí necesita una cámara que se introduzca en el personaje, y lo hace, un director con mucho estilo, y eso le sobra a Gavras y una fotografía en clave alta que provoque la sensación de realismo, reto que alcanza con éxito Patrick Blossier. La dirección de actores es simplemente sublime, desde el protagonista hasta el último secundario no dan puntada sin hilo.
Hay un objeto de atrezzo que me conmueve particularmente. Esa Luger que el protagonista pasea de escena en escena parece que tiene alma y logra seguir dando vueltas de tuerca a una historia ya de por sí concienzuda y vitalmente retorcida.
La música para piano y cuerda de Armand Amar, pone la guinda a este primoroso poema moderno, mientras quedamos perplejos y rotundamente satisfechos de nuestra visita a Arcadia.
El cine corre tiempos de escasísima creatividad, de servicio al espectador consumidor y palomitero, pero al menos siempre nos quedará la opción de revisitar a Gavras para reírnos de nuestro absurdo y repugnante sistema de vida occidental. Además es el momento de verla, antes de que Park Chan-wook, ponga su re-make en las salas el año que viene. Admiramos profundamente al creador de “Old Boy”, pero tiene un auténtico reto por delante.
Técnicamente la película no necesita virtuosismos, efectos especiales llamativos o escabrosos, planos secuencia o planos tremendamente complejos. Pero sí necesita una cámara que se introduzca en el personaje, y lo hace, un director con mucho estilo, y eso le sobra a Gavras y una fotografía en clave alta que provoque la sensación de realismo, reto que alcanza con éxito Patrick Blossier. La dirección de actores es simplemente sublime, desde el protagonista hasta el último secundario no dan puntada sin hilo.
Hay un objeto de atrezzo que me conmueve particularmente. Esa Luger que el protagonista pasea de escena en escena parece que tiene alma y logra seguir dando vueltas de tuerca a una historia ya de por sí concienzuda y vitalmente retorcida.
La música para piano y cuerda de Armand Amar, pone la guinda a este primoroso poema moderno, mientras quedamos perplejos y rotundamente satisfechos de nuestra visita a Arcadia.
El cine corre tiempos de escasísima creatividad, de servicio al espectador consumidor y palomitero, pero al menos siempre nos quedará la opción de revisitar a Gavras para reírnos de nuestro absurdo y repugnante sistema de vida occidental. Además es el momento de verla, antes de que Park Chan-wook, ponga su re-make en las salas el año que viene. Admiramos profundamente al creador de “Old Boy”, pero tiene un auténtico reto por delante.